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martes, 31 de marzo de 2015

JUAN 13 PEDAZOS DE PAN

JUAN 13, 21 – 31: Dicho esto, Jesús se angustió profundamente y declaró: —Ciertamente les aseguro que uno de ustedes me va a traicionar. Los discípulos se miraban unos a otros sin saber a cuál de ellos se refería. Uno de ellos, el discípulo a quien Jesús amaba, estaba a su lado. Simón Pedro le hizo señas a ese discípulo y le dijo: —Pregúntale a quién se refiere. —Señor, ¿quién es? —preguntó él, reclinándose sobre Jesús.  —Aquel a quien yo le dé este pedazo de pan que voy a mojar en el plato —le contestó Jesús. Acto seguido, mojó el pedazo de pan y se lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón. Tan pronto como Judas tomó el pan, Satanás entró en él. —Lo que vas a hacer, hazlo pronto —le dijo Jesús. Ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo eso Jesús. Como Judas era el encargado del dinero, algunos pensaron que Jesús le estaba diciendo que comprara lo necesario para la fiesta, o que diera algo a los pobres. En cuanto Judas tomó el pan, salió de allí. Ya era de noche.


La gran paradoja de Jesús la hallaremos en este capítulo. Cristo, que a lo largo de su vida fue de un lado a otro haciendo amigos y enseñando el amor, va a ser traicionado por Judas y negado por Pedro. Sus discípulos, además, lo abandonarán en el huerto de Getsemaní cuando la guardia de los sacerdotes apresa al maestro y lo lleva hacia el fatídico juicio. A Jesús lo van dejando solo, ¿dónde están mis amigos? A partir de estos momentos el escenario se prolonga durante la noche desde el cenáculo hasta la cruz. Gritos, insultos, injusticia, sarcasmo, bofetadas, latigazos… conocemos bien la historia de este final de Jesús, a medida que se alejan los amigos.

Cuando el desamor se apodera de nuestro corazón también somos un poco así, ¿verdad? Quizás sean traiciones en menor medida, o puede que nuestro abandono venga a causa de una discusión, o que neguemos lo que somos por miedo a que se rían los demás, o… quizás todas las veces que vamos contra el corazón sean las que mejor puedan entender a este Jesús que está siendo abandonado. Cuando todo pierde el sentido es por falta de amor.

Resulta paradójico que Jesús les haya lavado los pies y a lo largo de esa misma noche aquel gesto de amistad no fuera correspondido. Hoy, nosotros celebramos la conmemoración de esa noche con el mismo gesto de lavarnos los pies unos a otros, y como en aquel entonces ese gesto precioso caerá en el olvido en algunas relaciones. Es un gesto que se está convirtiendo sólo en una rutina, porque es bonito. Hay muchos gestos que sólo son bonitos, que quedan bien y luego, pues a lo nuestro. Estas celebraciones también abandonan a Jesús.

Cuando a uno lo abandonan queda una extraña sensación de vacío, a mi me queda cara de tonto, es como si me hubieran tomado el pelo, y yo entonces me aparto de esa persona y ya no voy con él, o con ella. ¿Qué hubiera pasado si Cristo actuara así? No quiero imaginármelo. Este Jesús llevó dos cosas hasta el final: amor y sufrimiento. Conozco a mucha gente que amando sufren y por sufrir no dejan de hacerlo. Claro que les asusta la soledad, claro que les incomodan los insultos, por supuesto que no querrían terminar en la cruz, pero si por amar así fuera no dudarían.


Bien, que entre traiciones y abandonos quede mi gratitud para todos y todas aquellas que se han solidarizado con este amor del Cristo que a pesar de todo se ha mantenido fuerte por nosotros. Gracias por esa luz.

lunes, 30 de marzo de 2015

JUAN 12 UNCION EN BETANIA

JUAN 12, 1 – 11: Seis días antes de la Pascua llegó Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien Jesús había resucitado. Allí se dio una cena en honor de Jesús. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con él. María tomó entonces como medio litro de nardo puro, que era un perfume muy caro, y lo derramó sobre los pies de Jesús, secándoselos luego con sus cabellos. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, que era uno de sus discípulos y que más tarde lo traicionaría, objetó:  —¿Por qué no se vendió este perfume, que vale muchísimo dinero,  para dárselo a los pobres? Dijo esto, no porque se interesara por los pobres sino porque era un ladrón y, como tenía a su cargo la bolsa del dinero, acostumbraba robarse lo que echaban en ella.  —Déjala en paz —respondió Jesús—. Ella ha estado guardando este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán. Mientras tanto, muchos de los judíos se enteraron de que Jesús estaba allí, y fueron a ver no sólo a Jesús sino también a Lázaro, a quien Jesús había resucitado. Entonces los jefes de los sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, pues por su causa muchos se apartaban de los judíos y creían en Jesús.


Venimos del episodio en el que se resuelve matar a Jesús y llegamos a este otro en el que se quiere dar muerte a Lázaro, aunque hoy quisiera recoger una frase de Rilke que nos propone un ejercicio encomiable y una clave de lectura para todo este suceso de mortandad: “Quizás todo lo terrible es, en su ser más profundo, algo que necesita nuestro amor”. Acostumbrados a poetizar el frasco de alabastro, el beso de los pies y los gestos de esta unción en Betania, nos olvidamos de la parte esencial de la misión de Jesús: amar al mundo y a lo terrible. Lo hizo con el gadareno, lo hizo con los leprosos y lo hará en la cruz con quienes lo crucifican. Lo hará incluso con Pedro que lo niega y no dudo que con Judas, todo lo que es terrible para Jesús es motivo de amor.

Porque todo lo terrible en su esencia es ser, dice Rilke, y todo ser tiene un inicio de amor. Quizás será en la ruptura de este estado inicial que se produce el desamor, y cuando llegamos allí nace la discordia, la desconfianza, el recelo, la enemistad… todo lo que es terrible del ser humano. La vida es un camino entre dos polos que son el amor y el desamor y desde estos límites hay una escalera de sentimientos que nos acercan y nos alejan. Todo lo que construye la humanidad parte de uno de estos dos bandos: la poesía y la violencia, la paz y la guerra, la libertad y la esclavitud…

El evangelista nos propone que incluso al quebrar el frasco del perfume, lo que es aroma en toda la escena entre María y el Señor, resulta motivo de repulsa en Judas. Y que aquella resurrección que tuvo una causa de amor entre Cristo y Betania, tuvo también un motivo de muerte. Es una extraña situación cuando aquello que sugiere amor se vuelve terrible. Nos adentramos en el misterio de la pasión y la muerte, una metamorfosis que a veces termina en mariposa y otras acaba en gusano. La vida nos permite entender qué llevó al cuerdo a su locura.

Parece todo tan bonito, tan santo, tan amable que vivimos muchas veces alienados de la realidad. Nos lavamos los pies, derramamos perfume, acogemos al enfermo, damos comida al hambriento y tendemos a lo hermoso, a lo bondadoso… Pero el poeta nos invita a salir de nuestra comunidad de amor para acoger al discordante, al problemático, al que nos mata… al terrible.


Hoy se nos hace difícil ser simpáticos a Andreas Lubitz porque representa a ese terrible, pero aun en el dolor y la muerte necesita nuestro amor, ese amor genuino de Cristo que también vino a por él.

sábado, 28 de marzo de 2015

JUAN 11 MEJOR QUE PEREZCA UNO

JUAN 11,  47 – 57: Entonces los jefes de los sacerdotes y los fariseos convocaron a una reunión del Consejo. —Qué vamos a hacer? —dijeron—. Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. Si lo dejamos seguir así, todos van a creer en él, y vendrán los romanos y acabarán con nuestro lugar sagrado, e incluso con nuestra nación. Uno de ellos, llamado Caifás, que ese año era el sumo sacerdote, les dijo: —¡Ustedes no saben nada en absoluto! No entienden que les conviene más que muera un solo hombre por el pueblo, y no que perezca toda la nación. Pero esto no lo dijo por su propia cuenta sino que, como era sumo sacerdote ese año, profetizó que Jesús moriría por la nación judía, y no sólo por esa nación sino también por los hijos de Dios que estaban dispersos, para congregarlos y unificarlos. Así que desde ese día convinieron en quitarle la vida.


Venimos inmediatamente después de la resurrección de Lázaro y vamos a darle a este Lázaro una connotación de clase. Dicen que Lázaro pudiera ser una persona influyente, con dinero y posición dentro quizás del Sanedrín. Resucitarlo, no entendido desde un plano físico, vendría a ser como atraérselo a sí mismo. Es decir, que la resurrección de Lázaro sería la adhesión de una casa poderosa al grupo de Cristo y cuando lo que removemos es causa de un interés mucho mayor, provoca la represalia de los sacerdotes que acuerdan matar a Jesús. ¿Qué hubiera pasado si Cristo hubiera resucitado a un pobre, a un hambriento, a un cojo? Seguramente nada, como nada ocurría cuando sanaba o expulsaba demonios.

¿Es que sanar o sacar demonios no era algo excepcional? Seguramente sí, pero lo que Jesús hacía era en todo inofensivo y alejado del poder y de sus ámbitos. Un Jesús rural que era tenido por profeta y que ejercía en las regiones más alejadas de Jerusalén un servicio social. Nosotros también sabemos perfectamente lo poco que resuena en las altas esferas aquellos temas sociales que tienen que ser atendidos por voluntarios o fundaciones privadas lejos del dinero público. Pero cuando la demanda del dinero la realiza a través de la influencia y el favor, ese mismo dinero que no hay para los menos influyentes, atraviesa la maraña de la problemática de la hacienda para pagar pronto y rápido.

Florentino Pérez, que es el caso más evidente de este último tiempo y ya ha cobrado la indemnización por el cierre de Castor: 1350 millones de compensación, pagados por el sindicato de bancos y del sistema gasista y cuyo Importe será financiado por los consumidores a través de las tarifas a lo largo de 30 años. A la inversa, cuando los ciudadanos se rebelan contra este pago, o contra la factura de los servicios básicos, o contra los intereses abusivos de los bancos… son literalmente, ejecutados. Pues en este mundo se puede acordar matar a cualquiera de muchas y diferentes maneras. Hoy vivimos un tipo de muerte cuando permanecemos callados, vivimos otra cuando pagamos los recibos del agua, de la luz o del gas, nos matan cuando pagamos el tipo del IVA y nos disparan a traición cuando con la educación de nuestros hijos e hijas hacen lo que les da la gana.

Nos están acribillando a favor del dominio del poder, de los intereses privados, de los grandes capitales y tiro tras tiro, la sociedad perece a merced de la política. Los últimos ejecutados han sido los electores andaluces presos de los intereses políticos de Susana Diez, poder, poder y poder.

¿Y qué ocurriría si algún Jesús atrajera hacia otros intereses esa influencia y decisión? ¿Y si algún poderoso fuera resucitado por el Cristo? ¿Ocurriría como sostiene Caifás? Ciertamente, mejor que muera uno. Así Ghandi, Luter King, Jorge Gaitán, Luis Carlos GAlan, María Elisabeth Macías Castro, Yolanda Ordaz, Miguel Servet, … hombres y mujeres que han vivido de un modo u otro los mismos intereses que Jesús y que como él, han compartido la misma decisión del Sanedrín: mejor que perezca uno y no toda la nación.


Nos dirigimos hacia los días de la pasión y tendremos tiempo para experimentar todo tipo de muertes que, de alguna manera, tienden a aproximarse a esa cruz del Cristo. Pero si hoy miramos al Golgota, que el temor a esa muerte no nos haga agachar la cabeza.

viernes, 27 de marzo de 2015

JUAN 10 TOMAR LAS PIEDRAS

JUAN 10, 31 – 39: Una vez más los judíos tomaron piedras para arrojárselas, pero Jesús les dijo: —Yo les he mostrado muchas obras irreprochables que proceden del Padre. ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear? —No te apedreamos por ninguna de ellas sino por blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces pasar por Dios. — ¿Y acaso —respondió Jesús—no está escrito en su ley: “Yo he dicho que ustedes son dioses”? Si Dios llamó “dioses” a aquellos para quienes vino la palabra (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿por qué acusan de blasfemia a quien el Padre apartó para sí y envió al mundo? ¿Tan sólo porque dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. Pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean a mis obras, para que sepan y entiendan que el Padre está en mí, y que yo estoy en el Padre. Nuevamente intentaron arrestarlo, pero él se les escapó de las manos.



A lo largo de los siglos ha ocurrido que muchas personas genuinas o especiales han sufrido persecución y muerte en manos de aquellos que se sirvieron de una justicia ciega para tratar de justificar todo lo que no entendían. Lo que en el tiempo de Jesús arreglaban tirando piedras en nuestro tiempo lo resolvemos señalando, acusando o apartando. Pero al caso cualquiera de las dos formas expresa crueldad hacia otro. Jesús, de forma elocuente se sirve de un salmo (Salmos 82,6) para hablar de aquellos jueces que también tenían una relación de intimidad con Dios de quien recibían poder y que participaban de él. De una manera que fuera entendible, Cristo expone un argumento para tratar de decirles que lo que entonces hacían los jueces ahora lo hace él y que ello no debería ser extraño.

Tamayo, Rahner, Schillebeeckx, Leonardo Boff, Hans Küng, Lutero, Gustavo Gutierrez, Miguel D’Escoto, Xabier Pikaza… por citar algunos autores más cercanos al cristianismo y cuya historia ha tenido más o menos capítulos cercanos al apedreamiento a causa de la incomprensión de algunos a quienes corresponde el poder o la decisión. Podríamos también hablar de movimientos sociales de toda índole y defensa y volveríamos a ver cómo los siglos son testigos del capricho intelectual o comprensivo. A veces por miedo, por incomprensión o por necesidad y política lo cierto es que a todos estos grandes hombres y mujeres al final se les ha tenido que rectificar o devolver lo que una vez alguien logró quitarles.

El ejemplo de Cristo es para que nadie más termine clavado en la cruz, aunque parece que el mensaje no ha calado en nosotros. Si comprender a Jesús es ver toda su novedad, en base a la obra del Cristo no tendríamos que molestarnos, ni dudar, ni tan siquiera negar esa obra que aporta frescura y oportunidad. Y esto de las negaciones y las excomuniones sigue a la orden del día, pues seguimos siendo tradicionalistas a pesar de vivir en el siglo XXI. Necesitamos una nueva revolución que quiera pelear contra la condena y el rigor y permitir la entrada de esos nuevos colores que espera esta generación.

Para qué seguir negando aquello que en unos años se acabará por aceptar? Por qué necesitamos de lucha tras lucha para terminar dando paso a las propuestas, a los cambios, a nuevas alternativas?

Viven en cada siglo aquellos que están dispuestos a coger las piedras del suelo para lanzárselas a Jesús, porque en Jesús se recogen todas estas nuevas maneras que incomodan al igual que en él están aquellas que ya se han logrado. Porque del Dios del Antiguo Testamento llegó el Cristo, y del Cristo el Espíritu, y ese Padre que es Madre, y el primado del amor, y toda la reivindicación del ser humano en todas sus dimensiones porque en él vive la gloria de Dios (Ireneo) y la importancia de la mujer, y la teología de la liberación, y salto tras salto, pelea tras pelea, argumento tras argumento, se evitaron las piedras y los linchamientos. Aunque para llegar a la victoria muchos de aquellos murieron.


Coger una piedra es agarrarse a lo más duro del ser humano que vive de incomprensión pero abrazar el amor es compartir las diferencias y aceptar todas las posibilidades de la persona, las que nos gustan y las que no… pero eso es amor.

miércoles, 25 de marzo de 2015

LUCAS 1, 34 PARA DIOS NO HAY IMPOSIBLES

LUCAS 1, 34 – 38: —¿Cómo podrá suceder esto —le preguntó María al ángel—, puesto que soy virgen?  —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Así que al santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios. También tu parienta Elisabet va a tener un hijo en su vejez; de hecho, la que decían que era estéril ya está en el sexto mes de embarazo. Porque para Dios no hay nada imposible. —Aquí tienes a la sierva del Señor —contestó María—. Que él haga conmigo como me has dicho. Con esto, el ángel la dejó.


Hay una correlación entre dos mujeres en las que Dios obra a pesar de su infertilidad, Sara y Elisabet, y esta otra mujer que va a acoger el milagro de la encarnación. En este misterio hay una renovación en esta concepción de crear o de dar a luz al Verbo divino. Si en el principio Dios creó con la Palabra, ahora no podía sino crear con ese mismo Verbo la salvación de los hombres.

Este pasaje de hoy cobra un nuevo significado en nosotros desde ayer, que conocimos la noticia del avión estrellado en los Alpes franceses con 150 personas. Yo conocí la noticia a través de un whatsupp de un amigo que viajó hacia Yverdon, en la misma ruta que el avión estrellado, justamente en el vuelo inmediatamente después de este Airbus A320. Él decía en el mensaje que la vida es bella aunque impredecible.

¿Por qué digo que este pasaje se relaciona con el suceso? Para Dios no hay nada imposible, aunque nadie tiene la certeza de su actuación. ¿Cómo opera Dios? Pues quién sabe, no tengo duda de que Dios opera a través de muchas cosas: de sus hijos, de sus hijas, a través de la creación… y aunque su obra es visible, lo imposible que dice este ángel a veces se me queda como en un deseo y ya. Entonces pienso cómo respondo yo ante esta condición impredecible de la vida y dónde queda Dios en medio de tanto sufrimiento, cuando la frondosidad de la vida se va secando y finalmente se estruja. Como Job, no salgo de mi estupor y la experiencia del don de la vida, que se da en el albor de la muerte, se me da, pero también se me arranca.

El sufrimiento es indecible, no hay ningún saber de Dios que nos lleve al consuelo o al saber de Dios, quizás no haya sentido. Y para Dios no hay nada imposible y es en este misterio cuando más presente se hace el Señor, porque la irrupción de Dios en el hombre también sucede dentro de nuestros egipcios. Y en aquella tierra de esclavitud y mortandad hubo por mucho tiempo sufrimiento hasta la liberación del éxodo, pero no por ello puedo decir que para que vengan bienes primero deben haber males. La vida es un feliz y extraño acontecimiento.


Quede en nuestro corazón esa oración, la oración hacia las familias y los fallecidos para que sean consolados y acogidos. Y en esta oración somos como María, y es que cuando me dicen que Para Dios no hay nada imposible, sé que Él hará conmigo como diga. Aquí, pues, está tu siervo.

martes, 24 de marzo de 2015

JUAN 8, 21 ¿QUIEN ERES TU?

JUAN  8, 21 – 30: De nuevo Jesús les dijo: —Yo me voy, y ustedes me buscarán, pero en su pecado morirán. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir. Comentaban, por tanto, los judíos: «¿Acaso piensa suicidarse? ¿Será por eso que dice: “Adonde yo voy, ustedes no pueden ir”?» —Ustedes son de aquí abajo —continuó Jesús—; yo soy de allá arriba. Ustedes son de este mundo; yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho que morirán en sus pecados, pues si no creen que yo soy el que afirmo ser, en sus pecados morirán. —¿Quién eres tú? —le preguntaron. —En primer lugar, ¿qué tengo que explicarles? — contestó Jesús—. Son muchas las cosas que tengo que decir y juzgar de ustedes. Pero el que me envió es veraz, y lo que le he oído decir es lo mismo que le repito al mundo. Ellos no entendieron que les hablaba de su Padre. Por eso Jesús añadió: —Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, sabrán ustedes que yo soy, y que no hago nada por mi propia cuenta, sino que hablo conforme a lo que el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada. Mientras aún hablaba, muchos creyeron en él.



Para entender este pasaje debemos retroceder algunos versículos hasta hallar la afirmación YO SOY LA LUZ DEL MUNDO, pero si aún retrocediéramos a capítulos más atrás encontraríamos en el número 6 la afirmación YO SOY EL PAN DE VIDA. Sin lugar a dudas estamos delante de las grandes confesiones que Jesús revela al mundo. Como Dios se reveló a Moisés como YO SOY ahora Juan revela al Cristo como, también, YO SOY. Por tanto, el evangelista propone una relación de igualdad entre Padre e Hijo en la que Jesús manifiesta que aquello que Dios es, también lo es Él.

Jesús es la luz, es el pan, es agua viva, es camino, es la verdad y es la vida,  Jesús es nuestra plenitud. Pero Jesús no es un acontecimiento que se quede en lo personal sino que naciendo en el corazón del ser humano, vive en la relación de amor, entrega, solidaridad y paz con los demás. Todo el ser Jesús vive en nosotros no como un hito persona sino como un instrumento de unión entre muchas posibilidades de vivir. La diversidad de los hijos e hijas de Dios que en libertad son tan iguales como únicos y sin perder esa esencia de originalidad conviven en un mismo interés de ofrecimiento.

Cuando decimos que Él ES, lo hacemos tanto por una convicción personal (o espiritual) como por un convencimiento experiencial de que ese ser luz, o agua, o pan, o camino se manifiesta de modo incontestable (o indudable) en nosotros. Desde esa certeza entendemos la presencia real de todas esas múltiples manifestaciones del Cristo. Y podemos testificar de todas ellas como el evangelista explica en el testamento.
Desde esta posición entendemos este pasaje ante los que dudan de la divinidad de Jesús porque cuando nos preguntan ¿Quién eres tú? También tenemos muchas cosas que decirles y no testificamos de nosotros sino que testificamos de Jesús por medio del cual hemos sido acercados a Dios.

Si yo testificara de mi, seguramente a los dos minutos perdería totalmente mi testimonio. Probablemente me verían enfadado, o disgustado, o me verían tratar mal a alguien, o pasar por delante de una necesidad sin pararme a darle ayuda, o… Mi testimonio como ser humano está lleno de fallos y errores, meteduras de pata y muchas limitaciones. Pero puedo testificarte de este Jesús, que es el Hijo de Dios, que me ayuda, me perdona y me ama. Y es por medio de este Cristo que mi vida quiere ser también conciliadora y deseosa de amar y ser amada.


Quizás teológicamente no pueda decirte mucho de este Jesús, que es el verbo divino y encarnado, pero puedo mostrarte su reflejo en muchas personas que viven, actúan o se mueven en el amor y en el perdón, y a una comunidad que desea acoger, y ese es el testimonio, que hay luz, agua y alimento donado a este mundo y del que somos llamados a participar.

lunes, 23 de marzo de 2015

JUAN 8 LA MUJER ADULTERA

JUAN  8, 2 - 11: Al amanecer se presentó de nuevo en el templo. Toda la gente se le acercó, y él se sentó a enseñarles. Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola en medio del grupo le dijeron a Jesús: —Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de adulterio. En la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices? Con esta pregunta le estaban tendiendo una trampa, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y con el dedo comenzó a escribir en el suelo. Y como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo: —Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo. Al oír esto, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta dejar a Jesús solo con la mujer, que aún seguía allí. Entonces él se incorporó y le preguntó: —Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena? —Nadie, Señor. —Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar.



Entre el pasaje de la mujer adúltera y la vida de Jesús hay un paralelismo evidente porque son dos personas condenadas a morir, la primera debía hacerlo apedreada y Jesús, acabaría siendo crucificado. Un hombre y una mujer, la humanidad, condenados por un gentío ciego que ha perdido, además, el valor de una vida. Cuando eso ocurre, hombre y mujer se deshumanizan y se convierten en homicidas, capaces de cualquier pretexto para ajusticiar, quemar, apedrear, crucificar… Esta mujer adúltera llegaba a Jesús para morir y las preguntas que le hacen al Cristo son puramente anecdóticas porque además de a la adúltera, la respuesta de Jesús podía dar un pretexto para acompañar a la pobre acusada en la lapidación.

Podríamos entrever este deseo de aquellos de hallar también culpable al Jesús, pero como si lo hubieran hecho, en nazareno decide acompañar en su suerte a la mujer y más que preguntar a los acusadores qué hay de su conciencia, da un paso al frente por aquella adúltera y sería capaz de correr su misma suerte porque esta nueva alianza de Dios en Jesús ha venido no sólo a perdonar sino también a amar y el Amor me hace estar contigo a pesar de lo que digan o te acusen, porque verdad o mentira no puedo dejarte solo (o sola).
Es tan fácil señalar, acusar, decir, hablar, criticar, suponer, inventar, calumniar, enfrentar o maquinar, que pronto llegamos con alguien que ha sido acusado y reacusado, juzgado y condenado justos para gozar de esa victoria. Nadie escapa a las malas lenguas, nadie se salva del juicio de los demás y siempre hay algo que decir. Qué frívolos somos cuando después nos pedimos disculpas y a pesar del perdón se vuelve a la magulla. Quizás hoy ya no te apedree, pero puedo machacar tu honor, tu nombre o influir en tu pareja o… Lo que allí eran piedras aquí es teatro.

Mientras todo pasaba Jesús escribiendo en el suelo llama a los corazones de aquellos acusadores para decirles: - veis, vuestro corazón está tan duro, encerráis tanto odio, estáis tan vencidos a la maldad, que es más fácil escribir en este suelo duro que hacerlo en vuestro corazón. Somos una sociedad de juicios y de prejuicios que hoy recibe aquella pregunta que Jesús les dijo a aquellos maestros y fariseos, no hay nadie libre.


Quizás pueda empezar o disponerme a acoger a las personas por lo que son, creyendo en su bondad, aceptando lo que son y no llevemos a nadie más a la cruz, ni por mentiroso, ni por blasfemo… En este tiempo cuaresmal, tan cercano a la pasión que meditemos viendo al crucificado hasta dónde puede llegar nuestra incomprensión y nuestros prejuicios. Que podamos empezar a ver este precioso mundo y estas increíbles personas que nos  estamos perdiendo.

domingo, 22 de marzo de 2015

JUAN 12 EL GRANO DE TRIGO

JUAN 12,  20 – 33: —Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado —les contestó Jesús—. Ciertamente les aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto. El que se apega a su vida la pierde; en cambio, el que aborrece su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna. Quien quiera servirme, debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi siervo. A quien me sirva, mi Padre lo honrará. »Ahora todo mi ser está angustiado, ¿y acaso voy a decir: “Padre, sálvame de esta hora difícil”? ¡Si precisamente para afrontarla he venido! ¡Padre, glorifica tu nombre! Se oyó entonces, desde el cielo, una voz que decía: «Ya lo he glorificado, y volveré a glorificarlo.» La multitud que estaba allí, y que oyó la voz, decía que había sido un trueno; otros decían que un ángel le había hablado. —Esa voz no vino por mí sino por ustedes —dijo Jesús—. El juicio de este mundo ha llegado ya, y el príncipe de este mundo va a ser expulsado.


El pasaje de Juan recoge la tradición de lo sinópticos entre la entrada triunfal a Jerusalén y el episodio de Getsemaní, aunque en otro contexto más intelectual que hace aparecer el elemento griego; de todos los evangelios éste es sin lugar a dudas el más teológico  y hay una intencionalidad que quiere implicar al lector en esta experiencia del Jesús Cristo y su relación con Dios, una relación íntima y de absoluta confianza. En este pasaje de hoy Jesús concluye en que ha de entregar su vida.

Jesús hablará del grano de trigo, que es él, que debe caer en tierra y morir para producir mucho fruto. Claro, ciertamente esta obra sólo puede recaer en el Cristo y es en su vida donde el sentido del grano que da fruto cobra plenitud, aunque también es cierto que en la historia de la humanidad ha habido otras gentes que han hecho suyo el sentido joánico. Ya sea en relación a la vida o en relación a las ideas cuando el grano de trigo cae al suelo y muere lleva fruto. Teresa de Jesús, Francisco de Asís, San Ignacio, Copérnico, Galileo, Descartes o Marx… son ejemplos de personas que en vida tuvieron un fruto pero que con su muerte ha habido un fruto mucho mayor, ellos también son grano de trigo.

Pero qué de ese grano en las zonas castigadas por el hambre, por la muerte, por la falta de agua, por las vejaciones sexuales, por la delincuencia… lugares que a pesar de la lucha, de la entrega y del esfuerzo todavía son estériles y no dan fruto. No es sencillo hablar de una Palabra de Dios eficaz mientras coexistimos con esa realidad que es cercana al mal, tocante y tan terrible. No sé si ese gran de trigo que da fruto sea en la esperanza que un día veremos cómo se truncan las desigualdades y la muerte o si ese grano sea nuestra responsabilidad, como especie.

Cuando leo la Palabra de Dios no puedo olvidarme de esta otra realidad a la que no puedo dar una respuesta lógica ni espiritual. Pero quiero creer que la esencia de ese Jesús que se parte alcanzará a quebrantar la deshumanización y reconducirá la vida. Esta semana que terminará en Domingo de Ramos cuando se agite el palmón y caiga el agua recordaré la parábola del sembrador y esa semilla que, a veces cae en tierra seca y otras veces en el corazón como un verdadero misterio que a veces asola al mundo y otras veces lo enternece.


La vida, como la oración, es un misterio a mis ojos, a veces tan entusiasmante y otras veces tan complicada. 

sábado, 21 de marzo de 2015

JUAN 7 INTERROGAR AL PODER

JUAN 7, 40 - 53: Al oír sus palabras, algunos de entre la multitud decían: «Verdaderamente éste es el profeta.» Otros afirmaban: «¡Es el Cristo!» Pero otros objetaban: «¿Cómo puede el Cristo venir de Galilea? ¿Acaso no dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David, y de Belén, el pueblo de donde era David?» Por causa de Jesús la gente estaba dividida. Algunos querían arrestarlo, pero nadie le puso las manos encima. Los guardias del templo volvieron a los jefes de los sacerdotes y a los fariseos, quienes los interrogaron: —¿Se puede saber por qué no lo han traído? —¡Nunca nadie ha hablado como ese hombre! —declararon los guardias. —¿Así que también ustedes se han dejado engañar? —replicaron los fariseos—. ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes o de los fariseos? ¡No! Pero esta gente, que no sabe nada de la ley, está bajo maldición. Nicodemo, que era uno de ellos y que antes había ido a ver a Jesús, les interpeló: —¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin antes escucharlo y averiguar lo que hace? —¿No eres tú también de Galilea? —protestaron—. Investiga y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta. Entonces todos se fueron a casa.


El misterio de la autoridad con la que hablaba Jesús podríamos tratar de explicarlo de esta manera: no es que Jesús hablara más fuerte o de forma más solemne, sino que lo que distinguía el hablar de Jesús a la forma de los demás era que mientras Jesús hablaba hacía suya las Escrituras. En aquel tiempo en el que nadie hablaba con propiedad sino que se referían a la interpretación de un rabino u otro, Jesús irrumpe hablando de sí y distinguiéndose de relacionar lo que habla de cualquier interpretación. Por ello, cuando Jesús habla lo hace con autoridad y esta apropiación provoca toda esa serie de preguntas entre unos y otros porque esa doctrina no la había dado ningún rabino.

Hoy, leyendo este pasaje han venido a mi cabeza nombres como: Copérnico, Galileo, Kierkegaard, Lutero, Pascal, Aristóteles, Platón, Ellacuría, Casaldaliga, Bonhoeffer, el actual Francisco… como algunas personas que, al igual que Jesús, también han provocado en el seno de los grandes gobiernos o de los grandes dictadores todas esas preguntas que surgen cuando aparece alguien lo suficientemente valiente como para decir la verdad y vivir la fe a pesar de la gran fuerza que tiene en su contra. Su autoridad viene de su vida misma, de su actitud y de la convicción de sus ideales, nace de ese mismo Espíritu que se posó en Jesús cuando en la sinagoga de Nazaret leyó el pasaje de Isaías: para dar libertad a los cautivos, para devolver la vista a los que no ven…

Siempre que surge esta voz o cada vez que la historia vive este mismo episodio, se consigue un cambio, un hito, otra dirección. Pero de esta irrupción de algunos nos queda a nosotros también la posibilidad de apropiarnos de la autoridad, de la palabra, de la sensibilidad y de la realidad para con nuestros actos en lo cotidiano vivir esa otra alternativa. Somos voz en el barrio, en el trabajo, en la escuela… y también lo somos en oposición a la opresión, a la injusticia, al hambre o al castigo que sobre esta sociedad ejercen estas escuelas de poder.

En aquel tiempo hablaban según la escuela del rabino tal o según la escuela del rabino cual y en este tiempo, parece que vivamos lo mismo cuando decimos lo que el partido x o el partido y. La radio, televisión, prensa, internet están bañados de la doctrina de unos y de los otros que, a pesar de sus gamberradas y de dejar a personas en la calle, siguen presentándose y valiéndose de una estructura de poder. Hablan aquí y allá en un meeting con un presupuesto del que podrían comer muchos y vivir otros y ya sea con bandera de izquierdas, o de derechas, lo cierto es que ya no son la opción.


¿Qué nos quedará a nosotros si no conseguimos que en la política y en la banca lleguen a preguntarse, quienes son estos ciudadanos que hablan como si tuvieran autoridad?

viernes, 20 de marzo de 2015

JUAN 7 DEBERIAS IR A JUDEA

JUAN 7, 1 – 9: Algún tiempo después, Jesús andaba por Galilea. No tenía ningún interés en ir a Judea, porque allí los judíos buscaban la oportunidad para matarlo. Faltaba poco tiempo para la fiesta judía de los Tabernáculos, así que los hermanos de Jesús le dijeron: —Deberías salir de aquí e ir a Judea, para que tus discípulos vean las obras que realizas, porque nadie que quiera darse a conocer actúa en secreto. Ya que haces estas cosas, deja que el mundo te conozca. Lo cierto es que ni siquiera sus hermanos creían en él. Por eso Jesús les dijo: —Para ustedes cualquier tiempo es bueno, pero el tiempo mío aún no ha llegado. El mundo no tiene motivos para aborrecerlos; a mí, sin embargo, me aborrece porque yo testifico que sus obras son malas. Suban ustedes a la fiesta. Yo no voy todavía a esta fiesta porque mi tiempo aún no ha llegado. Dicho esto, se quedó en Galilea.



Qué extraños son estos familiares de Jesús, que en pasajes anteriores tomaron a su pariente por un loco y ahora quieren que marche a Jerusalén para declarar que es el Mesías. Esto de las expectativas tan pronto sitúa a uno en el escalafón más elevado como lo destrona rápidamente. Mi generación proviene de unos abuelos que han salido de la dictadura franquista y unos padres que han vivido esa transición democrática, marcados muchas veces por aquello que no pudieron hacer o acceder o estudiar… y a causa del conflicto y de la sociedad de su momento han vertido todas sus esperanzas en los hijos e hijas y no sólo en el plano profesional, sino también en lo referente a la vida, edad de emancipación, carrera estudiantil… son un poco como estos hermanos de Jesús que también querían algo presumiblemente bueno.

Aquí luchan por un lado la voluntad de los hermanos y por otro lado el deseo de Jesús. En nuestro caso se han encontrado la expectativa de los padres con las decisiones de los hijos. Lo que creen bueno unos no siempre coincide con la decisión del otro y cuando eso ocurre, la respuesta más normal es la decepción, la extrañeza, la incomprensión. Siempre proyectamos en el otro lo que nos gustaría que fuera o cómo nos gustaría que fuera. Los hermanos de Jesús veían claro que su hermano debía ya erguirse como el esperado, como el enviado, como el ungido y su deseo de ver a Jesús rey generó una expectativa que sólo podía conducir a terminar desencantados porque lo que uno desea no siempre coincide con lo que el otro quiere y no respetamos su libertad.

Estos condicionales del deberías, tendrías, si hubieras… todos ellos encierran en el fondo un deseo por someter a alguien a nuestro entendimiento o a nuestro deseo… A veces pienso que si supiéramos dejar a un lado esa actitud nosotros mismos viviríamos más tranquilos, más felices. Quizás yo no me quiero dar a conocer, quizás yo no deseo subir a Jerusalén porque lo que yo quiero hacer está en Galilea, cuando tenga que subir a Jerusalén ya lo haré.

El evangelista, con mucha destreza, nos muestra luego que ni siquiera los hermanos creían en él, pero sí querían llevar a este Jesús como Mesías delante del pueblo. Esta imagen que nace de nuestra proyección al otro ni siquiera es, no es posible mantenerla, está vacía y cuando la proyección se rompe no queda nada, salvo una extraña cosquilla que sube por el estómago y una sensación miserable.


Tanto es necesario dejar a Jesús ser Jesús, como a cualquiera ser lo que tiene derecho a ser. Creo que en todo este pasaje hay que reivindicar el derecho a SER y no el de tener que ser y es necesario liberar a nuestros seres queridos de esa presión que genera mi expectativa, porque sólo terminará aportando un problema. Ireneo de Lyon dijo que el hombre que vive es la gloria de Dios, como Jesús siendo quien quiere ser, sólo sometido al Padre que siempre respetará su libertad aun siendo Hijo. Que aprendamos nosotros a vivir como ellos que SON.

miércoles, 18 de marzo de 2015

JUAN 5 EL PADRE AMA AL HIJO

JUAN 5, 17 – 27: Pero Jesús les respondía: —Mi Padre aun hoy está trabajando, y yo también trabajo. Así que los judíos redoblaban sus esfuerzos para matarlo, pues no sólo quebrantaba el sábado sino que incluso llamaba a Dios su propio Padre, con lo que él mismo se hacía igual a Dios. Entonces Jesús afirmó: —Ciertamente les aseguro que el hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su padre hace, porque cualquier cosa que hace el padre, la hace también el hijo. Pues el padre ama al hijo y le muestra todo lo que hace. Sí, y aun cosas más grandes que éstas le mostrará, que los dejará a ustedes asombrados. Porque así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a quienes a él le place. Además, el Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha delegado en el Hijo, para que todos honren al Hijo como lo honran a él. El que se niega a honrar al Hijo no honra al Padre que lo envió. Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida. Ciertamente les aseguro que ya viene la hora, y ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha concedido al Hijo el tener vida en sí mismo, y le ha dado autoridad para juzgar, puesto que es el Hijo del hombre.


El evangelio de Juan tiene una intencionalidad clara: Jesús es el Hijo de Dios y la afirmación de la filiación divina de Jesús se hará en un medio judaizante en el que declararse Hijo era una blasfemia. Pero Jesús en el diálogo va mucho más allá y no sólo es Hijo sino que adopta el comportamiento de Dios, no porque sea un imitador en la tierra sino porque es Dios mismo, este obrar o este juzgar son atribuciones que en el judaísmo correspondían a Dios y no podían, por tanto, ser de nadie más. La confusión creada provoca muchas tensiones, algunos se asombran, otros lo siguen, algunos lo toman por un loco y sólo los sacerdotes piensan en matarlo.

¿Qué ocurriría si hoy volviera a encarnarse Cristo?

Nuestra sociedad es heredera de una tradición que siglo a siglo a dibujado una particular imagen de Cristo, tanto del crucificado como del resucitado. Así que ya sea en pena o en gloria existe una imagen de Jesús en nuestras cabezas que rápidamente identificamos siguiendo una iconografía que no siempre es tangible, pero que es capaz de mostrar a Jesús, a nuestro Jesús. Si Cristo regresara hoy entre nosotros estoy seguro que responderíamos como lo hicieron antaño cuando Cristo se encarnó en Israel y provocó una radical admiración que o asombraba o era  motivo de rechazo.

Podemos darle un nombre, podemos adorarlo y tenemos la fe, que es don de Dios. Pero como consumidores también tenemos una imagen y una expectativa sobre quién es Cristo. Por tanto, si regresara a la tierra esa imagen preconcebida de sus gestos, de sus obras, de su doctrina o de su aspecto temblaría delante de la realidad de Cristo. Nuestra imagen rota, hecha añicos, desmoronada y delante de nosotros alguien que dice que es. ¿Quién lo creería? Cuántos dirían que éste no puede ser, que Jesús no era así, que mira qué dice o mira qué hace…? Y este es el riesgo que debemos asumir cuando prefiguramos aquello que no hemos visto y que no conocemos.

Cuando Dios entregó al Mesías en la persona de Jesús para gran parte del pueblo resultaba inconcebible, era un pueblo monolátrico que sólo daba culto a Dios. Pero cuando Dios quiso encarnarse no había lugar para Él. Pienso que esto mismo estamos nosotros.


Ahora viene días de recuerdo, de películas, de cruces, de pasión que son en definitiva de imagen. Ay de nosotros cuando vivimos más apegados a una imagen que receptivos a este Dios que puede manifestarse en lo que quiera.

lunes, 16 de marzo de 2015

JUAN 4, 53 EL FUNCIONARIO REAL


JUAN 4, 43 – 53: Después de esos dos días Jesús salió de allí rumbo a Galilea (pues, como él mismo había dicho, a ningún profeta se le honra en su propia tierra). Cuando llegó a Galilea, fue bien recibido por los galileos, pues éstos habían visto personalmente todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, ya que ellos habían estado también allí. Y volvió otra vez Jesús a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Capernaúm. Cuando este hombre se enteró de que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a su encuentro y le suplicó que bajara a sanar a su hijo, pues estaba a punto de morir. —Ustedes nunca van a creer si no ven señales y prodigios —le dijo Jesús. —Señor —rogó el funcionario—, baja antes de que se muera mi hijo.  —Vuelve a casa, que tu hijo vive —le dijo Jesús—. El hombre creyó lo que Jesús le dijo, y se fue. Cuando se dirigía a su casa, sus siervos salieron a su encuentro y le dieron la noticia de que su hijo estaba vivo. Cuando les preguntó a qué hora había comenzado su hijo a sentirse mejor, le contestaron: —Ayer a la una de la tarde  se le quitó la fiebre. Entonces el padre se dio cuenta de que precisamente a esa hora Jesús le había dicho: «Tu hijo vive.» Así que creyó él con toda su familia.

¿Qué hubiera ocurrido si a pesar de la fe del funcionario el hijo hubiera acabado muriendo? Esta es la pregunta que hoy me viene a la cabeza cuando repaso las cifras  de muertes en el conflicto de Siria o Crimea y cuando leo sobre la persecución de cristianos en Pakistan, por ejemplo. La zona del mundo que no está sufriendo a causa del hambre o de las enfermedades, sufre bajo el ruido sordo de la batalla o del asesinato y es que acaso ellos (o ellas) no tienen la suficiente fe? Cómo entonces debemos entender nuestra vida bajo la estela de la persecución? El sábado hubo una oración a favor de los conflictos que asolan el mundo, es la forma que nuestra fe recoge para tratar de exponerle a Dios que necesitamos ayuda.

Uno se siente desnudo ante esta realidad que me abruma, que me puede. No puedo más que imaginarme lo que en estos conflictos se debe vivir y lo hago apoyado en periódicos, noticias o imágenes que llegan, sea a mis manos o a mis ojos, aunque de ninguna manera puedo sentir o tocar aquella realidad. Tampoco puedo tocar la fe, que me llega por convencimiento, quizás por ello en estos días cobre un especial valor el volcarme a ella en oración a ese Dios que no puedo tocar.

Nuestro hijo no siempre es sanado y el drama del mundo convive con nuestra sonrisa, vivimos en una paradoja. Los existencialistas han vertido desde el sin sentido hasta la náusea, pero si nuestra vida fuera la de ellos en el mundo no habría esperanza. Algunos preguntan por qué Dios permite todo esto, otros responden que Dios no puede actuar contra la libertad del hombre y que a causa de esa libertad tenemos conflictos, otros dirán que es a causa del pecado y aun otros hablarán o de una forma de castigo o de que Dios nos ha olvidado.

Ante el conflicto siempre tomamos la fe: la de los judíos a pesar de las matanzas de Antíoco IV, la de los mártires en tiempos romanos, la de Bonhoeffer desde el presidio nazi, la de los cristianos quemados vivos en Nigeria… somos la esperanza de los esperanzados y es que ante el ocaso o ante el dolor sólo vive la fe y la fe calma el llanto y la fe suple el hambre… porque el ser humano es un superviviente y cuando intenta sobrevivir es llevado por su fe, y esa fe nos llega a nosotros y sobre la historia, los que vivimos del otro lado del conflicto, porque somos llamados a no repetir masacres. Ustedes no van a creer si no ven señales dice Jesús y las señales las estamos viendo.


El pasaje de hoy nos invita a sanar de la fiebre a la sociedad, a la política y a la misma iglesia para que la esperanza de los esperanzados renueve este don de la fe a pesar de que conviva con la enfermedad.

domingo, 15 de marzo de 2015

JUAN 3, 14 CUANDO NOS LEVANTAMOS

JUAN 3, 14 – 21: Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos. Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto. En cambio, el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios.



Podría resultar ciertamente paradójico que en el tiempo cuaresmal el pasaje de hoy nos llame a levantar la cabeza, pues este tiempo que llama al recogimiento parece estar más dado a llevar la cabeza gacha, como el publicano de ayer que se golpeaba el pecho pidiendo perdón. Sea como fuere tras pedir perdón a uno sólo le queda que levantar la cabeza porque ya no tiene razón seguir golpeándose. Y a esto nos viene a llamar Jesús cuando explica en qué consiste la misericordia de su Padre que desea la salvación del mundo y de todas las almas. Por tanto, si ayer pudimos interiorizar nuestros errores, nuestros miedos o todo aquello que nos provoca pesar y por lo que pediríamos perdón, hoy ya no estamos ligados a ninguna sombra sino mas bien estamos llamados a la alegría de vivir.

Levantar la cabeza también prefigura la valentía para afrontar la vida, la realidad de cada uno. Da amplitud de recorrido y permite abarcar un radio de extensión mejor que cuando uno lo hace mirando al suelo y no hay que tener vergüenza, porque si en esta vida hemos fallado o tanto si las cosas no nos han salido bien nuestra opción sigue siendo levantándonos. Jesús se dispone a enfrentar en Jerusalén su crucifixión y aún después del episodio de Getsemaní en el que su alma se abate, Dios refuerza su espíritu para que levantándose afronte la muerte. Podría decirnos como a Nicodemo que hay que morir para vivir, pero que entre el tránsito de un estado a otro, es necesario haberse levantado.


Hoy no hay mucho más que decir, vamos a saborear este momento en que erguidos vuelve a existir una oportunidad.

sábado, 14 de marzo de 2015

LUCAS 18 GOLPES EN EL PECHO

LUCAS 18, 9 – 14: A algunos que, confiando en sí mismos, se creían justos y que despreciaban a los demás, Jesús les contó esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, y el otro, recaudador de impuestos. El fariseo se puso a orar consigo mismo: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres —ladrones, malhechores, adúlteros—ni mucho menos como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo.” En cambio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!” »Les digo que éste, y no aquél, volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»


Desde tiempos ancestrales en el ser humano está el separar lo malo de lo bueno, el bien y el mal. En este pasaje el evangelista hace uso del lenguaje jurídico para poner a los lectores ante la problemática del castigo y el perdón desde dos actitudes absolutamente contrarias, la del publicano y la del fariseo. De ese modo, bajo el ámbito de los tribunales, uno de ellos se lleva el veredicto de culpable y el otro de no culpable. No existe la inocencia, porque la inocencia se reserva para Jesús y como en el evangelista está el mostrar que todos vivimos bajo el influjo del pecado, aun en el mejor veredicto no hay una declaración de inocencia sino de no culpabilidad. Premio o castigo, malos o buenos, publicanos o fariseos.

Los publicanos tenían fama de defraudadores, de avaros y de aprovecharse de la gestión que hacían para los romanos. Los fariseos en cambio eran tachados de rigoristas, aunque por su actitud estaban mucho más próximos a la Ley, cumpliendo con la voluntad de Dios impresa en la Torah. El evangelista, que era pagano, nos expresa una intuición respecto que la Ley es extrínseca, sólo cambia el comportamiento externo, la conducta y que esa relación Ley – Dios debe convertirse para poder cambiar, realmente, el interior o el corazón. Los agentes implicados en este pasaje, fariseo y publicano, sólo existen en cuanto a la actitud que Lucas insiste en transformar ante el juicio de Dios, el ser capaces de aceptar y declarar nuestra imperfección, nuestras miserias, nuestros errores.

Nosotros hoy, sin embargo, hemos superado toda esta carga jurisdiccional de Lucas y hablamos desde el amor de Dios, una forma diferente de relacionarnos tanto espiritualmente como relacionalmente. La Toráh sigue vigente para el judaísmo, el Corán para el islamismo, el Catecismo para el catolicismo… y continúa habiendo un cierto paralelismo con el que pueda sentirse como aquel fariseo. También tenemos a los sufrientes, penitentes, a quienes se arrodillan o quienes gritan piedad… y su actitud se aproxima a la del publicano. Pero tenemos a los que aman, a los que se donan, a quienes dedican, a los que abrazan, a los que hacen reír, a quienes consuelan, a los que acompañan… que nos enseñan otra diferente actitud que supera a aquellas presentadas por Lucas y que son en el Amor, que es la verdadera Ley y verdadera esencia de Dios, que amando crea y por Amor acerca a Cristo. Ya no se trata de ser publicano o fariseo sino se trata de amar, ya no se trata de buscar la menor condena o el veredicto del juez sino se trata de Cristo.

Nuestra sensibilidad nos reconoce como imperfectos, como equivocándonos, como reconociendo nuestras limitaciones y a pesar de ello reconociéndonos en el Amor. Después de las guerras, después del pensamiento, después de las atrocidades, después de las desigualdades sólo queda el amor y con ese amor superar la historia. Si el publicano supera al fariseo y recibe su no culpabilidad ahora nosotros superemos al publicano y al veredicto en la caridad, porque ya no importa el cumplir con o el declararse cómo sino el vivir para. Levántate de la silla del tribunal y supera el veredicto y toda amonestación, toda culpa, toda pena y desgástate en entrega, en dedicación, en solidaridad.


Parece que pasamos del ámbito de la corte al ámbito de los servicios sociales, el tiempo es caprichoso y los escenarios van cambiando y con ellos nosotros, aunque nunca cambia la esencia amorosa de Dios, que no puede negarse.

viernes, 13 de marzo de 2015

MATEO 12 AMARAS A DIOS

MARCOS 12, 28 – 34: Uno de los maestros de la ley se acercó y los oyó discutiendo. Al ver lo bien que Jesús les había contestado, le preguntó: —De todos los mandamientos, ¿cuál es el más importante? —El más importante es: “Oye, Israel. El Señor nuestro Dios es el único Señor  —contestó Jesús—. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.” El segundo es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo. “No hay otro mandamiento más importante que éstos.  —Bien dicho, Maestro —respondió el hombre—. Tienes razón al decir que Dios es uno solo y que no hay otro fuera de él. Amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más importante que todos los holocaustos y sacrificios. Al ver Jesús que había respondido con inteligencia, le dijo: —No estás lejos del reino de Dios. Y desde entonces nadie se atrevió a hacerle más preguntas.


Así como en Mateo el evangelista habla de un Jesús que viene a dar su completo sentido a la Ley, ahora en Marcos encontramos este pasaje en el que Jesús no sólo viene a dar el cumplimiento en el Amor sino que llega a identificarse con esa misma Ley, una Ley ante la cual nadie se atreverá a preguntar. Pero es precisamente al identificar a Jesús con la Ley que toda ella puede resumirse en el mandamiento del Amor.

La primera parte del mandamiento lleva la impregnación del tránsito histórico del pueblo de Israel y su monoyhavismo que se hereda en el Sinaí: Amarás a Dios sobre todas las cosas. Un precepto que no era extraño para nadie y que, aquí, el maestro de la ley asiente como buen hebreo. La novedad no aparece por el amar al prójimo, porque de esto también sabían hasta los más rigoristas de los fariseos. A lo largo de la Escritura hallamos pasajes y pasajes en los que se acoge a extranjeros, se besa los pies y se da de comer a los invitados, se proporciona agua, se socorre… Y en ningún momento se puede decir que alguno de los grupos haya quebrantado esta regla. Más allá del prójimo Jesús aúna a los pecadores, a los publicanos, a los extranjeros, a los adúlteros e incluso a los idólatras, todos ellos también son el prójimo y no pueden ser rechazados en función de lo que es puro o lo que no es, que era la gran medida del pueblo hebreo.

Esta misma medida presupone en nuestro siglo la separación Norte/Sud, Ricos/pobres, Corrientes/Impagados… y en cada momento histórico ha habido una propia segmentación del prójimo (la esclavitud, la inquisición, las dictaduras, los crímenes de guerra, la bomba atómica, la desigualdad entre hombre y mujer…). Incluso en nombre de Dios mismo hay una mayor discriminación y marginalidad, como tonterías que han dejado a personas afuera del Vaticano, como negros ejecutados por policías blancos en EEUU, la incomprensión a la teología de la liberación o como la caza de brujas y la excomunión de grandes teólogos. La historia, después de Cristo a seguido sin tener en cuenta al prójimo y ha seguido apartando a la gente, creando discordias y enemistad. Y más que fundar Amor se acaba por engendrar el odio.

No sé si es que hay un miedo a tocarse, a abrazarse, a besarse o un temor al extraño, al que habla diferente… Las barreras de la ideología, del partidismo, del deporte, de la religión y de la vida misma. Ya ni somos de una ciudad sino de un barrio, de una calle. Todo se hace pequeño y es como un frasco que no quiero abrir y que se hermetiza, casi ni entra el aire, menos el aire nuevo. Sin darnos cuenta a dejado de soplar ese viento que proviene del Espíritu y falta ese empuje a la renovación, al nuevo amor.


Amarás a tu prójimo como amas a Dios, porque este Dios que se encarna pasa por cada uno de nosotros en quienes vive su potencia, su designio, su fuerza. Dejémonos renovar por ese soplo que revitaliza, que sacude, que remueve. Estemos atentos, abramos los oídos y pendientes de esta pasión que termina en la Resurrección y que como a Lázaro nos grita: SAL! Y salgamos a conquistar la tierra en nombre del Amor, amando al prójimo como amamos a Dios.

miércoles, 11 de marzo de 2015

MATEO 5 UNA JUSTICIA MAYOR

MATEO 5, 17 – 19: No piensen que he venido a anular la ley o los profetas; no he venido a anularlos sino a darles cumplimiento. Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido. Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos. Porque les digo a ustedes, que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley.


De ningún modo podemos adecuar a nuestro tiempo lo que en el judaísmo de Jesús era el vivir conforme a la Toráh. La ley de entonces abarcaba todos los ámbitos de la vida del judío y además con el convencimiento de que viviéndola estaba cumpliendo la voluntad de Dios. Desde este fundamento vital de la Ley Jesús muestra una propuesta que da plenitud a todos estos preceptos que contenía la Torah y que en este sentido nosotros sí que podemos buscar el aplicativo a nuestro tiempo: Jesús dirá que es necesario cumplir la Ley, pero ese cumplimiento es extrínseco y sólo hace referencia al comportamiento o a la conducta. En cambio, el evangelista propone a Jesús como aquel que es capaz de transformar el interior y por tanto capaz de esa justicia mayor que la de escribas y fariseos.

Jesús era hebreo, por tanto conocedor de la Ley y de lo que la Torah representaba para el pueblo respecto de la funcionalidad de la vida y su relación con Dios. Pero Jesús venía a portar una relación de intimidad que hasta entonces sólo estaba reservada para algunos personajes que gozaron de esa especial comunión con Dios como Abraham, Moisés… Jesús no fue condenado por infringir algún precepto de la Ley, quizás los únicos enfrentamientos con los más rigoristas fueron respecto del sabbath y su relación con los enfermos y pecadores.
Nosotros, que nacemos ya con un cierto instinto a ir esquivando algunas leyes y que nos movemos en el ámbito de la picaresca vemos un poco lejana aquella cultura del los hebreos. Cuando escucho predicar sobre este pasaje me extraño de las analogías que se hacen con respecto de la Torah y nosotros y nuestra vida. Nosotros no somos hebreos y la mayoría no tenemos constancia de cómo se vive la Ley de ellos. Tampoco venimos de su tradición y nuestro sistema jurisdiccional nace del derecho romano. Tratar de meternos en la cabeza que no nos quedemos en las normas o en la Ley es del todo ilógico, porque en nuestra cultura la jurisdicción no guarda relación con Dios y sólo el cumplimiento de los mandamientos hace mella en los más creyentes. Existe, por tanto, una separación entre la vida civil y la vida espiritual a diferencia de la tradición hebrea.

Sólo el elemento transformador, Cristo, tiene vigencia en los dos sistemas, porque desde el interior de las personas tenemos una forma de conexión universal e íntima que comunica nuestro ser consciente y nuestro ser viviente con la espiritualidad. Precisamente de eso trata el pasaje de hoy, porque cuando Jesús dice que no viene a abolir la ley es para que nos olvidemos de cualquier pensamiento o interpretación de sus palabras: la ley tiene su vigencia y así será. En cambio quiere dejar constancia de la necesidad de abrirse a esa intimidad que parecía sólo reservada para los grandes hombres y mujeres de Dios (profetas, jueces, reyes…): la conexión vivencial y relacional con Dios también surge desde el interior. Y esa es una novedad radical que centra la espiritualidad en la relación con Dios a través de Jesús.

Entonces, si bien el judaísmo tenía su centro espiritual en Jerusalén y en el Templo, o si el fariseísmo tenía la suya en el rezo de los salmos y el cumplimiento de la Torah, ahora el evangelista, que escribe ya con el Templo destruido, también propondrá un nuevo Templo desde el interior del ser humano. Y desde esta tradición nace la posibilidad de iniciar nuestra especial relación con Dios, con el elemento de la fe que Cristo posibilita.


Esa es la historia de la justicia mayor, entendiendo cómo cada grupo hizo nacer su particular espiritualidad que nosotros heredamos de aquellos primeros seguidores de Jesús. Quizás nos ayude a entender que la nuestra no es la única manera de acceso a Dios y que existen muchas justicias mayores que la de los escribas y fariseos. Hoy separamos el interior de la conducta y trabajamos en función de las premisas del evangelismo primitivo identificando esa justicia en el amor a Dios y a los demás, pero entendiendo que hay muchas formas de amar y todas ellas tienen vigencia y validez.

martes, 10 de marzo de 2015

MATEO 18 SETENTA VECES SIETE

MATEO 18, 23 – 35: Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al comenzar a hacerlo, se le presentó uno que le debía miles y miles de monedas de oro. Como él no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos, y todo lo que tenía, para así saldar la deuda. El siervo se postró delante de él. “Tenga paciencia conmigo —le rogó—, y se lo pagaré todo.” El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad. »Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata Lo agarró por el cuello y comenzó a estrangularlo. “¡Págame lo que me debes!”, le exigió. Su compañero se postró delante de él. “Ten paciencia conmigo —le rogó—, y te lo pagaré.” Pero él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido. Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! —le increpó—. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” Y enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía. »Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano.


No hay nada peor en este mundo que el temor al castigo. Hacer las cosas por temor a la represalia, a la condena, a cualquier dios no es más que una acción subyugada a un poder de reacción ante el que todos callan. No deja de sorprenderme encontrar este tipo de pasajes que hablan de señores que someten a siervos o de deudas que se contraen en las relaciones. Sin lugar a dudas es el peor ejemplo que alguien puede poner o escribir para hablar del perdón. Lo siento! Pero es así, aun existiendo una intención pedagógica del evangelista hay que decir que la redacción es muy desgraciada y para nada infunda gratuidad o libertad. Estoy de acuerdo en que la vida de uno debería reflejar perdón, pero en realidad esa actitud no puede convertirse en una obligación ya que los episodios de la vida no son sistematizables.

Cada persona para nosotros tiene una carga diferente: las hay que quiero más, las hay que me cuesta relacionarme, las hay que procuro esquivar, las hay que no quiero ver, las hay con quienes deseo convivir… Dentro de toda esa maraña de posibilidades existe una atención diferente para cada persona, una emoción absolutamente dispar y un corazón que a veces está dispuesto, pero otras veces no. Así funciona la vida: incontrolable, espontánea, diferente, asombrosa…

Dice el evangelista que Dios perdona una deuda infinita, no nos olvidemos, diría la teología, que si Dios perdona es porque Él es perdón, lo cual querer decir que en la esencia viva de Dios está el ser misericordioso como parte activa, propia y única de Dios. Conmutar una deuda tan grande sólo está en su mano, porque humanamente llegar a ese perdón tan incondicional supone no un acto de misericordia sino un terrible esfuerzo que no siempre se podrá contener. Más honesto es ser consciente de que no puedo perdonarlo todo de corazón que engañarme viviendo una misericordia de mantequilla.

En el proceso de amar también vivimos el odio, el rechazo, la oposición… No siempre hay un perdón instantáneo, perdonar a veces es un ejercicio que ocupa muchos años de transformación interior. No puedo, por tanto, intentar exigir de los demás algo que no puedo hacer ni yo.


Este pasaje de hoy me mueve a la humildad, a verme falto de esa capacidad tan generosa, tan excelsa, aunque también me invita a reflexionar y a hallar descanso, descanso en el Misericordioso, aquel que siempre vierte y nunca se olvida de perdonar.

domingo, 8 de marzo de 2015

JUAN 2 LOS CAMBISTAS DEL TEMPLO

JUAN 2, 13 – 21: Cuando se aproximaba la Pascua de los judíos, subió Jesús a Jerusalén. Y en el templo halló a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, e instalados en sus mesas a los que cambiaban dinero. Entonces, haciendo un látigo de cuerdas, echó a todos del templo, juntamente con sus ovejas y sus bueyes; regó por el suelo las monedas de los que cambiaban dinero y derribó sus mesas. A los que vendían las palomas les dijo: —¡Saquen esto de aquí! ¿Cómo se atreven a convertir la casa de mi Padre en un mercado? Sus discípulos se acordaron de que está escrito: El celo por tu casa me consumirá. Entonces los judíos reaccionaron, preguntándole: —¿Qué señal puedes mostrarnos para actuar de esta manera? —Destruyan este templo —respondió Jesús—, y lo levantaré de nuevo en tres días. —Tardaron cuarenta y seis años en construir este templo, ¿y tú vas a levantarlo en tres días?


Más allá de que este pasaje sea un poco extraño, todos participamos de la destrucción del Templo cuando somos conscientes que nuestro fundamento vital pasa por el cuidado espiritual (la oración, la meditación, la respiración, la relajación…). Está en nosotros buscar enfrentar el mundo desde el sosiego del alma, desde la tranquilidad y la armonía. Buscamos los elementos más propicios para encontrar estabilidad emocional a las diferentes actividades con las que convivimos. Medimos, en alguna manera, la compatibilidad que existe cuando encontramos pareja. Hacemos yoga, acupuntura, trabajamos los chakras, encendemos incienso, escuchamos un cd de música relajante… Bien, tenemos sin duda una cara espiritual y otra más animal, visceral.

Alrededor del templo espiritual acampan los vendedores y cambistas, que  son esas actitudes que se alejan de darnos la paz y existen momentos ( a veces muchos) en que la visceralidad irrumpe con fuerza en la actividad de mi precioso templo amado. Cuando eso ocurre me entran las prisas, me arranca la cólera, estoy nervioso y no hay en mí nada de armonía. Han tomado el templo! Y a veces estoy días y días sumido en la vorágine del comercio del alma.

No obstante, encuentro en esos días el recuerdo de una doble promesa de paz a la que puedo acudir para reconciliarme: - destruye este templo: debo pararme a interiorizar esa actividad de destrucción de todo lo visceral, detenerme en mitad de mi propio desajuste emocional y alzar el elemento de aniquilación de ese templo tomado, que ha perdido su dirección, su motivo. Aun tengo la certeza de que en la reconquista de mi entidad la toma del templo no será tardía, tampoco su reconstrucción: en 3 días lo levantaré.

El templo espiritual, el templo interior, guarda una estrecha relación con Jesús, con Dios. Cuando mi vida se forja desde la actitud interna, orante, puedo descubrir la armonía del Espíritu en todos los acontecimientos que suceden en el día. Cuando olvido relacionarme, se encadenan un cúmulo de acontecimientos que caen uno tras otro, sin remedio. Toda nuestra vida será un continuo destruir y levantar y debo entender a no tener miedo de afrontar las veces que ocurra una cosa u otra, aquí el látigo sólo es la valentía. No importa las veces que nos equivoquemos, pero los errores no pueden paralizarnos, lo importante es que al caer pueda aprender a levantarme. Destruir y construir o caer y levantar. Todo este pasaje de hoy no tiene que ver con el enfado de Cristo sino con la necesidad de ser valientes para afrontar la vida y levantarnos cuando caemos.
 

A partir de hoy este itinerario pascual no sólo nos llevará de la muerte a la resurrección sino que nos mostrará a un Jesús que cada vez que cae se vuelve a levantar. Que pueda como Él erguirme ante los problemas de la vida, que no importa las veces que vaya al suelo sino las que me levanto.