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sábado, 31 de diciembre de 2016

JUAN 1, 35 TU ERES

Juan 1, 35 – 42:  Al día siguiente Juan estaba de nuevo allí, con dos de sus discípulos.  Al ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo: —¡Aquí tienen al Cordero de Dios! Cuando los dos discípulos le oyeron decir esto, siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: —¿Qué buscan? —Rabí, ¿dónde te hospedas? (Rabí significa: Maestro.) —Vengan a ver —les contestó Jesús. Ellos fueron, pues, y vieron dónde se hospedaba, y aquel mismo día se quedaron con él. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que, al oír a Juan, habían seguido a Jesús. Andrés encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: —Hemos encontrado al Mesías (es decir, el Cristo). Luego lo llevó a Jesús, quien mirándolo fijamente, le dijo: —Tú eres Simón, hijo de Juan. Serás llamado Cefas (es decir, Pedro).



En términos rabínicos, seguir a uno quiere decir ir a su escuela, de ahí que se dirigieran a Jesús como Rabí, que significa maestro, aunque no necesariamente implicaba el hecho de tener una formación religiosa sino el mero hecho de tener discípulos. En este pasaje, Andrés y otro dicípulo, del que no sabemos el nombre, transitan de una escuela a otra, de la doctrina del Bautista a la Jesús. No sabemos mucho de qué paso entre estos dos discípulos y Jesús mas que la invitación del Cristo y el hecho que les hospedó. En cualquier caso, estos encuentros con Jesús son ciértamente importantes para el evangelista.

Hoy pensaba en la importancia que siguen teniendo estos encuentros con Jesús y en cómo se acercan, porque la realidad de la sociedad de entonces, religiosa, no tiene que ver con la verdad de ahora, secular. Aunque si bien hemos ido, por lo general, cogiendo distancia con la religión sigue habiendo muchas comunidades que trabajan a favor del Cristo.

Algo especial pasó aquel día entre Jesús y los dos discípulos de Juan: la novedad, el primer encuentro, la sorpresa, la emoción, la mesa compartida y finalmente ya estás en casa. Perfectamente podría ser la primera catequesis, pues a fin de cuentas compartieron el evangelio y partieron el pan. Lo más natural entre los cristianos que nos reunimos en torno a Jesús, ¿verdad? Algo que permanece inmutable a pesar de los siglos y que muestra a Cristo como experiencia de vida.

Pero este primer encuentro conlleva algo más, y es el conocimiento íntimo de las personas, cuando Jesús se dirige al hermano de Andrés y le dice: Y tú, eres Simon, hijo de Juan. Es la misma experiencia que tengo hoy cuando puedo decir: Y tú eres. Porque hemos pasado a formar parte de una misma comunidad de Amor que nos permite intimidad pero que también nos da identidad, la misma que nos dio Jesús cuando nos llamó a cada uno. Una identidad, que veremos más adelante, luego permitirá que se abran los cielos y se escuche la voz del Padre diciéndonos: tú eres Hijo amado, en ti me complazco.

viernes, 30 de diciembre de 2016

MATEO 2, 13 AÑO NUEVO


MATEO 2, 13 - 15. 19 - 23: Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.» José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto.» Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño.» Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría Nazareno.


ME he propuesto no ser demasiado crítico porque, en definitiva, lo mejor de cerrar un año y de empezar otro sigue siendo poder hacerlo con las personas que uno quiere. Quizás cada vez sean más, quizás sean menos… pero lo importante de estas fechas que cierran y abren proyectos pasa porque en nuestrd, corazón sigue cultivándose el amor, la amistad, la compasión, el deseo de acogida… y las ganas de seguir luchando por un mundo más justo, más solidario, más equitativo y más del Reino, que finalmente es lo que deseamos llevar a la vida en este mundo extraño y convulso.

Este 2016 nos deja multitud de conflictos, guerras por doquier, peleas de poder, crisis económicas que se agravan, políticas corruptas, el Brexit… Por no hablar de nombres propios que noshan acompañado en las noticias de este año que, siendo de la misericordia para muchos, ha sido un año de fragilidad.

No nos desalentemos porque esta fragilidad del mundo puede conducirnos hacia Belén, donde nace un Salvador también en el seno de una familia débil, como la humana. Porque cada vez que la historia parece quebrarse los cristianos guardamos una singular esperanza y es que Dios, lejos de desampararnos, siempre tiende a actuar en la historia. Y Si no lo viéramos estaríamos ciegos, o correríamos con un mal pesimismo atendiendo a las urgencias de la vida de mala manera, como queriendo sacárnoslas de encima… y eso estaría mal.

Terminó en año de la misericordia, pero empieza otro para “misericordiar”. Que este año que empieza hallemos aliento, fuerza, esperanza, ánimo, gozo, luz y amor. Para que encontrando estos tesoros podamos, también, dirigirnos a la vida para compartir esos pedazos de Reino en las realidades que nos rodean, o que nos tocan.

Que tengan tod@s un FELIZ 2017!

miércoles, 28 de diciembre de 2016

MATEO 2, 13. LOS INOCENTES



Hoy recordamos un pasaje bastante oscuro del evangelio, que tiene su eco a diario (y su repercusión) a pesar de tener ya más de 21 siglos de entendimiento para cesar de una vez tanta violencia, tanto sufrimiento. En este último año vemos como mueren inmigrantes que escapan de los conflictos de sus países en las costas de Grecia; vemos la penuria de la guerra de Ukraina, hoy ya caída casi en el olvido; observamos la escalada de violencia en nombre del Islam; asistimos al empobrecimiento de la ciudadanía, al espectáculo de los desahucios…; Somos espectadores del ataque de los drones, de los bombardeos en la noche de Oriente… Y podríamos citar y citar situaciones en las que repetimos aquella matanza de inocentes, pero con los inocentes de hoy.

¿Dónde está el límite? ¿Cuándo será que reaccionaremos los seres humanos contra los dirigentes, contra el terrorismo, o contra los intereses de estos lobbies…? A qué tenemos que esperar si es evidente que cada día hay más desigualdad, menor crecimiento, peor educación, insuficiente sanidad, menos recursos y casi una promesa de extinción de las pensiones? Los que no son ya inocentes del siglo XXI que sepan que son los próximos, porque a este ritmo hay que ser conscientes de que todos, de un modo u otro, vamos a ser como inocentes a quienes la espada del poder cortará en algún momento.

Alguien dijo que los relatos del evangelio los tenemos para nuestro crecimiento, y para aprender a no repetir lo que sucede, a no llevar a nadie otra vez a una cruz, a no volver a tirar piedras a nadie con juicios livianos, a no herir al hermano… El evangelio es una llamada al amor, y al amar a todos y a todas, y a través del amor un camino hacia Dios, quien anhela que lleguemos a Él. ¿Y no basta?


Que terminen estos episodios de hambre, de codicia, de destrucción, de soberbia, de separación, y que se unan las personas de todo el mundo que buscan la paz, la solidaridad, la igualdad, la fraternidad… Este año ya termina, y no estamos a tiempo de frenar la maquinaria del poder. Que guardemos el mismo ánimo en este 2017 como otro año de misericordias en la búsqueda del don de la vida querida por Dios.

lunes, 26 de diciembre de 2016

MATEO 10, 16. SAN ESTEBAN

MATEO 10, 16 – 22Los envío como ovejas en medio de lobos. Por tanto, sean astutos como serpientes y sencillos como palomas. »Tengan cuidado con la gente; los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. Por mi causa los llevarán ante gobernadores y reyes para dar testimonio a ellos y a los gentiles. Pero cuando los arresten, no se preocupen por lo que van a decir o cómo van a decirlo. En ese momento se les dará lo que han de decir, porque no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por medio de ustedes. »El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo. Los hijos se rebelarán contra sus padres y harán que los maten. Por causa de mi nombre todo el mundo los odiará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo.


Resulta inevitable tener que hablar de todas las veces en los que aunque la cristiandad habló, no lo hizo el Espíritu. La historia de la humanidad ha sobrevivido a la palabra del ser humano, aunque ha costado sangre, derrotas, calamidades… que incluso ahora mismo siguen siendo motivo de disculpa. Que malo es mandar cuando el poder se utiliza para maniatar la cultura, la música, la palabra… Siempre hemos estado al arbitrio de los poderes fácticos, sean políticos, económicos o religiosos y los años que corren se añaden al dominio de esos pocos que dicen qué creer, qué comprar, cómo gastar, o qué leer y qué escuchar, incluso a quién amar.

Hablar con entendimiento o poseer don de palabra no lleva impreso en ninguna manera en sello del Espíritu. Hay grandes oradores, sabias, letradas, licenciados, representantes y dirigentes, los que para nuestro tiempo copan los lugares de los profetas, evangelistas, apóstoles… porque hemos pasado de seguir a Dios para alistarnos en las filas del poder humano. Algunos se gustan mandando, a otros les gusta que les manden; la sociedad sigue partida, y esta partición se esconde aún bajo algo llamado intención para que quienes hablen tengan el poder de convencer con toda clase de artimañas (televisión, radio, mítines…), porque seguimos sin leer, sin escuchar música, sin poesía, sin cultura.

Nos asombramos ante un gran signo: fijaos, aquel ha hecho, aquella ha dicho; nos conformamos con lo que nos han dado, con el plato que nos toca, estamos llamados a proseguir el orden del mundo, aunque no el orden de Dios. Seguimos a la iglesia, a los pastores, a los pontífices, a los telepredicadores, a los magos… muchos de ellos/ellas tampoco hablan por el Espíritu.

¿Y cómo atender, pues, cómo saber quién habla, quién domina, quién señorea?

Todo lo que pasa por el amor conduce a Cristo, y por esa conducción hay esfuerzo, dedicación, entrega, gratuidad, libertad, coherencia, consentimiento, hermandad, cariño, aliento y diferencias; así pasa que todo lo que el Espíritu dice también por el filtro del amor. El paso siguiente es que por el filtro del amor también pasa la humanidad, y aquí nos desviamos (o nos quieren desviar).


Estamos llamados a redirigir el camino, el oído, la mirada y devolvernos al filtro del amor. Si la política, las escuelas, la información, la economía, las religiones, la filosofía, la mecánica… pasa por el amor escucharemos, al fin, algo del Espíritu

domingo, 25 de diciembre de 2016

JUAN 1, 9. CELEBRACIONES

JUAN 1, 9 – 14: La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.



Estamos en este carrusel de celebraciones que nos van a llevar de una mesa a otra y de un ambiente a otro. Tendremos ocasión de comer, de charlar, de beber, de estrechar manos, de abrazarnos, de cantar… incluso de discutir, porque ni entre las fiestas más entrañables nos escapamos de lo que somos, de quienes somos. Es curioso este pasaje, programado para mañana, pero que nos sitúa en el ámbito de nuestra llegada al mundo. No estamos en Belén, ni en el pesebre… pero el evangelista nos lanza un órdago: que todo viviente es iluminado por la Luz verdadera desde su nacimiento. Si ayer veíamos como en la eternidad ya somos nombrados por Dios, hoy descubrimos (a las puertas de la navidad) que también somos iluminados, guiados, por Cristo.

Ante esta luz que ilumina podemos optar por dos posiciones: una de vida, otra de “muerte”, entendiendo no la muerte física sino estas otras situaciones que son contrarias a la vida, que nos separan de ella. Si adoptamos una postura de vida, elegimos situarnos en la alegría del existir, en el gozo de convivir, en la esperanza del amor y nos abrimos al mundo y a todo lo creado, siendo más sensibles, más solidarios, más justos, más compasivos… Si elegimos “morir”, al contrario.

Hay una tercera opción, que se coloca dentro del ámbito de muerte y que es elegir “matar”, cuando traspasamos nuestra posición ante la vida para, directamente, perjudicar, señalar, y tratar de posicionar a otros en esa misma posición mortal. Esto ocurre cuando por nuestra intransigencia rechazamos a la persona, le negamos los sacramentos, les impedimos la celebración, o les decimos que no pueden venir a la Iglesia (que es cuerpo de Cristo). Aunque también lo hacemos cuando permitimos, en la vida social, la mala praxis de los bancos, los desahucios, o cualquier situación de desigualdad laboral… Así, sea por acción o por omisión, el mundo puede vivir en luz, o puede elegir hacerlo en tinieblas.

Pero todos, y todas, nacemos en luz, iluminadas (/os), y nuestra reflexión debería partir de ser conscientes, como cristianos, de no apagar ninguna de estas luces que vienen, o que ya han venido, o que están por venir, pues en ellos está la morada de Cristo. Que podamos hoy, víspera de Navidad, recapacitar sobre nuestra posición en la vida, si a favor de ella o en contra. Si estamos a favor de la vida, que podamos afianzar nuestra elección, mejorarla, darle intensidad… Si elegimos vivir, también, que podamos llevar esa luz a las tinieblas, a quienes no oyen, ni ven, quizás ni conocen el dolor que están haciendo.

Feliz navidad a tod@s, feliz encuentro con este naciente que salva.

sábado, 24 de diciembre de 2016

LUCAS 1, 57. NOCHEBUENA


LUCAS 1, 57 – 66: Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan.» Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre.» Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. El pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?» Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él.


Generalmente, en los nacimientos, se sucede esta escena en que todo el mundo tiene algún nombre para el pequeño: que si el del abuelo, el de la bisabuela, el que le parece a las hermanas del padre… que se suman al ingenio de los padres de la criatura que también tienen algo que decir al respecto. Vaya lío! Y muchas veces, cuánta discusión! El pasaje de hoy nos añade un nuevo elemento a esta cosa de poner el nombre y es que, además de la familia, los amigos, los padres…, Dios también tiene un nombre para cada uno de nosotros. Es decir, que antes que nos nombren en la tierra, ya somos conocidos por Dios y según este conocimiento sobrenatural, enviados, nacidos, entregados a la vida para algo muy especial. De ese modo, podemos decir, que la mano de Dios está desde siempre con cada uno de nosotros.

Claro, de todos nosotros, seamos o no cristianos, vivamos o no en pecado, seamos más o menos altos, bajos, flacos, gordos, guapos o feos. Este nombre con que Dios nos llama tiene el mismo valor, la misma calidad, y vierte el mismo Amor para cada persona que vive, vivió o vendrá a vivir en este mundo nuestro, aunque después las circunstancias de cada cual nos conduzcan de una u otra manera.

Esta ligazón primera con el Creador, este vínculo especial con que somos llamados y amados por Dios, Isabel y Zacarías lo prolongan en vida de su niño, porque su corazón ha sido iluminado de manera profética. Esto conlleva que aquello que Juan ya era, en esencia, podrá llegarlo a ser, en forma (o en persona). Del mismo modo, padres y madres, nuestro cometido no es sólo el de procurar una educación, un bienestar, una alimentación… a nuestros hijos e hijas, sino también el de procurar ligar (de alguna manera) aquel nombre con el que somos conocidos por Dios y que está gravado en el corazón. Por tanto, hay todo un trabajo de sensibilización espiritual para descubrir el nexo, la misión y el llamado de cada uno no aquí, sino en Dios.


Esto, pues, implica algo más de lo que son las obligaciones, los deberes, la comunicación, o todo aquello que podamos dar a nuestros hijos. Porque si no los conocemos como son conocidos por Dios, nuestra lengua siempre estará sujeta, y seremos como este Zacarías mudo, cuyas palabras, actos, vida… no se escuchan. 

Que aprendamos a descubrir ese primer nombre de amor desde el que somos creados.

jueves, 22 de diciembre de 2016

LUCAS 1, 39 ISABEL Y MARIA

Lucas
1, 39 - 56: En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.» María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.


Cuando leo este estallido de felicidad y alabanza que surge del encuentro de la visitación no puedo dejar de pensar que este pasaje deberíamos extrapolarlo, más frecuentemente, a nuestra realidad, a nuestra actualidad, porque existen lugares, hay personas, que no sólo necesitan ser visitados sino que también están huérfanas de esta felicidad que mana del corazón y los vientres de las dos mujeres.

Piensen, quiénes fuimos nosotros para que Dios se acordara de nosotros? O quienes para que nos visitara la madre de mi Señor? O su propio Hijo? Y, entonces, quiénes somos nosotros para no llevar esa misma actitud de encuentro a quienes lo necesitan? O acaso no hubo alegría y alabanza cuando fuimos hallados?

A nosotros nos corresponde, hoy, ponernos a caminar como lo hizo María hasta llegar a casa de su pariente; nos toca llevar en el vientre la Buena Noticia del Evangelio, que transforma los corazones; nos ocupa el trabajo de ir al encuentro del otro como Dios salió al nuestro propio. A nosotros nos corresponde iniciar un viaje, una peregrinación, cuya bandera es la alegría, la alegría de comunicar vida, esperanza, amor… Y para ello todos y todas llevamos una preciosa semilla en el vientre.

Isabel proclama un cántico, una alabanza y una bendición. Qué importante, que podamos llevar adelante un testimonio que termine también así. Que quien nos reciba se contagie de esta alegría del evangelio para cantar y alabar y que nosotros nos podamos quedar también un tiempo con él, con ella. Hoy más que nunca la tierra necesita ser un poco como Isabel y nosotros, los cristianos, un poco como María.


Preparen su bolsa, el asno, el bastón, aseguren el trayecto, programen las paradas que sean necesarias y vayan al camino, al otro lado, como necesitándonos, nos espera Isabel.

martes, 20 de diciembre de 2016

LUCAS 1, 34 COMO QUIERAS

LUCAS 1, 34 – 38: —¿Cómo podrá suceder esto —le preguntó María al ángel—, puesto que soy virgen?  —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Así que al santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios. También tu parienta Elisabet va a tener un hijo en su vejez; de hecho, la que decían que era estéril ya está en el sexto mes de embarazo. Porque para Dios no hay nada imposible. —Aquí tienes a la sierva del Señor —contestó María—. Que él haga conmigo como me has dicho. Con esto, el ángel la dejó.


Hay una correlación entre dos mujeres en las que Dios obra a pesar de su infertilidad, Sara y Elisabet, y esta otra mujer que va a acoger el milagro de la encarnación. En este misterio hay una renovación en esta concepción de crear o de dar a luz al Verbo divino. Si en el principio Dios creó con la Palabra, ahora no podía sino crear con ese mismo Verbo la salvación de los hombres.

Para Dios no hay nada imposible, aunque nadie tiene la certeza de su actuación. ¿Cómo opera Dios? Pues quién sabe, no tengo duda de que Dios opera a través de muchas cosas: de sus hijos, de sus hijas, a través de la creación… y aunque su obra es visible, lo imposible que dice este ángel a veces se me queda como en un deseo y ya. Entonces pienso cómo respondo yo ante esta condición impredecible de la vida y dónde queda Dios en medio de tanto sufrimiento, cuando la frondosidad de la vida se va secando y finalmente se estruja. Como Job, no salgo de mi estupor y la experiencia del don de la vida, que se da en el albor de la muerte, se me da, pero también se me arranca.

El sufrimiento es indecible, no hay ningún saber de Dios que nos lleve al consuelo o al saber de Dios, quizás no haya sentido. Y para Dios no hay nada imposible y es en este misterio cuando más presente se hace el Señor, porque la irrupción de Dios en el hombre también sucede dentro de nuestros egiptos. Y en aquella tierra de esclavitud y mortandad hubo por mucho tiempo sufrimiento hasta la liberación del éxodo, pero no por ello puedo decir que para que vengan bienes primero debe haber males. La vida es un feliz y extraño acontecimiento.


En esta oración somos como María, y es que cuando me dicen que Para Dios no hay nada imposible, sé que Él hará conmigo como diga. Aquí, pues, está tu siervo.

viernes, 16 de diciembre de 2016

JUAN 5, 31 TESTIMONIO DE VIDA

Juan 5, 31 - 47: En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: - «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios?


El evangelio de Juan nos presenta toda una serie de discursos que quieren llevarnos hacia el reconocimiento de la identidad divina de Jesús. Jesús aparece como el único revelador del Padre, al que nadie ha visto sino Él. Y para el evangelista es importante remarcar la primacía de Jesús sobre el Bautista ya que su comunidad, la joanica, vivía también (por lo menos en algunos momentos) junto con la bautista, sólo hace falta recordar que el propio Jesús o algunos de los discípulos también lo fueron, almenos inicialmente, del hijo de Zacarías. Por eso, el Bautista sólo puede hacer la función de precursor del Cristo, de anunciador del Mesías. Pero lo verdaderamente especial del testimonio de Juan fue el hecho de ser el primero en reconocer la identidad del Cristo: “éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Por tanto, el evangelio nos presenta a un Juan que precede y testimonia del Siervo de Dios.

En el capítulo cuatro Jesús ya se nos presentó como dador de Vida, y a esa posibilidad vital apela en este capítulo 5 ante la negativa de los judíos de acudir a Él como anteriormente ya hicieran los samaritanos. Qué contradicción para aquellos judíos que los samaritanos hallaran antes el verdadero acceso a Dios. Quizás, sólo quizás, podamos atribuir esta comparación a la radicalidad con la que el judaísmo se constituyó a partir del año 70 con las destrucción del Templo y de Jerusalén. Quizás, sólo quizás, tengamos que llevar nuestra atención no al espacio/tiempo de Jesús sino al contexto de la propia comunidad joánica, que vivía un momento de separación de la sinagoga.

La intención del evangelista en el capítulo 20 será la de confesar que las obras, palabras y situaciones descritas en el texto del evangelio son para que creamos que Jesús es el Hijo de Dios y para que, creyendo, tengamos vida eterna. Así que toda la obra de Juan quiere llevarnos hacia la profesión de la fe en Jesús como Hijo de Dios, como Cristo, como Revelador del Padre a quien nadie ha visto, como Ejecutor perfecto de su voluntad, como Perfecto adorador y como modelo de discípulo que guarda con Dios una relación de obediencia y amor.


Éste llamado de finales del siglo I sigue, con fuerza, gravado en el deseo de los cristianos de hoy, que quieren presentar al Cristo como la Vida que viene del Padre. Una Vida que se ofrece, gratis, a la humanidad para vestir de plenitud la realidad, el contexto, las relaciones y la trascendencia.

jueves, 15 de diciembre de 2016

LUCAS 7, 19. HALLAR ESCANDALO


Lucas 7, 19 – 23:  los envió a decir al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» Llegando donde él aquellos hombres, dijeron: «Juan el Bautista nos ha enviado a decirte: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos. Y les respondió: «Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Losciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!»


Desde hace unos días que vengo reflexionando acerca de la fe, no como quien tiene una crisis sino como quien se pregunta qué es, en definitiva, algo que sólo, sólo, conocemos Dios y yo mismo. Bien, está la fe de la Iglesia, claro, pero quién la conoce? Aunque lleguemos a decir que lo muestran las obras, la piedad, el amor, el compromiso, la dedicación… uno llega a ser persona nueva en el más absoluto silencio porque la fe, es cierto, supone una realidad inefable y que no se puede comprobar. Más bien es una cuestión de confianza de unos sobre otros que, de algún modo, identificamos en los demás la mano de Dios obrando, la transformación en Cristo y la acción del Espíritu.

La fe es infundable en un mundo tangible. Lo que se funda son las acciones, los actos, de fe de las personas que creen. Y qué motiva a estas personas a comportarse de tal manera? Porque aunque digamos que la motivación es la persona de Cristo que actúa, quizás en muchos casos esté actuando la pura sugestión o la mera creencia. ¿Y eso es malo? De ningún modo, pues qué mejor motivación en la vida que Cristo. ¿Y esto quiere decirq ue estamos huérfanos de Dios? En modo alguno, sólo que desde la gratuidad y la vaciedad hay que redefinir lo que tan alegremente damos por hecho.

Fijémonos en las vocaciones, tanto religiosas como laicales. ¿Todas las vocaciones son ciertas?¿Todas acertadas?¿Cómo se determina si existe o no? No crean, en absoluto, que todas las vocaciones vienen por dirección espiritual, porque eso es mentira. Nos extrañamos a veces de que haya personas que, ejerciendo su servicio, cometan atrocidades, se venzan de avaricia, prevariquen, usen la política, abusen de otros… Son seres humanos eligiendo a otros seres humanos, aunque le llamen discernimiento. Y como en cualquier campo de la vida encontramos a personas que tienden hacia un lado y otros que tienden hacia otro, unos que obran bien y otros que obran mal. Claro, con los que obran mal habrá que ser implacables, aunque sea con caridad cristiana.

Yo les puedo hablar de mi fe, de mi experiencia, de mi creencia… no de la de los demás, aunque puedo hablar de sus obras, de su testimonio, de su religiosidad… La fe, como la verdad, no son exclusivas ni excluyentes, pertenecen a cada ser humano que vive su propia realidad en libertad. Creo que vivimos en una necesidad, urgente, de reubicar términos en este siglo XXI que nos llena de oportunidades.
Que estos días puedan servirnos para vaciarnos de conceptos, de ideas, ideologías, prejuicios y certezas para abrirnos al nacimiento.

lunes, 12 de diciembre de 2016

MATEO 21, 23. QUIEN TE HA DADO AUTORIDAD?

MATEO 21, 23 – 27Llegado al Templo, mientras enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?» Jesús les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?» Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: “Del cielo”, nos dirá: “Entonces ¿por qué no le creísteis?” Y si decimos: “De los hombres”, tenemos miedo a la gente, pues todos tienen a Juan por profeta.» Respondieron, pues, a Jesús: «No sabemos.» Y él les replicó asimismo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.» 


Hay muchas ocasiones en la vida en los que estamos puestos como estas personas que preguntan a Jesús de modo incierto, escondiendo sus intenciones. Quizás tratando de descubrir algo, o tratando de inquietar, o de enrojecer, o de incomodar… Escogemos caminos alternativos cuando podría ser todo más sencillo yendo recto, de cara, con la verdad. Así nos convertimos en personas escurridizas, pero así también perdemos la gracia del encuentro con la que Dios nos concede la vida. Y es que dándonos Dios la potestad de vivir para gozarnos en el encuentro, tantas veces terminamos rompiendo la posibilidad, echando de nuestro lado el amor de otras personas o dañando, sin más, a cualquiera.

También ocurre, por el contrario, que cuando actuamos así y somos interpelados por Cristo no podemos sino callar para no ser avergonzados, o descubiertos, o desenmascarados. Aunque bien visto, lo que ocurre bajo esa mirada – pregunta de Jesús, es una oportunidad nueva para rehacer las cosas, para contestar con la verdad, para decir basta, o para afrontar nuestra falta de amor, o comprensión… Muchas veces ando necesitado de esa interpelación de Jesús a mi corazón, y cuando llega no soy de los que responde rápidamente, pero sí de aquellos que cuando es alcanzado sabe pedir perdón y gozarse del nuevo abrazo de Dios, que viene con intensidad y con amabilidad cada vez que erro.

De todas las situaciones podemos aprender a ver motivos para el perdón y para el acercamiento, para recuperar la posibilidad del encuentro de los unos con los otros y para poder vivir así bajo el amparo del amor, de lo que es más propio de Dios. 

En este pasaje Jesús se muestra imperturbable ante los que le reclaman la respuesta, pero sabemos que en nuestra vida no es así, y de Él aprendemos sobre la fidelidad y el cariño que nos tiene, que siempre procura otorgarnos la posibilidad, el momento, la manera. Dios ama porque, en algún lugar, alguien demanda de su amor, de su misericordia, y esto es porque en nosotros está equivocarnos, pero también en nosotros está responder con ese mismo amor con el que somos llamados.


¿Aprenderé a dar la ocasión, la oportunidad a todos (y a todas)? Espero que cada día pueda acercarme un poco más a ello, a esclarecer las intenciones de mi corazón y a recibir con bondad a cualquiera, venga con unas o con otras intenciones.

sábado, 10 de diciembre de 2016

MATEO 17, 10. CAMINOS DE DIGNIDAD

Mateo 17, 9 - 10  Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.» Sus discípulos le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?» Respondió él: «Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.» Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista.


A lo largo del año muchas veces nos encontramos haciendo oración por multitud de motivos. Me gustaría lanzar uno más que, lejos de pretender quedarse ahí en el bulto piadoso, querría que resonara con fuerza en nuestro corazón: es la oración por la vocación fundamental del ser humano a ser feliz. Además a serlo independientemente de su condición religiosa, social o sexual, por ejemplo, pues siendo el ser humano una expresión tan plural, aprendamos a verlo desde su composición integral, sin dejar que ni los fantasmas, ni los condicionantes, ni la fama, ni la miseria, ni el qué dirán sean factores que nos limiten esta visión.

Sólo, sólo de este modo vamos a ser partícipes de la más grande transfiguración del ser humano, que ya no necesita de un Tabor, ni de vestiduras blancas, ni de la presencia de grandes profetas… sino que precisa un corazón dispuesto a convertirse al deseo de Dios, que la persona viva.

Ya que entramos en un tiempo de adviento, que es en definitiva un tiempo de acogida, tengamos presente aquella que más cuesta, que más dificultades encuentra y que menos en cuenta tenemos en la mayoría de veces, que se refiere al ser humano.

Tengo por presente que la graciosa acogida de Dios no es como la nuestra, tampoco como la de la Iglesia. Su acogida amorosa no distingue, ni hace prescindir, ni contiene nada más que amor. Dios dignifica, no deshumaniza. Dios ama, no condicona. Dios, que abrazó a la humanidad en Cristo, es quien nos muestra el camino en este adviento del siglo XXI.

Que podamos adoptar esta intuición del Trascendente y verterla hacia los límites de la sociedad, de la autoridad, de la economía, de la enfermedad….

jueves, 8 de diciembre de 2016

MATEO 11, 16. ME GUSTARIA

MATEO 11, 16 – 19: «¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: “Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado.” Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Demonio tiene.” Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores.” Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras.»


Parece mentira como a los cristianos se nos ha dejado de tildar de muchas cosas, ahora atravesamos un momento histórico en el que pasamos con más pena que gloria, a pesar de que hay algún reflote. Ser cristiano hoy es como beberse un café, terminados en cuestión de minutos. Sonamos a antiguo, como si estuviéramos llenos de polvo; a moralistas, como contrarios a la ciencia y a la cultura; a obcecados, porque no podemos responder a las necesidades del ser humano... Caramba!! ¿Y por qué no hacemos para que vuelvan a llamarnos Comilones y bebedores?

Me explico. Hoy ser cristiano necesita tanto una pizca de transgresión como un mucho de novedad. Son, paradojicamente, características bien presentes en las Escrituras. Lo fue Ezequiel, Jesús y, también, los discípulos. Cómo no lo somos nosotros ahora? Es más el entramado económico y político que lo fue el Imperio Romano? No corren tiempos más favorables? Más avances, cultura, acceso a Dios? Nos preocupa el laicismo? Demos gracias que vive este tiempo que no está sino para despertarnos, sacudirnos y atizarnos ahí, donde más duele.

Hoy tanto se toca flauta como se nos plantean endechas, sólo basta mirarla actualidad. Cuál es nuestra respuesta? Nuestro baile? Nuestro llanto?

Cómo me gustaría vernos denunciados, perseguidos, atribulados... Qué gran navidad sería encontrarnos en campaña, haciéndonos escuchar, movidos por la compasión, llenos de afectividad. Gritando, bailando, saltando... Cómo me gustaría!!

miércoles, 7 de diciembre de 2016

LUCAS 1, 26. LLENA DE GRACIA

Lucas 1, 26 - 38: A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»  Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.


La celebraciónd e todo Misterio tiene, en la Iglesia, una llamada hacia la actualidad que, siendo la realidad de Dios, clama ante la doble necesidad de:
1) no imposibilitar la acción de Dios en las personas y,
2) la de llenar de gracia cada espacio, cada rincón, cada realidad en un mundo que se ve cada día más necesitado.

Así, si no impidieramos la acción de dios y si llenáramos el mundo de gracia ¿no sería la creación un hito maravilloso?¿no sería la vida algo que merece la pena? En este Plan cada uno de nosotros tiene su propia responsabilidad, porque en esta irrupción histórica a través de la acción individual y comunitaria, si Dios intervino en María… es que también puede intervenir en nosotros.

Así, es una tarea fundamental en este tiempo de adviento ser capaces de llevar un mensaje a los demás: “has encontrado gracia ante Dios”. Como mensajeros, evangelizadores, catequistas, comprometidos y comprometidas, sacerdotes, religiosos... la misión principal de acercamiento a la humanidad y a las realidades que nos rodean es esta de llevarles gracia, bendiciendo momentos y circunstancias. Si el mundo nos lleva a hablar mal, a leer y escuchar de crisis, de corrupciones, de tramas, de grupos de presión... el evangelio quiere llevarnos a hablar bien del ser humano, a bendecirlo. En esta  gran pelea espiritual de esas dos fuerzas ancestrales que son el bien y el mal, estemos seguros que no venceremos con lo malo sino con lo bueno.

Por tanto, hay que teñir nuestra realidad de colores, de colores vivos, llamativos, transgresores, felices, dinámicos, creativos, que permitan soñar, que llamen a la esperanza... no dejarse atemorizar por la paleta de grises y de negros, por las líneas rojas, o por los azules, naranjas... o las rosas que impregnan el olor y el color político.

Esta festividad de mañana tiene la especial convicción de que existe, cada día, una nueva posibilidad para el mundo, porque cada vez que un cristiano o una cristiana quiere volcarse a su favor, resuena de nuevo el saludo del ángel a la nueva humanidad: “llena eres de gracia”.

martes, 6 de diciembre de 2016

MARCOS 7. TRADICIONES

Marcos 7, 1 - 13: En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos (los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)  Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?» Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos." Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.» Y añadió: «Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: "Honra a tu padre y a tu madre" y "el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte"; en cambio, vosotros decís: Si uno le dice a su padre o a su madre: "Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo", ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas.»


Qué es lo que prevalece en nuestra vida? La forma o el fondo? Porque si prevalece la forma, en cuanto significa aparentar, mantener una imagen, hacerse ver, o estar vestidos de corrección... nuestra opción cristiana, a pesar de ser correcta, va a vivir en un sepulcro, entre lápidas, en una paleta de colores gris y, finalmente, sin la autenticidad y la frescura de aquella libertad a la que también fuimos, o somos, llamados. Me cuesta entender estos ambientes en los que se pide corrección, en los que bajo una neblina de sonrisa y amor se esconde un velatorio, o una tierra de conflictos. Me produce estupor pensar que me conformo en una rutina de aspectos de vida cristiana en donde ya pocas cosas llegan a sorprenderme, o en la que la risa de un niño, el llanto de un infante, o hasta que suene el mobil en la eucaristía... envenene mi sangre y me haga explotar.

Cuando nos sacude esta especie de tolerancia intolerante, o cuando defendemos el derecho a la vida bajo paradigmas de muerte, o incluso cuando defendemos la libertad pero conducimos a las personas al presidio... me puedo sentir muy cristiano, pero sólo en la forma. Y seamos sinceros, porque vivimos en una sociedad en la que todavía cuesta aceptar lo que es diferente, lo que se sale del patrón, lo que no sigue aquella tradición que parece marcar los límites de lo que se puede o no. Todo es forma, apariencia. Y en apariencia, vayamos con cuidado, se acaba la vida, se agota, se consume.

Dicen que una de las bases de la vida cristiana reside en la capacidad de conversión, en la transformación (progresiva y constante) y para llegar, o para dejarse transformar, necesariamente hay que tocar el fondo, el alma, el espíritu, hay que traspasar y dejarse traspasar, penetar... lo cual nos acerca a la experiencia sensitiva, que es la tocante al corazón. 


Que podamos alcanzar lo más esencial de nosotros mismos, que es aquello que toca a Cristo. Sea en lo personal, sea en lo comunitario. 

lunes, 5 de diciembre de 2016

MATEO 18, 15. DOS O TRES EN MI NOMBRE

MATEO 18, 15 – 20Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que “todo asunto se resuelva mediante el testimonio de dos o tres testigos”. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Además les digo que si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. 


La mediación siempre ha sido un elemento crucial a la hora de solucionar conflictos. A veces han sido domésticos, otras internacionales, pero la presencia de esta persona capaz de gestionar la dificultad permite redirigir multitud de situaciones de guerra, violencia, drama, enfado… En este texto, además, el evangelista nos propone la figura de la comunidad, también, como instrumento para la mediación. El perdón no es exclusivo de un ministro sino que perdonar podemos hacerlo todos y aunque venga, o no, en nombre de Dios, tiene una parecida capacidad para dar descanso.

Nosotros tenemos muy arraigada la parábola del hijo pródigo cuando queremos ejemplificar esta separación que provoca la discordia y la capacidad de perdón del padre. ¿Siempre hay perdón? Bueno, es una parábola. Lo cierto es que muchas veces los cristianos obviamos esa responsabilidad hacia la reconciliación, entonces discutimos y dejamos de hablarnos, o nos hacemos daño y no somos capaces de pasar página. Es un mal que nos asola a todos, seamos creyentes o agnósticos, y que nos provoca dolor y sufrimiento, mal estar, incomodidad, cerrazón… cuando no existe capacidad de perdón vivimos sujetos a un nuevo opresor, cruel y salvaje, que nos conduce por los desfiladeros del resentimiento, por un sendero vacío, frío, desolado.
No existe la lógica del perdón, el ser humano siempre queda expuesto de un modo distinto a cada situación. Uno puede pasarse cuatro días en oración, escucharse un audio de los monjes tibetanos, concentrarse en la meditación más profunda, o ahogar la casa con olor a incienso, que ante la ofensa volvemos a estar desprevenidos, como aquel muchacho al que cada mañana le roban el bocadillo en la escuela y sólo puede llorar.

Claro, perdonen… siempre perdonen. No es fácil poner la otra mejilla, tampoco lo es caminar con nuestro ofensor, ni compartir con quien nos quita. Quizás tendremos que terminar medicándonos para frenar todo enojo… Bien, el ideal cristiano (como el de muchas religiones) es la paz, el perdón y la felicidad (la vida en Cristo). Aunque a la luz de la realidad tendríamos que afirmar que este ideal cristiano convive con su lado oscuro, y si bien antagónico resulta que en cierto modo nos propone una amistad. No puedo decir que alguien no sea de Cristo porque se enfade con aquel, porque no perdone a aquella, porque tenga resentimiento o porque fastidie a los demás… la realidad me invita a reconsiderar ese ideal.


Y no es nada malo, porque en esta vida tendremos que dejar que caigan muchos ideales y de cómo aceptemos esa otra reconciliación entre vida y sueño dependeremos nosotros mismos. No reprueben a nadie, no lo aparten, no lo traten como a un incrédulo y más bien mirémonos a nosotros mismos, quizás también equivocados.

domingo, 4 de diciembre de 2016

LUCAS 5, 17. UNA FE PERDONADORA

LUCAS 5, 17 – 26: Un día que estaba enseñando, había sentados algunos fariseos y doctores de la ley que habían venido de todos los pueblos de Galilea y Judea, y de Jerusalén. El poder del Señor le hacía obrar curaciones. En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados.» Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?» Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados, - dijo al paralítico -: “A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.» Y al instante, levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles.»


A la manifestación de Jesús, según el evangelista, le sigue el rechazo. Será la tónica y la paradoja de la vida del Cristo, que tan pronto hallará el asombro de la gente como la desaprovación de los suyos, por ejemplo, quienes lo tildan de loco o, con otros, que como en este capítulo lo llaman blasfemo. En todo caso, la tónica del pasaje nos coloca cercanos a la finalidad de estos gestos de Jesús, que son para darle gloria al Señor.

Al tiempo que leo me pregunto, ¿Puede la solidaridad, o la actividad humana, conducir al perdón de los pecados? Es decir, que sabiendo que en la Iglesia existe el sacramento de la penitencia impartida por el sacerdote, ¿podríamos hablar de una línea causal paralela desde un ámbito puramente humano y sin la mediación sacerdotal? ¿Es necesaria la absolución en nombre de Dios de una autoridad o, por el contrario, la misma fe puede conducirnos al perdón de los pecados? Sin duda un tema que podría verter ríos de tinta y de discusión.

Personalmente creo que la fe puede suscitarlo todo, desde la celebración de una verdadera presencia de Cristo hasta la consecución de la restitución del pecado, o de la falta, o de… que cada cual lo llame como quiera. Y lo pienso con firmeza ya que la fe, no siendo nuestra, termina por acercarnos a Dios por Cristo y, por ese acercamiento, entrar en la presencia del Trascendente con eficacia sacerdotal. Si, de hecho, somos un pueblo sacerdotal es porque, de facto, hay una coordinación entre fe y presencia.

Si hiciéramos una relectura del evangelio en clave Pueblo de Dios es Pueblo sacerdotal, ¿acaso no vivíamos más íntimamente esta unión con Dios? Aunque más que una lectura que nos termine por llevar al terreno de la reflexión, que se habra una praxis en la que todos y todas podamos participar con las manos ungidas y nuestra oración, sea en forma de actividad social, de ayuda fraterna, de construcción de comunidad… Que cada cual pueda, como en este pasaje, tirar de ingenio para rescatar almas, para liberar almas. Y luego, con una vida de perdón, que esas almas redimidas puedan elegir, caminar, pensar y vivir como decidan, sea entre nosotros o desde su opción.

MATEO 1, 18. GENERACION DE CRISTO

MATEO 1, 18 – 24La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros.» 


El episodio de Belén nos deja muchas imágenes, entre ellas dos que son muy humanas: en primer lugar hay un nacimiento y, en segundo lugar, Jesús es ahora un niño pequeño, que necesita del calor de sus padres y de su sustento. Acostumbrados que estamos a hablar de este Jesús grande, que obra milagros, que enseña y predica, que hace milagros y que tiene la fuerza suficiente como para cargar con la cruz, estamos ahora ante un pequeñuelo que, como todos a su edad, tiene una total y absoluta dependencia de sus padres. Este mismo niño, de alguna manera, también depende cada navidad de nosotros, pues como padres y madres que somos, acogemos la Buena Noticia en el corazón para que cada año nazca en nosotros ese mismo milagro de Belén.

Como ocurrió en el nacimiento, y con María y con José, de este nacimiento no hay gran eco, no llega a ser conocido por muchos, pero entre ellos hay gran gozo. Igualmente, los principales testigos de cuanto ocurre en nuestro corazón somos primeramente nosotros, a veces no llega a saberlo mucha gente, pero para nosotros es motivo de alegría. Gozo que después repercutirá hacia afuera, en el entorno, con los nuestros, pero que en el momento de nacer es también como un pequeño pesebre, entre Dios y nosotros.

Navidad es un misterio, y en el nacimiento de Jesús es un misterio de fragilidad. ¿Han sujetado a un recién nacido alguna vez?, es tan frágil, tan pequeño… Pues como este recién nacido así Dios viene a la vida, a nuestra vida, para decirnos que quiere que nosotros lo cuidemos también (pues no sólo será Dios quien cuide de nosotros). Habrá que darle amor, habrá que darle de comer, habrá que ayudarlo a crecer porque quiere estar con nosotros, quiere vivir en nosotros y quiere que aprendamos a buscar esa relación de Amor que forja todo nacimiento.

Y no se preocupen, que en ningún caso Dios va a pedirnos que seamos unos padres o unas madres perfectas, sino sólo que tengamos esta capacidad de acogida al recién nacido, como de sujetarlo entre nuestros brazos, amándolo, cuidando de Él.


Deseen pues esta paternidad, o esta maternidad, deseen coger a la criatura, cuidarla, alimentarla, abrazarla… es algo muy especial que nos concede Dios a sus criaturas, poder acoger al Creador y al Salvador en un tiempo que no sólo dependemos de Él, sino Él también de nosotros

sábado, 3 de diciembre de 2016

MATEO 9, 27. PIEDAD

MATEO 9, 27 – 31Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?» Dícenle: «Sí, Señor.» Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe.» Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!» Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca. 


Caminamos ya imparables hacia las fechas que anuncian el nacimiento, sea o no sea, de Jesús, pero vamos a hacerlo como lo hicieron los evangelistas, de lo primero a lo postrero, o desde la Pasión y Resurrección hasta el nacimiento. Y vamos a hacerlo así porque la lectura que realizaremos en estos próximos días debe encuadrarse en una opción de vida, y de vida nueva, como la de estos ciegos que recobran la vista, que no es un sentido cualquiera. Es decir, que comprendiendo que los evangelios quieren mostrarnos al Resucitado, al Cristo, podremos entender mejor por qué aparecen estos ciegos necesitados de vista, de una mirada diferente que será desde los ojos de la fe.
La consecuencia de la resurrección será la misma consecuencia para estos personajes, sentirán una imperiosa necesidad de proclamar lo que ha pasado, que hay una fe nueva que no puede verse a través de los ojos del mundo sino que necesita de una obra sobrenatural para comenzar a comprender la realidad un poco más acorde con la mirada de Dios, que es una mirada de compasión hacia una humanidad en muchos casos ciega. Por ello, al grito de ten piedad de estos ciegos, podemos unir la actitud de aquel publicano que se golpeaba en el pecho, o de aquel centurión que dice: no soy digno que entres en mi casa. 

Pero la intención de Dios, de Jesús, ya es entrar en nuestra morada, en nuestra habitación interior. Ya saben que no somos dignos, que no vemos bien, y que al día muchas veces terminamos golpeándonos el pecho… La obra de Dios es que Cristo viene a hacer piedad con nosotros, no porque lo merezcamos sino por amor, y por ese mismo amor nos quiere enseñar una mejor forma de estar, de vivir, de relacionarnos con el mundo, la naturaleza y las personas. ¿Acaso puedo decirte yo indigno cuando tan siquiera lo soy yo?¿O puedo negarte la gracia cuando para mí ha sido un regalo?

Querría alzarme y gritar a las instituciones: tened piedad de nosotros. A la Iglesia, por cuanto deja fuera de la comunión a muchas personas, a muchos corazones; al gobierno, en tanto vive enclavado en el factor económico y no en el social; a los servicios, en tanto tantas personas han dejado de recibirlos (sanidad, agua, luz, gas…); a las potencias, en cuanto su mediación no sirve de nada; a los bancos, a quienes poco importa nada. ¿No hay piedad para nosotros en este mundo?¿Acaso la piedad sólo puede venir de arriba?
La piedad es un elemento que se vende caro en el día a día, pero que se sigue regalando desde el cielo. Necesitamos entender las Escrituras desde la resurrección, porque para este mundo necesitamos una mirada nueva.

Quizás mañana vaya a ventanilla y le diga al cajero: ten piedad; o me presente en Enher y también les diga: tengan piedad. Quizás me tomen por un loco, quizás me desprecien, quizás todavía se rían… Sin piedad en navidad volvemos a ser como José y María, que no encuentran su lugar en la posada y tienen que terminar acogidos entre las bestias.


Cada día hay un belén en algún lugar de nuestro mundo, de nuestra ciudad… porque las instituciones, los gobiernos, la banca, nos dice que no hay lugar en su posada.

jueves, 1 de diciembre de 2016

MATEO 7, 24 CONSTRUYENDO

MATEO 7, 24 – 27«Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.»



La clave del discípulo de Jesús, para Mateo, será edificar sobre la roca. Esto querrá decir que el discípulo ha comprendido perfectamente sus enseñanzas y que, no sólo eso, sino que además las pone por obra, con justicia y de un modo radical y espiritual. Para nosotros, edificar sobre la roca va a resultar una actitud sobre la que podremos fundamentar esa libertad con la que somos llamados a pertenecer a la familia de Dios como hijos, o hijas. Estamos llamados a edificar nuestra vida desde el fundamento sólido de quiénes somos y de lo qué somos, no desde lo que otros esperan, o quieren, o intentan que seamos, porque edificar en esa arena de las ilusiones, de las apariencias, terminará por echar por el suelo nuestra vida, nuestra luz y la obra de Dios en nosotros.

Ojo, que construir en la roca no quiere decir que los padres, o las madres, tengan que estar velando para que sus hijos edifiquen sobre aquello que conforma su propia red de seguridades, sino al contrario: para poder, finalmente, edificar en la roca, quizás haya primero que dejar que se edifique en la arena y que de esa experiencia de vida se alcance finalmente la roca, que es Jesús, no las seguridades de nadie, ni el comportamiento de nadie, ni el patrimonio, o el trabajo… aunque seguro que todo ello ayuda un poco.

Nuestra vida es un continuo construir, que a veces sucede en el terreno más inestable y otras allí donde uno se puede fundamentar. De la experiencia de la inestabilidad podemos aprender mucho, porque sea en la arena o sea en la roca, vendrán vientos y tempestades que serán ineludibles porque así ocurre en la vida. Y no pasa nada si alguien edificó en la arena, o si aún estando fundamentados en la roca hay alguna ampliación de nuestra finca vital en la arena, porque la vida es aprendizaje, y también es equivocarse, errar, no hacer caso… Cuando ocurra, recuerden dónde está la roca, porque su roca les sigue esperando y allí tienen su castillo, esperanza mía (dirá el salmista).


Como edificadores, o como arquitectos, o como constructores de cualquier índole, sean empresarios o trabajadores, con más o menos experiencia, todos estamos llamados a fundamentar la vida en Cristo, y no hay mejor lugar. Mateo dirá que esta roca tiene que ver con la voluntad de Dios, que es que nuestra vida no caiga sujeta a estas inclemencias que tienen capacidad de destruirla, de someterla, de maniatarla. La invitación es para acudir a la roca, y desde la roca que cada cual levante su propia casa, su edificio, su local… porque como ciudad, en esta roca habrá de todo, y así edificios más grandes y pequeños, casas unifamiliares, hospitales, museos… y por la luz no se preocupen, que en esta roca no entran las eléctricas.

sábado, 26 de noviembre de 2016

MATEO 24, 37 ESTAR ATENTOS


MATEO 24, 27  «Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado; dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada. «Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.


Mateo es una constante llamada a la vigilancia, al estar atentos no sólo al aquí y al ahora, sino también a la realidad del Reino que ha de venir. El discípulo, por tanto, sólo lo es en tanto que guarda esa vigilancia y de ahí que encontremos, nada más empezar, el ejemplo de los días de Noe en los que la gente andaba distraida. Con sublime maestría Mateo nos sumerge en el mundo de los signos para tratar de explicarnos primero, que la historia es ciclica y que para cada generación se repiten las mismas señales, y segundo, que cada generación es preparación de la venida del Hijo del Hombre. Asi pues, como comuidad creyente, podemos preguntarnos cómo afrontamos los días de nuestra vida, si distraidos por la llamada del Black Friday (por ejemplo) o si atentos, en colaboración con el Reino.

Ciertamente estar vigilantes o en tensión no tiene que ver con la actitud, antigua ya, de cuando íbamos a escuela, atentos a que el maestro no nos llamara la atención, nos castigara, o llamase a nuestros padres. El Reino tiene una actitud de fiesta, de festividad, que además casa con uno de los preceptos del Decálogo que dice lo de santificar las fiestas. Esta actitud, además, tiene en Jesús un plus que nos muestra la forma y la manera de cómo debemos celebrar: comiendo y bebiendo con el mundo.

Esta actitud de hacer mesa y de hacer fiesta, por si fuera poco, estad seguros que va a causar agitación e incomprensión no por parte del mundo, sino de algunos creyentes. No estamos para encerrarnos entre cuatro paredes, ni para hacer que las personas tengan que renunciar a su intimidad o su realidad… estamos para celebrar, para dar nuevas de gozo, para ilusionar, para pacificar con algo tan sencillo como la causa de la mesa, donde se ejerce el memorial del Cristo.

Además, coman y beban no como el que quiere guardar las formas o como el que teme la fiesta. Háganlo con la misma felicidad con la que han sido acogidos por Dios en su mesa, porque si celebramos banquete, es el de Dios mismo en ustedes. Por supuesto, con moderación, pero no se priven de nada, celebren como les gusta celebrar, con su singularidad, con deseo ardiente, con suma atención. Porque no sólo vigila el que espera al Señor sino también quien lo celebra.