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domingo, 30 de agosto de 2015

MARCOS 7, 1 CON MANOS IMPURAS

MARCOS 7, 1 – 8: Los fariseos y algunos de los maestros de la ley que habían llegado de Jerusalén se reunieron alrededor de Jesús, y vieron a algunos de sus discípulos que comían con manos impuras, es decir, sin habérselas lavado. (En efecto, los fariseos y los demás judíos no comen nada sin primero cumplir con el rito de lavarse las manos, ya que están aferrados a la tradición de los ancianos. Al regresar del mercado, no comen nada antes de lavarse. Y siguen otras muchas tradiciones, tales como el rito de lavar copas, jarras y bandejas de cobre) Así que los fariseos y los maestros de la ley le preguntaron a Jesús: —¿Por qué no siguen tus discípulos la tradición de los ancianos, en vez de comer con manos impuras? Él les contestó: —Tenía razón Isaías cuando profetizó acerca de ustedes, hipócritas, según está escrito: »“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me adoran; sus enseñanzas no son más que reglas humanas.”


Cuando un cristiano habla de la comida, seguramente haga referencia al evento principal, o por excelencia, de la celebración, o del encuentro (que también es de celebración), porque posiblemente estemos hablando de la eucaristía. En nuestra sociedad, esto de comer es muy divertido: algunos quieren guardar las formas, otros buscan la excelencia, los hay que lo hacen rapido para marchar a la tv, los hay que piden silencio y quienes aprovechan para hacer una especie de cónclave de la familia... Los cristianos tambien tenemos en esto del comer todo un simbolismo, pero en el fondo y viendo nuestras eucaristias: Que cada cual coma como le de la gana, caramba!!

Sabemos que las reglas humanas, aquellas que decimos: como Dios manda, más que acercar están alejando a las familias de la mesa de la eucaristía. Sí, podemos aún decir que hay muchísimos creyentes que siguen reuniéndose en torno al altar, pero siendo honestos también diríamos que asistimos, cada día, a alguna nueva huída. Las discusiones sobre cómo hay que hacer, cómo vestir, cómo acercarse, cómo presentarse, cómo rezar… son como espantapájaros. Cuando digo: que cada uno coma como le dé la gana, reivindico la absoluta libertad de cada individuo para presentarse, dirigirse o estar ante Dios celebrando la fiesta de la eucaristía, que es también la fiesta con los hermanos. Sólo si me siento cómodo, a gusto, bien, comprendido, aceptado, amado estaré con ustedes en la mesa y comeré y beberé.

Jesús nos diría algo así como: déjense de manos limpias, o impuras, y denles ustedes de comer! Porque lo realmente importante pasa por recuperar al ser humano, que se dispersa por el mundo en busca de lo trascendente. Lo realmente importante es que quizás no sea esta generación, pero que los hijos, las hijas y los hijos de estos recobren el sentido de amor que Dios ha querido para el mundo y todo pasa por la mesa. Porque en la mesa, cuando hay fiesta, se reúne toda la familia. Y la mesa es el lugar de las confidencias, el momento para explicarnos cómo estamos, cómo nos va; es el momento de conocernos y si queremos ser comunidad debemos traspasar lo más cordial de la velada para llegar a lo profundo del corazón: así seremos hermanos.

Y, termino, no es que haya mesas de los creyentes, de los no creyentes, de los buenos, de los que no lo son… sino que sólo una única mesa, universal, en la que todo lo que se sirve pasa por el amor de los unos y los otros, todos invitados, todos comensales, todos con un lugar (un buen lugar) en la fiesta.


Que la mesa sea un lugar de encuentro y no uno de discordias; que sea un motivo para servir a los demás; que sea una oportunidad de abrir nuestras fronteras; que sea un camino que nos conduzca a la celebración; que sea un justo ejemplo de Cristo.

sábado, 29 de agosto de 2015

MATEO 25, 14 TALENTOS

MATEO 25, 14 - 19: El reino de los cielos será también como un hombre que, al emprender un viaje, llamó a sus siervos y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco mil monedas de oro, a otro dos mil y a otro sólo mil, a cada uno según su capacidad. Luego se fue de viaje. El que había recibido las cinco mil fue en seguida y negoció con ellas y ganó otras cinco mil. Así mismo, el que recibió dos mil ganó otras dos mil. Pero el que había recibido mil fue, cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo volvió el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos.



Muchas veces vemos las parábolas por su lado positivo, o por el negativo, aunque rara vez entramos en aquel sector al que no va dirigida la enseñanza. Por ejemplo, ¿Qué ocurre con todas las personas a las que no se da ningún talento? Porque las hay, hay gente que por su carácter, por sus problemas, porque nos incomodan, o porque han nacido en países obligados al hambre no tienen la opción ni de gastar el talento, ni de invertirlo para recibir a cambio. Hoy puedo verlo entre las riadas de personas que huyen de los escenarios de guerra casi sólo con la vida a cuestas. Vemos que se levantan campos de refugiados, mientras ellos sueñan con un futuro mejor, pero nuestra sociedad no es capaz de acogerlos y repartirles a cada uno algún talento.

Algunas veces tengo la oportunidad de trabajar con jóvenes problemáticos, a quienes por su condición tampoco les toca talentos, ni de la familia, ni del entorno, ni de la educación… Pero la clave para estos muchachos está en tanto seamos capaces de ofrecerles ese denario del que habla Cristo, que es el talento de la vida. Toma, este talento es tu opción por regresar en la vida, ahora si te apetece, si lo deseas, podemos invertirlo juntos. Qué linda es la oportunidad, es necesaria la confianza, es de ley entregarnos a cualquier persona que se halle en alguna situación de estas en las que no hay acceso al talento, porque con cada talento logramos volver a impulsar al ser humano, un poco, hacia la voluntad de Dios, que tanto quiere nuestra felicidad.

Estos chicos están esperando esa oportunidad debajo de su vestido de violencia, de pasotismo, de rebeldía… y hay que llegar a ellos, hay que volverse a ellos, hay que darles confianza y devolverles la ilusión. Que nadie se quede sin la posibilidad de tener un talento, aunque lo malgaste, aunque lo pierda, aunque gane cien veces más, porque tener el talento supone haber recibido amor. Si lo malgastaron enseñémosles a usarlo, a invertirlo, volvamos a darles ese talento, esa oportunidad, esa confianza porque cualquier, cualquier, cualquier persona la perece.

Tener un talento es sentirse amado, es ser amado, porque te lo da el Señor, y el Señor sólo da cosas buenas, no piedras, ni serpientes como también nos dice el evangelista. Todo ser humano está destinado al talento y la tarea principal de los padres, educadores, compañeros, guías, sacerdotes… es que esa persona sea capaz de acceder a él, porque tras el talento siempre viene un fruto y darlo, al final, es estar realizados.


Que seamos capaces de volver la mirada, de buscar con la vista, de intuir, o descubrir a quienes les falta el talento. Y no tengamos miedo en acercarnos, en proponer, en confiar o en dedicarle el tiempo porque siempre hay un fruto de amor. Quizás tarde más, o quizás tarde menos pero que nadie se quede sin ese don, sin ser posible.

jueves, 27 de agosto de 2015

MATEO 24, 42 ADMINISTRADORES, BUENOS Y MALOS

MATEO 24, 42 - 50: »Por lo tanto, manténganse despiertos, porque no saben qué día vendrá su Señor. Pero entiendan esto: Si un dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, se mantendría despierto para no dejarlo forzar la entrada. Por eso también ustedes deben estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen. »¿Quién es el siervo fiel y prudente a quien su señor ha dejado encargado de los sirvientes para darles la comida a su debido tiempo? Dichoso el siervo cuando su señor, al regresar, lo encuentra cumpliendo con su deber. Les aseguro que lo pondrá a cargo de todos sus bienes. Pero ¿qué tal si ese siervo malo se pone a pensar: “Mi señor se está demorando”, y luego comienza a golpear a sus compañeros, y a comer y beber con los borrachos? El día en que el siervo menos lo espere y a la hora menos pensada el señor volverá.



El pasaje de hoy tiene mucho que ver con la vida, quizás incluso recordándonos aquella historia que solían contarnos de pequeños entre la cigarra y la hormiga, o la tortuga y a liebre, salvando las distancias claro. ¿A cuántas personas conocemos que, después de malgastar su juventud, se quejan por el tiempo desaprovechado? Por los estudios que no hicieron? Por los hijos que mal criaron…? Ocasiones, momentos, circunstancias que pasaron por delante de sus vidas, o de las nuestras mismas, sin que veláramos por ellas. Lo cierto es que, con la experiencia, hay que velar por la vida, hay que velar por la educación, hay que velar por el amor y, si eres creyente, tienes que velar a tu Señor.

El autor nos habla de un ladrón, nosotros conocemos muchos ladrones. Es inevitable que todos tengamos en nuestro pasado, más lejano o más próximo, la experiencia de esa borrachera: si te pasas toda la vida aferrado a tu botella de ginebra las cosas van a pasar de divertidas, a borrosas, a complicadas y a perdidas. El furor y la alegría del vino son momentáneas, después el más agraciado cae en sueño y el menos suertudo o sufre mareos, o termina llorando, suficiente castigo. Quizás el evangelista utilice un vocabulario más técnico, o bíblico, pero nosotros todos nos entendemos porque sabemos qué es eso. Además, si al Señor lo sustituyéramos por los padres, la juventud entendería perfectamente el simbolismo de su ebriedad.

¿Recuerdan a un maestro diciéndoles, sigiloso, a sus alumnos: aprovecha el momento, carpe diem? Algunos lo aprovechan para bien, para otros, en cambio, vivir el momento se convierte en una orgía de despropósitos que terminan: o con su fortuna, o con su salud.

Como si de un proverbio se tratara, hoy el evangelista nos pide prestar atención a la vida, tanto como si el mismísimo Dios estuviera presente entre nosotros como juez implacable. Se evoca la tarea de administradores que los redactores del Génesis pusieron en la humanidad; se nos cita al amor, al amor al mundo y a los enemigos; a la honestidad; a la felicidad y a tener una vida llena, llena de gracia, de misericordia, de bondad… Y si en aquellos tiempos fue necesaria la figura del juez, en el nuestro nos sirvan todos esos ejemplos de mayordomo infiel que tenemos, vemos, sabemos…


Vivan el momento como quien no castiga a su corazón, como quien no hace que se resienta el hígado, como aquellos que no tienen necesidad de golpear, mentir o incluso matar. No se dejen por respirar la fragancia de las rosas, de la lavanda, de la menta; velen por este mundo que tenemos por herencia y aseguren el futuro no ya de nuestros hijos sino de los de éstos. Si a un administrador se le exigen muchas cosas, cuánto más a otro que es cristiano?

miércoles, 26 de agosto de 2015

MATEO 23, 27 LA OTRA MEJILLA

MATEO 23, 27 - 30: »¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre. Así también ustedes, por fuera dan la impresión de ser justos pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad. »¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Construyen sepulcros para los profetas y adornan los monumentos de los justos. Y dicen: “Si hubiéramos vivido nosotros en los días de nuestros antepasados, no habríamos sido cómplices de ellos para derramar la sangre de los profetas.”


Jesús recrimina a aquellos que con su testimonio prosiguen la obra de los antecesores, quienes perseguían, calumniaban y mataban a los profetas que hablaban Palabra de Dios entre el pueblo. A veces era por causa de la envidia, otras por causa de la misma palabra (que era de denuncia social), otras por causa política… todos perseguidos, todos ninguneados, todos apartados porque su voz, que era la de Dios, contenía la verdad: que mientras las clases política y religiosa vivían entre toda opulencia, el resto del pueblo pasaba hambre (física y espiritual). Así, el profeta denunciaba aquella situación social, reclamando un retorno a Dios con un sinfín de oráculos de denuncia.

Parece como si Jesús, hoy, estuviera lanzando el suyo. No obstante, detrás de toda denuncia hay misericordia; después de todos estos ayes contra escribas, fariseos y maestros de la Ley la salvación de Dios no se esconde de nadie, se hace accesible a todos, y aunque el final sea de salvación eso no impide que Jesús levante el dedo y señale a estos culpables que fueron puestos para bien del pueblo y que en lugar de darles bien sólo se enriquecían. Misericordia quiero, desde luego, pero a cada cosa llamémosla por su nombre.

Jesús fue en ese sentido muy cercano a otro gran hombre de paz: Ghandi. Este sabio que estaba a favor de la paz, también era partidario de luchar por ella si era necesario. La paz, pues, como la misericordia no siempre vienen a través de la sonrisa, de la sensibilidad, de un abrazo… sino que muchas otras viene a través de la disputa, del encuentro, de la confrontación. Esto es, que si bien un cristiano debe orar por todas las situaciones y debe poner su confianza en Dios, también debe ser capaz de denunciar, de pelear, y de no rendirse ni ante la violencia, ni ante el opresor.

El cristianismo es valentía, y esta expresión de personalidad muchas veces proviene desde un grito, una orden, una bofetada, una expulsión o un suspenso. Porque el amor, aún el supremo amor, pasa también por decir la verdad o por decir verdad. No nos asuste esa cara B de la cristiandad, esa que no gusta tanto llevar a la luz, nuestros enfados, discusiones, enfrentamientos… tampoco temamos llevar la verdad hasta la más alta instancia, porque el deber del cristiano pasa por el  amar y por el denunciar.

Mi otra mejilla puedo ponerla con pasividad, esperando que me vuelvan a golpear, o puedo ponerla activamente, esto es, reivindicándome, plantándome, posicionándome y por más que me golpees no voy a bajar la cabeza, a rendirme, o a caerme y aún si me caigo ahí tienes mi otra mejilla y me vuelvo a levantar. Esa mejilla se erige como símbolo de denuncia ante la violencia, también puede hacerlo como símbolo de muchas otras (maltrato, abuso…).


Y si su mejilla enrojece, o si finalmente sangra, que su lucha no sea por nada, pues aún heridos merece la pena el daño si éste fue por amor.

martes, 25 de agosto de 2015

MATEO 23, 23 GUIAS DE CIEGOS

MATEO 23, 23 – 26: »¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Dan la décima parte de sus especias: la menta, el anís y el comino. Pero han descuidado los asuntos más importantes de la ley, tales como la justicia, la misericordia y la fidelidad. Debían haber practicado esto sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos! Cuelan el mosquito pero se tragan el camello. »¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Limpian el exterior del vaso y del plato, pero por dentro están llenos de robo y de desenfreno. ¡Fariseo ciego! Limpia primero por dentro el vaso y el plato, y así quedará limpio también por fuera.



Alguien se atreve? A quién no le viene a la cabeza, por ejemplo, leer hoy el evangelio como si estuviera leyendo la prensa y de repente, zas, la trama púnica: desde Madrid a Valencia, pasando por Murcia, con treinta y cinco detenidos y aún unos quince imputados. Sí, podríamos pensar que el caso Bárcenas sólo era el mosquito, mientras que no un camello, sino una manada es lo que se traga el gobierno, los grupos de la oposición  y todos nosotros (claro). Es decir, que mientras el mundo asiste a un sinfín de tramas de corrupción y de manadas de camellos, la maquinaria política y económica sigue limpiando el vaso por fuera para presentarnos sus nuevas propuestas, sus caras nuevas, sus propósitos de enmienda, sus luchas contra la corrupción… nada, el vaso limpio por fuera pero sucio (y muy sucio) por dentro.

Guías ciegos, sin duda, pero también nosotros somos parte de los ciegos, del rebaño si quieren. Voces tenemos muchas que claman, que dicen, que promueven, que encienden, que traman… pero son voces que terminan en nuestra ceguera, porque después de la letra en nosotros no hay nada. Mis padres me dijeron hace poco, si todo esto hubiera salido años atrás los jóvenes, los universitarios, habrían salido a la calle cada día a manifestarse, a mostrar su disconformidad, a reclamar un futuro… ¿y dónde están los jóvenes hoy?¿quemando containers?¿dejándose rastas? Si los grupos anti sistema, o los movimientos juveniles, de hoy carecen de espíritu, de ideas, de compromiso. Escuchen, que lo que está en juego no sólo es el presente, ni el futuro a medio plazo, está en juego el suyo, su futuro, su sanidad, sus pensiones, su calidad de vida, su dignidad…

Y su libertad? O pasaremos por alto los escándalos contra la intimidad de las personas que reinan no sólo entre espionaje EEUU, Alemania, Francia, China… sino en el internet superfluo: cuentas de correo, facebook, el borrado de información… o la violencia que se respira hoy cada vez que suben, por ejemplo, un video de tres chavalitos matando a martillazos a un vagabundo en Ukrania. Ciegos, y su ceguera a nadie le importa porque ni ellos mismos son conscientes de su situación, de su posición, de lo que les están quitando y lo que les quitarán. ¿Acaso es que todo está bien?

Vemos el ejemplo en Venezuela, en Turquía, en México… pero no en occidente, no sé si será por esto de la sociedad del bienestar, o porque simplemente estamos ciegos y acomodados. Supongo que cada respuesta es peor y sin embargo hoy les seguimos mandando un mismo mensaje: limpien su interior, despierten, peleen por defender lo que son, no se callen, salgan, salgan a la calle.

Cristo podría haberse quedado en Cafarnaúm, sin problemas, con comida, con gente amada, cada día en el lago Genesaret, cada día esperando la pesca o acompañando a sus amigos… pero escogió confrontar con el mundo, con su mundo del vaso limpio por fuera, y le costó, y sufrió, pero eligió amar, amarles incluso a ustedes (a todos nosotros) para que seamos capaces de mirar a nuestro corazón para encontrarlo dándonos fuerzas para salir a remar, para enfrentar montañas, para surcar las olas, por amor.

Amar al mundo no es darle color de rosa, ni ponerle azúcar… ahí, allí, aquí… tienen su cruz.

lunes, 24 de agosto de 2015

MATEO 18, 1 COMO NIÑOS - SANTI P. BERTRAN


Recibí hace pocos días en el mail una respuesta de un buen amigo al comentario del día 11. Hoy pensé en postear aquella reflexión que me envió Santi P. Bertran y que creo que vale (y mucho) la pena leer y llevar al corazón.
Que tengáis un buen inicio de semana.

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Si no us torneu com els nens, no entrareu al Regne del cel. Així, doncs, els qui es fan petits com aquest nen són els més importants en el Regne del cel. I els qui acullen un nen així en el meu nom m'acullen a mi. Sobretot no menyspreeu cap d'aquests petits: us asseguro que els seus àngels veuen cara a cara el meu Pare en el cel.


Sempre he passat de puntetes per aquest fragment perquè sempre m’ha semblat que deia massa coses. Tantes que si les volia glossar tancava automàticament la porta a la gran possibilitat que Jesús m’obre amb aquestes paraules

Comencen dient «si no us  t o r n e u ». Ens diu que possibilitat hi és, que és possible —que no és impossible!— d’entrar al regne, de ser un nen.

Jesús és el nen del pare. Ho és i tota la seva vida i les seves paraules en són un reflex. I com que això és així, dir qualsevol altre cosa és anar al desastre segur. El seu llenguatge està fet de paraules simples, quotidianes, «humils»: Pare, Amor, Mare, Ànims, Llavor, Vida, Amics: «—Nois, no teniu res per a menjar?» [Jn 21,6] i ens convida i ens ensenya a imitar-lo també en això. Amb els pescadors, el llenguatge dels pescadors. Sembla que ens digui posant-se el dit als llavis: «Si voleu ser humils de cor com jo, cal que aprengueu a fer com els nens, cal que aneu reduïnt progressivament el vostre llenguatge —el llenguatge ampulós dels que creuen que saben alguna cosa— fent-lo cada vegada més pobre fins que aconseguiu dir tan sols una sola paraula: Abbà, Pare! Això és tot».

I com que aquest tot és així de simple el millor serà que no el compliquem gaire

Potser només «tornant» a aquesta actitud —és a dir: «callant»— puguem descobrir encara ara la seva presència amorosa, ardent, actualíssima

El llenguatge de l’Antic Testament està fet de paraules que semblen agraïr que les comentem, que en parlem, que les glossem, que les comparem. El «lirisme» dels Salms, la «poesia» del Càntic, les «interpretacions» de les gran paraules dels Profetes, les «concomitàncies» entre elles, etc

En canvi, els evangelis no. Què dir de la «vida» pròpiament dita que no siguin tonteries? Tot són coses quotidianes, molt properes a nosaltres i a la nostra vida. Tots vivim i sabem què vol dir això: seria un tòpic, un lloc comú, una bajanada, una ximpleria, una poca-soltada o una banalitat voler explicar que vivim i de què es tracta aquest ofici de viure

També hi he pensat llargament arran de l’expressió atribuïda a santa Teresa de Lisieux: «la infantesa espiritual». No sóc entès en el tema però diria que sobta en la santa l’exquisitesa del seu llenguatge que sempre acaba parlant de coses simplíssimes. Em fa l’efecte d’una persona extraordinariament intel·ligent i llegida i que, de tant que ho era, va fer-se sàvia del tot: va triar de rebaixar el seu llenguatge, els seus plantejaments per preferir, com si ens fés l’ullet, de parlar dels fets quotidians com ara la pietat, la devoció o... les flors: coses in-significants

Em sembla que era perfectament conscient del seu «rebaixament» intel·lectual i la gran virtud va ser el no amagar-lo. Com si digués: «Sóc perfectament conscient que els metges pensen que pateixo d’un grau elevat d’infantilisme, detecto perfectament i amb detall com els espabilats em prenen el pèl i s’aprofiten de mi. Tranquil·lament els podria cantar la canya —«però tu què t’has cregut, et penses que sóc tonta?»— però no: he triat una altra cosa, he preferit el silenci, la simplicitat

L’exclamació dels guardes enviats a detenir Jesús és contundent: «Ningú no ha parlat mai com aquest home» [Jn 7,46]

És clar que no perquè no era un home: era un nen. És el Nen del seu Pare !

domingo, 23 de agosto de 2015

JUAN 6, 60 ESTA ENSEÑANZA ES MUY DIFICIL

JUAN 6, 60 – 68: Al escucharlo, muchos de sus discípulos exclamaron: «Esta enseñanza es muy difícil; ¿quién puede aceptarla?» Jesús, muy consciente de que sus discípulos murmuraban por lo que había dicho, les reprochó: —¿Esto les causa tropiezo? ¿Qué tal si vieran al Hijo del hombre subir adonde antes estaba? El Espíritu da vida; la carne no vale para nada. Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida. Sin embargo, hay algunos de ustedes que no creen. Es que Jesús conocía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que iba a traicionarlo. Así que añadió: —Por esto les dije que nadie puede venir a mí, a menos que se lo haya concedido el Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos le volvieron la espalda y ya no andaban con él. Así que Jesús les preguntó a los doce: —¿También ustedes quieren marcharse? —Señor —contestó Simón Pedro—, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.


La Palabra de Dios no es fácil, a veces exige de nosotros actos con los que no podemos convivir: poner la otra mejilla, amar a los enemigos… por citar algunas. Todos podemos identificarnos con estos discípulos que murmuraban porque en algún momento también exclamamos: ¿Quién puede aceptarla? Si marchara mucho más allá, la dejaría entrever incluso en el pasaje de Getsemaní: Padre, si puedes, que pase de mí esta copa, aunque como Cristo es Cristo, inmediatamente luego se erige como el único: pero hágase tu voluntad. Y ese sería, sin dudas, el ideal del cristiano pero todos tenemos en cuenta nuestras limitaciones y nuestros problemas. Por otro lado, la misma fe genera dudas, y es muy bueno que las genere porque eso quiere decir que nuestra fe es dinámica y que actúa. Preguntarse sobre las cosas no tiene nada de malo porque si no nos preguntásemos sobre Dios, sobre Cristo, sobre el Reino, sobre nuestra vida… no habría fe.

Cuando asolan las dudas: cuando vemos que no logramos cumplir con lo cometido de la vida cristiana, cuando fallamos a la pareja, cuando nos enfadamos con los padres, o con los hijos, el texto nos remonta la situación indicándonos una pregunta: ¿a quién iremos? Porque sabemos que en la vida podemos ir a muchos lugares para resolver todas estas situaciones: al abogado para tramitar un divorcio, al banco para arreglar una deuda, a la ley para exigir cumplimiento… pero ninguna de estas soluciones sirve para atender al plano existencial del ser humano, ni la filosofía, porque nuestro ser trascendente no puede ocuparse con acciones finitas, porque todas ellas mueren. ¿A quién iremos? Es la gran pregunta que quiebra el debate entre creyentes y agnósticos. Irás a las matemáticas, que terminan en la fórmula; a la ciencia, que termina con el ensayo; a la música, que termina con la composición; al dinero, que termina o con el pago, o con la quiebra…

Muchos marchan, es evidente. Si repasan en sus círculos más cercanos verán que muchos de los que estaban hace años ahora no están. Han ido tras otras cosas, quizás creyendo que llenarían su vacío, quizás creyendo que Cristo no es la respuesta, quizás por las mil y una de la religión… no están. Por ello hoy en el seno de la comunidad creyente debe resonar aún con más fuerza: ¿a quién iremos? Porque o estamos convencidos de que sólo, sólo en Cristo hay palabra de vida eterna, o como aquellos antecesores, nos apartaremos de la Palabra porque, como dijimos, muchas veces es difícil.


Quiero animarlos. Hay que tener mucha fuerza, mucha confianza, mucha ilusión para seguir acudiendo a Cristo. Lo más fácil es huir, pero ustedes persisten, prosiguen… Cuando un no creyente viene, o regresa, sólo lo hace respondiendo así a la pregunta: ¿a quién iremos?, dirá: con aquellos que sigan lo que sigan lo hacen con gozo, con felicidad.

viernes, 21 de agosto de 2015

MATEO 22, 34 CUAL ES EL MANDAMIENTO MAS IMPORTANTE?

MATEO 22, 34 – 40: Los fariseos se reunieron al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos. Uno de ellos, experto en la ley, le tendió una trampa con esta pregunta: —Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley? —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”  —le respondió Jesús—. Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.



El pasaje de hoy responde a una pregunta que para los fariseos tenía mucho sentido. Ellos, que buscaban el acceso a Dios, lo hacían por medio de normas y reglas, cada vez mayores en número tal que no podían llevarlas a cumplimiento. Es por ello que pretendían una ley más sublime que con sólo cumplirla pudieran satisfacer lo que no alcanzaron con sus 613 preceptos. Es como si este pasaje hoy nos dijera que seguir a Cristo no se liga al cumplimiento de leyes, de reglas, de normas… sino al amor, aunque nosotros somos más proclives a comportarnos como los fariseos que necesitan de la Ley, haciendo más complicado el acceso a Dios. Quizás esconda algún tipo de miedo esto de dar vueltas y vueltas y levantar trampas para no dejar libertad a la presencia divina, o puede que estas leyes hayan mitificado y sirvan para mitificar a Dios. Sea como sea, el amor no es siempre el camino escogido por el ser humano que prefiere anteponer sus intereses al bien global.

Si tomáramos en cuenta, sólo, las cuestiones del armamento y la droga no podríamos sino sentir lástima, indignación o rabia cuando viendo el dolor, o la violencia que generan sabemos que detrás de ellas están no sólo grupos criminales sino, también, gobiernos, países o entidades que se sumergen en el barrizal que es su entramado al público y social. El dinero de la droga se confunde entre el dinero social, el ruido de las balas se ensordece entre campañas humanitarias, y es que el poder ha aprendido a decirnos aquello de que nuestro mundo ya no se rige por la ley del amor sino por la de la economía.

Esto me lleva a pensar en el amor inhumano, que existe, es el amor que vive en mitad del conflicto y que es presa de cualquier tipo de atrocidad. Es el amor que profesan los violentos, que también aman; el amor que se manifiesta como un corazón en el seno del mercado negro;  la cordialidad entre naciones; la caricia de la corrupción, del crimen… Si existe un amor meta físico, o un amor trascendente, o un amor carnal, también existe este amor de perros.

Las palabras de Cristo quieren hoy conmover al mundo para que recapacite y vea de qué forma está amando. Hoy es necesario quitarse la máscara, el disfraz y que por amor a la humanidad se remuevan los poderes fácticos. Este amor a los demás debe vencer el individualismo, el narcisismo de las economías y de los gobiernos, de la banca y de la hacienda, para que no se grave más la dignidad, la libertad, la felicidad del hombre, o la mujer. Hoy deben ponerse los límites para que dentro de un tiempo emerja el buen fruto, otro amor más pleno, más solidario, más entregado. Hoy todo padre, toda madre, debe mostrarle el legado a sus hijos: el amor al prójimo, que pasa por el amor a la naturaleza, a la Tierra, a las culturas, a las diferencias…


La vida en nuestro mundo no la rectificará la ciencia, ni la política, ni la biología, ni la psicología… sólo la cambiará el amor. Recuerdo aquella imagen de alguien entrando una margarita por el cañón de un rifle de asalto, al miedo no hay que temerlo… hay que amarlo, darle amor y quizás así recapacite, y cambie.

jueves, 20 de agosto de 2015

MATEO 22, 1 EL BANQUETE DE BODAS

MATEO 22, 1 – 10: Jesús volvió a hablarles en parábolas, y les dijo: «El reino de los cielos es como un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus siervos que llamaran a los invitados, pero éstos se negaron a asistir al banquete. Luego mandó a otros siervos y les ordenó: “Digan a los invitados que ya he preparado mi comida: Ya han matado mis bueyes y mis reses cebadas, y todo está listo. Vengan al banquete de bodas.” Pero ellos no hicieron caso y se fueron: uno a su campo, otro a su negocio. Los demás agarraron a los siervos, los maltrataron y los mataron. El rey se enfureció. Mandó su ejército a destruir a los asesinos y a incendiar su ciudad. Luego dijo a sus siervos: “El banquete de bodas está preparado, pero los que invité no merecían venir. Vayan al cruce de los caminos e inviten al banquete a todos los que encuentren.” Así que los siervos salieron a los caminos y reunieron a todos los que pudieron encontrar, buenos y malos, y se llenó de invitados el salón de bodas.



La verdad es que esta parábola podríamos aplicarla perfectamente, y cada cual, a su Iglesia. No a todos, por supuesto, pero sí ante la falta de personas, de creyentes, que deseen compartir con sus hermanos y hermanas un lugar en la asamblea. Podríamos aventurarnos a decir, también, que aunque la Iglesia fuera ese Rey, por más que sus siervos salieran a buscar a la calle a personas para llenar el salón tampoco encontrarían a muchos ni en los cruces, ni en los pueblos. Quizás deberíamos llevar nuestra reflexión al banquete, o quizás tendríamos que agarrar el hilo de las excusas de los que no fueron. Quizás nuestra atención verse sobre aquellos que podemos encontrar en la vida que vendrán al banquete y llenarán el salón.

Es de dominio público que la Iglesia, en muchos lugares, ya no mata bueyes o reses cebadas, ni prepara con esmero, con delicadeza, la mesa del banquete. En lugar de vino hay dogmas, en lugar de comida hay liturgia, y en vez de sillas hay rechazo e intransigencia. Sí, existen mesas preciosas en las que hoy podemos comer, pero no son en la mayoría el banquete que nos encontramos. Lo más normal en nuestro tiempo se llama secularización, y esto es algo así como aquellos que no hicieron caso; el agnosticismo, o el ateísmo en cambio, serían aquellos que agarran a los siervos y los maltratan o matan. Al extremo me entienden, la verdad es que cuando uno deja de preparar su mesa hay muchas consecuencias, entre las cuales la gente que deja de acudir. ¿Y cómo la comida, el banquete, o en definitiva la eucaristía ya no existe para muchos?

Quizás antes pudiéramos encontrar en los cruces a aquellos que llenarían el salón, pero ahora pienso que sólo en los cruces, como en las calles, como en los pueblos, hallamos continuamente a todos éstos que viven decepcionados con el banquete, sin entusiasmo. Y no podemos culparlos, ni podemos quejarnos, ni podemos enfadarnos, ni podemos juzgarlos… ¿cómo no comprenderlos?

Quisiera ser hoy muy breve, tomarme un tiempo de silencio para mirar la mesa, contemplarla vacía, sin comida, sin gente. ¿Esto es la eucaristía?¿Así es el memorial de Cristo? La mesa es el símbolo tradicional de unión de las familias, así recordamos la navidad por ejemplo, y cuando vemos que en la mesa falta alguien, hay un vacío (una tristeza), pero hay un deseo de que para la próxima aquel que faltó pueda estar con nosotros.


Este es mi deseo, que sean capaces de ver los espacios libres en la mesa para echar de menos a los que no están. Desearía que estuvieras conmigo, celebrando la vida, hablando, mirándonos, comiendo, te encuentro a faltar, te extraño, quiero que vuelvas.

miércoles, 19 de agosto de 2015

MATEO 20, 9 LABRADORES DE DENARIO

MATEO 20, 9 - 14: Se presentaron los obreros que habían sido contratados cerca de las cinco de la tarde, y cada uno recibió la paga de un día. Por eso cuando llegaron los que fueron contratados primero, esperaban que recibirían más. Pero cada uno de ellos recibió también la paga de un día. Al recibirla, comenzaron a murmurar contra el propietario.  “Estos que fueron los últimos en ser contratados trabajaron una sola hora —dijeron—, y usted los ha tratado como a nosotros que hemos soportado el peso del trabajo y el calor del día.” Pero él le contestó a uno de ellos: “Amigo, no estoy cometiendo ninguna injusticia contigo. ¿Acaso no aceptaste trabajar por esa paga? Tómala y vete. Quiero darle al último obrero contratado lo mismo que te di a ti.



El verano pasado tuvimos, en la residencia, a un señor de unos cincuenta y pico que venía a pasar quince días de julio. Este hombre es uno de los primeros miembros de las personas que han ido conformando esta residencia en la que vivo, y formó parte de aquellos hombres y mujeres que conocieron al padre fundador. Yo siempre he pensado que quienes han tenido el privilegio de formar parte del inicio de cualquier cosa tienen ese tesoro insondable para transmitir valores, verdades, conocimiento… Pero no todos son así. Esta persona, recordándome a estos trabajadores, al pasar un día en la residencia se quejó de que su habitación recibía el ruido de la calle, y que lo tenían que cambiar, porque él era un miembro muy antiguo y la edad tenía que respetarse. En aquella época, y seguimos igual, tres residentes jóvenes residimos en el patio interior, y aunque le cedí la habitación unos días, el amigo prefirió crear mal ambiente, como Loreal… porque él lo vale.

Hay muchos labradores, algunos piensan que por derecho sólo con entrar, sólo por aparecer, su paga debe ser mayor. Yo he formado parte de, yo fui de los que hizo que… Señores, no vamos a extender una alfombra de flores naturales cada vez que alguien llega a casa, a todos un abrazo, una sonrisa, un plato de comida, una cama y ayuda, creo que es un buen salario. Que te reciban, que se alegren, que seas bienvenido en definitiva… ¿qué más se puede pedir?, ¿una doble pensión?¿el canto de sirenas?¿un presentador que nos anuncia mientras llegamos? ¿Qué necesidad de pedir de más cuando ya se tiene todo?

Fíjense, nos enseñan a ser labradores en lugar de compañeros. Tú pide, cueste lo que cueste, perjudiques a quien perjudiques, es igual, es tuyo, te pertenece… ¿cuántas hemos escuchado, verdad? Cuánto poder reclama el individuo! Qué necesidad de reconocimiento, de destacar, de pisar! Escuchen, hay pagas que están muy bien pagadas, como la vida, la familia, el amor, la felicidad… y hay que valorarlas. VALOREN LA VIDA, qué gran pago!

Es que yo…

Estos labradores acordaron un precio por trabajar, y lo encontraron justo. El problema nace cuando me voy fijando en los demás y distraigo mi atención, y crece mi ego, y mi envidia, y ya sólo consigo quejarme, estoy disconforme con la vida. Qué mal, ¿no? Qué ocurre en su corazón? Qué fácil parece que uno puede abandonar su felicidad para abrazar la discordia y permanecer más tiempo enojado que feliz.


Si ustedes pueden, no sean como estos labradores, tampoco como este señor que nos visitó a nosotros. Abran sus ojos a la solidaridad, alégrense por otro hermano que encuentra trabajo, lleven felicidad, armonía, amor, sean compañeros. Sean ejemplo.

martes, 18 de agosto de 2015

MATEO 19, 23 NOSOTROS LO HEMOS DEJADO TODO

MATEO 19, 23 – 29: —Les aseguro —comentó Jesús a sus discípulos—que es difícil para un rico entrar en el reino de los cielos. De hecho, le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios. Al oír esto, los discípulos quedaron desconcertados y decían: —En ese caso, ¿quién podrá salvarse? —Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—, mas para Dios todo es posible. —¡Mira, nosotros lo hemos dejado todo por seguirte! —le reclamó Pedro—. ¿Y qué ganamos con eso? —Les aseguro —respondió Jesús—que en la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para gobernar a las doce tribus de Israel. Y todo el que por mi causa haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o terrenos, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.



Cuando alguien hace una opción de vida, cuando deciden seguir un determinado camino, así como cuando empiezan o ya llevan tiempo viviendo en pareja y compartiendo su vida se encuentra muchas veces condenado a esta exclamación: lo he dejado todo por seguirte!, en un intento de justificarnos delante de una situación difícil, que nos pone en un compromiso, una discusión, una crisis sentimental… Es como ponerse entre la espada y la pared: con todo lo que yo he hecho, lo que yo he sido, lo que te he dado… estamos ante el reclamo más antiguo del ser humano. No es una excusa, sino es reivindicarnos delante de la fatalidad, de la sorpresa, del problema. Y sea como fuere, lo llevamos arraigado en lo profundo del corazón y nos sale (casi automáticamente) cada vez que nos ocurre algo.

Les diría: no lo hagan, pero sé que no es fácil. Todos esperamos algo, nos aferramos al quid pro quo, tenemos una expectativa y cuando no se cumple, entonces sacamos la artillería. Seguro que tiene que ver algo con la pérdida de entusiasmo, con la decepción, pero miren: si ustedes creen en lo que hacen, sigan adelante, no se preocupen por las circunstancias, por el premio, por el amigo o la amiga que no nos hace caso, por el hermano que no nos regresa el afecto que le hemos profesado, por la hermana que no devuelve el dinero prestado, por el grupo que no colabora igual que los demás… Dejen de aferrarse a ustedes mismos y aférrense a la luz del espíritu que los ilumina más allá de éste reclamo.

Las personas, muchas veces, se ponen a caminar, se conocen y comparten la vida (y muchas cosas), y en algún momento determinado se sienten decepcionados, y entonces nace esa reivindicación. ¿Por qué motivo caminaban?¿Qué les ha llevado a unirse a esa persona?¿Seguían un ideal, un llamado, o a una persona que les gustaba?¿No será que sus sentimientos se han impuesto a la cordura?¿Dónde estaban sus principios, sus motivaciones?¿Cuáles eran sus intereses?

Antes de ponerme en marcha valoro el por qué decido caminar, qué me mueve, qué busco… y tengo presente que si bien puedo compartir la vida con alguien, tengo que tener presente que ese alguien no está aquí para satisfacerme, sino que para él vive. ¿Por qué ha de decepcionarme su comportamiento? Si sólo sigo a la persona entonces estoy equivocado, es algo inconsistente, etéreo, es como un vapor de aire, vanidad. Si sigo a la persona estoy siguiéndola hacia la decepción, porque nadie, nadie, nadie, será como tú quieres que sea.

Entonces, sigue el amor, la vida, a Cristo, una espiritualidad, busca tu plenitud y no te quedes a medias tintas esperando llenar tu corazón de ideales vacíos, de propuestas huecas. Cuando descubrimos el vacío de nuestro caminar, el sin sentido a veces que podamos darle a las cosas, cuando estemos perdidos, sin dirección, deja estar tus justificaciones, lo que hiciste, lo que fuiste, lo que diste, lo que ayudaste… cíñete y colócate la mochila y sigue tu felicidad, tu motivo, busca esa plenitud que alimente tu ser, tu alma, tu espíritu.

No quisiera verlos parados, detenidos como ese hombre creyendo que no hay descanso, recompensa, opción. Tengan fe, esperanza, caminen, caminen, y sonrían.

lunes, 17 de agosto de 2015

MATEO 19, 16 EL JOVEN RICO

MATEO 19, 16 – 22: Sucedió que un hombre se acercó a Jesús y le preguntó: —Maestro, ¿qué de bueno tengo que hacer para obtener la vida eterna? — ¿Por qué me preguntas sobre lo que es bueno? — respondió Jesús—. Solamente hay uno que es bueno. Si quieres entrar en la vida, obedece los mandamientos. — ¿Cuáles? —preguntó el hombre. Contestó Jesús: —“No mates, no cometas adulterio, no robes, no presentes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre”, y “ama a tu prójimo como a ti mismo”. —Todos ésos los he cumplido —dijo el joven—. ¿Qué más me falta? —Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme. Cuando el joven oyó esto, se fue triste porque tenía muchas riquezas.


Que nadie marche triste, porque aquel que crea que no puede dejar sus riquezas también será bien recibido y también queremos que esté con nosotros. Tanto si son seguridades, como si parte del comportamiento, o como si posesiones de cualquier tipo, no te entristezcas y disponte para caminar con nosotros. Jesús no le dijo al joven que no le siguiera, aunque pueda darnos esa impresión, lo cierto es que a pesar de que la parábola termina de forma abrupta, ¿quién dijo que haya un previo paso para seguir a Cristo?. Venid a mí los cargados y cansados, esta es la invitación universal a todo ser humano (rico, pobre, enfermo, sano, hombre o mujer), por tanto… dejemos atrás ese cliché con el que reinterpretamos al joven rico. Seas como seas, tengas lo que tengas, te falte lo que te falte, Jesús te invita a seguirlo, no a marcharte triste.

¿Pero quién hay triste en nuestro tiempo que cumpliendo los mandamientos no pueda seguir a Cristo? Pues lamentablemente todavía hay mucha gente. Me vienen a la cabeza los divorciados, que no participan de la eucaristía por yo todavía no se qué motivo bíblico; o los homosexuales y lesbianas, a los que no les dejan ni ejercer de padrinos o madrinas; o muchos creyentes que viven en un tiempo donde se ha heredado una clara desconfianza contra la iglesia… Bien, habrá quienes digan que hay mucha alegría (por supuesto), pero con la mano en el corazón hay que decir que también hay mucha tristeza.

La pregunta, nuestra pregunta ya no tiene que ser: maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?, sino: maestro, ¿cómo acabar con la tristeza? Podría decirles que sí, que la iglesia cumple con los mandamientos, que incluso trabaja por el desamparado y da de comer al hambriento, y viste al desnudo… pero que como ese joven, vive arraigada en sus muchas riquezas, algunas de las cuales nos hacen entristecer. He leído como el Vaticano II quiso dejar muchas de esas riquezas, pero aun queriendo no lo ha conseguido, porque hay personas que no las quieren vender. Hoy se reúnen por las familias, mañana por la convivencia, al otro por la paz… pero, ¿quieren vender sus riquezas?

No entristezcan a nadie más, la labor principal de la comunidad, de la iglesia de Cristo es para comunicar una buena noticia, por tanto si tienen que vender sus riquezas hagan el favor de venderlas, sin dilación, sin preguntas, sin condiciones, véndanlas. No impidan una eucaristía, no nieguen la entrada, no hagan de pared a las puertas del reino. Recuperen la felicidad del ser humano, que es el legado con el que Cristo les dejó: mujer aquí tienes a tu hijo; hijo, aquí tienes a tu madre.


Resulta paradójico que se pida a quienes no pueden que vendan sus riquezas, y en cambio a los que sí deben se les deje caminar (o marcar el ritmo).

domingo, 16 de agosto de 2015

JUAN 6, 51 PAN DE VIDA

JUAN 6, 51 – 56: Yo soy el pan vivo que bajó del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre. Este pan es mi carne, que daré para que el mundo viva. Los judíos comenzaron a disputar acaloradamente entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» —Ciertamente les aseguro —afirmó Jesús—que si no comen la carne del Hijo del hombre ni beben su sangre, no tienen realmente vida. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final.  Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él.


La forma en que la tradición cristiana ha respondido a esta pregunta: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?, ha sido variada y a la vez complicada: transubstanciación, consubstancialidad, la visión simbólica, la visión realista… y toda esta terminología para finalmente decir que esta forma de dar de comer se realiza mediante la entrega, Nowmen dirá que ese pan somos nosotros, escogidos por Dios. Luego, claro, podremos hablar de momentos en el culto eucarístico, pero lo fundamental de la pregunta que aparece en este texto viene de la alimentación a los cinco mil, cuando Jesús dice a los suyos: dadles vosotros de comer.

Alguien llamó a estos discípulos a ser eucaristía, a repartirse en el mundo para alimentar a las multitudes dándose como pan, ofreciéndose como sustento. Hay muchas, muchas formas de dar de comer nuestra carne: podemos hacer compañía, podemos ser de ayuda, podemos leerle a un ciego, invitar a quien lo necesite a comer en nuestra casa, darle nuestra ropa a otro, ofrecer nuestros servicios… Habrá quien diga que en último grado podemos ofrecer la vida, pero la vida tenemos que ofrecerla siempre. Ofrecer esta vida no quiere decir terminar con ella, sino ser generosos, desmedidos, implicados, sufridos… Es darte todo mi amor, lo más íntimo de mí, lo que soy, para ti; sin precio, sin nada a cambio, aunque las cosas salgan mal.

Pienso en este pasaje como algo que ver con aquel de la viuda pobre, que de su sustento dio todo lo que tenía y creo que algo así debe ser el pan de vida. Porque el pan de vida no puede quedarse en un ideal, en algo abstracto, porque entonces ese bocado muere con nosotros. El pan de vida nos ofrece algo especial, algo singular para el alma, para el corazón y nos llama para hacer de nosotros algo comestible, apetecible, disponible.

Y dar de comer debe (debería) dejar satisfecho al que come. Este pan de vida que se reparte por el mundo llena, por tanto debe ser algo más que ingerir, que el acto físico de comer, cuando coman de su pan hagan que sus invitados se encuentren llenos, complacidos: gracias por darme de este pan tuyo, porque tu pan me da vida.

El texto de la alimentación dirá que de la multiplicación de los panes, después que comieron sobró. Siempre sobra, ¿verdad? ¿acaso no recuerdan,…?(dirá Jesús).


Que puedan dar de comer, que ese pan que ofrecen se asiente en las personas y las deje satisfechas, y que puedan recoger lo que sobra para ponerlo en canastas y seguir en este camino que es el compartir nuestras vidas, entregando nuestro pan como el que entrega su amor.

sábado, 15 de agosto de 2015

LUCAS 1, 47 CANTICOS DE MARIA

LUCAS 1, 47 – 55: Entonces dijo María: —Mi alma glorifica al Sñor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí. ¡Santo es su nombre! De generación en generación se extiende su misericordia a los que le temen. Hizo proezas con su brazo; desbarató las intrigas de los soberbios. De sus tronos derrocó a los poderosos, mientras que ha exaltado a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes, y a los ricos los despidió con las manos vacías. Acudió en ayuda de su siervo Israel y, cumpliendo su promesa a nuestros padres, mostró su misericordia a Abraham y a su descendencia para siempre.


María se nos presenta en este texto como una buena judía, que narra la experiencia del encuentro de salvación entre Dios e Israel desde el tiempo de la promesa a Abraham, el gran patriarca. El texto no es una simple oración, es un pasaje cargado de teología, meticulosamente redactado y que Lucas nos propone como preámbulo al nacimiento del Bautista y de Cristo. María, como será luego Zacarías (padre de Juan), es presentada como ejemplo de creyente, quizás también como arquetipo de Israel. Dios regresa su favor a dos mujeres, dos primas, que en sus vientres han acogido a dos profetas y a un Hijo de Dios.

María ha sido muchas cosas a lo largo de la historia, desde un modelo de creyente a una madre ejemplar, una mujer decidida, fiel, amorosa, sufrida… María ha traspasado nuestro formato del tiempo para hacerse presente en cada persona que, de un modo u otro, refleja cualquiera de sus actitudes. Claro, no sólo hay que fijarse dónde podemos ver el reflejo de Jesús sino también dónde actúa otro Bautista, un Pablo u otra María. Si María es un arquetipo, lo es porque cada uno de nosotros puede (de algún modo) representarla. Veo a muchas mujeres siendo María, aunque también veo a algunos hombres.

Yo creo que no está nada mal que a uno le puedan decir que es como María, ¿verdad? A muchos os corresponde repetir el mismo papel que la madre de Dios hizo en la cruz acogiendo a Juan. Muchas sois madres de estos Juanes que se presentan en el camino, o que nos presentan en el camino. ¿Qué haríamos si no existiera este papel de acogida? Y a la vez qué ministerio tan bonito el de ir aumentando la familia, siendo finalmente madre de muchos, y muchas. No a todo el mundo se le puede confiar una vida, así que felices vosotros María a quienes os confían a otro Juan.

Igualmente el mundo necesita a muchas que, como María, guarden todas las cosas en el corazón, incluso las que no entienden, porque saben que aun en las cosas que les son desconocidas deben aprender a confiar. ¿Hay mejor manera de entregarse a un hijo, o a una hija, que acogiendo lo que son en nuestro corazón? No es fácil, no resulta sencillo esperar en el corazón cuando vemos que nuestros hijos se han lanzado al vacío, han dejado la carrera, se han separado de nosotros… en las dificultades convivo con muchas María, que me enseñan la virtud de acompañar desde el corazón.


Es un vínculo especial, quizás una gracia, pero tengan hoy presente esta capacidad de ser madre de un hijo que todos tenemos; pueden ser de los que acogen, de los que ensanchan su casa, o pueden ser de los que guardan las cosas en el interior (confiando en Dios), como ustedes deseen sean María. 

jueves, 13 de agosto de 2015

MATEO 18, 23 TEN PACIENCIA CONMIGO

MATEO 18, 23 - 29: Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al comenzar a hacerlo, se le presentó uno que le debía miles y miles de monedas de oro. Como él no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos, y todo lo que tenía, para así saldar la deuda. El siervo se postró delante de él. “Tenga paciencia conmigo —le rogó—, y se lo pagaré todo.” El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad. Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y comenzó a estrangularlo. “¡Págame lo que me debes!”, le exigió. Su compañero se postró delante de él. “Ten paciencia conmigo —le rogó—, y te lo pagaré.”



Si pudiéramos poner nombres concretos a estas parábolas del dinero, hoy nos referiríamos al conflicto entre la Unión Europea y Grecia, por ejemplo, y sus múltiples disputas y posiciones entre el FMI, Francia, Alemania o Mariano Rajoy, siempre en el candelero. Aunque en el saco también podríamos poner al Barcklays, a Lemman Brothers, a las renegociaciones de deuda, a los bancos, a los fondos buitre, a los ayuntamientos y al ministerio de Hacienda, entre otros. Ejemplos de aquellos que no dudan en estrangular al deudor, pues como fieras se agarran al cuello, implacables. Tanto les da que la gente pierda su casa, que la gente no coma, que los comerciantes quiebren, que los autónomos sean castigados… En nuestro mundo, Goliat viste de traje y corbata.

Si soy muy sincero, echo en falta a más de algún David que tenga preparada la honda y la piedra para acertar entre ceja y ceja a este gigante económico que nos grava, nos afrenta, nos ahoga, y nos lo quita todo. ¿Dónde estás, David?

No puedo creerme que haya un solo cristiano en alguna de esas entidades que no conozca este pasaje, que no conozca a Jesús, porque su alguno piensa en declararse cristiano, por favor, que se lo piense y repiense porque esta clase de cristianismo que vive de la opresión, del gravamen, del desahucio, o de los embargos parece que se ha pasado todo el tema de la cruz por la tangente. Así que hagan el favor de no llamarse seguidores de Cristo, llámense como quieran, pero no se relacionen con esto de entregar la vida a los demás.

Claro, a uno le pueden tomar el pelo y seguir haciendo misericordia, seguir compadeciendo al que nos debe, seguir siendo paciente. Pero a uno no pueden dejarlo sin casa, sin agua o luz, o sin comida y encima pidiendo que se les rescate, cuando cada inyección de dinero primero cubre sus sueldos, sus primas, sus objetivos…


Jesús dijo mansos, no mensos; buenos, no tontos; así que vamos a ver si de una vez nuestros pastores, nuestros sacerdotes, nuestros obispos… o en cada audiencia en el Vaticano, hacen el favor de evangelizar a tanta personalidad, a tanto político, a tanto director general que si hubieran vivido en tiempos de Cristo lo hubieran, primero hipotecado, y después reventado a intereses. 

miércoles, 12 de agosto de 2015

MATEO 18, 15 SI TU HERMANO PECA CONTRA TI

MATEO 18, 15 – 20: Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que “todo asunto se resuelva mediante el testimonio de dos o tres testigos”. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Además les digo que si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.


La mediación siempre ha sido un elemento crucial a la hora de solucionar conflictos. A veces han sido domésticos, otras internacionales, pero la presencia de esta persona capaz de gestionar la dificultad permite redirigir multitud de situaciones de guerra, violencia, drama, enfado… En este texto, además, el evangelista nos propone la figura de la comunidad, también, como instrumento para la mediación. El perdón no es exclusivo de un ministro sino que perdonar podemos hacerlo todos y aunque venga, o no, en nombre de Dios, tiene una parecida capacidad para dar descanso.

Nosotros tenemos muy arraigada la parábola del hijo pródigo cuando queremos ejemplificar esta separación que provoca la discordia y la capacidad de perdón del padre. ¿Siempre hay perdón? Bueno, es una parábola. Lo cierto es que muchas veces los cristianos obviamos esa responsabilidad hacia la reconciliación, entonces discutimos y dejamos de hablarnos, o nos hacemos daño y no somos capaces de pasar página. Es un mal que nos asola a todos, seamos creyentes o agnósticos, y que nos provoca dolor y sufrimiento, mal estar, incomodidad, cerrazón… cuando no existe capacidad de perdón vivimos sujetos a un nuevo opresor, cruel y salvaje, que nos conduce por los desfiladeros del resentimiento, por un sendero vacío, frío, desolado.
No existe la lógica del perdón, el ser humano siempre queda expuesto de un modo distinto a cada situación. Uno puede pasarse cuatro días en oración, escucharse un audio de los monjes tibetanos, concentrarse en la meditación más profunda, o ahogar la casa con olor a incienso, que ante la ofensa volvemos a estar desprevenidos, como aquel muchacho al que cada mañana le roban el bocadillo en la escuela y sólo puede llorar.

Claro, perdonen… siempre perdonen. No es fácil poner la otra mejilla, tampoco lo es caminar con nuestro ofensor, ni compartir con quien nos quita. Quizás tendremos que terminar medicándonos para frenar todo enojo… Bien, el ideal cristiano (como el de muchas religiones) es la paz, el perdón y la felicidad (la vida en Cristo). Aunque a la luz de la realidad tendríamos que afirmar que este ideal cristiano convive con su lado oscuro, y si bien antagónico resulta que en cierto modo nos propone una amistad. No puedo decir que alguien no sea de Cristo porque se enfade con aquel, porque no perdone a aquella, porque tenga resentimiento o porque fastidie a los demás… la realidad me invita a reconsiderar ese ideal.


Y no es nada malo, porque en esta vida tendremos que dejar que caigan muchos ideales y de cómo aceptemos esa otra reconciliación entre vida y sueño dependeremos nosotros mismos. No reprueben a nadie, no lo aparten, no lo traten como a un incrédulo y más bien mirémonos a nosotros mismos, quizás también equivocados.

martes, 11 de agosto de 2015

MATEO 18, 1 COMO NIÑOS

MATEO 18, 1 – 5: En ese momento los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: —¿Quién es el más importante en el reino de los cielos? Él llamó a un niño y lo puso en medio de ellos. Entonces dijo: —Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Por tanto, el que se humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos. »Y el que recibe en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí.


El texto de hoy podríamos decir que arranca desde el momento de la transfiguración, que para Pedro y Jacobo fue aquel momento esplendoroso de vestiduras blancas y en el que Jesús se mostraba poderoso. Desde ese instante, el evangelista nos muestra a un Jesús que hace una especie de descenso en caída libre hasta llegar, nuevamente, al plano de siervo. Aquella visión de Cristo con Elías y Moisés lleva a los discípulos a preguntarse ¿Quién es mayor en el Reino de los cielos? Recordando esta escena, podremos entender el pasaje conforme a los hechos de la última cena, cuando Jesús lava los pies a sus discípulos.

¿Alguien anhela cambiar los signos del jueves santo? Lavar los pies tiene el mismo significado que acercar a los niños, porque en la antigüedad era el niño el que ejercía de servidor, de aprendiz… y no era considerado de valor. Lo que menos vale, diría Jesús, lo pongo delante de vosotros. El pastor D. Bonhoeffer nos deja una imagen más visceral, pero a la vez definitiva, de la enseñanza con la que Jesús quiso sobresaltar a sus amigos desde el campo de Flossenbürg. Allí, mientras los nazis asesinan a los niños, el teólogo alemán atisba la presencia viva de Dios, presente en aquellos que no valen nada.

Pienso ahora en un catalán, Pere Casaldáliga, que rehusó  varias veces trasladarse a Roma para la famosa visita ad limina, prefiriendo dedicar el dinero de su viaje a los necesitados de su iglesia. El trabajo y la dedicación de Casaldáliga con los campesinos y los indios de Brasil, pese a las dificultades que tuvo con la jerarquía episcopal, nos abre también los ojos al entendimiento de quiénes se vuelven como niños.

Ellos nos acercan la experiencia del amor a Dios a través, o por medio, o traspasando lo que nosotros muchas veces infravaloramos. No hay nada peor que unos padres que hacen sentir a un hijo que no vale nada, que su vida no tiene valía, o que sus sueños no sirven, o que no conseguirá, no podrá, no será…

Ayuden a los que son como niños a llevar adelante sus vidas, sus deseos, sus intuiciones, su vida misma. Sean para ellos como un padre o una madre amorosa capaz de hacer crecer de forma entrañable a esa criatura. Participen de sus colores, entren en sus dibujos, cenen con ellos en sus castillos, presérvenlos, guárdenlos, no tomen a nadie por valor.


El evangelio de hoy da una bofetada a esta sociedad en la que todo tiene un precio. Cuando parece que el sol y la luna han quedado relegados ante la Bolsa, que presenta y oculta el día; o cuando nos referimos a los seres humanos como individuos de primera, de segunda, o de tercera; o cuando las grandes empresas marcharon a trabajar donde se permite la explotación y allí donde se paga menos; o cuando es precaria la educación… traigan a los niños delante, pongan a los niños delante.