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domingo, 31 de julio de 2016

LUCAS 12, 15 SI RECLAMASEN MI ALMA

LUCAS 12, 15 – 21: Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes. Entonces les contó esta parábola: —El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. Así que se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha.” Por fin dijo: “Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida.” Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?” »Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios.


El evangelista nos enseña hoy sobre la importancia que tiene compartir las cosas, mas si entre estas cosas están: la vida o la fe, porque ni la vida, ni la fe, tienen un carácter de egoísmo sino que, partiendo del Padre, son entregadas para la humanidad y en beneficio de la humanidad. El aspecto relacional que identifica a toda persona puede ilustrarnos más perfectamente en cómo para que algo pueda llegar a ser “pleno”, o completado, debe no sólo forjarse en nuestro interior sino que, además, luego debe proyectarse hacia afuera. Así, cualquier signo de transformación, de crecimiento, de bondad… sólo se hace visible a través de las obras, que son los signos externos de la obra de Dios en nosotros.

¿Qué ocurriría si hoy reclamaran nuestra alma? La intención del evangelista va ahora mucho más allá de prevenirnos sobre la avaricia o el egoísmo, pues nos llama a atender hacia los fundamentos de nuestra vida. ¿Vivimos según al evangelio?¿Procuramos nuestro amor al prójimo?¿Somos como los que sirven? O quizás por el contrario hemos dejado de atender a las premisas del evangelio que, poco a poco, cayó en el olvido. La historia de hoy nos habla de un hombre como cualquiera de nosotros, que se alegra de su trabajo, del puesto que ha conseguido, de la casa que tiene, de haber pagado la hipoteca… Nos habla de un hombre arraigado a todo lo mundano, y que además sólo le servirá para sus años de vida. Pero… ¿y si enferma?¿y si muere? ¿Qué ocurrirá con su alma?

Podemos confiar nuestra vida a Dios, sabiendo que su misericordia y su gracia nos cubrirán en el día postrero, aunque el evangelista quiere llamarnos a prestar atención a esta vida nuestra de más allá, la que está tocante al cielo, la que nos abre a Dios. Somos mucho más que un simple cuerpo formado de tejidos orgánicos, músculos, huesos… y es que, en algún momento, el Creador infundió sobre nosotros su aliento de vida y fuimos. Y este ser de Dios también tiene que llevarnos a su cuidado, sea por oración, sea por amor, sea por la celebración. Claro que nos preocupan las cosas de la Tierra, del día a día, pero también nos preocupan las cosas del cielo y las cosas de Dios, por ello además de trabajar para ganarnos el sueldo, también trabajamos (aunque de otra manera) por amor a Dios. Por un lado tenemos que ganar dinero, por el otro también tenemos que ganar almas, que liberar almas, que procurar llevar o acercar el Reino. Así como hay un trabajo físico, también hay otro espiritual.


Podríamos acabar diciendo, que también somos responsables (en cierta medida) y ayudadores de Dios para que su voluntad, su Salvación, continúe llegando a cada persona, a cada ser humano. Si rehuimos de nuestra responsabilidad ¿no rehuirá luego Dios de nosotros? Bueno, yo entiendo que no, que tanta misericordia finalmente nos cubrirá, pero según nuestra lógica debería ser, por tanto: ¿Qué ocurriría hoy si reclamaran mi alma?

miércoles, 27 de julio de 2016

MATEO 13, 44 TESOROS

MATEO 13, 44 – 46: El reino de los cielos es como un tesoro escondido en un campo. Cuando un hombre lo descubrió, lo volvió a esconder, y lleno de alegría fue y vendió todo lo que tenía y compró ese campo. También se parece el reino de los cielos a un comerciante que andaba buscando perlas finas. Cuando encontró una de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.


En la Tierra hay muchos campos, los hay libres y esclavos, en paz y en guerra, democráticos y dictatoriales… Seguramente hay algunos que desecharíamos si fuéramos como este hombre que paga, pero el pasaje de hoy nos enseña a no rechazar ningún campo sino a descubrir en cada uno el tesoro que esconde. El Reino de los cielos puede hallarse en cualquier rincón del planeta, también en cada hombre y mujer, sólo hace falta descubrirlo. Aunque para vislumbrar el tesoro el evangelista nos hace una propuesta: debe hacerse con alegría. No es que descubrir el tesoro nos alegre, sino que nuestra alegría debe venir de la disposición para hallarlo. Para que exista toda aventura, primero tiene que despertarse en interés, la motivación y la alegría, porque gracias a ésta conseguiremos ir superando obstáculo tras obstáculo hasta llegar al corazón del preciado tesoro.

Cada uno de nosotros tiene siempre accesible algún tesoro: a veces lo encontramos en la pareja, o en un beso por la mañana; a veces lo hacemos en los hijos; otras cuando después de un período de dificultades se sale a flote; otras cuando al paso de los años se descubre que lo siguen amando… Cuando esto ocurre, somos felices. El drama de la humanidad no está en no encontrar tesoros sino en no permitir que se encuentren. Así actúa la justicia, por ejemplo, cuando dicta sentencias a favor de un desahucio, o cuando en la ejecución hipotecaria hay una segunda vivienda de unos abuelos que avalaron a sus hijos, o a sus nietos…
Así también cuando en la Iglesia decidimos quien puede, o quien no, entrar a servir al Señor.


No pongan tropiezo en ningún buscador, no sean como esa muralla que impide el paso, como ese campo de minas que separa dos regiones, como ese pariente que mata a otro por lo que cree. Antes caminen con ellos, cojan una pala y alégrense, y juntos recorran ese emocionante momento de descubrimiento; ayuden a descubrir a las personas, participen de cualquier hallazgo, colaboren con su dinero, con su esfuerzo, compartan la felicidad… Así ustedes, casi sin quererlo, también hallaran un tesoro.

martes, 26 de julio de 2016

MATEO 13, 16 A QUIENES VEN Y OYEN

Mateo 13, 16 - 17: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.»


¿Qué debe ser esto que los profetas y justos desearon ver y oír? ¿Qué sería esto hoy? Bien, de entre todas las cosas que podríamos decir, hablar, reflexionar o cuestionar, querría afirmar que aquello que nos hace dichosos, hoy, por ver y oír tiene que ver con nuestro prójimo, con nuestra hermana, con nuestro hermano, con nuestra madre, con nuestro padre, con el amigo e incluso con el enemigo… porque lo que vemos y oímos es vida y todo lo que conforma la vida tiene su origen en Dios. ¿Hace falta ser más trascendental para entender qué es el don de la vida?

Si afináramos nuestra vista, ni nos pusiéramos las lentes de Dios, podríamos ver a la humanidad como un gran regalo, el compartir nuestra vida, nuestro suelo y nuestro tiempo como parte de algo único, irrepetible, original y precioso. Qué bien poder estar aquí y hoy contigo y contigo para compartir esta experiencia que se nos ha dado y que es la vida.

Si afináramos el oído podríamos, también, darnos cuenta de dos cosas: la primera es el gemido de todas las personas que sufren, que están enfermas, que viven desamparadas, que tienen problemas y escuchándo este dolor nos daríamos cuenta de que somos dichosos porque podemos, con nuestra vida, ofrecer ayuda a quienes lo necesitan.

Podríamos también, segunda cosa, escuchar el pálpito del corazón de las personas que conviven con nosotros, aquí o allí, más cerca o más lejos, porque el palpitar del corazón nos hace a todos iguales. Todos reimos y todos lloramos, todos sentimos, todos amamos, todos tenemos defectos… Si yo afinara mi oído más de vez en cuando me daría cuenta de que comparto una misma naturaleza y una misma voluntad de ser feliz, de ser amado… ¿Entonces, por qué hacer daño a los demás?

Entonces, para buscar la dicha hay que tener un gusto primordial por la felicidad, por ser y por hacer feliz. Está claro que en este mund hay ocasiones para todo y que lamentablemente, a veces, parece que haya más ocasión para el mal que para el bien. No se dejen confundir, ni se dejen amedrentar porque si afinan sus sentidos, si escuchan el corazón, si dejan de endurecerse y si vamos a lo esencial… ¿no hay más bien que mal?¿No hay más deseo de amar que de rechazar?


Siéntanse felices, felices como este Jesús que se encontró con una situación vital de necesidad a la que respondió con su vida, con un amor hasta el extremo.

sábado, 23 de julio de 2016

LUCAS 11, 1 PADRENUESTRO

LUCAS 11, 1 – 4: Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: —Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos. Él les dijo: —Cuando oren, digan: »“Padre,  santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Danos cada día nuestro pan cotidiano. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos ofenden.  Y no nos metas en tentación.”


El Padrenuestro es la oración por excelencia de cualquier cristiano. Pero realmente la dijo Jesús? Bien, podríamos entrar en lo especulativo teniendo en cuenta todo lo que rodea a la redacción de los evangelios. Quizás esta oración responde perfectamente a una intencionalidad teológica de aquellos autores… Sea como fuere y traspasando las dudas, afirmamos que lo esencial del pasaje reside en la oración en sí, no en la forma sino en el fondo. Jesús se relacionaba de muchas maneras con el Padre, pero era en oración (podríamos decir), cuando se nos muestra la habitación íntima, el corazón de la relación entre Padre e Hijo. Ese es el testigo, y también la herramienta, que nos deja a nosotros el pasaje.

Ustedes diríjanse a Dios como su corazón les diga, olvídense de formalismos, de gestos, de dramatismos. Hay días que puedo dirigirme a Dios en acción de gracias, hay otros días en los que a causa de la salud me dirijo en un tono menos confiado, incluso algunas veces cuando levanto el pensamiento, o cuando digo algunas palabras estoy enfadado. Pero estoy convencido que todas ellas son formas de oración, porque son una expresión a Dios de lo que tengo (más íntimo) en mi corazón. Es como la señal de mi confianza absoluta al Padre, que puedo explicarle si estoy bien, o estoy mal, o si estoy enfadado porque no entiendo, o porque no me parece bien. ¿Todas las oraciones son de olor de rosa? No, desde luego! Podemos acudir a Getsemaní, por ejemplo, o recorrer en algunos salmos las intenciones del salmista.

A Dios hay que hablarle, si es para bien o es para mal, diría Jesús (seguramente). La oración nos pone en contacto con ese íntimo más íntimo de nosotros mismos, con el espacio del alma, con la espiritualidad. Pero nosotros accedemos a la habitación trascendente como somos, con lo que tenemos, sin transformarnos en un yo nuestro más místico, hondo o sabio. Somos como aquel publicano que se golpeaba en el pecho: Señor, mira… si yo soy así. Entonces le puedo dar gracias, o le puedo pedir perdón, o puedo implorar un favor, o simplemente estoy para pasar un rato con Él, una intimidad (desde mi intimidad).

La oración es una experiencia de proximidad, pero a veces cuando escucho el Padrenuestro, en según qué lugares, parece más una expresión ritual, porque toca. Nuestra vida, en sí, es una gran (o puede ser una gran) oración, porque nuestra vida es un diálogo ininterrumpido con Dios a través de Cristo, en el Espíritu. Es una comunicación que jamás se rompe, aunque nosotros (y no Dios) podemos decidir interrumpirla, o acallarla. La oración es un medio de conocimiento, de interioridad, de mística, de realidad, de intencionalidad, de contacto, de diálogo… La oración es un todo que nos conforma.


Puedo pasar la vida reservándome para un padrenuestro, para un momento especial, para una misa, para una reunión de oración. Pero puedo, por el contrario, pensar que la oración y mi vida van juntas, como juntamente vivo en Cristo con Dios, y hacer de mi oración una vida y de mi vida una oración.

viernes, 22 de julio de 2016

JUAN 20, 1 MARIA MAGADALENA

Juan 20, 11-18: Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» - que quiere decir: «Maestro» -. Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.


Me sugiere, este evangelio, que muchas veces la cristiandad mira casi exclusivamente hacia dos referentes cristológicos. El primero es la cruz, propio de la señal más característica de la iconografía de siempre, y el segundo es la resurrección, cuya representación no está tan extendida, o trabajada. María Magdalena será el tránsito que muchos de nosotros hacemos del monte Golgotá hacia el día de Pentecostés, cuando la venida del Espíritu Santo despeja ya cualquier tipo de duda.

Maria Magdalena fue una de las prisioneras del mal que reina en el mundo, sobre ella actuaban 7 espíritus malignos. Y Jesús la liberó de semejante encierro, a lo que María respondió con una actitud de libre servicio seguramente durante algunos años, los que Jesús terminaría viviendo hasta su crucifixión. Maria, por tanto, como discípula de Cristo aprendió a servir con gratitud y gratuidad, pero también aprendió una lección que después Jesús se encargaría de recordarla: liberar a las personas del mal que existe.

Cuando Jesús, al final de este pasaje, manda a María con sus hermanos, lo hace recordándole a Maria la libertad con la que ya, antes, fue rescatada. “Rabbuni”, esta exclamación devuelve a María la libertad perdida, y de nuevo posibilitada ahora debe ella llevarla donde los demás estaban escondidos.

No obstante, este pasaje nos enseña a que no podemos mirar exclusivamente a la cruz, ni debemos hacer del calvario el referente de nuestra vida. Cuando mi atención se dirige al madero, a los clavos, a la sangre, y a la vía dolorosa, puedo estar acompañando a Jesús, pero mi corazón va decayendo, se va apagando, y finalmente, también yace allí clavado, maniatado por el poder imperial.

Fijémonos en esta doble etapa de la vida de Maria, si bien feliz y fogosa en su servicio en vida del maestro, ahora llora desconsolada junto al sepulcro, en el cementerio. En un lugar donde ya no hay vida.

No pretendo expresar con crudeza la visión de la cruz, ni restarle su significado. No sería tan osado de negar su sentido. Pero quisiera atender a las demandas del evangelista cuando representa una escena en la que la comunidad, María, se ha equivocado de referente. La cruz, aquí, lleva al sepulcro, y enterrar a Jesús ha provocado mucho dolor en el seno de la comunidad joánica, ha sembrado miedo, duda, y llanto.

Los últimos capítulos del evangelio de Juan nos muestran a un Jesús que trata de explicar a los suyos que a pesar de que le sobre vendrá la muerte, con su partida vendrá la vida, y que no deben preocuparse por las persecuciones ni por la tribulación, porque a su marcha, empezará el tiempo del Espíritu Santo, el cual les explicará todas las cosas, con convencimiento.

Juan intenta llevarnos a descubrir que nuestra fe, en tantas ocasiones, es muy humana, y que sin Jesús a nuestro lado, nos cuesta trascender, o simplemente creer. Y que cuando esa fe muere, lloramos, y nuestra vida circula entre sepulcros, se va apagando.

La escena dibuja una presencia esplendorosa con dos ágeles, una imagen que muchos autores se han encargado de descibrir y representar, pero a nosotros nos importa saber que ni tan siquiera el cuadro más hermoso, angelical, o divino, logra despertar nuestra quietud, ni alegrar nuestro semblante. Como en aquella ocasión en la que Jesús ora en Getsemaní, los discípulos están durmiendo.
-          “Se han llevado a mi Señor”, responde.

Sollozos, María está obstinada en la realidad que alcanza a ver en ese momento. Se abren las viejas cicatrices de los siete demonios, ella misma vuelve a estar maniatada. Y es, a veces, tan complicado hacer salir a alguien de su realidad, de lo que comprende. Ni con esfuerzos, muchas veces lograremos sacar a alguien de su hipnosis. En este caso, una mujer se aferra a lo que sus ojos ven, y clama tan deprimida, angustiada, y sin saber qué decir.

Cuando Jesús les ha dado potestad, los ha enviado a predicar y a sanar enfermedades, y a pesar de que volvieron con triumfos, todo se desvanece, “Se han llevado a mi Señor”.

Pero la situación da un giro inesperado. El evangelista, curioso, nos regala un guiño en su narración, y nos dice que: - “dicho esto, se volvió”. Volvió indica aquí una posibilidad de cambio, una atención, y nos recuerda la paràbola del Hijo pródigo. Es necesario volverse para salir de una situación. La atención de María ya ha cambiado, y ¡por fin! Ya no está puesta en el sepulcro.

Juan ve que los acontecimientos permiten un giro de la historia. Y presenta a Jesús junto a María, aunque ella todavía no pueda reconocerlo. Jesús no estaba en el sepulcro, quiere decirnos, Jesús estaba junto a María. Por tanto, es importante saber que Jesús está con su comunidad.

Y entonces interpela. Y el sólo dirigirse a ella la despierta. ¿Por qué lloras? Y el llanto se torna en una exclamación viva de alegría: Rabbuni (maestro).

Y de repente hay una explosión de vida y de entusiasmo, unas ganas de abrazar. María acaba de despertar, ha recobrado el sentido, y ahora quiere celebrar. Recupera, nuevamente, las sensaciones que parecían perdidas. Y es que el efecto de Jesús, su sólo pronunciar nuestro nombre, nos conduce al gozo.

Y ahora Jesús nos indica hacia el otro referente. Atrás ha quedado la cruz, ahora dejame marchar, y corre a visitar a tus hermanos. Jesús indica a María el modo y la forma en que se va a preparar la nueva fiesta que viene. Ella ya es testimonio de esta nueva alegría por la vida. Pero es necesario que jesús marche, que regrese al Padre, sólo entonces podrá enviar al Espíritu Santo, y en ese momento, cuando esto ocurre, nos trasladamos hacia donde hay que mirar, a la resurrección. Jesús vive!

Jesús nos invita a no vivir un cristianismo con la fe muerta, o uno de llanto que ciega. Él quiere que, ahora, este cristianismo sea motivo de fiesta, de celebración, y que desde esta alegría existamos, en constante acción de gracias.


El evangelista vuelve a mostrar su maestría en el arte de llevarnos de un lugar a otro, los acontecmientos que nos situaban en la cruz, nos condujeron al sepulcro, y ahora, nos devuelven al encuentro con la comunidad. Y todo este itinerario termina con un claro mensaje, que si Jesús es la vida, la resurrección es también, entrar «más» en la vida.

jueves, 21 de julio de 2016

MATEO 13, 10 SECRETOS

Mateo 13, 10 - 17: En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?» Él les contestó: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.»


Que a nosotros, diga el texto, se nos conceda conocer los secretos del Reino no significa que vaya a venirnos, o haya venido ya, una interpretación, un modo único de entender la realidad de Dios. Quizás deberíamos aclarar esta afirmación diciendo que los secretos del Reino van a ir siendo revelados constantemente y según el mundo avanza. O podríamos decir, más a nuestro alcance, que estos secretos que se revelan van a tener un matíz nuevo en cada generación pues así como el mundo avanza, la historia, la sociedad, el pensamiento, la tecnología… catapultan nuevas formas de comprender esos secretos, esos misterios. Huyan de cualquier gurú que les quiera decir que conoce los entresijos del “cielo” porque les está engañando. Marchen de cualquier lugar (parroquia, grupo, colectivo…) que igualmente les diga que el evangelio es así, o que el Reino es asá, o que Dios dice por medio de ellos… porque no es así.

Ahora bien, abran su corazón, sus ojos, sus oídos y tengan los sentidos atentos a todo aquello que proviene de Dios y que se les manifiesta a diario. El mundo rebosa de Dios, sea en amor, sea en belleza, sea en la naturaleza o sea a través de los actos más cotidianos. Ustedes tienen, por encima de todo, el derecho a descubrir el Reino y la voluntad de Dios, pero la voluntad de Dios para ustedes. Ustedes tienen derecho a relacionarse con el Padre, con Cristo, a vivir su fe y a ser quienes son. No dejen que les quiten ese derecho ni se dejen acovardar por quienes les dirán que poseen la verdad.

¿Acaso lo conocemos todo?¿Acaso hay algún absoluto en Dios?¿Ha llegado el ser humano a la plenitud de su desarrollo?¿No queda nada más que descubrir?


Los secretos de Dios son como una vida naciente, que aprendemos a descubrir cada día. Estos secretos están llamados a sorprendernos, son misterios. Hay que aprender a vivir a Dios desde esa sorpresa, desde la admiración. Por tanto, estemos abiertos a que en nuestra vida, a diario, se origine una nueva revelación, sea a través de un niño, sea desde el amor de la pareja, sea jugando un partido de fútbol o sea en oración.

miércoles, 20 de julio de 2016

MATEO 13, 1 EL SEMBRADOR

MATEO 13, 1 – 9: Ese mismo día salió Jesús de la casa y se sentó junto al lago. Era tal la multitud que se reunió para verlo que él tuvo que subir a una barca donde se sentó mientras toda la gente estaba de pie en la orilla. Y les dijo en parábolas muchas cosas como éstas: Un sembrador salió a sembrar. Mientras iba esparciendo la semilla, una parte cayó junto al camino, y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron. Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al crecer, la ahogaron. Pero las otras semillas cayeron en buen terreno, en el que se dio una cosecha que rindió treinta, sesenta y hasta cien veces más de lo que se había sembrado. El que tenga oídos, que oiga.»


Todos nosotros deberíamos tener mucho cuidado con las semillas que caen en el terreno pedregoso, o mucho cariño, mucha paciencia y mucha delicadeza por el riesgo que tienen estas personas en las que la vida cala de una forma tan efímera que corren el riesgo de sucumbir ante cualquier clase de pasiones. Así pasa, por ejemplo, con quienes han dejado las drogas, que parecen tener un subidon de ganas de vivir cuando inician el tratamiento, o cuando lo acaban, pero que sin apoyo, sin amor, sin motivación… vuelven otra vez al terreno drogadictil. Como éste ejemplo, muchos más.

Claro, esto representa pedirle a la sociedad una implicación mayor en muchos aspectos. También implica un nivel diferente de tolerancia, que nada tiene que ver con la permisividad, sino con la idea de que no somos perfectos. También aprender a convivir con el dolor ajeno, porque todos somos igualmente frágiles. Es por tanto un redescubrimiento de la necesidad humana y de la vocación de amar al otro la que nos lleva al terreno pedregoso con mucho cuidado para trasplantar aquellas semillas en la buena tierra.

Que no se pierda nadie, es una gran premisa. Pero es posible, y como tal hay que perseguir el éxito del ser humano, que no pasa por mejorar el sueldo, ni por ascender, ni por tener coche de empresa, sino que vive del sentirse amado. Habrá que escuchar, habrá que abrazar, habrá que sonreír y también tendremos que equivocarnos. Pero debemos tener presente que en un momento u otro de nuestra vida estamos plantados, también, en ese terreno pedregoso. Cuántas situaciones hemos tenido en las que si no hubiera sido por el padre, o por la hermana, o por una amiga, o por… nos habríamos secado.

Además, el hecho de acompañar en el tránsito de terrenos nos recuerda que Dios y el ser humano viven ayudándose, sirviéndose, poniéndose en contacto, asociándose… No dejen secar a nadie, si ven  a alguien marchito vayan y consuelen. Permitan que todo el mundo pueda echar sus raíces y, por supuesto, puedan dar su fruto.

A nosotros nos han educado marcándonos un terreno determinado: si estudias vales, si no estudias no vales. Si ganas dinero triunfas, si no lo ganas te ahogas. Si haces, si tienes, si consigues, si inviertes, si te hipotecas… Todos son terrenos en pedregales. Normalmente nos inclinamos más a las rocas que a la buena tierra, por eso se secan tantas plantas. Que cada cual sea lo que tiene que ser, y que lo sea con felicidad, porque nadie sabe qué fruto darán los hijos.

Dejen las rocas y desciendan a la tierra fértil.

martes, 19 de julio de 2016

MATEO 12, 46 LA FAMILIA MESIANICA

Mateo 12, 46 - 50: En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él.  Uno se lo avisó: «Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo.» Pero él contestó al que le avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.» 


Hay líneas diferentes en la interpretación de este pasaje entre Mateo y Marcos y Lucas. Mateo y Marcos nos lanzan un mensaje: lo importante no es la familia de sangre sino que ahora se presenta una nueva forma de familia mesiánica, quienes cumplen la voluntad del Padre. Esa es la verdadera familia. En cambio, Lucas aprovecha el pasaje para exponernos un modelo de creyente en María, la madre, quien inaugura esta nueva familia unida por lazos mesiánicos. Para Marcos y Mateo la figura de María no es tan importante como para Lucas, que quiere darle un papel principal en esta nueva configuración familiar. Pero, interpretaciones a parte, hoy podríamos decir que de un modo u otro provenimos de esta herencia familiar inaugurada por las palabras del Cristo y que abren la posibilidad de pertenencia, no ya por el vínculo de la consanguinidad sino por el vínculo de la fe.

El evangelio nos suscita muchas ocasiones para la fe, los milagros por ejemplo son situaciones que quieren  suscitar la fe, los relatos de vocación también quieren llevarnos a esta comprensión del fenómeno del Reino y también, el establecimiento de una herencia que supera los límites humanos hacia Dios, por la fe. Por tanto, estamos en un momento del evangelio que quiere dejarnos constancia de esta comprensión de las cosas de Dios no ya por elemento humano sino por medio de lo que es más tocante al espíritu.

¿Y cuál es la voluntad del Padre? Bien, pues seguramente aún estemos por explorarla. Lo que es cierto es que esta familia mesiánica que se abre desde el evangelio hoy es mucho más grande de lo que algunos quieren transmitirnos. Hay múltiples, variadas y nuevas formas de cumplir la voluntad del Padre que cada día abrenmás y más esta gran familia. Una familia que ya trasciende incluso la denominación cristiana como tal porque la fe es algo tan grande, tan sobervio, que no podemos encerrarla en una secta, una parroquia, un grupo de creyentes…


Pues, que viva la fe! Pero que viva esta fe que nos aceca a las personas, que nos abre el corazón, que nos permite portar bondad, solidaridad… que aporta trabajo, dedicación… y que no conoce de razas, ni de posiciones, ni de política…

lunes, 18 de julio de 2016

MATEO 12, 38 UNA SEÑAL MILAGROSA

MATEO 12, 38 – 42: Algunos de los fariseos y de los maestros de la ley le dijeron: —Maestro, queremos ver alguna señal milagrosa de parte tuya. Jesús les contestó: —¡Esta generación malvada y adúltera pide una señal milagrosa! Pero no se le dará más señal que la del profeta Jonás. Porque así como tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre de un gran pez, también tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en las entrañas de la tierra. Los habitantes de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán; porque ellos se arrepintieron al escuchar la predicación de Jonás, y aquí tienen ustedes a uno más grande que Jonás. La reina del Sur se levantará en el día del juicio y condenará a esta generación; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí tienen ustedes a uno más grande que Salomón.



La obra de Jonás, que viene a ser algo así como una narración didáctica, nos habla de dos cosas: a) no juzgar las apariencias, y b) que la misericordia de Dios llega a todos, incluso a los que eran enemigos del pueblo judío. A la luz de los hechos nosotros podemos ubicar el momento de esos tres días desde diferentes acontecimientos, todos para salvación, todos situaciones de vida; tengo la impresión de que aquí el evangelista pinta una escena de castigo muy diferente a la intención del escritor del libro de Jonás. Quizás Mateo parezca más a alguno de aquellos primeros profetas que proclamaban castigo a un pueblo que daba la espalda a Dios.

El pasaje es recurrente porque todavía hoy hay quienes se sirven de esta fórmula para hablar en nombre de Dios, separando a justos y a injustos y utilizando una forma de medir desfasada y alejada de lo que conocemos de Dios. Jesús dirá que Él no vino para condenar el mundo sino para salvarlo, entonces es de rigor casi académico que si alguna cosa hay que hacer sea la de acompañar al ser humano aún en sus peores momentos.

El castigo divino, la retribución, la paga… son caracteres de sectas, de instituciones integristas, de fundamentalismos. En mucho son todo lo contrario a la predicación de Cristo, pero (y me sorprende) cada vez tienen más miembros, más fieles, más personas puestas a disposición del juicio de otro que dice tener poder, potestad, ministerio. La verdad es que se lo montan muy bien, algunos incluso tienen un discurso más que convincente, pero si rasgamos un poquito ya empezaremos a ver que allí hay algo raro. Porque si lo fundamental de Cristo es dar libertad al ser humano, en estos lugares de libertad nada, y si de los actos de Jesús leemos cómo integraba a los enfermos, pecadores, leprosos, prostitutas… a la sociedad, para estas sectas hay distinción entre justo y culpable.

Esto es muy personal: en los evangelios hay veces que no vemos a Cristo, sino la pluma (o la voz en aquel tiempo) de un autor. Hay que leer entre líneas, hay que usar la razón, y hay que ver lo que diferencia al autor humano del autor divino, porque aunque escribieron de Cristo, no todo es de Él. Sabemos que hay una única fuente, entonces leer los evangelios también será una búsqueda. Hay que tener capacidad para llevar la letra al corazón, para meditarla y comprenderla, sino estamos totalmente expuestos a lo que pasa.


Con calma, sin prisa, con tiempo, y con el corazón lean, continúen con lo que ayuda a la vida y dejen lo que termina en contiendas.

domingo, 17 de julio de 2016

LUCAS 10, 38 DE MARTA A MARIA

Lucas 10, 38 - 42: En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada Maria, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.» 
Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.» 


Resultaría paradójico que hoy nos pusiéramos a hablar de la vida activa o de la vida contemplativa con la que tanto ilustramos este pasaje sin detenernos a hablar de otras cosas verdaderamente importantes en el mundo actual, pues en estos días anteriores Niza Y Turquía han vivido sendos episodios de violencia e intento golpista que reflejan otras tantas realidades de las que nadie escapa. Por tanto, permitidme hoy que haga otra comparación entre las dos hermanas que trascienda lo más típico.

Estamos acostumbrados a convivir con un cristianismo de tipo María, contemplativo, siempre a los pies de la homilía, de la misa, de la liturgia, del Vaticano… Es un cristianismo comprometido con lo religioso, practicante en cuanto al precepto y que vive la realidad más cruel con estupor pero desde una cierta lejanía. Por el contrario, tenemos a otro sector más de Marta, comprometido hasta el extremo, que viaja a los lugares en conflicto, que recorre las calles en respuesta a la acción social y que se muestra crítico con la realidad del mundo que nos rodea.

Hoy, entiendo perfectamente a esta Marta que reclama de su hermana ayuda. Claro, en nuestro contexto estoy convencido que Jesús no diría que María se queda con la mejor parte, porque una vida de absoluta contemplación termina siendo una vida pasiva con la realidad aunque activa en lo espiritual. Marta dice a estos y a estas, ayudadme! Ayudadme porque en el mundo cada día ocurren circunstancias que claman al cielo, que transgreden los derechos humanos, que afrentan contra el bien común, que cohartan la libertad, que suprimen las necesidades básicas del ser humano. Marta diría a María, vamos! No te quedes sólo a los pies del Cristo, no resida tu fe sólo en la vida espiritual sino que cálzate los zapatos porque hay que ponerse en camino, hay que correr (no caminar) porque el mundo apremia.

Marta nos indica que quedan muchas cosas que hacer, que corregir, que denunciar y por las que luchar. María nos recuerda que en el camino también tendremos que detenernos, que buscar la oración, que trabajar nuestra espiritualidad y que alimentar nuestra fe.


Busquemos la parte media, porque de un lado hay que trabajar y por el otro hay que contemplar. Pero nunca perdamos de vista la realidad que vivimos porque tanto somos llamados a seguir al Cristo como a ser responsables de este jardín que no es Edén pero es nuestro.

viernes, 15 de julio de 2016

MATEO 12, 1 DAVID LO HIZO

MATEO 12, 1 – 6: Por aquel tiempo pasaba Jesús por los sembrados en sábado. Sus discípulos tenían hambre, así que comenzaron a arrancar algunas espigas de trigo y comérselas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: —¡Mira! Tus discípulos están haciendo lo que está prohibido en sábado. Él les contestó: —¿No han leído lo que hizo David en aquella ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios, y él y sus compañeros comieron los panes consagrados a Dios, lo que no se les permitía a ellos sino sólo a los sacerdotes. ¿O no han leído en la ley que los sacerdotes en el templo profanan el sábado sin incurrir en culpa? Pues yo les digo que aquí está uno más grande que el templo.


Señalar a alguien cuando hace algo prohibido es fácil, diría que a veces incluso llega a gustar a los acusadores, que encuentran un cierto placer una vez han denunciado al infractor. Sea por un robo, sea por comer, la denuncia sigue adelante. Diríamos que en nuestro tiempo nada ha cambiado, porque si antes acusaron los fariseos, hoy lo hace el ministerio de Hacienda, que infla con cargos y recargos a los autónomos, a los particulares y al pequeño empresario que se ve ahogado por la demanda implacable de la máquina gubernamental. Claro, si estas personas fueran cristianas, algún valiente (o alguna) podría mañana encadenarse delante del ministerio de hacienda, o el de justicia, o el de economía… para volver a declarar aquello que Jesús recuerda a los exaltados judíos:

“¿O no han leído en la ley que los sacerdotes en el templo profanan el sábado sin incurrir en culpa?”

En el recuerdo inmediato, los repetidos casos de corrupción que arrastran a toda la política en general, y que parece presentar impunidad para unos y expiación para otros. Ellos son nuestros sacerdotes del presente, y también profanan el templo de la justicia, de la igualdad, de la caridad, de la libertad. No digo que tengamos que hacer lo malo, sólo que de una vez venzamos la tiranía del poder para garantizar a cualquier hombre o mujer una casa, tres platos de comida al día, una asistencia sanitaria digna, y una política más humanitaria y en la que el interés no esté en salir a bolsa, sino en que ustedes y nosotros seamos felices.

El dilema es el mismo que enfrentó Cristo, y hoy no me valen los discursos, las buenas intenciones, el deseo de cambiar o las promesas, porque la realidad en la calle es que las familias cada día afrontan su cruz, son su sufrimiento, con su sangre, y con mucho dolor.


Los que realmente pueden, declaren que el hombre no está hecho para el sábado sino que el sábado se hizo para el hombre. Y esto son muchos cambios, y también es un acto de valentía y de amor. Los que hablan, los que predican, los que tienen acceso a las decisiones, rompan toda constitución porque está mal redactada y devuélvanle al ser humano lo que le pertenece, esto es la vida.

jueves, 14 de julio de 2016

MATEO 11, 29 SER DE APOYO

MATEO 11, 28 – 30: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»



A veces puede resultar diluido un mensaje que se repite y se repite, más cuando lo cierto es que la vida cristiana, si bien es reconfortante, a veces no atiende a la máxima del descargo propuesto por este pasaje. Así, el evangelio nos pone a veces en una tesitura de ligereza, felicidad y paz y otras, en cambio, en situación de persecución o de coste. El que quiera ganar debe perder, pero el que coge mi yugo hallará descanso.

No podemos engañar a nadie, la vida no es un camino de rosas y hay situaciones que nos llevan al extremo. Es cierto, pero, que quienes confiamos en Jesús tenemos a alguien en quien sujetar todas las situaciones de la vida. De ese modo el descanso que hallamos está en la seguridad de que todo lo que ocurre es por alguna razón, aunque en el momento presente no la veamos. Somos una comunidad en esperanza y por la fe adquirimos conciencia de que Cristo carga con nuestras dolencias, o de otro modo… que Jesús nos ayuda a soportar las cargas de la vida, que no son pocas.

Podemos, nosotros, hacernos con el mensaje de hoy, llevarlo a nuestra vida no como aquellos que dejan en Cristo su mochila sino como aquellos que, siguiendo el ejemplo de Jesús, quieren ofrecer su ayuda a los demás, como si fuéramos “cireneos”, dispuestos a ayudar a cargar con la cruz de otros, solidarizándonos, volcándonos en el compromiso, buscando la manera de compartir suelo y vida. Esta sería una buena opción para llevar el evangelio en nuestro tiempo, convertirnos en consoladores de la sociedad, en aquellos que quieren dar pasos al frente en cualquier situación.


Por tanto deseo que el llamado de Jesús, que su ofrecimiento, sea también nuestra opción en la vida, ser personas con capacidad para descargar de sus problemas a los demás, por amor, en esperanza, transmitiendo la variable de la fe como aquello que fundamenta nuestra vida en la felicidad, en la libertad… No, no somos mochileros pero sí somos un hombro en el que los demás se pueden apoyar.

miércoles, 13 de julio de 2016

MATEO 11, 25 PEQUEÑINES

MATEO 11, 25 – 30: En aquel tiempo Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los que son como niños. Sí, Padre, porque esa fue tu buena voluntad. »Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo. »Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.»


Llevar este pasaje de su tiempo al nuestro supondría decir que ya no hay muchos como aquellos niños en nuestra sociedad occidental, europea, americana… pues ahora seríamos más como los sabios y entendidos gracias a nuestro nivel cultural. A los niños los hemos desplazados a las zonas rurales o a países en los que la cultura, o la prudencia, no ha sido posible alcanzar. El evangelio es de los pobres, pero también de los ricos, si yo uso el evangelio para hacer una especie de himno reivindicador hacia los necesitados, estoy perjudicando a quienes, siendo también creyentes, no viven bajo la amenaza de la pobreza. Hay muchas personas apacibles, humildes y generosas que son cultas, ricas, poderosas… y gracias a Dios que las hay porque si no fuera así los más necesitados serían completamente olvidados.

Sí es cierto, pero, que de la lectura de hoy existe una necesidad, o una llamada a ser como los niños. No a regresar a la infancia, y tampoco a desprenderse de las posesiones, sino que el término niños se refiere aquí a esa inocencia que todavía ni pide, ni exige, ni prejuzga. Volverse niño es para dejar a las personas ser quienes son, porque en esa edad, si miramos en un colegio, cada uno es lo que es: el que pega, el que recibe, el que juega, el que llora… y luego ya vendrá el crecimiento. En ese estadio infantil hay tiempo para pasarlo bien, para abrir la imaginación, hay amigos invisibles, y parece que algunos incluso pueden mirar más allá.

¿No habéis escuchado nunca aquello de: has perdido la espontaneidad, la gracia, la chispa, o la inocencia? Bien, eso es que nos hemos olvidado de ser niños, y la premisa fundamental para regresar a aquella etapa es descubrir, o redescubrir podríamos decir, dejando a las cosas y a las personas ser lo que son. Lo mejor de un niño (o de una niña) es dejar a Jesús ser Jesús, ¿y cómo es Jesús? Hoy te diría que es el Hijo, engendrado (no creado), unigénito y a través del cual todo fue hecho, imagen visible del Dios invisible… ¡vaya!

Parece que el sentido de las catequesis son para dar a conocer a Jesús, a Dios, nuestra fe y cómo se profesa, pero también deberían ser un espacio de acercamiento del adulto al infante, de intercambiar experiencia, de intuiciones. Sin duda, si buscamos un espacio en el que hacernos con este pasaje debe ser ahí, con los más pequeños, que nos contagian entusiasmo y ganas de descubrir, qué bonito es el mundo desde el prisma de una niña, cuánto color, qué castillos! O desde la vitalidad del niño, nunca se cansan… se agotan.


El reto del adulto es redescubrir al Cristo de la infancia y reubicarlo en nuestro mapa teologal. Quizás por el camino del desarrollo y el aprendizaje hemos dejado de ver a Jesús como Él es para proyectar en Él otro tipo de imágenes. Bien, volvamos a ese tiempo de imaginación, vivamos la experiencia de la gratuidad y regresemos a nuestro tiempo más vitales, incluso más inocentes.

martes, 12 de julio de 2016

MATEO 11, 20 JUICIOS Y CASTIGOS

Mateo 11, 20 - 24: En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti.» 


Hoy, quizás, no tenemos un argumento tan radicalizado respecto a la religión. Bien es cierto que existen lugares en los que se vive con fervor el sentimiento creyente y que hay otros lugares, en cambio, que se vive dentro de un ámbito más secular. Mayoritariamente convivimos los unos con los otros aunque en ambos sectores hay redicalidades que quieren obligar a las personas a elegir un bando u otro. No se trata de llevar a nadie a nuestro terreno, no debe ser obligando, coaccionando o sometiendo que uno tenga que creer o no creer. La obra es mayor: hay que educar, porque por encima de los milagros, de las grandes manifestaciones, de los lugares de culto o de las mejores homilias existe la persona humana. ¿Alguien quiere rescatar al ser humano? Edúquenlo.

Ya no vivimos bajo la tiranía del castigo o bajo el imperio del miedo por el pecado, son resquicios de épocas pasadas en las que tratamos de controlar a las personas a base de temor, de infierno… Doy gracias a Dios que la mayoría de nosotros hemos tenido acceso a la educación y que, de un modo u otro, ello nos ha permitido usa la razón, la lógica, la intuición… repercutiendo todo ello en nuestra dimensión espiritual. No obstante, quedan muchos lugares del mundo en que la educación parece una quimera y en los que todavía se vive bajo el paradigma del Dios castigador y del ser humano pecador, que vive sometido a la maldad del mundo.

Qué enemigos más poderosos la superstición, la ignorancia, la sumisión… Qué lástima que tengamos segmentos de la Iglesia que promuevan este tipo de vida. Qué pena que no se promueva la libertad de las personas, su unicidad, su originalidad. Hoy llevaría la pregunta que se hizo famosa hace años, por el Vaticano II, “Iglesia, ¿qué dices de ti misma?”

Aunque somos una realidad presente y futura, con vistas a la actualidad y a la esperanza escatológica, no podemos olvidar que el verdadero juicio que se propone en la Tierra es para libertar al ser humano. Por tanto, que no haya más juicios de castigo sino que haya propuestas de paz, que no haya más sentencia carcelaria sino caminos de libertad, que no existan más prisiones, ni infiernos, sino la promoción de la vida.


Cristo nos hizo pescadores, pero no para maniatar en la red a las personas sino para acercarlas a la orilla, darles de comer, liberarlas y dejar que, después, ellas mismas elijan qué tipo de vida quieren. Que se quedan con nosotros… fantástico. Que deciden no hacerlo… ¿quiénes somos para obligarlos?

lunes, 11 de julio de 2016

MATEO 10, 43 PAZ A LA TIERRA

MATEO 10, 34 - 35: No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz sino espada. Porque he venido a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra.


Hablar de la paz, o buscarla, implica (como la libertad) un proceso en el cual suelen aparecer luchas, batallas, conflictos. Incluso alcanzada la paz siempre vive algún conflicto, lo vemos de un modo más próximo en la pareja y también podemos extraerlo de predicar a Cristo. La teología de la liberación está en una de estas tesituras, aplicada en lugares donde cohabitan con la explotación, la falta de derechos humanos, la repartición desigual de las riquezas, y la deseducación de los campitos, las zonas más humildes. El Cristo que predicamos los cristianos a veces es de paz, a veces reivindica, y otras veces pelea. No sé si es correcto segmentar a Jesús de esta manera, pero si en la bandera vive la libertad del ser humano por mí… adelante.

Claro, Pablo en Efesios dirá que Cristo es nuestra paz, la piedra que ha sido capaz de igualar al libre y al esclavo, al hombre y a la mujer, al judío y al griego. Pero tanto el tiempo de Jesús como el de Pablo estuvieron teñidos de sangre, de esclavitud, de dictadura y de religiosidad rigorista. Entonces, ahí podemos ver la espada y con ella un mar de guerra, de valentía, de entrega, de desafíos…

Para nosotros, hoy, alzar la espada parece poco menos que probable. Primero, por la pérdida de interés y de identidad cristiana; segundo, porque se está perdiendo la generación, y no hay un vínculo genuino entre padres e hijos; tercero, porque nos hemos conformado; y cuarto, porque no hay fuego.

Podemos hablar de Jesús, de Pablo, de Lutero, de Martin Luther King, de Bonhoeffer, de Edith Stein… nombres que han desenvainado la espada a favor de la humanidad; actualmente también podríamos encontrar a Casaldaliga, a Segundo Montes, Ellacuría, Romero… aunque en esta lista faltan jóvenes, faltan más jóvenes preocupados, entregados, que deseen implicarse en la vida y a favor de ella, que quemen el mundo, que lo hagan arder de amor, cómo encuentro a faltar a tantos y tantas, chicos y chicas, acampando a las puertas de la Iglesia, del Gobierno, de Hacienda, o de los bancos para reclamar, para anunciar, para responder y para sacar la espada.


El fuego, que muchas veces se apaga, sobrevive en las brasas, esperando que se avive, que se aliente. Por ello, preocupémonos de poner en la juventud una semilla de deseo, de libertad, de vida, de acción, de compromiso, de amor. Hablemos con ellos, apoyémoslos, cuidémoslos y vayamos con ellos hacia sus sueños, sus metas, sus preocupaciones, porque esta generación ya está pasando sin presentar batalla.

domingo, 10 de julio de 2016

LUCAS 10, 25 SAMARITANOS

Lucas 10, 25 - 37: En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»  Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»  Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»  Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»


Viendo la actualidad diría que faltan samaritanas y samaritanos. Corrijo, bien es cierto que el mundo está lleno de samaritanos que corren al auxilio de las personas, que se preocupan por el prójimo, que tienen cuidado del mundo y de los seres humanos, que gastan su tiempo, su sueldo, sus fuerzas por amor y gracias, de verdad, que existen porque hacen que el mundo en el que vivimos sea, día a día, un poco mejor. Pero también es cierto que faltan muchas, muchos, samaritanas y samaritanos para que esta vida de solidaridad continúe y no se agote en aquellos que ya hacen su servicio a los demás. Es necesario promover esta actitud, es urgente educar a las personas para el auxilio, es primordial que cualquier sociedad tenga mecanismos de ayuda social, económica, ecológica… Debemos rendirnos ante la evidencia: hay que volver a la misericordia.

Soy muy crítico con la política de nuestro tiempo porque es la que nos toca vivir, es un poder deshumanizado, que valora por encima de las personas a los grandes intereses, que utiliza el poder para pasar de largo de las muchas problemáticas que hay en la sociedad. Hoy niegan la opción a sacar adelante la ley de pobreza energética, hoy se prima a las energéticas, se cobra la luz o el agua a precio de oro, existen hospitales públicos sin los medios para paliar el calor del verano, se salva a los bancos y a los equipos de fútbol… judicialmente se favorece a la monarquía, no se persigue el gran fraude, se permite la fuga de capital, se esconden las cajas B… tan siquiera conocen qué vale un café a pie de calle y nos quieren decir que conocen las dificultades con que vive el ciudadano, mentira! Nuestra política, a elegir, puede ser el sacerdote, el levita o incluso los bandidos, que también hay muchos.


Entonces, qué nos queda a los que procuramos algo mejor para nuestro pequeño mundo. El Papa Francisco dijo que se necesitaba a una Iglesia que fuera un hospital de campaña, pero también necesitamos a una sociedad que quiera ser posada, o posadero. Está bien que se quiera implicar a la Iglesia en la reconstrucción de la humanidad, pero también hay que edificar lugares de paz entre ciudadanos, abrir casas, acoger a personas, situar espacios de bondad en medio del mundo del consumo… El que pueda ofrecer una habitación, que la ofrezca, el que pueda abrir una posada, que la abra… y el que no tenga medios ni para una, ni para otra, que abra su corazón, que también es un precioso lugar que permite vendar heridas, curar y pacificar las situaciones.

viernes, 8 de julio de 2016

MATEO 10, 16 PADRES CONTRA HIJOS

Mateo 10, 16 - 23: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero no os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. Porque os aseguro que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre.» 


Aunque se trata de un mensaje con destino a la comunidad de Mateo, que debía estar atravesando todo tipo de dificultades, también podemos llevar este mensaje de hoy a nuestro tiempo, a la vida política, porque leyendo lo que leemos a nadie escapa hacer un guiño a la actualidad política, llena de trampas, de corrupción… o al poder judicial, hoy en manos de los poderes fácticos y de los intereses económicos. Nadie sabe de qué manera pero está claro que los hilos se van moviendo a discreción sin que nosotros podamos hacer nada. Sí, nos dejan votar, nos dejan invertir, nos permiten ir a los tribunales y reclamar nuestros derechos… pero en realidad tan sólo nos dejan vivir en la superficie del entramado social, que verdaderamente sigue oprimiendo sociedades de cualquier lugar, ahogando países en deudas que son imposible de devolver… incluso vendiendo la protección oficial a los fondo buitre.

Los hermanos entregan a los hermanos y los padres a los hijos… Hoy entregamos a los hermanos y hermanas de Siria y demás países a Turquía, los inmovilizamos y los tratamos como seres humanos de segunda, les obligamos a vivir en la inmundicia, en la miseria, en la pobreza… mientrasa sus pies queda aquella presunta Europa del bienestar. Europa es hoy una madre que entrega a sus hijos e hijas, que los desnuda, que se desentiende de ellos. Ahí el caso de Ukraina, por ejemplo.

Quizás llegaremos al punto en que los hijos se rebelen para matar a los padres, encaminados vamos porque, de un modo u otro, finalmente la sociedad tendrá que responder. Y hablo de Europa, porque esto ya ocurre en Mexico, en Brasil, en Venezuela… o por toda África, enredada en un conflicto étnico avivado por el armamento de sus vecinos del Norte.


¿Y qué tenemos que decir los cristianos? El evangelio nos dice que no nos preocupemos por qué decir porque el Espíritu Santo pondrá palabra en nosotros, pero bien es cierto que hay que hablar, actuar, rezar, compormeterse, trabajar… Porque el Espíritu Santo pedirá primero que nosotros pongamos la actitud, que iniciemos el camino, que nos propongamos marchar hacia adelante, retando a las instituciones, luchando por la vida, provocando al opresor, denunciando los maltratos sociales… Pues, digamos, hablemos, reflexionemos, actuemos, vistámonos para la ocasión, que lo merece.

miércoles, 6 de julio de 2016

MATEO 10, 1 LOS DOCE

MATEO 10, 1 – 7: Reunió a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar a los espíritus malignos y sanar toda enfermedad y toda dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Jacobo y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el recaudador de impuestos; Jacobo, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón el Zelote y Judas Iscariote, el que lo traicionó. Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones: «No vayan entre los gentiles ni entren en ningún pueblo de los samaritanos. Vayan más bien a las ovejas descarriadas del pueblo de Israel. Dondequiera que vayan, prediquen este mensaje: “El reino de los cielos está cerca.”


Mateo nos propone hoy ir en busca de la oveja descarriada y aunque inmediatamente se nos vayan los sentidos hacia la exclusión social, la pobreza, la marginación… hoy podríamos verlo desde dos puntos de vista más próximos: el nuestro o el de nuestra familia, porque muy cerca de nosotros vive, o viven, también ovejas que han quedado descolocadas, abandonadas, o incluso señaladas. Todos sabemos: una herencia, una decisión importante, la relación padres – hijos… Tenemos mucho en donde mirar a fin de poder rectificar durante estos días y llevar también el Reino a los nuestros.

Quizás hoy no tanto, pero hasta hace poco las familias quedaban fragmentadas cuando los padres escogían el camino que debían tomar sus hijos, si recuerdan, - tú tienes que estudiar X porque si no estudias no serás nada. Ciertamente así no podemos aproximar el Reino porque lo que estamos haciendo es impartir nuestra propia dictadura de la que pende el futuro de la hija, o del hijo. O cuántas personas han crecido desde una situación en la que se vive una separación en casa, quedando al amparo de las circunstancias o de los recursos, a veces sin opciones, otras debiendo trabajar y abandonar muchos proyectos. También cuántos hermanos discutieron por un piso, por una hacienda, por algo de dinero que dejaron los padres.

Ahora, ¿es posible que podamos llegar a Dios teniendo relaciones tan cercanas absolutamente rotas? Ahí reside la gracia, que nos envuelve y nos capacita para llegar donde con nuestras disputas a penas lograríamos ver de lejos, y como un recuerdo de lo que Dios hace por nosotros, es posible acercar también su gracia dando opción a la reconciliación, al encuentro, al perdón… No vale la pena buscar el conocimiento, ni divagar o pasarse horas meditando, tampoco vestirnos de espirituales cuando en lo más elemental no logramos vivir el Reino de Dios. Si aborrezco a la hermana, si no puedo ver al hermano, si me enfrenté a mi padre o si hice llorar a mamá, ¿para qué?


Este pasaje de hoy empieza nombrando a los apóstoles, a cada uno, y quizás nosotros hoy también tengamos este trabajo de volver a nombrar a cada uno de los miembros de nuestra familia, entregándoles amor, facilitándoles el perdón, consiguiéndoles lo que necesiten, devolviéndoles lo que quitamos… cada uno sabe, pero para acercar el Reino no necesitamos marchar a Brasil, o a México, o a Haití… basta con echar un ojo a la familia y empezar allí nuestro trabajo.

martes, 5 de julio de 2016

MATEO 9, 35 ANUNCIANDO BUENAS NUEVAS

MATEO 9, 35 – 38: Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. «La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros —les dijo a sus discípulos—. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo.»


Mateo nos presenta hoy ante lo que debería ser el llamado universal a darse al prójimo, a la mutua ayuda, al hacer camino o al ampliar familia, por ejemplo. Y puede que llegue a ser para algunos incluso sorprendente que en ningún momento Jesús pide que busquen algún tipo de perfil sino que la puerta se abre para cualquier persona que lo desee. Ya fueran judíos, o samaritanos, o griegos, o esclavos, o publicanos… de toda índole o de toda tribu urbana, sea gay, sea mujer, sea hombre, casado o divorciado, adúltero o incluso traidor, porque si le pedimos a Dios que nos envía a las más guapas, a los más ricos y a los poderosos mejor cambiamos de tercio hacia posiciones ultraconservadoras, que las hay y mucho, no importa quién venga sino que vengan (ese debería ser el llamado).

Claro, somos lo que somos y ocurre que como comunidad hay de todo y lamentablemente a mucha gente la invitas a vivir el evangelio y te dicen que NO, y NO porque llevamos un lastre de gente amargada, cotilla, quejosa y malhumorada que además quieren hacer creer que viven en libertad, según la voluntad de Dios o… Vamos, que con semejante cartel es normal que más de uno se  vaya corriendo cuando pasa por delante de una iglesia.

Qué hacer? O qué no hacer? Porque aquí está el dilema, o por un lado ponemos las cosas claras con esta gente que vive chafando al prójimo, o nos aferramos a la libertad con la que creemos que Dios nos ha llamado y hacemos como la vista gorda. Pues miren, a mí personalmente me gusta la primera opción, porque no puede ser que uno vaya a celebrar la vida y se encuentre lo que se encuentra, aunque también hay muchas, muchas personas que viven una alegría y un darse a los demás que merecen un bien grande OLE!


El pasaje de hoy llama a todos éstos que hacen de estorbo, de espanta pájaros, que NO, que no es así como dijo Jesús, que lo que hay que procurar es que los obreros y los que vengan se encuentren fenomenal, participativos, llenos, felices y vivos. Y si no logramos este objetivo es que indudablemente estamos haciendo algo mal y es NECESARIO ponerse a trabajar para poder volver a llamar a la mies a los que hoy huyen de ella. Claro, leer la Palabra está muy bien, llevarla al corazón mucho mejor.