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martes, 31 de mayo de 2016

LUCAS 1, 39 VISITACION

Lucas 1, 39 - 56: En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.» María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.


Cuando leo este estallido de felicidad y alabanza que surge del encuentro de la visitación no puedo dejar de pensar que este pasaje deberíamos extrapolarlo, más frecuentemente, a nuestra realidad, a nuestra actualidad, porque existen lugares, hay personas, que no sólo necesitan ser visitados sino que también están huérfanas de esta felicidad que mana del corazón y los vientres de las dos mujeres.

Piensen, quiénes fuimos nosotros para que Dios se acordara de nosotros? O quienes para que nos visitara la madre de mi Señor? O su propio Hijo? Y, entonces, quiénes somos nosotros para no llevar esa misma actitud de encuentro a quienes lo necesitan? O acaso no hubo alegría y alabanza cuando fuimos hallados?

A nosotros nos corresponde, hoy, ponernos a caminar como lo hizo María hasta llegar a casa de su pariente; nos toca llevar en el vientre la Buena Noticia del Evangelio, que transforma los corazones; nos ocupa el trabajo de ir al encuentro del otro como Dios salió al nuestro propio. A nosotros nos corresponde iniciar un viaje, una peregrinación, cuya bandera es la alegría, la alegría de comunicar vida, esperanza, amor… Y para ello todos y todas llevamos una preciosa semilla en el vientre.

Isabel proclama un cántico, una alabanza y una bendición. Qué importante, que podamos llevar adelante un testimonio que termine también así. Que quien nos reciba se contagie de esta alegría del evangelio para cantar y alabar y que nosotros nos podamos quedar también un tiempo con él, con ella. Hoy más que nunca la tierra necesita ser un poco como Isabel y nosotros, los cristianos, un poco como María.


Preparen su bolsa, el asno, el bastón, aseguren el trayecto, programen las paradas que sean necesarias y vayan al camino, al otro lado, como necesitándonos, nos espera Isabel.

domingo, 29 de mayo de 2016

LUCAS 9, 11 LA MULTIPLICACION

Lucas 9, 11b - 17: En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.» Él les contestó: «Dadles vosotros de comer.» Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.» Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.


Hoy, la cuestión social es algo que nos atañe a todos. Así, mientras le tierra gime, no podemos quedarnos impasibles ante la necesidad humana y esto nos implica directamente sobre la vida de las personas. Sea a nivel local o a nivel mundial es menester escuchar hoy las palabras que Jesús dijo a sus discípulos, que también somos nosotros: denles ustedes de comer! Por tanto, el evangelista nos presenta hoy una dinámica que existe en la historia de la humanidad desde siempre, pues desde hace siglos vivimos repetidamente las situaciones de hambruna, de exclusión social, de pobreza… Dar de comer ya no es sólo para cubrir la necesidad fisiológica de la persona sino que es implicarse en su vida, en la vida integral.

Más allá del texto, hoy se producirán tantos milagros como individuos estemos dispuestos a multiplicar con nuestras aportaciones, trabajo, solidaridad… estos pocos panes y peces que introduce Jesús. Así, cuando se solicita una recolecta, cuando se hace un llamado a la donación de alimentos, de ropa, o cuando se pide una acción por la cooperación y la colaboración estamos haciendo multiplicar esta propuesta de Cristo. Cuando hacemos esto, cuando el mundo se beneficia de nuestra implicación, entonces vemos que incluso sobran doce cestas y no sólo comen cinco mil, sino que comen todos y se sacian.

Sería realmente lindo ver cómo a través de la simbología de los panes y los peces se comienzan a erradicar los límites norte y sud. Sería increíble ver como ante las situaciones de pobreza esos panes y peces se convierten en lugares de acogida, en espacios de integración. Y ocurre cada vez que alguien toma una iniciativa para los demás. Lo vemos en Caritas, lo vemos en los refuerzos escolares, lo vemos en las mesas de mediación, lo vemos incluso en la política cuando ocurren momentos como las declaraciones de los derechos de los niños…

La dinámica, además, sale favorecida no sólo cuando damos de comer sino cuando enseñamos a quienes han comido a hacer lo propio con los demás. Así, hay que enseñar a dar de comer también, porque el milagro no trata de que cada vez que haya hambre se produzca el hecho insólito de la multiplicación de panes y peces sino que, ante las nuevas situaciones de dependencia, todo ser humano tenga capacidad de respuesta.


Así, que esta enseñanza de Jesús nos haga ver aquello que podemos dar para multiplicar, sean bienes, sean panes, sea ropa, sea unión…

sábado, 28 de mayo de 2016

MARCOS 11, 27 QUIEN TIENE AUTORIDAD?

Marcos 11, 27 – 33: En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?» Jesús les respondió: «Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contestadme.» Se pusieron a deliberar: «Si decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le habéis creído?" Pero como digamos que es de los hombres...» (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta.) Y respondieron a Jesús: «No sabemos.» Jesús les replicó: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»


La iniciativa humana choca, muchas veces, con la voluntad del poder. La historia, los signos de los tiempos, la corriente social, colisiona irremisiblemente con aquellos que se posicionan en el inmovilismo. Puede ser un conservadurismo religioso, político, económico… Es una pelea constante en nuestro mundo y que ha cubierto los siglos con sangre, sudor, logros y retrocesos. Siempre es cuestión de autoridad, siempre es una lucha de poder y en medio de todo ellos estamos las personas, que recibimos los palos, azotes y vaivenes de sus batallas. ¿Y, finalmente, dónde queda nuestra opinión, nuestros deseos, bienestar, dignidad…?

Veo, con espanto, como ante muchas iniciativas de grupos, de comunidades de base, sale por parte de algunos la misma pregunta: ¿Con qué autoridad haces, hacéis, esto? Qué freno más mezquino el que se procura al preguntar, al dudar, al tratar de sabotear las actividades de otros y quizás sea, solamente, por desconocimiento o por falta de comprensión, visión… A veces es por falta de fe, a veces por ostentación del poder y otras veces porque se quiere impedir que algo, alguien, vea la luz. Que el poder pone trabas, echa dinamita o imposibilita a las personas es algo tan evidente que, sea espiritual o temporal, usa incluso las trampas legales oportunas para convertir una manifestación en una ley mordaza.

Nuestra vida no tiene premio si callamos, si participamos de la apatía, si sólo la usamos para la queja. Nuestra vida cobra sentido cuando hacemos de nuestro llamado una acción hacia los demás, un beneficio hacia los otros, superando el egoísmo, venciendo al tirano, desenredando los hilos que los poderosos han tejido para evitar el primado de la caridad, la solidaridad, el bien común, el progreso o la integración.

Hace poco estuvimos hablando sobre las múltiples pastorales que existen y se desarrollan, casi hay una pastoral para cada acción de la vida. Pero si esta pastoral es ineficaz, si muere en el paternalismo o si colisiona con los intereses de algunos ¿para qué?¿qué servicio tiene? Si surgen ante el impacto de la realidad, no podemos sólo pretender acallarla o amortiguarla sino que en esa colisión hay un dinamismo de lucha que demanda iniciativas, valentía… Si a uno le entregan un cuaderno en blanco y esa persona lo guarda, ¿para qué lo tiene? Mas bien esa persona debe escribir, y escribir lo que sienta, lo que crea, defender su escritura y finalmente publicarla, darla a conocer, dejar que se lea, compartirla.


No callen, no cedan, no se conviertan en los pequeños del siglo XXI. Al contrario, caminen, avancen, prosigan.

jueves, 26 de mayo de 2016

MARCOS 10, 46 LLAMADA AL CAMINO

Marcos 10, 46 - 52: En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.» Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.»Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo.» Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama.» Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver.»Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.


Estos días están desocupando los campos de refugiados de Idomeni… y no puedo dejar de pensar que toda esta realidad de los inmigrantes se parece a la de este ciego Bartimeo. Es decir, tenemos una realidad tocante que está junto al camino, si por camino entendemos el estado del bienestar o esta Europa que parecía, hasta hace poco, el hogar de los Derechos Humanos, donde prevalecía la persona humana, el bien común… Somos, hoy, testigos de esta Europa que cuando ve a determinadas personas que desean caminar por su senda los aparta y los sitúa junto al camino, a mendigar su dignidad, su alimento, su vivienda, sus derechos fundamentales… Nos comportamos como estos que además los regañan para que se callen.

Diría que Europa es una realidad plural a nivel confesional, más hoy en día, pero creo que todavía hay una mayoría cristiana, o de personas que confiesan o de personas que practican. Bien, algunos están en posiciones de influencia, de poder… son gobernantes, ministros… y pueden decidir sobre aspectos a los que nosotros no llegamos. A todos ellos hay que recordarles dos aspectos del evangelio: el primero, como a los niños, hay que dejar que esta realidad se acerque a nosotros (como germen del Reino) y segunda, como al ciego, ser capaces de llevar a las personas nuevamente al camino.

Claro, también podemos nosotros sumarnos a esta problemática y ser parte del relato evangélico, porque bien podemos identificarnos con este ciego que necesita que sus ojos le sean abiertos. ¿Y a qué tenemos que abrirnos? A la crítica social, política y económica, a no permitir ninguna clase de vejación, a procurar ayudar a la promoción de derechos humanos, a preservar la dignidad de la persona humana, a la solidaridad… Yo deseo que el Señor me abra los ojos, porque en mi comodidad, en mi Barcelona, en mi piso, desde mis posibilidades económicas… a veces estoy ciego ante la realidad.


Algo hay que hacer con la política y con la economía, con la banca y con la administración, con Hacienda y las grandes fortunas que, no sólo emigran, sino que se aprovechan del sistema. Entre tanto seguimos como Bartimeo, a un lado del camino.

martes, 24 de mayo de 2016

MARCOS 10, 28 DEJAR MARCHAR

Marcos 10, 28 - 31: En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.» Jesús dijo: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mi y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones–, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros.»



Como seres humanos tocantes a la realidad tendemos a contabilizarlo todo. En función de sus resultados algo es bueno o algo es malo. Ello lo llevamos también, obviamente, al terreno espiritual y lo llegamos incluso a trascender a la bondad, o no, de Dios al que queremos enjuiciar dependiendo de las situaciones que vivimos en nuestro entorno, o a nivel mundial. Todo tiene un valor, de lo mejor a lo peor, de lo bueno a lo malo, de lo que sirve hasta lo que no sirve… tenemos una escala de notas en las que encuadramos la vida misma.

El evangelio nos dirá más de una vez que para ganar la vida hay que perderla lo cual resulta, para nosotros, paradójico e increíble. En una sociedad en la que mandan los resultados ¿quién quiere perder? Pues nadie, claro está. Pero este llamado del evangelista se acerca a un deseo de que para llegar a ganar, a sumar, debemos primero comenzar a perder todo aquello que no forma parte, natural, de nosotros como seres humanos y como seres espirituales, con capacidad de trascendencia.

Somos forma compuesta de un elemento propio y otro elemento añadido. A este elemento añadido podemos llamarlo cultura, historia, posición social, dinero, estudios… y, aunque no debiera, termina conformando no sólo nuestra identidad sino también nuestro ser. ¿Qué ocurre con el elemento propio? Pues que muchas veces queda abandonado, o escondido entre os escombros cada vez que tiramos abajo nuestra casa vital para seguir construyendo. Porque en esta vida eso sí que nos lo enseñan, a construir, construir y construir. Es decir, a perder la paciencia por la contemplación.

El evangelista nos invita a vivir esta experiencia del desprendimiento. No de las cosas materiales, de las recompensas efímeras, de los resultados inmediatos, sino de la propia vida, de quiénes creemos ser, para embarcarnos en un viaje hacia cotas inexploradas de la persona humana, hacia un origen diferente que quiere sentar las bases de una vida de agradecimiento, de contemplación, de alegría por las cosas que nos suceden y de amor, como forma de no pedir ni esperar.


Perdamos, no dejémonos ganar, pero vivamos esta experiencia del dejar marchar todas estas cosas que colisionan con nuestra vida empequeñeciéndola, condicionándola, amarrándola a esta realidad que vivimos.

sábado, 21 de mayo de 2016

MARCOS 10, 13 QUE PASEN

Marcos 10, 13 - 16: En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.» Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.


Cuántas veces ocurre, y ocurrirá, que cuando se acerca la gente a las iglesias, a los sacerdotes, a los pastores… sigue para que se les recrimine, o se les regañe. Si bien es cierto que hay una gran mitad de personas consagradas que hacen de la acogida una bandera visible del testimonio de su vida, hay otra segunda mitad de ministros que siguen creyendo que su vocación, que su “poder” los sitúa en un renglón superior al del resto de creyentes. Claro, a pesar de que el Vaticano II nos hable de condiciones de igualdad, sabemos que hay un gran abismo, a veces, entre lo que se predica y lo que ocurre. Y mientras esto siga siendo así, veo difícil que la situación generalizada de separación entre Iglesia y humanidad pueda cambiar a mejor.

No obstante, espero y ansío el ser espectador de una humanidad que abrace, que desee bendecir a los demás y que imponga las manos en la realidad, como signo de caridad, de ágape. Todavía espero llegar a tiempo de maravillarme de un cambio de curso en el que se imponga el sentido evangélico del Reino en nuestra sociedad, viendo cómo cada vez más existe una sensibilidad hacia los desfavorecidos, los pobres, los enfermos… Deseo con fervor no acabar mis días de peregrinaje en esta Tierra sin esperanza, sin calor, sin amor.

Entonces, propongo que seamos nosotros mismo, Pueblo de Dios, los que reprendamos a todos aquellos (aquellas) que puedan impedir a un ser humano su llegada al abrazo con Dios, con Cristo. Propongo establecer barricadas, grupos de base, avanzadillas… cualquier tipo de acción para la promoción del acercamiento, para la consecución del abrazo, para la definición del encuentro. Propongo comenzar un tejido desde los puntos cardinales para encontrarnos, todos, en el Cristo-Centro. Propongo abandonar los resquicios de poder y acercar el don, desbancar la política deshumanizadora y conseguir la solidaria, dejar a un lado nuestras confesiones y hablar a una misma voz.


Que se acerquen, que vengan, que tengan la seguridad que se les dejará pasar.

viernes, 20 de mayo de 2016

MARCOS 10, 1 MODELOS DE FAMILIA... YA CANSA

Marcos 10, 1 - 12: En aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo gente por el camino, y según costumbre les enseñaba. Se acercaron unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Le es licito a un hombre divorciarse de su mujer?» Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?» Contestaron: «Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.» Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne." De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.» En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»


Hoy me venían a la cabeza, leyendo el evangelio, las palabras que he leído esta mañana en El Periódico del arzobispo de Valencia Cañizares. Quizás porque ambos textos tienen algo relativo a la familia, o quizás porque sea un pretexto mío para referirme a este “tipejo” que haría bien en guardarse sus opiniones para la intimidad, allí donde no hará daño a todo un segmento de cristianos, o creyentes, o personas, que viven su realidad desde los ámbitos que este personaje menosprecia con absoluta claridad. Vergonzoso? Bueno, a estas alturas seguro que no, porque estamos ya muy acostumbrados a que la Iglesia y ciertos núcleos de creyentes vivan “su evangelio” desde una posición obtusa, conservadora y, permítanme, muy alejada de actitudes que propuso y vivió en mismo Jesús.

Que hay que salvaguardar a la familia, absolutamente de acuerdo. Pero la familia de nuestro tiempo viven enmarcada en otros límites, bajo otro paradigma, en otro orden de convivencia. No verlo es relativizar el mismo significado de unión, de solidaridad, de amor… que vivimos en el siglo XXI. Es un insulto y un atentado a la libertad del ser humano, a su condición, a su posibilidad de elección. Si quieren cuidar un modelo de familia, estimado arzobispo, comiencen cuidando la suya propia, dejen de barrer hacia dentro, sean más honestos con las tendencias sexuales que se viven en la propia Iglesia, castiguen con dureza a los que cometen robo, pederastia, abuso de poder… Consideren que su ejemplo, y se lo digo con mucho respeto, está más en tela de juicio que el modelo de familia.

Dejen de meter la mano en la realidad social, tratando de inflarnos la cabeza con mensajes de conservación y trabajen por los creyentes y para los creyentes, sean gays, sean divorciados, o sean pecadores, que ustedes también lo son (y mucho).


Ah! Pasarse la vida pidiendo cuentas a los fieles es como echar por tierra toda la predicación de Jesús, que se acercó a los pobres, a los enfermos, a quienes robaban, a… sí! Recuerden que, aunque fuera hace tiempo, también se acercó a ustedes.

jueves, 19 de mayo de 2016

MARCOS 9, 41 COJOS, MANCOS Y SIN OJOS

Marcos 9, 41 - 50: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la sazonaréis? Que no falte entre vosotros la sal, y vivid en paz unos con otros.»



La verdad es que no se cómo vamos a entrar en la vida eterna. De hecho, todo es una gran incógnita porque, digamos lo que digamos, faltan testigos que nos expliquen, en sus idas y venidas, cómo es esta vida tras la muerte y cómo hay que entrar en el Reino.

Podemos suponer que si Dios es misericordia quizás exista una especie de amnistía en la que todos gozaremos del beneplácito divino. Entrad y gozáos, o algo así parece que pudiera decirnos Dios cuando lleguemos a las puertas de la eternidad. O quizás haya una ante sala en la que se nos lea la cartilla, nos saquen a relucir todos nuestros errores, fallos, maldades... y finalmente, como Dios sigue siendo misericordia, se nos diga: pero bueno, pasad y gozáos.

Podemos suponer también que para acceder a la eternidad hay que vivir una vida de cumplimiento, de precepto. Lo que estamos cumpliendo aquí en la tierra es nuestra entrada, segura, en el Reino de Dios. Así por lo menos vive mucha gente. Algunos lo hacen amparados en la moral y el buen comportamiento, otros en cambio lo hacen con un rigorismo neotestamentario y, también, algunos lo viven desde la óptica del amor. Amando en la tierra seré amado en el cielo y viviendo en amor prolongo, de alguna manera, esta intuición de lo que será la vida futura.

Sea como sea lo cierto es que llegado el momento no se si como cojos, ciegos, mancos o si aunque pecadores, con todo nuestro cuerpo, seremos recibidos por el Padre.


Entre tanto, como dice el evangelista, podemos optar todos por dos realidades que faciliten la convivencia entre humanos: la paz y el amor, que en definitiva es la sal que más falta hace en nuestro mundo.

miércoles, 18 de mayo de 2016

MARCOS 9, 38 SE LO QUISIMOS IMPEDIR

Marcos (9,38-40): En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.» Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.»



No produce mayor gozo que el ver a las personas trabajar y dedicarse, donarse, hacia los demás. Es como un algo pegadizo que hace que otros se terminen moviendo al son de aquellos que se solidarizan, que actúan, que celebran el ágape de la vida con sus iguales. Como cristiano creo que el verdadero impacto está en esta actitud, en la de gozarse con los demás porque participamos de una misma mesa.

Claro, para ello debemos superar las antiguas y primeras luchas en las que contienden aquellos que quieren tener la razón, ostentar un poder, decir a los demás cómo y qué pensar. Pero más allá de estos sujetos creen ustedes que alguien deba molestarse por participar de una humanidad sensible? Por supuesto que no, deberíamos aplaudir y apoyar tantas iniciativas y personas que hacen mucho bien para los demás.

La verdad, la única verdad, no es aquella que podamos llegar a poseer por el influjo de las filosofías, de las armas, de la religión… No viene dada por ningún gurú o por ninguna sede, por más santa que sea. La verdad se distribuye en la realidad del mundo graciosamente, como Dios quiere distribuirla. En diversidad de dones, de pensamientos, de colores, de olores, de formas de hacer. Por ello, no tengo dudas que quien más ama está más cercano a la verdad que quien más estudia, que quien más piedad profesa, que quien más pompa tiene…

Dejemos a las personas hacer, respetemos su libertad, permitamos que cada cual sea aquello que tiene que ser, vivamos con la máxima armonía, con deseo de solidaridad, con ánimo acogedor, con voluntad de amar y la verdad, llámenla como quieran, será suya.

Se imaginan esta misma pregunta en otro orden? Maestro, hemos visto a Dios sanando enfermedades, dando de comer al hambriento, transformando corazones… y se lo hemos querido impedir.


¿Qué locura, no?

jueves, 12 de mayo de 2016

JUAN 17, 10 CREER, QUE SOMOS UNO

Juan 17, 20 - 26: En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí. Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos.»


Llegamos al final de esta larga oración de Jesús, y algunos han querido ver en esta parte una oración permanente para los que tienen que creer. Además, sitúa como fundamento para que puedan creer que entre los que ya creen haya unión, es decir que será del testimonio de los demás que uno puede, o no, sentirse atraído, o escuchar la llamada de Dios. El profeta Oseas dijo al respecto que Dios nos atrae con cuerdas de ternura y con lazos de amor, y este es el testimonio que generación a generación invita a los nuevos creyentes para que confíen y se abandonen al amor de este Dios que quiere salvarlos. Es, por tanto seguro que la labor de Dios tiene que estar apoyada por quienes creemos y decimos vivir según su voluntad. ¿Qué ocurriría si entre nosotros hubiera disputas, mentira, golpes…? Probablemente generaríamos confusión y rechazo. Pero justamente eso es lo que ocurre en muchas comunidades. No sabría decir si hoy es más fácil o más difícil escoger el camino del creyente, porque la verdad es que si nos ponemos a buscar “contras”, encontraremos un montón.

Ciertamente Jesús ha puesto su testigo sobre nosotros, herederos del evangelio y hermanos o hermanas menores que tendríamos que estar ayudando al Padre a cuidar de estos pequeños que todavía no creen. Es decir, que creyentes o no, la función de la comunidad cristiana pasa por esforzarse en el amor fraternal hacia el mundo, por encima de rencillas y limitaciones, porque si el rumbo de la historia no logra enmarcarse en el amor, sabemos por experiencia que termina provocando un desastre. Y no es por abandono de Dios, sino por falta de testimonio. No  hay nada peor que una familia rota, en la que sus miembros viven del desamor porque la meta de sus miembros no sólo está desestructurada, sino que además se limita por una sensación de fracaso que termina por deprimirlos. Así queda la sensación de que no se puede hacer nada, de que la vida no tiene sentido, o para qué amar si la vida es un fracaso. Si hay alguna decadencia es por falta de amor.

Así, ¿Quién puede crecer? Ahora incluso hay abuelos que mantienen a la familia y el ciclo de la dependencia se ha invertido y quienes ahorraban se ven sometidos por el banquero, o el especulador, o el usurero; éstos no son los testimonios que dejaba Cristo, y nos esforzamos por dejar sin vigencia su Ley y por secar, por tensar esas cuerdas de amor que casi se rompen.


Pero al mismo tiempo, hoy leemos la esperanza: “con el amor que me diste seguiré amándoles” y esta es la promesa, que si el mundo terminara decayendo el Cristo no termina de amarnos. Así que podemos acogernos a esta actitud entrañable de Dios y tratar de vivirla para que nos acompañe el testimonio de ternura, día a día. No sé si será mucho pedir… Quien quiera alguna responsabilidad, quien crea que tiene algo por hacer o quien piense en un mundo mejor, lo hay! Sólo necesitamos amarlo y confiar que con este calor la vida cambia y podemos enamorarnos y vivir otra vez con pasión. 

martes, 10 de mayo de 2016

JUAN 17, 1 COMO TU Y YO SOMOS UNO

Juan 17, 1 - 11a: En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»


Es deseo de la Iglesia visible que el testimonio cristiano en el mundo se realice por medio de la comunión. De hecho, leemos que tanto la voluntad del Padre como la voluntad del Hijo es la de lograr que esa misma comunión trinitaria se viva, en cada persona, como reflejo entre la humanidad. Es un deseo, por tanto, metafísico que los seres humanos alcancen en su convivencia un grado de implicación tal que valores como la solidaridad o el amor ya no sean de promoción sino que se realicen normalmente, como algo natural, necesario y distintivo para la raza humana.

Claro, a pesar de la belleza implícita de esta oración sacerdotal que nos lleva al encuentro de los santísimo, no podemos quedarnos en una teoría meramente abstracta, espiritual, de la voluntad del Padre y del Hijo. Pues esta vida de comunión que se nos ofrece desde las moradas celestiales se concreta, luego, en la vida de cada persona que decide adherirse a Cristo, o a su persona, o a su misión.

No obstante, es un camino abierto para cualquier religión, para cualquier confesión, buscar lazos de comunión de los unos con los otros, pues en definitiva todos podemos llegar al encuentro de lo divino desde la experiencia de la unión. Quizás sólo haga falta el deseo de querer integrarse en la realidad del otro, saliendo cada uno de nuestros límites, de nuestras ideas, de nuestros credos y así, como haciendo sonreír a Dios, alcanzar a la hermana o al hermano, al cercano y al lejano, al que ora de rodillas y al que lo hace a través de un manthra.

No necesitamos buscar voluntades más hondas, más profundas, verdades con más base de misterio, ciencia, sabiduría, contacto extrasensorial… sólo necesitamos vivir la experiencia de la comunión, haciéndonos subsidiarios de los demás, siendo casas de acogida, abriendo las puertas, celebrando alrededor de una mesa, encontrándonos.


Que tengamos hoy esa naciente voluntad de crear solidaridad, de tejer puentes y de vivir hacia el otro (no hacia nosotros mismos).

lunes, 9 de mayo de 2016

JUAN 16, 29 AHORA SI HABLAS CLARO

 Juan 16, 29 - 33: En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios.» Les contestó Jesús: «¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo.»


Me vino a la cabeza, hoy, leyendo este pasaje las muchas veces en las que alguien me ha dicho algo que, según él/ella, era la voluntad de Dios. Como si a muchas de estas personas Dios les hubiera hablado tan claramente que, viniendo a mí, sabían si algo me convenía, o no, o si aquello estaba bien, mal… Es voluntad, no es voluntad… Y muchos de ellos se equivocaban, aunque también debo decir que unos pocos, atreviéndose con la misma afirmación, sí acertaron en otro orden de cosas. ¿Qué nos ocurre que parece que necesitamos, como los discípulos, que Jesús nos hable tan claramente?

Claro, parece que da una cierta autoridad, un ápice de trascendencia y un vestido de espiritualidad cuando nos dirigimos a alguien en nombre de Jesús, en nombre de Dios. Parece que estamos más despiertos a esta especial locución de Dios hacia nosotros que a otras cosas quizás más importantes como la comprensión, el respeto, la libertad o el simple acompañar a alguien desde la ignorancia con que la vida se nos descubre día a día.

Escuchen! La vida, como Dios, es un Misterio y no podemos robarle esa condición que nos viene oculta, a veces incomprendida, porque rayamos lo hilarante. En efecto, ¿se imaginan una existencia sin esa capacidad de sorpresa? Como si dijéramos a Dios que dejara de hacer todas las cosas nuevas o como si en lugar de cristianos nos convirtiéramos en gurús, en intermediarios de la verdad. Qué peligro!

Quiero ser breve, pero quiero también reivindicar el carácter mistérico de mi relación personal con Dios y con la humanidad, con la vida y con el mundo, con Cristo y con la gracia.


La próxima vez que alguien quiera venir a darme Palabra de Dios, quizás le pida un certificado.

domingo, 8 de mayo de 2016

LUCAS 24, 26 DEJEN MARCHAR A JESUS

Lucas 24, 46 - 53: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»  Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.


Cuando a la muerte del maestro los discípulos se ven superados por todas las circunstancias de la historia, vemos como nace en ellos el desasosiego por una mala interpretación de la vida de comunión que Jesús les ofrecía. Ellos hubieran querido retener a Jesús. En muchos pasajes vemos a Tomás, o a Pedro invitando al maestro para que no termine su vida entregándose a la muerte. Pero a pesar de las ganas de sujetarlo, lo que es inevitable termina por suceder y Jesús muere, crucificado, y es enterrado en el sepulcro.

Esto quiere decirnos que nuestra mirada debe ir hacia el modelo de fidelidad de Cristo, una fidelidad que lo conduce a una vida de entrega (y finalmente de la propia vida). Cuando Jesús nos enseña que debemos desprendernos, que tenemos que perder la vida es precisamente a ésto a lo que se está refiriendo. Podría haber dicho perfectamente: “no me sujeten”, pero los evangelistas redactan de un modo quizás no tan directo el modelo de entrega de Jesús.

En nuestra simbología vemos constantemente al Jesús en el madero, crucificado, sujetado en la cruz. Quizás es porque somos una comunidad que, a pesar de lo que Dios dispone, tendemos a ese deseo incontrolable de retener al Cristo. Sea por inseguridad, sea por miedos, sea por simbolismo, sea incluso por autodefinición... Pero en esta vida hay que dejar marchar a Jesús para que también nosotros podamos dejar marchar nuestra vida, y la vida que dejamos ir no la perdemos sino que sale al encuentro del Espíritu Santo, nuestro ayudador.

Tenemos un mandato a salir de nosotros, a permitir que en su libertad las personas puedan llegar a hacer aquello a lo que se avoca su vida, a no retener a nadie, ni a Jesús, ni al Espíritu, ni a la fe... porque aunque digamos que son nuestras, lo cierto es que son de todos.


Quitémonos este abrigo nuestro que nos ayuda a retener un cierto calor y lancémonos, desponjémonos de nuestras capas y descubramos este sentido que implica perder una vida y encontrarla en el Espíritu.

viernes, 6 de mayo de 2016

JUAN 16, 20 SE ALEGRARA VUESTRO CORAZON

Juan 16, 20 - 23a: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.»


Es para pararse a pensar en todo lo que el ser humano puede llegar a soportar, aguantar, sufrir… Hay veces que cuando parece que la cosa no puede ser peor asistimos a una especie de renacer de la persona que, como un Ave Fénix, resurge a la vida. Es como aquello que nos decían en educación física cuando corríamos quince minutos y decíamos que no podíamos más, pero el profesor nos decía que sí, que siguiéramos. Está claro que es muy difícil establecer el límite de la mujer o del hombre porque cuando parece que todo está perdido, no! Aún podemos con más.

El ejemplo de la mujer que da a luz es el paradigma perfecto de lo que suponen estas situaciones, que parece que quieran acabar con nosotros pero que finalmente sirven de experiencia para una vida que se reencuentra, que resurge, que vuelve a brillar. Aunque la llama parece que se va apagando, no podemos olvidar que mientras haya brasa el fuego siempre tiene opción a volver. Qué bello pues que de la experiencia del dolor podamos dar paso a la satisfacción más plena, a la alegría, a la felicidad. Lo que deberían ser dos principios contrarios vemos que no están tan separados como la razón, o la psique, parece indicar.

Hoy hablaba del dolor con dos chicas en una facultad de Barcelona, y me preguntaban si había algo positivo de todo mi proceso de enfermedad. Claro, por supuesto, la misma enfermedad, el dolor que ha provocado, es capaz de generar un espacio de esperanza, de cambio, de felicidad, de progreso… Es un camino difícil, la psicología de cada uno juega un papel a veces desmoralizador, opresivo, pero conforme asumimos esa invasión de nuestro espacio de bienestar es posible ver luz, y cuando uno es capaz de ver como se abre el día aquello que era oscuridad, tristeza, quebranto, puede convertirse en un espacio de luz radiante.

Algo así quiso decirnos el evangelista cuando con la perspectiva de la resurrección miraba cómo vivieron los discípulos los momentos posteriores a la muerte de Jesús. Qué dolor, todos ellos disipados, cada uno de regreso a sus antiguas vidas, pero tampoco… algo ocurre, todos corren al encuentro de todos, hay apariciones que recuperan el corazón de algunos, paseos que reavivan la fe de otros, una brasa con pan y con peces que provoca el gozo entre los discípulos…


Hay también una lección para nosotros, la de atender que siempre existe una posibilidad a la felicidad, aun en medio de los muchos dolores.

jueves, 5 de mayo de 2016

JUAN 16, 16 MAS TARDE ME VERAN

Juan 16, 16 - 20: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver.» Comentaron entonces algunos discípulos: «¿Qué significa eso de "dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver", y eso de "me voy con el Padre"?» Y se preguntaban: «¿Qué significa ese "poco"? No entendemos lo que dice.» Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: «¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: "Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver"? Pues sí, os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.»


Ciertamente es enigmático el pensamiento de Jesús: no me veréis pero me volveréis a ver. Está claro que la intención del evangelista es la de mostrar la ignorancia de los discípulos, aunque sea por medio de una afirmación complicada como esta. ¿Lo hubiéramos entendido nosotros? Obviamente no, por más que la teología trate de explicar de un modo u otro el sentido de la aseveración del Cristo. Y aunque para el evangelista los diálogos de Jesús lleven implícita esa condición de no comprensión de los discípulos, para nosotros siguen guardando esa categoría de misterio, como algo que todavía se nos tiene que revelar.

A la luz de la resurrección, enclavado en el ambiente de su comunidad, el autor del evangelio nos explica el sentido de la disertación profética. A esa misma luz nosotros tenemos la seguridad de un hecho histórico e irrepetible que se mantiene vivo en nuestros corazones, siglo tras siglo. De ese modo, aunque sobrevengan las tristezas, podemos decir que vivimos en alegría, o que caminamos en esperanza. Somos un pueblo privilegiado que mantiene encendida una llama de Vida que, de algún modo, nos llama a participar del Misterio de Dios en Cristo.

Es indudable que, como la Magdalena, pasaremos por etapas de llanto. Que como aquellos primeros discípulos podremos ser dispersados, atravesando desiertos, encontrándonos con una sociedad sorda y muda… Pero también es certero asegurar que si, finalmente, fijamos nuestros ojos en el Resucitado seremos contagiados de la Verdad y de la Vida que nos aúpa a la comunión con Dios y a la alegría interior, que evoca aquel río de agua viva y que nos recuerda que, a pesar de todo, seguimos caminando en esperanza.


Pues, hagamos cuando convenga de tripas corazón porque si bien en la historia está inscrita la tristeza, también sabemos que como algo inherente a la Vida en Cristo nos sobreviene la alegría. 
Alégrense! 

lunes, 2 de mayo de 2016

JUAN 15, 26 DAR TESTIMONIO

Juan 15, 26 –16,4a: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo. Os he hablado de esto, para que no tambaleéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho.»


Hay quienes han querido ver en este pasaje del evangelio de Juan una predicción de todas estas muertes que ha habido en nombre de Dios a manos de la Iglesia. De hecho, para ser justos, no es que sólo la Iglesia haya ido equivocada en muchos aspectos sino que en la mayoría de religiones, de opciones políticas, de estados hemos encontrado ese mismo destino de muerte a lo largo de los siglos, mucho antes de que el evangelista pusiera esta sentencia en labios de Jesús.

Pero no es este el sentido con que quería tratar el texto, sino en la importancia del testimonio y no, precisamente, sólo del testimonio cristiano. Me explico, porque a nivel humano cada vez considero más necesario que los unos sustenten a los otros y que los otros también consuelen a los unos. Quizás le podamos llamar solidaridad universal, o caridad personal, o llamémoslo amor que me compromete con los demás. Cada cual puede elegir, pero lo más importante es que cada uno debe escoger y comprometerse. ¿Cómo podemos vivir en plenitud ante el dolor de la amiga, del amigo, de la hermana o del hermano?¿Cómo podemos caminar sin llevar en nuestros brazos a los enfermos, necesitados, abatidos…?¿Cómo pretendemos mirar hacia adelante sin recoger, enseñar y hacer todo lo posible por la felicidad de los pequeños, de los jóvenes?

Desde el principio, dice, todos estáis conmigo. Desde el principio la humanidad lleva siendo testigo del Amor de Dios, que se dona, que se recibe, que se experimenta, que se conoce. Desde el principio tenemos una sentencia no de castigo sino de perdón. Desde el principio todo lo creado fue hermoso, es bello. Desde el principio… esto no nos es desconocido.

El principio actor de Dios, del Cristo o del Espíritu creo firmemente que se mueve reflejándose en muchísimas personas, en muchísimas, y en ese testimonio veo una cadena humana e histórica que hace iguales a todas las mujeres y hombres desde el primer milenio hasta la actualidad. Hay un reflejo, unos mismos ojos en la alegría y en el dolor. La vida, desde el principio, nos hace un mismo llamado.


Que seamos personas conscientes de la necesidad de ir al otro, de ayudarlo, de acompañarlo, de comprenderlo. Que seamos personas que puedan hacer crecer a otras personas. Que seamos, como Dios quiere que seamos, siendo testigos del mismo Amor.