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domingo, 27 de septiembre de 2015

LUCAS 9, 49 SI TU OJO TE ES OCASION DE CAER

LUCAS 9, 49 – 50: —Maestro —intervino Juan—, vimos a un hombre que expulsaba demonios en tu nombre; pero como no anda con nosotros, tratamos de impedírselo. No se lo impidan —les replicó Jesús—, porque el que no está contra ustedes está a favor de ustedes.



La verdad es que aunque muchas veces hablemos de lo malo que hay en el mundo, de la crisis, de las guerras, del hambre o de la problemática de la vivienda, en este mundo se sucede una enorme cadena de actos buenos, de acciones maravillosas que demuestran que es posible creer en esta humanidad, sea cual sea su origen, religión, cultura… porque lo que más tenemos en común los seres humanos es la respuesta contra el dolor, que nos conmueve, y contra la injusticia, que nos sacude. Claro, siempre quiero más, pero hoy tengo que ser consciente de toda la ayuda que se está vertiendo en el mundo para agradecerle a Dios, o a Alá, o a buda, o al corazón, qué más da… lo importante es el bien!!

De un tiempo hacia acá se ha despertado la conciencia colectiva con muchas de las realidades que la azotan, y si hace un tiempo se luchó para conseguir los derechos fundamentales, o para abolir la esclavitud, o para que la mujer empezara a asomar la cabeza, ahora es el turno de otras tantas peleas como la pobreza, la ecología, la inmigración…

El evangelio de hoy, más adelante, nos dirá que si alguna parte de nosotros es ocasión para el mal que la arranquemos, y aunque por motivos de espacio no la he copiado, ese es el fin del movimiento del bien: arrancar la maldad. Por tanto, si la banca o la política viven de la corrupción, de la usura, de los desahucios, de las comisiones y si encima tienen que ser rescatados con un dinero que después falta a las personas… arranquemoslo!! Porque están taponando el bien que hay. Que necesitamos un sistema bancario? Pues acudamos a la banca ética. Qué necesitamos del entramado político? Que se refunden los partidos y que se creen mesas de solidaridad, de proximidad y de cohesión social. Pero arranquemos de nuestro cuerpo, que es la vida, el mal que hoy ocasionan.

El movimiento natural tiene su fundamento en el bien, lo antinatural tiene su fuerza en el mal. Lo natural se dirige a favor de las personas, de su felicidad, de su libertad, a favor del amor, de la cordialidad, de la generosidad y de la convivencia; lo antinatural ustedes lo ven cada día en su televisor: y para no irme al extremo quisiera centrarme en lo más cercano, que recursos como la luz y el agua (necesarios y primeros) y sus subidas, su encarecimiento… absolutamente antinatural.


Vamos a ver lo bueno, lo extraordinario, lo maravilloso, lo que hace que en este mundo podamos sentirnos orgullosos de ser personas, lo que nos une y aquello que merece la pena amar. Y no impidamos a nadie que quiera hacer el bien que lo pueda hacer, apoyémoslo, vayamos con él, sonriámoslo… porque a esos no están contra nosotros. Pero actúen, peleen, ruboricen, manifiéstense contra quienes realmente están contra nosotros, porque hacen el mal, ARRANQUENLOS! 

viernes, 25 de septiembre de 2015

LUCAS 9, 43 COSAS QUE NO ENTENDIERON

LUCAS 9, 43 – 45: Y todos se quedaron asombrados de la grandeza de Dios. En medio de tanta admiración por todo lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: —Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres. Pero ellos no entendían lo que quería decir con esto. Les estaba encubierto para que no lo comprendieran, y no se atrevían a preguntárselo.



Pregunten, hagan el favor de preguntarlo todo, más aún aquellas cosas que no entienden, o las que son difíciles y complicadas, que no les quede ninguna duda por preguntar porque lo que tenemos por delante, y toda la vida, va a ser un mar de dudas, de preguntas, de interrogantes… que no están colocados para que nadie se pierda sino para que cada uno encuentre su significado y se lo añada a su peregrinación vital. En el tiempo de redacción de los evangelios, estas dudas que emergen entre los discípulos y que quedan como en el aire responde a que los que fueron testigos del acontecimiento Jesús de Nazaret ya habían fallecido y al no haber testigos directos empezaron a surgir preguntas en la comunidad creyente, dudas que responderán con la redacción de los evangelios.

Los evangelios tienen ya muchos siglos a sus espaldas, y a pesar de que los utilizamos como la fuente principal no debemos obviar que el paso del tiempo va desgastando las respuestas que se nos proponen. Claro, a pesar de que la fe no caduque, está claro que nuestra fe evoluciona, crece, se amplifica o disminuye si según lo que encontramos tiene o no tiene cabida en nuestro corazón. Nosotros seguimos siendo parte del discipulado, una generación determinada de creyentes que han dado respuesta a muchos interrogantes y a pesar de que hemos tenido a grandísimos tutores como Karl Rahner, Shillebeckx… no debemos sólo quedarnos con las afirmaciones del profesorado.

Cada uno de ustedes afronta cada día una serie de situaciones que a veces demandan destreza, otras compasión, otras determinación, otras reflexión… y si las solventan adecuadamente las dan como superadas. ¿Qué ocurre con las que no? Miren el caso de una relación personal, de pareja, que cuando en una discusión nadie sabe el motivo por el que comenzó se produce un gran dolor entre ellos. A veces, incomprensiblemente, nos hallamos en medio de una batalla, de una discusión, de una problemática, o de una situación amable, favorable, o amigable que nos sorprende, nos interroga y provoca en nosotros un momento de duda. Eso dolor, en algún caso, o esa duda, en otro, además provoca un daño físico y emocional que no podemos llegar a comprender y en muchos casos se calla, viene el silencio, o se pone distancia.

Pregunten, interroguen, sacúdanse las dudas. Este es el mensaje que diría a los más pequeños, para que crezcan con curiosidad, aunque también se lo podemos decir a los más mayores, para apaciguar su corazón. ¿Cuántas cosas hay sin responder en tu vida? Vive un dolor silencioso que proviene de la falta de comprensión, de la complejidad de las relaciones, de la dificultad para asimilar la realidad y debemos tener cuidado con él porque crece en nosotros hasta quitarnos la paz.


Pregúntenlo todo, amados y amadas, si me quieres, si me lo puedes volver a explicar… todo.

jueves, 24 de septiembre de 2015

LUCAS 9, 7 PROCURAR VERLO

LUCAS 9, 7 – 9: Herodes el tetrarca se enteró de todo lo que estaba sucediendo. Estaba perplejo porque algunos decían que Juan había resucitado; otros, que se había aparecido Elías; y otros, en fin, que había resucitado alguno de los antiguos profetas. Pero Herodes dijo: «A Juan mandé que le cortaran la cabeza; ¿quién es, entonces, éste de quien oigo tales cosas?» Y procuraba verlo.



Podemos leer sobre la confusión que los signos de Jesús, que sus milagros, provocaban entre sus contemporáneos, desde la gente más humilde hasta el rey Herodes. Todos andan descolocados ante las noticias de uno que de la forma que habla y actúa recuerda a aquellos hombres especiales que hablaban de parte de Dios. A Herodes le despierta la curiosidad, pero a muchos de entre el pueblo esa curiosidad empezó a convertirse en esperanza porque después de mucho tiempo de silencio quizás, sólo quizás, habría llegado el tiempo del Mesías.

En aquel tiempo vemos como muchos procuraban ver a Jesús, sabemos por ejemplo que Zaqueo (publicano) se subió a un árbol para poder verlo entre la muchedumbre, como también en el caso de la hemorroísa que se abre paso entre el gentío para tocar su manto. Cuando suceden cosas extraordinarias todos queremos verlas. Así queremos asistir al nacimiento de un hijo, a la graduación de una hija, al último concierto de la gira europea de aquella vieja banda de rock, o un partido de fútbol… Cuando ocurre lo extraordinario se agotan las entradas, no cabe un alma, se cuelga el cartel de completo y el mundo se aprieta. Así fue el acontecimiento Jesús de Nazaret para sus contemporáneos, así nos lo redactan y así quieren transmitírnoslo a nosotros.

De todas las cosas que existen, de toda la oferta que hallamos, todavía hoy sigue siendo lo más asombroso y extraordinario que una persona se encuentre con Cristo. Y es que en Cristo eclosiona el amor, en Él se halla la realización más plena del individuo, el acto más radical de libertad, la experiencia definitiva de salvación. Aquel que conoce a Cristo no vuelve a vivir, jamás, como vivía antes porque su vida acaba de ser abierta al mundo, al amor por los enemigos, a la solidaridad con los más necesitados, a la entrega total y desinteresada, a ser feliz en la pobreza, a vivir con júbilo en mitad de las tormentas…

Hay que procurar verlo, sea como sea, si subidos a un árbol, a un camión o desde una azotea, pero hay que verlo. Y si alguien no lo ve, somos nosotros quienes tenemos que subirlo a nuestras espaldas para que logre ver a Jesús, para que tenga su encuentro, para que se crucen la mirada y para que la profundidad del Cristo traspase su corazón como un flechazo de amor, verdadero. Quizás no salga en los libros, pero si hay que poner a una, a una primera maravilla, hay que olvidarse de las ruinas y de las murallas, o de los mercados, y colocar al Cristo, Él es la gran maravilla para el ser humano.


De Herodes poco podemos sacar, pero hoy quizás estemos ante la única vez en la que merece la pena hacer algo parecido: procurar verlo.

lunes, 21 de septiembre de 2015

MATEO 9, 9 PUBLICANOS Y MISERICORDIAS

MATEO 9, 9 – 13: Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. «Sígueme», le dijo. Mateo se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y comieron con él y sus discípulos. Cuando los fariseos vieron esto, les preguntaron a sus discípulos: —¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores? Al oír esto, Jesús les contestó: —No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. Pero vayan y aprendan lo que significa: “Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios.” Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores.


Hoy podemos ver muy visibles los hechos que acompañan al Papa Francisco como modelos, muy coherentes, para llevar este pasaje a las instituciones, gobiernos, economías y poderes con los que habla, comparte y come. Este conglomerado de poderío bien podrían ser Mateo, primero por su función: hoy podríamos asemejar a los publicanos perfectamente con los bancos, las eléctricas, las petroleras…; segundo porque como entonces, siguen estando mal vistos por la sociedad de su tiempo, que los mira con recelo (siguen sin caer bien); y tercero porque al igual que a Leví, Jesús también llama a todos estos gobernantes, presidentes, directivos… a la conversión.

En segunda instancia, ese mensaje que es llevado, esa salvación que se les acerca, debería tener un fruto inmediato: la misericordia. Porque toda esta cúpula no necesita de un médico: no sufren ahogo económico, tienen a su disposición la mejor medicina, el recibo de la energías no les supone un problema, siempre tienen comida (y si no van al restaurant), acceden a una buena educación… y hasta se pueden procurar el mejor oxígeno, el mejor tono de piel, el mejor cuidado de cabello y todo tipo de ventajas bancarias y fiscales (porque para sufrir ya están los demás). Por tanto, la potencia del mensaje del evangelio de hoy se dirige hacia la sensibilización hacia los pobres, que hoy en día son todo el resto de personas que no se incluyen entre la población rica.

Pero ocurre todo lo contrario, que aquellos que también necesitan de un médico están ayudando o trabajando para otros cuya situación es peor. Hoy en día estamos en un tiempo de “viudas pobres” que dan hasta lo que tienen para su sustento, hasta lo que tienen para comer, pues toda la población está sufriendo, de un modo u otro, las malas praxis de la economía, de la especulación… Primero nos dicen: vamos a rescatar a los bancos; después nos dicen. Subamos los impuestos; luego aseguran: ha bajado el número de parados y finalmente prometen: estamos en plena recuperación. Mientras tanto, el mundo sigue funcionando gracias a estas “viudas pobres”, que ya sea en comedores sociales, en fundaciones privadas, o a voto personal se han solidarizado con el mundo y con los seres humanos.

Volviendo al principio, está muy bien que el señor Francisco se acerque a los poderosos, que haga señales, pero lo que de verdad necesitamos es que además de los signos, toda la Iglesia en su conjunto procure esa misericordia de aquellos que no necesitan médico. Y si la Iglesia, como institución, no quiere, no queda más remedio que lo hagamos cada uno de nosotros, como grupo, organizándonos, levantándonos, reclamando, solicitando y si llega el caso luchando para restituir la medicina a los necesitados.


Ardo de vergüenza cuando veo a los bancos, rescatados con nuestro dinero, ahora presionando a las familias, o a Catalunya, o cobrando la doble comisión… Con estos, las palabras ya han caducado. ¿Salvación?¿misericordia?¿médicos?

domingo, 20 de septiembre de 2015

MARCOS 9, 33 LOS POSTREROS

MARCOS 9, 33 – 37: Llegaron a Cafarnaúm. Cuando ya estaba en casa, Jesús les preguntó: —¿Qué venían discutiendo por el camino? Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido entre sí quién era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: —Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Luego tomó a un niño y lo puso en medio de ellos. Abrazándolo, les dijo: —El que recibe en mi nombre a uno de estos niños, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí sino al que me envió.



Algunos dirían que la clave para entender el evangelio de Cristo está entre estas líneas: hay que vaciarse de poder, de egoísmo, de posición, de codicia, de importancia, de presencia, incluso de nuestro reino para hacernos como los más pequeños y, además, como servidores. Al revés del mundo, lo importante no es estar a la cabeza, en el primer lugar, en lo más alto, sino que el lugar de aquellos que desean seguir a Cristo está en las últimas posiciones, para poder recoger a todos aquellos que caen, se cansan, o se hacen daño en el camino, que es la vida. Si cogiéramos el ejemplo del “Castell”, así como tiene importancia coronar la torre humana, tiene mucha más la “piña”, el conjunto de brazos y personas que sostienen la estructura y que, si cae, amortiguan el golpe.

Tenemos muy mitificado el hecho de quedar en el último lugar, nadie quiere acabar el postrero. Sin embargo, sabemos que la vida no se mueve por posiciones, aunque algunos prosigan en su intención de instaurar términos como mediocridad, barriada, inútil, perdedor… Esta descalificación abundante de la vida, de los últimos, sólo nos conduce al dolor: el dolor de un padre a un hijo, de un profesor a un alumno, de un jefe a su empleado, de una sociedad a la pobreza, o a la marginalidad. En cambio, Jesús, el Señor, el Hijo de Dios, viene solicitando auxilio para estos últimos lugares, pues ese es el lugar en el que tenemos que estar. Sus palabras son contundentes: “no seáis como los gobernantes y los reyes de la tierra”, en otro evangelio, no os mováis según los términos del poder, según las necesidades de la economía, según las clases sociales, según el patrimonio… La kénosis nos conduce a ver a un Cristo que siendo Dios no estimó el ser igual a Dios, sino que antes se despojó de su realeza para hacerse igual a un hombre, frágil y pobre, tomando forma de siervo y terminando finalmente en la cruz.

Al final de todo, al final de la persona sólo encontramos el ser, la desnudez. Jesús nos invita a acoger a este ser humano desnudo que queda al final de todas sus pretensiones, deseos, posiciones (y frustraciones)… porque al final se nos presenta el lado más frágil de la existencia, el más conmovido, el más inseguro y, en definitiva, también el más pobre. En la pobreza reside toda, toda, toda la belleza del ser humano (soy lo que soy). Por tanto hay que regresar hacia la ultimidad como lugar de encuentro con Dios y con la persona para formarnos de nuevo, para que nos acojan como a niños.


Para que un político les escuche, o sepa aglutinar las verdaderas necesidades de un pueblo, tiene que ser el último, porque siendo el menos importante verá, experimentará, lo que le supone: no poder pagar un recibo, vivir al borde de la pobreza, no tener agua caliente, tener que buscar entre la basura… Mientras sean los primeros ya saben que hay últimos, pero no hay implicación, hay distancia. Jesús en cambio nos llama a acortar, a erradicar, esa distancia y a aproximarnos al terreno para compartir la ultimidad. Ya no hay Norte ni Sur, Ricos o Pobres, Reyes y Peones… aunque queda mucho trabajo.

sábado, 19 de septiembre de 2015

LUCAS 8, 4 LA SEMILLA QUE PISAMOS

LUCAS 8, 4 – 15: En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno. Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Entonces le preguntaron los discípulos: «¿Qué significa esa parábola?»


Rescato la primera parte de la parábola del sembrador, que es la lectura de hoy, para poner nuestra atención en aquello que pisamos. Sí, el evangelista nos dice que hay una semilla que cae en el camino y es pisoteada, como ocurre con muchas semillas e incluso con las más preciosas, las más delicadas, o las más auténticas. El ser humano pisa muchas veces sin medida, como despreocupado, o como desinteresado. Hay veces que se pisa como un desprecio, otras que se hace con cierta violencia y otras creyendo que para triunfar en la vida es necesario pisar al otro.

Realmente somos conscientes de todo lo que ocurre a nuestro alrededor? Conocemos  los esfuerzos de nuestra pareja, de nuestros hijos, para hacernos mejor la vida? Las dificultades de nuestro entorno? La pobreza que azota a nuestras comunidades, incluso aquella que no llegamos a ver? Hay un largo etcétera  de situaciones y de momentos que quizás porque son muy del día a día, o quizás por nuestra insensibilización, o quizás porque simplemente no nos damos cuenta son pisadas y repisadas, pisoteadas, por la marabunta humana. Es muy peligroso caer en el camino porque la gente no suele pararse a recogerte, o a ofrecerte una mano. Podríamos decir que cuando algo cae sufre el implacable paso de la sociedad.

Podríamos decirnos: es necesario caminar, pero también es necesario poder pararse. Hay que detenerse de vez en cuando, por ejemplo en ciertos momentos del itinerario vital para recapacitar, para rectificar, para solucionar… También hay que aprender a detenerse ante la realidad de la vida, porque solo así podremos descubrir lo que está ocurriendo. Si hoy me detengo en mitad del Paseo de Gracia, veré en un banco a una pareja que descansa, veré parejas que discuten, niños que corren, personas que compran, otras que miran, risas, abrazos, besos… escucharé canciones, conversas vanas, proyectos, planes de vacaciones, problemas familiares… y también me haré consciente de la realidad social de una zona de la ciudad que aglutina toda clase de personas, desde quienes entran a comprar a Carolina Herrera hasta algún top manta, o a las personas que piden y que son de uso de las mafias.

Es relativamente fácil pisar la vida, porque casi que no nos preocupa. Quizás nos preocupe lo nuestro, o los nuestros, pero no los demás. Miremos el caso dela ecología, que durante muchos años ha sido como esta semilla que cae en el camino y es pisoteada, tan pisoteada que la estamos destrozando, y es gracias al impacto de quienes trabajan a favor de ella que nos han hecho a todos conscientes y hemos parado, nos hemos detenido.

Cuando hablamos de progreso, hablamos precisamente de esta semilla que se pisotea. El progreso es necesario, pero también es necesario pararse, y cuando eso no ocurre se producen desigualdades, desequilibrios. Puedes pasar toda la vida sin darte cuenta del amor de tus hijos, y haces que ese amor sea como la semilla pisoteada.


Hay que saber pararse, porque pisando y pisando estamos pasando por delante de muchas realidades casi sin darnos cuenta. Aprendamos a detenernos, a degustar, a vislumbrar, a comprender y a participar, a darle valor a cada una de las semillas que caen en el camino, porque si no lo hacemos estaremos perdiendo muchas cosas y muchas personas.

jueves, 17 de septiembre de 2015

LUCAS 7, 40 SIMON EL FARISEO

LUCAS 7, 40 - 45: Entonces Jesús le dijo a manera de respuesta: —Simón, tengo algo que decirte. —Dime, Maestro —respondió. —Dos hombres le debían dinero a cierto prestamista. Uno le debía quinientas monedas de plata, y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. Ahora bien, ¿cuál de los dos lo amará más? —Supongo que aquel a quien más le perdonó —contestó Simón. —Has juzgado bien —le dijo Jesús. Luego se volvió hacia la mujer y le dijo a Simón: —¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies.



Dos actitudes enfrentadas, que viven también junto a nosotros, y que marcan una forma de hacer, una forma de actuar: aquellos que viven entregados, amando, diligentes y preocupados para que no te falte de nada y aquellos otros que cuando están contigo lo hacen o por compromiso, o porque toca. Quizás toque porque hay que firmar una transacción económica, o porque quizás hay que coincidir en un acto, en un proyecto. Ese quizás toque conlleva frialdad, distancia, despreocupación, frivolidad… ¿Han firmado ustedes una hipoteca? Nuestros prestamistas no están por la labor de perdonar, no perdonan ninguna comisión, ninguna demora, ningún impago… sea cual sea la situación. Y es curioso porque a pesar de tener en su mano la posibilidad de llegar a la paz, se aferran a la condena. Pienso, y es muy personal, que es hora de enseñarles a todos éstos a besar los pies, a lavarlos y a secar las lágrimas de las personas incluso con sus cabellos.

La educación nos ha enseñado a ser tiburones, depredadores en una fauna agresiva. Nos han enseñado lo que es el logro personal, el individualismo, el progreso, las promociones, los incentivos, el estar por encima del otro, el ser alguien importante… Vanidad! Cuando nos enseñan a permanecer impasibles ante el dolor nos están desgajando de la vida, nos deshermanan, tiñen la realidad con aislante y nos conducen a convivir a base de golpes. Eso es inadmisible! Inadmisible como el trato que cualquiera de nosotros puede recibir en el banco, en hacienda, o en juzgados, por ejemplo, porque estando como están al servicio de las personas: ni te lavan, ni te besan, ni son capaces de secarte las lágrimas.

La reivindicación primera de nuestro tiempo pasa por el derecho a la vivienda, irrespetado y negado a favor de nada, porque cuántos pisos, apartamentos o casas hay a día de hoy en la cartera de los bancos, sin inquilino, sin venderse, sin ofrecerse como alternativa o como alquiler social. Éstos son como el fariseo del pasaje, como este Simón, que viven cobrándole a la gente un peaje por existir.

El tiempo marca una urgencia hacia el perdón, hacia el perdonar las deudas (y en un sentido elementalmente económico). Quizás no estemos de acuerdo, quizás nos perjudique, quizás podamos quejarnos porque hemos estado pagando toda la vida religiosamente impuestos, comisiones, préstamos… a nosotros también se nos solicita ese perdón, y debemos darlo.

Este pasaje de hoy, por otro lado, nos enseña sobre la importancia de la acogida, de la acogida del ser humano. Nadie lo sabía, pero esta mujer fue capaz de intuir que al Cristo había que limpiarle y besarle los pies, seguramente lo más sucio que traería un Jesús que recorría camino casi sin cesar. Qué importante es saber aliviar el dolor que pueden traer nuestros amigos en los pies, que a veces será dolor, otras cansancio, otras problemas…


Si podemos cubrir los pies, podremos llegar a la cabeza. Si podemos empezar por una extremidad, podremos llegar a una cobertura integral y si podemos perdonar…

miércoles, 16 de septiembre de 2015

LUCAS 7, 17 NO LLORES

LUCAS 7, 11 – 15: Poco después Jesús, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud, se dirigió a un pueblo llamado Naín. Cuando ya se acercaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto, hijo único de madre viuda. La acompañaba un grupo grande de la población. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: —No llores. Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: —Joven, ¡te ordeno que te levantes! El muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.



Incorporar a los muertos forma parte de las acciones carismáticas de Jesús, aunque en sentido figurado, o como imagen, podríamos decir que forma parte del  plus que nosotros podemos ofrecer al mundo como cristianos. Efectivamente, debemos fijarnos en la realidad que nos rodea, en nuestro entorno, para ver que lamentablemente existen muchas situaciones de mortandad, aquí o allí, y mucha gente llorando alrededor. Siendo conscientes de que estas situaciones existen, entendiendo la muerte como una etapa en la que el ser humano está seco, preocupado, triste, decepcionado… nosotros deberíamos ser capaces de llevar nuestra actividad al corazón (o al espíritu) de ese “muerto” para alcanzarlo a la vida, para llevarlo a Cristo.

No podemos conformarnos a ver estos episodios de muerte de la humanidad, que muchas veces vive sometida al entorno, al poder, a la religión, a las modas… No podemos admitir que el ser humano viva por debajo de su dignidad, como pidiendo limosna por vivir, como oprimido por los lobys, o por otras personas, circunstancias… Que el hombre, o la mujer, viva en plenitud debería ser la meta, el icono de este siglo XXI, porque después de tantos siglos ya viene a ser hora de consolidar la felicidad como derecho universal inalienable a la condición de ser viviente. ¿Qué puedes decirle a un niño pequeño? Pues que tiene derecho a ser feliz, por encima de cualquier otra cosa, y para ello seguramente vamos a tener que acercarnos a la madre (a los padres, a la sociedad en conjunto) para calmarla de su llanto y de su pena y decirle: no llores.

Hoy diría, también, que lo más cercano a nosotros (por la actualidad) sería para resucitar a los países de Europa, y no sólo de Europa, para que atiendan a la situación de la inmigración, de los refugiados, de las muertes en alta mar, o en la playa, para que persigan a las mafias… Está claro que el ser humano, en este caso, tiene el corazón muy sensible al llanto de estos muchos que caminan buscando un futuro. Lo que no está clara, como muchas veces, es la posición de los gobernantes, de los países, del poder en definitiva, que es uno de los mayores ejecutores del planeta. No podríamos resucitar al individuo si dejáramos que las instituciones siguieran muertas, o gobernadas por verdugos, es absolutamente incoherente (a pesar de ser así).

Más cerca nuestro está el tema de las ejecuciones hipotecarias, a mi entender un asesinato, y se está matando a muchas familias, a muchos pequeños y a muchos mayores, y ante esta realidad nos mostramos impasibles, insensibles, o vencidos, derrotados, quizás sean los dos polos: las instituciones insensibilizadas y los ciudadanos atados de pies y manos. Y no puede ser, basta de ejecuciones, basta de llevar a la persona a su muerte!!

¿Qué vivimos en un país de tradición cristiana?¿Que la tradición eclesial ocupa todavía un lugar de relevancia?¿Que si somos cristianos? Pues levanten, resuciten, hagan todo lo posible por preservar la felicidad del ser humano, todo lo posible para que los gobiernos hagan una opción por la vida, por la humanidad, por la dignidad, por el amor. Para resucitar primero algo, o alguien, debe morir; pues para resucitar al poder, a los lobys, a los gobiernos, la justicia… ya saben, primero deben morir.


Ojalá seamos conscientes de nuestro papel, de lo que nos jugamos, de la propia vida y podamos acercarnos a toda esta realidad para decirle de una vez y por todas: no llores.

lunes, 14 de septiembre de 2015

JUAN 3, 17 COMO LEVANTO LA SERPIENTE

JUAN 3, 13 – 17: Nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre.  »Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. »Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él.



Hay veces en las que es necesario que algo se levante para que el resto de nosotros podamos reaccionar, a favor o en contra, pues ese alzamiento es como la imagen final, definitiva, de una situación determinada: en Cristo será la salvación por medio de la cruz, mientras que para el pueblo de Israel fue la serpiente de bronce que salvó al pueblo de la mortandad. La clave está en la voluntad salvífica de Dios, que de un modo u otro llega a nosotros, su pueblo. La simbología del alzamiento podemos aplicarla, también, a lo largo de la historia del ser humano en una serie de acontecimientos, manifestaciones, reivindicaciones, luchas… que han determinado momentos de la historia: la caída del muro de Berlín, la declaración de los Derechos Humanos, la abolición del racismo, la igualdad hombre – mujer, la teología de la liberación, el Concilio Vaticano II…

El evangelista expone una teología de la salvación que será a través de Jesucristo, el mensajero escatológico del Padre. Así que no sólo se tratará de una salvación física, de un mejoramiento, o de una recuperación, sino que por medio de un acto último se establece, aunque sea espiritualmente, la paz entre Dios y la humanidad. Dios quiere que es último levantamiento sea para reconciliar todas las cosas, las celestes y las terrestres, quizás viendo las nuestras podamos comprender esas otras, no visibles, intangibles, espirituales. Dios reivindica la salvación de la humanidad por medio de un acto dramático, drástico y único, que no desea se vuelva a repetir y al levantarlo es como si lo pudiera poner a la vista de todos, de buenos y malos, de justos e injustos, de ricos y pobres…

Esa exposición del Cristo, además, se establece en un entorno de pobreza, discriminación, violencia e injusticia, algo que será (o sería) luego totalmente paradójico para Nicodemo, pero algo que para nosotros tiene un mensaje muy claro: la cruz establece un lazó de amor hasta las últimas consecuencias, hasta la eternidad, que es vinculante a todo hombre y mujer en tanto han sido alcanzados por Cristo. Siendo alcanzados, también somos levantados, no para salvación aunque sí para solidaridad, para caridad, para trabajar, para apaciguar…

¿Y qué hacen los cristianos? Pues levantarse, eso es lo que deben hacer los cristianos, y no sólo los cristianos sino cualquier persona que se sienta reivindicando la vida, la libertad, la educación, la vivienda, la sanidad, la economía… acercando esa salvación a cualquier área, a cualquier materia, a cualquier terreno, ámbito, zona… El mundo no necesita a más personas de sofá sino a más personas levantadas, interesadas, dispuestas, decididas. Levántense por quienes no pueden hacerlo, por los enfermos, por la gente mayor, por los más pequeños, por los mutilados… Hay tantos motivos para levantarse.


No sean como los avestruces, que ya tenemos muchas. No agachen la cabeza, no echen tierra, no relativicen, levántense, arriba!

domingo, 13 de septiembre de 2015

MARCOS 8, 27 TU ERES EL CRISTO

MARCOS 8, 27- 31: Jesús y sus discípulos salieron hacia las aldeas de Cesarea de Filipo. En el camino les preguntó: —¿Quién dice la gente que soy yo? —Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que uno de los profetas —contestaron. —Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? —Tú eres el Cristo —afirmó Pedro.  Jesús les ordenó que no hablaran a nadie acerca de él. Luego comenzó a enseñarles: —El Hijo del hombre tiene que sufrir muchas cosas y ser rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Es necesario que lo maten y que a los tres días resucite.



Podríamos decir que gran parte del evangelio está encaminado a contestar esa misma pregunta: ¿Quién dice la gente que ES Jesús? porque más que un relato histórico, con datos sociológicos, o con cronologías certeras, estamos ante un escrito confesional. Pedro dirá: Tú eres el Cristo, y esta es la respuesta que los evangelistas, que esas primeras y primitivas comunidades cristianas querían dar a conocer: Jesús es el “Mashiaj”, el ungido de Dios, que además se convierte en la respuesta definitiva, escatológica, de Dios: es necesario que lo maten y que resucite, lo que constituirá la predicación del kerigma cristiano. Estamos ante lo que Cristo es para el cristianismo de los primeros siglos y ante una de las primeras confesiones de fe, que además es de Pedro (con toda la connotación eclesial).

Siempre miramos este pasaje aludiendo a la misma pregunta: ¿Quién es Cristo para nosotros? Una solución a los problemas, un talismán, un gran sabio, el Hijo de Dios… Ciertamente cada uno se dirige de manera distinta al interrogante, todos profesamos una misma fe (que Jesucristo es el Hijo de Dios) pero también todos tenemos una vía personal e íntima para responder a la pregunta traspasando la confesionalidad. ¿Quién es Cristo para mí? Porque quizás es luz, quizás es mi fundamento, quizás alguien cercano… Para todos Cristo es transformación, aunque suene raro responder a la pregunta diciéndole: Tú eres mi transformador. Pero es cierto, Cristo tiene la facultad de transformar nuestras vidas como también la posibilidad de iluminarla dándole un sentido diferente a la existencia, la cual ha dejado de ser para nosotros mismos.

¿Quiénes somos nosotros para Cristo? Porque la pregunta va en una triple dirección: hay una primera de arriba abajo, de Dios hacia la humanidad: Tú eres el Cristo; está esta segunda opción, que va de abajo a arriba, nosotros somos hijos e hijas en el Hijo; y vive una tercera vía para la pregunta, que va de persona en persona: ¿Quién decimos que es o quién somos nosotros para el seno de la comunidad, de la familia…? Y es importante darse cuenta que somos algo para otros y que los otros son algo para mí, ¿Quién decimos que son? Que eres tú para mi, y ¿Quién dicen que soy? Quién soy yo para ti.

Esta triple vía existe a causa del amor, porque del amor divino entre Padre – Hijo y Espíritu no quisieron quedárselo para sí sino que lo extendieron como una fuerza hacia nosotros. Así en nosotros, el amor no puede quedarse en mí sino que tiene que proyectarse, que generarse en vosotros y así podemos construir camino, vivir en comunidad, hacer familia… porque el amor es perfecto.

¿Sabemos quién es cada uno?¿Nos conocemos?¿Podemos identificarnos? Porque uno no puede caminar entre desconocidos sino es con temor, con incertidumbre, con dudas. Para que exista unión tiene que haber respuesta para nuestra pregunta y respondiendo ¿Quién eres o quién soy para ti? ¿Soy amigo o enemigo?¿cercano o lejano?¿amable u hostil?...

Hoy podríamos responder casi que acudiendo a Facebook, o a Instagram… Es lo que antiguamente se hacía con el DNI y el apellido: éste es el hijo de…, la que vive en… El evangelista nos invita a profundizar en la respuesta, en lo que sabemos de cada uno, en lo que tú eres para mí y yo soy para ti, y este trabajo de identidad nos lleva, nos conducirá al amor, porque te conozco y como te conozco te amo.


Que tengamos hoy un tiempo para acercarnos a preguntar ¿Quién eres tú? ¿Quiénes sois vosotros?

sábado, 12 de septiembre de 2015

LUCAS 6, 43 LAS DOS BASES

LUCAS 6, 43 – 49: Ningún árbol bueno da fruto malo; tampoco da buen fruto el árbol malo. A cada árbol se le reconoce por su propio fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca. ¿Por qué me llaman ustedes “Señor, Señor”, y no hacen lo que les digo? Voy a decirles a quién se parece todo el que viene a mí, y oye mis palabras y las pone en práctica: Se parece a un hombre que, al construir una casa, cavó bien hondo y puso el cimiento sobre la roca. De manera que cuando vino una inundación, el torrente azotó aquella casa, pero no pudo ni siquiera hacerla tambalear porque estaba bien construida. Pero el que oye mis palabras y no las pone en práctica se parece a un hombre que construyó una casa sobre tierra y sin cimientos. Tan pronto como la azotó el torrente, la casa se derrumbó, y el desastre fue terrible.»


Podríamos lanzar hoy esta pregunta que nos propone el evangelista: ¿dónde está nuestro cimiento? Y podríamos, además, buscar la respuesta entre los sucesos que están ocurriendo en nuestro entorno desde hace más de cinco años. Lo haremos desde tres aspectos distintos:

1) Una base económica, la vivienda: es una opción cien por cien legítima, que el ser humano se procure una serie de riquezas para lograr llevar una buena vida. Lo que hemos venido llamando la economía del ladrillo, la compraventa de hogares, de primeras y de segundas residencias, que ha constituido el principal patrimonio del individuo y de las familias. Para muchos esta es la gran base sobre la que edificar un proyecto de vida (y sobretodo un proyecto de vida en común). Pero, ¿qué ocurre cada vez que hay una burbuja inmobiliaria? El ladrillo da y el ladrillo quita dirían los más atrevidos y tenemos muy reciente el conocimiento de esta problemática, la proliferación de los fondo buitre, el negocio de los grupos de inversores, la usura… y la pérdida de hogares porque el banco pasa como un monstruo, implacable, al que no le importa tu situación sino sólo su dinero. Podemos afirmar que esta última crisis nos ha mostrado cuan fácilmente se derrumba nuestra casa y cómo el desastre no fue sino que es terrible.

2) Una base político judicial, la ley: que integra lo que está bien y lo que está mal, velando por el cumplimiento de lo bueno y que vive bajo el estigma del castigo para sus infractores. La ley es el gran fundamento civil, penal, procesal, constitucional… pero si bien pareciera un organismo impoluto, infranqueable, nos es mostrado que sólo es una herramienta configurada en los espacios de poder y que puede manejarse de un modo u otro dependiendo del grupo que la gestione. La Ley, además, es buena para algunos y mala para otros no por la transgresión de la norma sino por los intereses creados, que permite el fraude, la malversación, la pillaresca  … y en último término la injusticia. Si sopla el viento de la derecha el organismo tipifica los nacionalismos, las manifestaciones, la libertad de expresión, la salud pública… y si sopla la izquierda, el organismo afecta a los empresarios, las inversiones, o a las políticas sociales. Y un viento derrumba al otro, no hay casa que sobreviva.

3) Una base espiritual, Cristo: la configuración del ser humano viene por medio de muchas cosas, pero toda su esencia, toda su autenticidad y toda su libertad pasa por el corazón y por el nexo que éste tiene con lo trascendente. La solidaridad, la entrega, la esperanza (por ejemplo) sólo cobran un verdadero significado en el amor, y el amor sólo viene de Dios. Cristo es el nexo, quien nos pone en contacto con la espiritualidad y el que asegura dos cosas muy importantes: nuestra condición de hermanos y hermanas, y el hallazgo de la libertad y de la felicidad como bienes inseparable del ser humano.

No hay dos vientos, ni tres, sino sólo uno que sopla a favor de la vida, a favor de la humanidad. Así sucede cada vez que las personas reaccionan contra la injusticia, o cada vez que nos unimos para socorrer, ayudar, o acoger. Tenemos una base de amor y de esperanza y, esto es, una ayuda al ser humano, una herramienta que le permite gestionar los tiempos buenos y los tiempos malos y que le permite enfrentarse al diario con confianza, optimismo y seguridad. No hay otra base como Cristo.


Aunque podríamos extendernos, hoy quisiera preguntarme ¿Dónde está mi base? Si sigue en pie o está deshecha, si está en perfecto estado o necesita obras, si sucumbe a los vientos de la actualidad o consigue alzarse por encima… 

viernes, 11 de septiembre de 2015

LUCAS 6, 39 LOS CIEGOS Y LA DIADA

LUCAS 6, 39 – 42: También les contó esta parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? El discípulo no está por encima de su maestro, pero todo el que haya completado su aprendizaje, a lo sumo llega al nivel de su maestro. ¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no le das importancia a la viga que tienes en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando tú mismo no te das cuenta de la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.




Creo que ni en el mejor de los casos podía, hoy, el evangelio coincidir tanto con la realidad y con la celebración que, cada once de septiembre, tenemos en Catalunya. Con sólo leer el pasaje uno puede imaginarse la situación política que vivimos entre gobierno central y opción independentista: la presión mediática, la inexistente inestabilidad entre catalanes y españoles, los casos recientes de corrupción que salpican al ciudadano… Parece como si desde las filas del gobierno central quisieran quitarnos, a los catalanes, la astilla. Hipócritas! Pues para justificarse ante la población utilizan la viga de la prensa, de la televisión, la presión judicial, las investigaciones y denuncias, las evasivas, al ejército o la provocación… y aunque mucho se ha escrito, lo cierto es que todo proviene de la misma chistera: ¿acaso puede un ciego guiar a otro ciego?

Lo importante para nosotros, que somos los que cada día tenemos que luchar, sudar, trabajar, comer y vivir, es saber (o aprender) a traspasar esa viga que la política, y el poder, pone en el ojo de cualquiera. Pero para ello hace falta claridad, hace falta empezar aceptando que delante de nosotros existe una gran viga: sea ideológica, sea religiosa, sea de raza, sea económica… con esa falta de visión el ser humano se aparta de lo que realmente importa, y prescinde de la realidad, de su percepción, para dejar que otros medios entren en su opinión, o decisión. Eso es ceguera amados, estamos no sólo atados de pies y manos sino que además no podemos ver, quizás pronto tampoco podamos oler, puesto que la oída también se halla contaminada.

¿Y qué ocurre? Bien, fíjense, estamos en el hoyo. Hace años que la sociedad estaba siendo preparada para caer en el hoyo y ahora, que algunos despuntan, habrá que aprender a salir de él, siempre que ustedes quieran (por supuesto). La crisis, la corrupción, la falta de oportunidades, el desempleo, la hambruna, la inmigración… menudo hoyo! Ahora, estén seguros de que esos ciegos que nos guían no viven dentro del hoyo y, además, si saben leer e interpretar verán que cada día se asoman para decirnos que nos dejemos, hermanos, quitar la paja del ojo.


Este once de septiembre es día de libertad y en el grito de la gente, en su reivindicación, no hay más que un momento en que parece que somos capaces de quitarnos la viga que ponen delante de nosotros, aunque sea un momento. Para algunos las reivindicaciones, o las manifestaciones, se han de prohibir. Tienen miedo. Tienen pavor a que ustedes recuperen la vista, el olfato, la oída, los sentidos. Si recuerdan, hace unos días leímos aquel pasaje en el que Jesús decía al sordo EFATA! ABRETE! Recuperen esa cita, ese pasaje, ese texto y llévenlo a su corazón y a su vida. Abran sus ojos!

Feliz Diada a todos.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

LUCAS 6, 32 AMIGOS Y ENEMIGOS

LUCAS 6, 32 – 36: ¿Qué mérito tienen ustedes al amar a quienes los aman? Aun los pecadores lo hacen así. ¿Y qué mérito tienen ustedes al hacer bien a quienes les hacen bien? Aun los pecadores actúan así. ¿Y qué mérito tienen ustedes al dar prestado a quienes pueden corresponderles? Aun los pecadores se prestan entre sí, esperando recibir el mismo trato. Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y serán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados.


No sé por dónde lo vean ustedes pero amar siempre tiene mucho mérito, sea a mis amigos o a mis enemigos amar es la mejor actitud entre todas las que puedo adoptar, escoger, en cualquier relación. Claro, amar a los enemigos es el “sumun” pero cómo no conformarse con amar a la familia, a los más cercanos, a los amigos… sin un amor no puede existir el otro, así que a pesar de que la máxima cristiana hable del amor a los enemigos hay que saber que contamos con la mínima, que es el amor a los amigos, para llegar a una gran obra a veces hay que trabajar las pequeñas y lo más minúsculo en el amor es devolverlo a quienes lo profesan. No hablamos del amor sexual, que tiene otras connotaciones y otras sensibilidades, sino del amor fraterno que vendría a ser algo así como un recuerdo del amor divino.

Digo recuerdo porque debemos saber que el amor divino es para todo el mundo, justos e injustos dice el evangelista, no hace acepción de personas, no es para los mejores, o para los sacerdotes sino que es para toda la creación a la que Dios hace de Padre amoroso. Es el ligamen primigenio de la humanidad, iguales, que debería acercarnos por el simple motivo de la existencia: si existimos juntos, si tenemos este gran privilegio de ser, pues amémonos, disfrutemos juntos del regalo, gocémonos de la existencia y hagámoslo en plenitud, sin rivalidades, problemas o causas. Quizás sea también no sólo recuerdo sino premonición, ¿quién dice que no vamos conduciéndonos para un final de amor?

Por tanto, hoy el evangelista vendría a decirnos que no perdamos más el tiempo en enfrentamientos, luchas, peleas, batallas, juicios, enfados… lo cual ejemplificaría a la perfección nuestro día a día, sino que nos invitaría a descubrir la dialéctica del amor, aquella que permita aproximarnos, acercarnos, conocernos, respetarnos… Un enemigo no es necesariamente un oponente, a veces sólo es un desencuentro, un mal entendido, otra dirección o algo desconocido, podríamos decir que en cuanto a enemigos, como en cuanto a amigos, hay graduaciones aunque una misma regla: el amor, si realmente queremos traspasar esa situación de distancia, de incomodidad, de molestia.

¿A quién le gusta vivir con enemigos? Es de lo más costoso: cuidado que no me cruce, vigila por si te dice, justo se me pone en frente, parece que lo hace adrede… Piensen que, al final, el mundo está dirigido a la reconciliación así que no nos merece la pena intentar vivir como si no tuviéramos que reconciliarnos y si no miren la historia, pues toda ella es un llamado a la reconciliación (aunque sea al final): pactos, tratados, disculpas, perdones, acercamientos… Al final todo termina en el encuentro y la vida se orienta hacia el amor, lo leemos en Juan, en Efesios, en la historia de la humanidad y tras el paso de las grandes guerras… y a no ser que seas un terrorista, o un integrista (hoy día se me confunden), es absolutamente innegable.


Piensen que la última llamada del ser humano va a ser siempre el amor, y esta es una gran certeza. Podríamos llevar el ejemplo al plano familiar, al plano espiritual, al plano personal y siempre acabaremos escuchando esa misma, y última, llamada de amor. No gasten su tiempo entre el desamor y la guerra vivan la plenitud de su existencia compartiendo el gozo de descubrirse entre tanta gente, entre tantos iguales. Aventúrense, conózcanse, convivan y finalmente amen, aunque sólo sea a uno, amen!

LUCAS 6, 20 BIENAVENTURADOS

LUCAS 6, 20 – 24: Él entonces dirigió la mirada a sus discípulos y dijo: «Dichosos ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece. Dichosos ustedes que ahora pasan hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes que ahora lloran, porque luego habrán de reír. Dichosos ustedes cuando los odien, cuando los discriminen, los insulten y los desprestigien por causa del Hijo del hombre. »Alégrense en aquel día y salten de gozo, pues miren que les espera una gran recompensa en el cielo. Dense cuenta de que los antepasados de esta gente trataron así a los profetas. »Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo!



Sea por Mateo, o sea por Lucas, encontramos este espacio que es un llamado a la dicha, a la felicidad, a darla (claro) y también a recibirla. Pero mientras escuchaba el comentario esta mañana, sentado, pensé que las bienaventuranzas deben tener diferentes lecturas sea en Oriente, Occidente, norte o Sur… no pueden tener la misma lectura en España que en Nigeria, o Monrovia, o en los campitos de República Dominicana, o en Siria, por ejemplo. Y es algo que me lleva acompañando desde hace un tiempo, que para nosotros es relativamente fácil afrontar estas bienaventuranzas mientras que para muchos, muchísimos cristianos (y no sólo cristianos) no. Quién es capaz de interpretar “felices los hambrientos”??

Todos tenemos gravado aquello de que: al final, todo acabará bien. Lo hemos leído, hablado, compartido e incluso experimentado, pero no es una certeza afirmar que todo tiene que acabar bien. Las bienaventuranzas pueden ser una verdadera utopía en aquellos países donde la miseria y la violencia forjan el diario de una civilización. Nadie debería pasar hambre, nadie debería tener que llorar y a nadie se le tendría que insultar, no desprestigiar por ninguna causa. El evangelista nos reclama gozo, nos pide alegría… es el argumento de un creyente, y de un creyente de los primeros siglos (no se olviden).

Hoy podríamos decir que las bienaventuranzas deberían ser un paso hacia la solidaridad: felices los que ayudan y felices los ayudados porque se aman. En nuestra actualidad no podemos decir: felices los exiliados porque encontraran refugio cuando tenemos a todo ese groso de población transitando por Europa, o hacia Europa; hay mucha hambruna que no será saciada, por lo menos en nuestro tiempo, y hay mucha infelicidad, provocada por la crisis económica y el apetito de bancos, gobiernos y lobys.

Las bienaventuranzas son la meta que todos deseamos alcanzar, o entregar, o satisfacer, o ayudar a llegar, pero las bienaventuranzas son a día de hoy un punto de reflexión para la Iglesia y para cualquier creyente, en general: hay que asegurarlas, hay que garantizarlas. No podemos predicarlas nunca más sino está en nuestra labor el luchar por su cumplimiento, el ayudar a su cumplimiento. Jamás relativicen ese “felices los que…” por respeto y por amor, no sean insensibles al momento que vivimos porque es tiempo de dolor y en tiempos de guerra sólo cabe luchar y luchar por la felicidad en este caso.


Ser bienaventurado es implicarse, mojarse, atreverse a tender la mano, a sacar el resto, a poner su grano de arena. No sé en qué otra clave hay que leerlas, compartirlas o interpretarlas sino a favor del ser humano, por eso no cesen y ayuden bienaventurados porque en su mano está que no haya hambre, ni llanto, ni insulto. 

lunes, 7 de septiembre de 2015

MATEO 1, 18 EMANUEL

MATEO 1, 18 – 23: El nacimiento de Jesús, el Cristo, fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José, pero antes de unirse a él, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto. Pero cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»  Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel» (que significa «Dios con nosotros»).



El nacimiento de Jesús narrado por los evangelistas, como su vida, sólo nos deja ciertos elementos relevantes para conocer aspectos de la vida de un padre, una madre, un hijo, de Dios y de la obra del Espíritu Santo. Para nosotros es relevante destacar el acercamiento, la comunión con el ser humano, de aquel Dios Altísimo, YWHW de los ejércitos. Dios traspasa su Omnipotencia para encarnarse en un ser humano, en todo como uno más de nosotros. Estamos casi ante la redacción de un nuevo Génesis en estos primeros versículos del evangelio de Mateo, atrás queda toda la teodicea del yahvista y del sacerdotal, lo que ahora cobra importancia es concebir a Dios con nosotros, del mismo modo que ese con nosotros será el preludio del Abba (“papá”).

María y José viven escenas distintas, aunque ambas se entrelazan cuando ambos ponen su confianza en Dios. Aprendemos mucho de una mujer superada por su concepción espiritual y de un marido, también sobresaltado, que opta por entregarse. La escena recoge la presencia del ángel, el mensajero, que ya sea en aparición o en sueño comunica aquello que viene de Dios. En su trasfondo vemos a un Dios que vela por el amor de los esposos, pues el mensaje no es de ruptura sino de reconciliación: Dios con nosotros, esta es la primera intención de Dios que nos expresa el evangelista, que nos trae el Testamento.

María y José traspasan su humanidad para convertirse en arquetipos en nuestro tiempo: firmeza, confianza, amor, compasión, acogida, perdón, fe… Como posteriormente será este Emanuel quien también será expresión de formas de humanidad: generosidad, sacrificio, libertad, entrega, fe, decisión… El evangelio tiene todas las herramientas para que cualquier persona pueda sentirse identificada, incluso para descubrir nuestros anhelos, o como un “tipo” de ser. Durante siglos se ha pretendido hacer de esta familia judía una forma de familia universal, y quizás hoy (lamentablemente) vivamos en un tiempo en el que faltan muchas María y también muchos José.

Cuando un matrimonio se rompe, cuando aflora una mala relación, cuando no hay amor entre padres e hijos, cuando se pierde el interés… hay que regresar al evangelio para meditar sobre esta imagen: que Dios no viene a romper el amor del ser humano, sino  a ser fruto de él. Sabemos que no vino a decir que no hubiera dificultades, problemas, momentos, porque ya los hubo entre José y María sino que para todo podemos poner nuestra confianza en Dios porque Él está con nosotros.


El nacimiento de Cristo tiene de profético, de poético, de divino y de espiritual, de histórico… También tiene algo de nosotros mismos que venimos a ser “con nosotros”: cuando un pequeño nace, vemos, viene a ser “con nosotros”; cuando llega un nuevo miembro, también viene a ser “con nosotros”; y cuando algo llega a nuestra vida, también será “con nosotros”. 

LUCAS 6, 6 LA MANO PARALIZADA

LUCAS 6, 6 – 11: Otro sábado entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada; así que los maestros de la ley y los fariseos, buscando un motivo para acusar a Jesús, no le quitaban la vista de encima para ver si sanaría en sábado. Pero Jesús, que sabía lo que estaban pensando, le dijo al hombre de la mano paralizada: —Levántate y ponte frente a todos. Así que el hombre se puso de pie. Entonces Jesús dijo a los otros: —Voy a hacerles una pregunta: ¿Qué está permitido hacer en sábado: hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla? Jesús se quedó mirando a todos los que lo rodeaban, y le dijo al hombre: —Extiende la mano. Así lo hizo, y la mano le quedó restablecida. Pero ellos se enfurecieron y comenzaron a discutir qué podrían hacer contra Jesús.



El sábado representa en este pasaje un momento determinado de cumplimiento en la vida del judío piadoso. Un momento que no puede romperse, que debe cumplirse, que hay que acatar incluso más allá de la posibilidad de hacer bien en ese instante. Este sábado sujeta al ser humano, lo paraliza, lo retiene… pero la vida no puede guardarse, el tiempo no puede atascarse y sea el día que sea ocurren cosas: buenas o malas. Sábado puede ser cualquier situación en la que no se quiere la acción del ser humano: Hungría es a día de hoy un sábado; el bloqueo de EEUU sobre Cuba, por ejemplo, también ha sido otro sábado; la huella del narcotráfico en cualquier rincón del planeta es, nuevamente, un sábado; la guerra en Ucrania, viendo la mano paralizada de la Unión Europea… En todos estos ejemplos se pone, además, en entredicho la posibilidad de hacer el bien.

¿Qué está permitido hacer en sábado? No me atrevería a contestar rápidamente. De momento quizás tendríamos que preguntar: ¿A quién le está permitido hacer algo en sábado? Sí, sabemos que en sábado se permite iniciar conflictos si hay petróleo por el medio; si hay gas, también podemos pisar el sábado; lo pueden hacer China, EEUU, Rusia, Alemania o Inglaterra; en sábado se permite bombardear si eres de un grupo islámico, o si estás entre Israel y Palestina; los sábados llegan las drogas, las armas, la prostitución infantil y los abusos; también las grandes empresas pueden seguir explotando en sábado… Diríamos que el sábado abarca muchas cosas, pero lo que no pueden, lo que no deben y lo que no se permite hacer en sábado es el bien. Claro, recuerden, también está permitido acusarles.

El evangelista nos insta a ser como Jesús, porque lo verdaderamente valiente en este momento es hacer el bien: hacerlo y rehacerlo, sin cesar. Se imaginan que harían en África si diéramos movimiento a su mano paralizada? O qué ocurriría restableciendo el comercio justo, la banca solidaria y las energías alternativas? O y si restableciéramos al ser humano, devolviéndole identidad, dignidad y libertad?

Recuerden al doctor Galán en Colombia, a Martin Luther en EEUU, a Ghandi, a Casaldaliga en Brasil, por ejemplo. A todos les llegó la acusación por hacer bien en sábado, por molestar al poder en sábado, por restablecer al ser humano en sábado. El camino es ese, molestar, incordiar, pelear y ganar a quienes nos establecieron el sábado para que no hiciéramos nada. Todos tenemos la experiencia de encontrarnos con todo cerrado, sin un alma en la calle, con las persianas bajadas, sin actividad… No se dejen llevar por esa pauta, sería como detener el corazón y si dejara de palpitar moriríamos, aunque quizás ya hemos muerto un poco.


El fin del evangelio tiene que ver, un poco, con esto de restablecer al ser humano, con Dios. Y para reconciliarlo hay que enfrentarse al sábado, sea que me absuelvan o que me acusen no tengo temor.

domingo, 6 de septiembre de 2015

MARCOS 7, 31 ABRIRSE AL MUNDO

MARCOS 7, 31 – 37: Luego regresó Jesús de la región de Tiro y se dirigió por Sidón al mar de Galilea, internándose en la región de Decápolis. Allí le llevaron un sordo tartamudo, y le suplicaban que pusiera la mano sobre él. Jesús lo apartó de la multitud para estar a solas con él, le puso los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Luego, mirando al cielo, suspiró profundamente y le dijo: «¡Efatá!» (que significa: ¡Ábrete!). Con esto, se le abrieron los oídos al hombre, se le destrabó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más se lo prohibía, tanto más lo seguían propagando. La gente estaba sumamente asombrada, y decía: «Todo lo hace bien. Hasta hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»



Bien, estamos ante la cuarta etapa de nuestro propósito de nuevo curso: abrirnos. Abrirnos, primero, a la realidad, a nuestro diario, a las cosas que nos son cotidianas, a las necesidades que existen en nuestra casa, en nuestro barrio, en nuestra ciudad. Nos abrimos a lo que es más nuestro: la familia, pues es momento de iniciar un camino en el que va a ser necesario conocernos, amarnos, apoyarnos y sincerarnos, dando a conocer nuestros anhelos, nuestros temores, y lo que amamos (que siempre hay que decirlo, no se da por supuesto); en segundo lugar nos abrimos a la historia, al momento actual y preciso que nos toca vivir y a todo lo que sucede desde Pekin a Canadá, nos abrimos a esta crisis de la economía, de la religión y de la persona que atraviesa nuestra propia vida y a las necesidades que debemos cubrir: erradicar el hambre, detener la venta de armamento, desnuclearización de los países, aprovechamiento de las energías limpias, el problema económico… Y por último, y en tercer lugar, nos abrimos al cosmos, y esto es abrirnos a nuestra pequeñez, a ver lo diminutos que somos en el vasto universo, oscuro y frío. Somos unos arrogantes que dicen salir a la conquista del espacio, pero no somos capaces de conquistar, primero, el corazón. La cosmovisión nos permite ver con humildad qué papel juega la humanidad, cuántas cosas se nos escapan, o cuántas son realmente inaccesibles. El ser humano es pequeño, pequeño, pequeño.

Ya saben, abrirse también equivale a cualquier faceta, función, o terreno de la vida. Es aplicable a la política, pues ante los casos de corrupción, cada vez más comunes, no cabe sino levantarse en contra, limpiar la cúpula, renovar las cámaras; existe también en materia bancaria, pues a los bancos hay que exigirles ya otro tipo de interacción con el mundo y con los seres humanos, se acabaron las economías invasivas, la usura, los intereses de demora, dejar recibos como el de luz o agua impagados, o cobrar porque el usuario no tiene un duro y aunque no le pasemos la luz le pasaremos el mantenimiento de la libreta. Obviamente hay que aplicarlo a los agentes sociales: abrirse significa dejar de enriquecerse a costa de las subvenciones y de las listas del paro, de los cursos fantasma… y significa comenzar a decirle a los poderosos que ya no se mueve a nadie de su hogar.

Abrirse, hay que hacerlo ante las riadas imparables que huyen de los lugares de guerra, aunque esto  no viene de hoy sino que viene de cuando les habilitamos esa especie de campamentos, de zonas de guerra, de campos de concentración en los que estaban confinados, desde los saharauis a los palestinos, los indios o los sirianos…


Abrirse a la experiencia de Dios, que pacifica, que comunica amor, que nos hace escuchar, que nos allega a la realidad, que nos permite decidir…. Jesús quiere abrirte hoy la oída, para que escuches de qué se habla en el mundo, de qué habla el ser humano, y qué quiere decirte el Padre ante esta actualidad convulsa. Nuestro cuarto estadio abre el corazón, los oídos, la mente y las manos: para sentir, para escuchar, para pensar y para actuar.

sábado, 5 de septiembre de 2015

LUCAS 5, 1 ENTRE EL SABADO Y EL HAMBRE

LUCAS 6, 1 – 5: Un sábado, al pasar Jesús por los sembrados, sus discípulos se pusieron a arrancar unas espigas de trigo, y las desgranaban para comérselas. Por eso algunos de los fariseos les dijeron: —¿Por qué hacen ustedes lo que está prohibido hacer en sábado? Jesús les contestó: —¿Nunca han leído lo que hizo David en aquella ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios y, tomando los panes consagrados a Dios, comió lo que sólo a los sacerdotes les es permitido comer. Y les dio también a sus compañeros. Entonces añadió: —El Hijo del hombre es Señor del sábado.



La actualidad podría llevarnos a representar en esta parábola lo siguiente: que los discípulos que arrancan espigas para comer son éstos inmigrantes que desean acceder a un futuro y que los fariseos, por hacer una similitud, son desde el trayecto a recorrer (entre pateras, naufragios y mafias organizadas) o los países a donde llegan, o la misma Unión Europea. Pero no sólo debemos quedarnos aquí sino que esos discípulos de Jesús que tienen hambre son todas aquellas personas que en nuestro país, en nuestra ciudad, no tienen acceso al trabajo o a la vivienda (ni a la comida) y que los fariseos, o los maestros de la ley, son desde los gobiernos, los lobbys, o la banca que rápidamente quieren lanzar la hipoteca, o ejecutarla… Así, mientras el mundo gime resulta que tenemos a estos ortos implacables que quieren aparentar ser lobos con piel de cordero.

Los campos de trigo son los recursos, la comida, el agua, la electricidad, la vivienda, o el futuro y estos campos garantizan la supervivencia del ser humano; los fariseos, estos poderes, recriminan a la humanidad su deseo de acceder a los recursos, tienen capacidad para limitar, para quitar o para recortar y así nos dejamos conducir año tras año, si el sábado es de alguien será porque es de ellos. Jesús, y el evangelista, llevan más de dos mil años recordándonos que no hay mayor poder que el de Dios, y que lo que Dios quiere es la plenitud y la felicidad del ser humano por tanto, que el sábado se hizo para el hombre y la mujer y no al ser humano para el sábado.

Pero no ocurre así, ¿cierto? Somos esclavos de muchas cosas, de muchos poderes, y somos esclavos de nuestra falta de iniciativa, de reivindicación, de pelea o de lucha: dejamos que nos roben la cartera. Que sube la luz, vale; que sube el transporte público, venga; que recortan los salarios, de acuerdo; que nos ahogan los impuestos, qué le vamos a hacer; que nos echan de nuestras casas, haber pagado; que no se ayuda a los refugiados, no es mi problema… La verdad es que podría seguir y seguir y seguir.
¿De quién es el sábado?

Amados y amadas hay que empezar a despertar, es el tercer propósito del año: si el primero es enseñar y el segundo es curar, ahora hay que despertar porque al ser humano le han robado el sábado. Se lo han robado!! Mientras en el hemiciclo siguen reuniéndose con traje y corbata + menú de 30€ + coche + escolta + pensión vitalicia + …  el resto de la humanidad se debate entre la vida y la muerte. ¿Acaso no es momento para que nos regresen el sábado?¿Acaso necesitamos más para salir a la calle?


Vayan a la calle, pasen por sus prados y cojan las espigas y coman, coman. Hay que salir de la cama, lavarse la cara, vestirse y despertar. Despertar!!!!

viernes, 4 de septiembre de 2015

LUCAS 5, 36 VINO NUEVO Y ODRES VIEJOS

LUCAS 5, 36 – 39: Les contó esta parábola: —Nadie quita un retazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. De hacerlo así, habrá rasgado el vestido nuevo, y el retazo nuevo no hará juego con el vestido viejo. Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino nuevo hará reventar los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán. Más bien, el vino nuevo debe echarse en odres nuevos. Y nadie que haya bebido vino añejo quiere el nuevo, porque dice: “El añejo es mejor.”



El evangelista nos sitúa hoy ante un buen ejemplo que utiliza para referirse a la doctrina de Jesús en contraposición con la doctrina de los fariseos, con los que viene discutiendo, e incluso con la de los discípulos de Juan el Bautista: el vino del Padre no es el vino de los hombres, la Palabra de Dios no son nuestras leyes. Pero si bien una cosa son las doctrinas, otra cosa muy distinta sucede en el global de nuestra vida y es que vino nuevo y vino viejo terminan por mezclarse, ya sea por tradición, por herencia, por educación o por el motivo que sea. Lo hemos visto en cualquier transición, en el paso de los setenta a los noventa, de la religiosidad a la secularización, del Holocausto a la acogida de refugiados… El mundo es el ejemplo perfecto de un odre viejo que contiene vino nuevo, y de un vestido nuevo, rasgado, que a veces se remienda.

Nosotros somos odres viejos, en nuestro interior conviven muchos tipos de vino, desde el más joven al añejo, desde el que está agriado al mejor, un único cubículo, una sola barrica capaz de contener diferentes líquidos e incluso capacitada para terminar con unos y renovarse con otros. La clave, diríamos, está en saber vaciarse o aprender a vaciarse porque es necesario desprenderse de todo mal, de toda avaricia, de toda ira, de todo ego para llenarnos de Dios, de amor a los demás, o de generosidad, por ejemplo. Esa es la fórmula ideal para todo hombre o mujer que quiera vivir en libertad, vaciarse de toda regla, de todo prejuicio, de toda doctrina, de toda opresión. Vaciarse, sabemos, también es como el preámbulo para llegar a lo espiritual, desprenderme de lo físico, de las riquezas, de mis seguridades. Hay que aprender a vaciarse.

Pero no siempre es posible, y no tiene que quitarnos el sueño cuando vino viejo y vino nuevo deben convivir. Nos pasa en la vida conyugal, en la vida de pareja, en las relaciones unos y otros. Hay discusiones, disputas, diferencias, posiciones, normas, tradiciones… lo de siempre no sabe acoger a lo nuevo, y lo nuevo quiere imponerse a lo de siempre. Y cuando eso ocurre en toda comunidad se vive un tiempo de agitación, y se derrama vino viejo y se derraman vino nuevo, y marcha gente (nueva y vieja). Lo podemos ver en el ámbito civil, en el ámbito político, en el ámbito económico y mucho más en el ámbito tecnológico, que aunque se renueve el vino y los odres siempre resta alguno antiguo, viejo, tradicionalista, obsoleto… Hay un viejo reclamo que dice: renovarse o morir.

Cristo diría: hay que morir a lo que somos cada día, en cierta manera hay que saber vaciarse para que cada día entre, en nuestro interior, nuevamente ese aire, ese vino, ese Espíritu del Señor. Lo mismo diría a las instituciones, en especial a la Iglesia, con sus odres rotos y sus vestidos viejos repletos de remiendos: vacíense! No queremos una iglesia repleta de egos, de autoridades, de intransigentes, de inmovilistas… No queremos odres por los que no pasa el vino de la vida, el vino de la historia, el vino de la humanidad.

Hoy resulta paradójico que aunque vamos a iglesias vacías, uno siempre las encuentra llenas, pero hay que saber leer el tiempo que vivimos, ver lo evidente, que ese vino está picado, agria, disgusta, que hay que vaciarlo, lavarlo y volverlo a llenar.


En estos últimos tiempos el mundo ha mostrado sus demandas, sus deseos, su oración (si quieren llamarla) ¿y las instituciones? Por qué me da que cada vez veo a más costureras, y más hilo, y más coderas y rodilleras.