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sábado, 26 de noviembre de 2016

MATEO 24, 37 ESTAR ATENTOS


MATEO 24, 27  «Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces, estarán dos en el campo: uno es tomado, el otro dejado; dos mujeres moliendo en el molino: una es tomada, la otra dejada. «Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.


Mateo es una constante llamada a la vigilancia, al estar atentos no sólo al aquí y al ahora, sino también a la realidad del Reino que ha de venir. El discípulo, por tanto, sólo lo es en tanto que guarda esa vigilancia y de ahí que encontremos, nada más empezar, el ejemplo de los días de Noe en los que la gente andaba distraida. Con sublime maestría Mateo nos sumerge en el mundo de los signos para tratar de explicarnos primero, que la historia es ciclica y que para cada generación se repiten las mismas señales, y segundo, que cada generación es preparación de la venida del Hijo del Hombre. Asi pues, como comuidad creyente, podemos preguntarnos cómo afrontamos los días de nuestra vida, si distraidos por la llamada del Black Friday (por ejemplo) o si atentos, en colaboración con el Reino.

Ciertamente estar vigilantes o en tensión no tiene que ver con la actitud, antigua ya, de cuando íbamos a escuela, atentos a que el maestro no nos llamara la atención, nos castigara, o llamase a nuestros padres. El Reino tiene una actitud de fiesta, de festividad, que además casa con uno de los preceptos del Decálogo que dice lo de santificar las fiestas. Esta actitud, además, tiene en Jesús un plus que nos muestra la forma y la manera de cómo debemos celebrar: comiendo y bebiendo con el mundo.

Esta actitud de hacer mesa y de hacer fiesta, por si fuera poco, estad seguros que va a causar agitación e incomprensión no por parte del mundo, sino de algunos creyentes. No estamos para encerrarnos entre cuatro paredes, ni para hacer que las personas tengan que renunciar a su intimidad o su realidad… estamos para celebrar, para dar nuevas de gozo, para ilusionar, para pacificar con algo tan sencillo como la causa de la mesa, donde se ejerce el memorial del Cristo.

Además, coman y beban no como el que quiere guardar las formas o como el que teme la fiesta. Háganlo con la misma felicidad con la que han sido acogidos por Dios en su mesa, porque si celebramos banquete, es el de Dios mismo en ustedes. Por supuesto, con moderación, pero no se priven de nada, celebren como les gusta celebrar, con su singularidad, con deseo ardiente, con suma atención. Porque no sólo vigila el que espera al Señor sino también quien lo celebra.

LUCAS 21, 34. TRANQUILIDAD

LUCAS 21, 34 – 36: «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.»


He leído estos días un artículo de Xabier Pikaza, “causas y consecuencias del clericalismo”, en el que hace mención al sacerdocio laical como la forma de servicio de Cristo en contraposición con el orden ministerial que, dice, parece más propio de instituciones cultuales del pasado que justificaron, quizás necesariamente, un momento histórico.

El Pueblo de Dios lo formamos todos los creyentes que, con el bautismo, pasamos a formar parte del Cuerpo de Cristo. Esta perspectiva, que nos pone a todos en camino de un sacerdocio mesiánico como comunidad, aboga por invertir el orden de jerarquías tradicional y debería bastar para impulsar la acción de todos los creyentes a favor de la evangelización. Como dijiste en clase, para que viéndonos puedan llegar a desear conocer al Cristo.

Estamos en un tiempo en el que las iglesias deben sentirse comunidad humana y en la que es de rigor quebrantar cualquier tipo de clericalismo que haga pensar en que unos están por encima de otros, o que unos tienen mayor presencia que otros.

La idea de volver a Cristo, de volver a la evangelización, del amor a través del testimonio, de la solidaridad entre personas son temas que, hoy en día, están presentes en la conciencia de unos fieles que se sienten identificados con esta Iglesia más humana, cercana, entregada, que sirve y está en misión. El corazón de la comunidad, que se celebra en la eucaristía, parte de la vida compartida en lo cotidiano, a través del testimonio (sea Caritas, sean Radares…), por medio de la pedagogía (catequesis, grupos de lecturas bíblicas, grupos de encuentro…)… Vivimos en un tiempo en que las acciones y gestos han recobrado importancia y que, de ese modo, terminan por acercarnos a lo que debió ser la vida de Jesús tal como la narran los evangelistas.

Nuestra posibilidad más inmediata parte de la creatividad con la que funcionemos como Iglesia y como comunidad creyente. Quizás mirando, atónitos, como el mundo ha vuelto a cogernos la delantera. Sólo hace falta ver como el marketing se sirve de valores para captar consumo. ¿No podría haber hecho esto mismo la Iglesia? Si en definitiva los valores que se proponen son los nuestros. Qué digo los nuestros!? Si incluso podríamos ofrecerlos mejor bajo la premisa del amor.

A este respecto no puedo dejar de pensar en Lucas_16:8, cuando se nos dice aquello de que “El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz”.

Aprendamos pues de las herramientas que tenemos, de la presencia gratuita del Espíritu que ya está en todas las situaciones de la vida, las veamos o no. Deseemos proclamar, amar, servir, dedicarnos, incluso desgastarnos hasta perder los talentos porque Dios nos los volverá a dar si por amor los perdimos. Que podamos decirle al mundo: se ha acabado tu tranquilidad.

viernes, 25 de noviembre de 2016

LUCAS 21, 29. BROTES DE LA HIGUERA

LUCAS 21, 29 – 33: Les añadió una parábola: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.


Esto de ver la imagen vegetal de la higuera puede tener para nosotros una reflexión hacia la actualidad: ¿somos capaces de conocer la cercanía del “verano” viendo los brotes que echa nuestra Iglesia? O ¿esos brotes de la Iglesia son echados a perder por las diversas tormentas, granizos, plagas…? Claro, si estos frutos que vienen se vieran perjudicados, de algún modo, por una vida en la intemperie pues diríamos que a causa del contacto del contacto con la vida esa cosecha no ha visto fruto a pesar de que se la ha cuidado, cultivado, mimado, guardado, regado… Por el contrario, tengo que decir, estas inclemencias del tiempo no vienen de ningún contacto social sino que, valga me pese, suelen proceder de la estructura misma: ¿cómo forma la Iglesia a sus sacerdotes, diáconos y creyentes en general? O cuidamos nuestra higuera, o estamos condenados a no ver fruto.

Este contexto es de vital importancia ante una situación extraña en que nadie parece saber muy bien hacia dónde ir, a quién escuchar, qué esperar. Por un lado tenemos la esencia de una espiritualidad de saneamiento inspirada en el deseo de apertura, diálogo, compromiso social… Por otro lado esta la conservación, la sobreprotección de la moral y el temor al progreso (sea cultural, técnico científico…). Un vértice molesta al otro, entre los dos se impide el crecimiento. La cosecha se pierde.

Tanto si uno rema sólo y en un lado como si reman dos pero cada uno en oposición del otro la barca, o no se mueve, o da círculos. Así tenemos la reflexión cristiana a día de hoy. A pesar de las muchas fórmulas y tratados, porque tenemos muchísimos y muy bien redactados, seguimos sin penetrar el sustrato y si la tierra no está cuidada, si la fe no se interioriza y si no llega al tiempo la lluvia, también perdemos la cosecha.

Pero bien, no todo son pérdidas, ¿si? El mundo sigue girando en torno a la bondad, la solidaridad, el amor y otros tantos valores grancias a los que sobrevive el ser humano. Hay cosechas buenas, aunque no sean de denominación creyente. Hay higueras de las que se puede entreveer el fruto. Hay momentos en que la ilusión llama al verano y en el que los campos florecen de vida. Allí se comerá, año tras año, un fruto que para nosotros es don de Dios y para otros obra del esfuerzo humano, o de las técnicas de cultivo. Hagamos entre todos para cuidar los campos de todos, uniendo trabajo. Y que de la aportación de todos logremos salvar lo que ahora se pierde.

martes, 22 de noviembre de 2016

LUCAS 21, 5 SEÑALES

Lucas 21, 5-11: En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?». Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida». Entonces les decía:«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».


Estoy convencido de que lo fundamentalmente importante para el cristiano pasa por la adhesión vital a Cristo, y esta sólo es posible por acción del Espíritu. Claro que uno puede iniciar un camino de fe como un itinerario ascético, creyendo que por la acción de su esfuerzo podrá conseguir la realización de una vida segun el evangelio, pero lo cierto es que es un camino que termina por cansar, pues el ser humano se agota cuando en su horizonte espiritual no existe una persona viva, que viene a nosotros por el influjo del Espíritu. Nuestra vida no proviene de una relación acedémica, intelectual o abstracta con nuestro Señor sino que surge de un dinamismo vital que nos adhiere a su persona, que es por medio del Espíritu.

Estamos, claro, en el ámbito del misterio, pues el Espíritu se derrama sobre quien quiere y como quiere. ¿Podemos decir que hay personas con más o menos Espíritu? No, obviamente, pero sí podemos afirmar que en algunas personas hay un mayor desarrollo o una mayor sensibilidad al trabajo que el Espíritu hace en ellos. Esto nos indica el caràcter vivo de la Tercera persona de la Trinidad, que no se mueve como un estándar sino que acude al encuentro de cada persona según es ella, según sus características, singularidades, límites... Porque como en ningún caso Dios quiere ser de obligación para las personas, tampoco puede obligar a una medida de Espíritu para cada uno sino a un único Espíritu que se derrama en nuestras vidas según quiere.

Esta vida, además, es un regalo que se nos entrega gratuitamente, pero que conlleva la responsabilidad de dejarse transformar por Él. Es un don que tiene capacidad de actuación en nuestra vida, que quiere transformarla, pues una obra de este Espíritu es la de enseñarnos la verdad, y esta verdad es la de andar como Cristo en amor. No con un amor carnal, o sexual, sino como una dinàmica de vida en caridad, de acogida, de perdón, de aceptación y de servicio. La acción del Espíritu nos abre las puertas hacia esta nueva comprensión del mundo y de las personas que vienen a ser más hermanas, más próximas, más amadas. Hay una iluminación interior que sucede en nosotros y que nos “abre a”. Y sólo podremos comprender esta renovación interior desde el plano existencial, no desde el intelectual, pues así como nuestra condición carnal será para toda la vida, necesitamos de la novedad vital de esta otra naturaleza, espiritual, que nos lleva a comprender otra faceta de nuestra existencia, más cercana a Dios, que tiende a Dios.

Esta vida, por último, no está exenta de peligros, de inconvenientes, de problemas, pero nos da algunas claves para que nuestro funcionamiento en el mundo sea en clave de felicidad, de gozo, de Buena Nueva. Y es que interiormente ha ocurrido una experiencia de vida sin igual, que nos abre a lo trascendente y que genera en nosotros una esperanza nueva, que nos acerca a esa realidad del Reino y que sólo es posible vivir en el Espíritu.

Quizás tendría que preguntar: ¿Por qué algunos podemos vivir esta experiencia y otros no?¿Qué requisitos hay que cumplir para recibirlo?... No hay duda que estamos en un campo misterioso, como la gracia, el don de la fe... ¿No sería más sencillo si todos tuviéramos la misma fe?¿Si a todos nos tocara el mismo Dios de Amor? Ojalá fuéramos capaces de transmitir esta experiencia que llega a nosotros y que lo hace de forma inesperada y gratuïta, pero entonces quizás cambiaríamos a este Dios de la gratuidad que ha tenido a bien verterse en nosotros.

lunes, 21 de noviembre de 2016

LUCAS 21, 1 DOS MONEDITAS

LUCAS  21, 1 – 4: Alzando la mirada, vió a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir.»


Sin dudas, estamos llamados a darlo todo, a vaciarnos, a entregarnos por completo a los demás. Aunque entregarse por completo no significa otra cosa que ser nosotros mismos en medio del mundo. Qué importante! Porque esta viuda no se mide por el esfuerzo que hace, sino por su generosidad y una generosidad que se mide porque es quien dice ser, no como aquellos a quienes les gusta aparentar. La autenticidad es generosa: “te doy lo que soy, no puedo darte más, pero lo que soy te lo entrego todo”. Y qué vida nos espera si nos comportamos así y si somos capaces de darnos en gratitud y gratuidad, sin reservas, sin mejor para unos y peor para otros, sólo siendo quienes somos, verdaderos, honestos.

Claro, los pobres ricos salen muy mal parados en el evangelio, cuando la realidad no es así y conozco a muchos, a muchas personas con dinero que son igual de pobres que esta viuda, que participan, colaboran y se dan en gracia, como son, sin ornamentaciones. Quizás, por eso, los ricos pueden ser todos (o todas) estos que piensan que tienen mucho de Dios, que son cristianos de verdad, que cumplen el precepto, que participan del donativo dominical, que asisten a las reuniones, cenas, comidas o que hasta participan de la comunidad… pero que no son ellos, y que viven bajo una apariencia de piedad. Son “ricos” espirituales, pero ricos sin riqueza. ¿Dónde encontramos al Dios vivo de Jesús en medio de nuestra vida sino es a partir de nuestra originalidad, de quiénes somos y de lo qué vivimos?

Porque si Dios quiere la felicidad del ser humano, quiere también que el ser humano sea quien tiene que ser, porque siendo quien es vive su plenitud y su luz brilla, como ninguna, tan especial como las demás que también se unen en el lucernario, en el cielo, en la noche. Jesús nos enseña a darlo todo, pero a darlo todo desde quienes somos, porque la Cruz, como la vida, es singular y para cada uno, y aunque podamos acompañarnos, cada cual tiene sus cualidades, su forma de errar, su manera de amar, su música, sus capacidades, su relación con Dios y con los demás, y cuánta riqueza tenemos entre nosotros! De Cuánto podemos aprender, complementar, crecer, descubrir…!

Nuestra gran aventura al dejar la adolescencia es para llegar a ser viudas pobres, aunque esta aventura se expande a lo largo de los años y nunca, NUCA, es tarde para verse dando todo lo que tenemos, incluso lo que tenemos para vivir, porque cuando uno entrega la vida se obra un milagro, y con cada milagro se consigue una vida. Y conseguir una vida es capacitarla con una identidad, ahora eres tú, quien tienes que ser, este un gran milagro.


Dios, en su trascendencia, nos conoce a todos, tiene incluso contados los pelos de nuestra cabeza, pero quiere que de su trascendencia llegue a nuestro corazón ese mismo conocimiento, de Él y de nosotros. Que nadie renuncie a lo que es, que no les quiten la libertad y muéstrense como son, amadas y santos.

domingo, 20 de noviembre de 2016

LUCAS 23, 35 LADRONES

LUCAS 23, 35 - 43: En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos». Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».


Ciertamente hoy deberíamos, los cristianos, sentirnos un poco como estos dos ladrones que acompañan a Jesús. Tal y como va el mundo el pago de nuestra fe tiene, necesariamente, que pasar por la cruz ya que nuestra actuación a nivel mundial, si bien necesaria, es escasa y pobre. Escasa porque aunque haya muchísimas personas entregadas a la causa del ser humano, la verdad es que no hay los suficientes. Parece que la mayoría cristiana se esconde, huye o relativiza la causa humana. Pobre porque no podemos quedarnos en las estructuras que tenemos mientras siga habiendo cerca de 25 millones de niños y niñas que pasan por situación de pobreza, por citar alguna de las alarmas que nos sobresaltan.

El justo pago del que habla el ladrón se parece al reclamo del siervo inútil, que hizo solo aquello que le dijeron, lo que tenía que hacer. El justo pago de nuestra cristiandad habla de la indiferencia con la que, hoy, vivimos una fe apartada de la denuncia social. Quizás por temor, por falta de reflexión, por ausencia de decisión o porque creemos que desde nuestra posición poco, o nada, podemos hacer. Craso error! Porque si pensamos así desde luego que nada vamos a cambiar en esta vida. Pues... crucificados.

La voz de la comunidad no puede perderse en cosas de menor importancia ante las urgencias del mundo como el sacerdocio de las mujeres, la cuestión del celibato, la comunión de los divorciados... que son importantes, sí, pero que no pueden ser las principales luchas de los cristianos. Esto nos impide ver que la denuncia profética se está perdiendo, que faltan voces que vayan contra las estructuras de pecado con las que cohabitamos. Y es necesario que, primero, busquemos la erradicación de todo aquello que atenta contra la dignidad de la persona para, después, ir a lo específico de nuestra liturgia, de nuestra Iglesia o de nuestro ideal.


Nos conformaremos con estar en el paraíso? Nos quedamos con la misericordia en lo personal? Mayor denuncia, mayor desgaste, más madera (como diría Groucho Marx). No nos perdamos en el sinfín de causas y vayamos a por las importantes. Después, clarísimo, ya iremos a lo específico.

sábado, 19 de noviembre de 2016

LUCAS 20, 27 DIOS VIVO

Lucas 20,27 - 40: En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer». Jesús les dijo: «En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».


Bíblicamente diría que Dios se interesa por los seres humanos para que lo conozcan a Él, por medio de Jesucristo, y conociéndolo tengan vida y vida abundante. Podríamos decir que Dios tiene el deseo de liberar al ser humano y de otorgarle una vida mucho más plena. Como diría Ireneo de Lyon: la voluntad de Dios es que el hombre viva y viva feliz (el hombre que vive es la gloria de Dios).
Es un interés gratuito y amoroso, como podríamos ver en la parábola de la oveja perdida. Es el deseo de una nueva humanidad, solidaria y fraterna. Dios se interesa por las personas porque para ellas es su Reino.

A pesar de que nosotros buscamos a Dios, y eso es innegable, lo cierto es que es Dios no sólo quien nos busca, sino quien nos encuentra. Los seres humanos somos buscadores, los hombres de fe también se dice que lo son, pero sin hallazgo no hay búsqueda que valga, así que es por Dios que podemos buscarlo y por Él que somos hallados.

La Escritura dice que Dios está continuamente dándose a conocer. Ese conocimiento viene a nosotros por medio de la fe, que desarrolla nuestros sentidos para descubrir a Dios en tantas realidades. La fe, esa vida por Cristo, permite el conocimiento y también el reconocimiento, pues será por medio del testimonio de fe de cada uno que puede hacer presente a Dios, acercarlo, mostrarlo ya sea en esperanza, paciencia, solidaridad, amor…
Hay otros medios de conocimiento, como la Escritura, la oración…

Dios es un misterio, es algo inabarcable para nosotros. Es imposible conocerlo en toda su altura, hondura, diámetro o anchura (como diría el apóstol Pablo). Es un misterio porque nos sorprende, porque trasciende y porque encierra todos nuestros interrogantes (el mal, la muerte…).

Hemos visto anteriormente que Dios está en todo y en todos. Hay autores como San Juan de la Cruz que invitan a la experiencia en la ausencia de Dios, otros que también llaman a esa experiencia como H.Bonhoeffer desde los campos de concentración.
Cuando Dios está presente parece que todo funciona, que hay alegría, que estamos a tope, que las cosas vienen rodadas y que nos es fácil la comunión y la comunicación.

En cambio, parece que cuando todo (o algo) falla es porque Dios está ausente: nos cuesta encontrar las palabras, parece que no hay sintonía y hasta podría pensar que es que Dios no quiere hacer su obra en el acompañante (claro, pensaría que en mí sí…error). Pero pienso que Dios en muchas ocasiones va a hacernos experimentar esa ausencia, porque no tenemos un Dios titiritero, que nos dirige, sino que Dios es gentil y respetuoso con nuestra libertad, libertad que necesita esa ausencia de Dios para seguir caminando.

La presencia se desea porque se siente, la ausencia también se siente, pero está más sola, más en un desierto. Si Dios está presente es un escenario estupendo para seguir trabajando y si Dios está ausente es una oportunidad para descubrirlo, o para que nos descubra.

Mi experiencia de fe viene de la ausencia de Dios en mi vida, y cada vez que lo he sentido ausente ha habido crecimiento. Claro, Dios siempre está presente, siempre, porque siempre es. Pero Dios también puede estar ausente, ausente en ti, dejándote espacio, dándote lugar.

viernes, 18 de noviembre de 2016

LUCAS 19, 45 UNA CASA DE ORACION

LUCAS 19, 45 – 48Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!»  Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.



Siguiendo el itinerario lucano, estamos llegando ya al punto de inflexión que marcará los deseos de la clase sacerdotal de matar a Jesús. Para nosotros se muestra a un Jesús valiente, decidido, que defiende la originalidad de la relación entre el Templo y Dios y que no consiente, de ninguna manera, que el lugar del encuentro se convierta en una excusa para aprovecharse de la fe, de la gente, de la intimidad entre Dios y nosotros. Para aquellos sacerdotes, para la gente del Templo, que vivían precisamente del sabotaje de la experiencia del encuentro entre Dios y los creyentes, alguien tan valiente sólo merece morir, porque agita a las masas y porque ahora se convierte ya en un rival con capacidad de menguar los privilegios que habían adquirido por su clase sacerdotal.

En nuestro tiempo no ocurre algo diferente, aunque cierto es que nuestros medios son más sigilosos. Si Jesús hubiera vivido estas escenas en nuestro tiempo podría haber ocurrido dos cosas: 1) Jesús es un judío y, por tanto, problema entre Israel y Palestina, así que dejémoslos que se maten, o 2) si Jesús hubiera violentado a otras dos grandes potencias probablemente habría sido objeto del ataque de un dron, o de una mala campaña de prensa, o de embargo de sus recursos, y se acabó el problema. Sea como sea, tan fácil era callar a alguien en aquel tiempo como lo es hoy cuando el que habla incomoda.

Llevar la verdad incomoda, denunciar la situación social, económica, política… también incomoda, incomoda que se destapen secretos a través de wikileaks, también que se filtren informaciones a la prensa, radio o televisión. Incomoda la independencia de Catalunya, incomoda Escocia, incomoda el Papa Francisco, incomodan los divorciados a la Iglesia, incomodan las femmes a los obispos… Y vaya! Parece que manifestar la verdad incomoda, y mucho.

Se incomoda sobretodo cuando es posible hacerse oír, escuchar, cuando se puede alzar la palabra y denunciar, cuando se tiene voz, opinión, cuando se es un personaje notorio, o público, o político, o religioso… Pero nosotros también tenemos esa capacidad de incomodar, porque miles y miles de personas exigiendo sus derechos, su dignidad, su derecho a la vivienda, su malestar por los problemas de la sanidad… también lo hace, que se lo digan al PP de Madrid que no quiere manifestaciones. Y es que estas clases de hoy, como las de ayer, viven muy bien del silencio, de la duda, del desconocimiento.

Tengamos hoy el deseo de ser un poco incómodos con el sistema, no con las personas (que esa es otra incomodidad), sino que sintámonos con esta fuerza de Jesús que denuncia y se hace escuchar.

domingo, 13 de noviembre de 2016

LUCAS 21, 34. ESTAD EN VELA

LUCAS 21, 34 – 36«Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.» 


Proseguimos por el camino de estos signos escatológicos que nos alientan a estar vigilantes, a ser buenos administradores y a permanecer en la esperanza a pesar de que la venida de Cristo pueda ser, aún, tardía. Esta claro que la comunidad redactora del evangelio, como nosotros, era consciente de aquellas cosas que estaban perjudicando a los cristianos y utilizan este discurso escatológico para hacer una exhortación a la comunidad: para alentarlos a la fe que estaban perdiendo y para que mantuviesen el corazón encendido por mantener aquellas actitudes que provenían de la vida apostolar, como la invitación a la oración que (en definitiva) es un llamado a ser íntimos con Dios, como lo fue Jesús.

Nosotros siempre podemos leer estos discursos en clave de actualidad, aunque pienso que estamos sensiblemente mejor que aquellos, por lo menos en cuanto al conocimiento de la tardanza de las últimas cosas o al fuego de la fe, a pesar de que los tiempos que corren en Occidente no sean tan propicios, o tan eclesiales, como lo fueron años anteriores. Aunque quizás es porque la sociedad y la Iglesia también tienen que purificarse, como fuego, y es necesario que muchas cosas sean consumidas para que finalmente quede algo genuino sobre lo que volver a construir comunidad, ¿Quién sabe? Lo que tenemos por seguro es que no debemos perder la esperanza, ni por temor a los terroristas, ni por las políticas de turno que extorsionan la libertad (sea económica o militarmente hablando).

Está claro que la embriaguez de nuestras vidas no viene a causa del alcohol, ni por causa del dinero, sino que a través de la especulación, y de los intereses de los poderes fácticos, nos emborrachan con el Black Friday mientras sigue la guerra en Siria, el miedo en París, las medidas de seguridad en Nueva York, o mientras la población de los países productores de petróleo pasa hambre. 

No quisiera perderme en el frente de los despropósitos sino lanzarme a disponer mi corazón para que venga alguna luz nueva, que nos arranque de la comodidad, de las seguridades y de la percepción que cada cual tiene de la realidad. Ya cambiemos, no sigamos al amparo de las ideologías, de los discursos y de las promesas, sino demos un paso firme por la libertad del ser humano, por la dignidad de la persona, por la causa del amor y la comunión entre pueblos.


Que este tiempo sea para nosotros un buen motivo de reflexión profunda y existencial, pues las señales son de sobras conocidas y, en muchos casos, ni velamos, ni somos administradores.

sábado, 12 de noviembre de 2016

LUCAS 18, 1. LA VIUDA INSISTENTE



Lucas 18,1 - 8: En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le im los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara."» Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»


Si el evangelista nos remarca la importancia de no desfallecer en la oración, no lo hace a modo de mantener una rigurosa ascesis sino con el ánimo de hacer de nuestra vida un intensa y constante vida de oración. Y no de oración mecánica sino al modo de vida que nos enseñan los evangelios: a través de nuestro compromiso de amor respecto a la vida y respecto de Dios, con quien no nos comunicamos a través de la piedad sino por los cauces del amor.

EH ahí nuestra insistencia, que si nos hacemos como esta viuda, pesados, sea por nuestra actitud de compromiso con el ser humano, con el mundo y con el evangelio de Cristo. Porque siendo realmente insistentes es como conseguiremos cambiar estas estructuras empecatadas que viven en la economía, la justicia, el gobierno... O no hacen esto mismos los grupos de presión? Acaso el amor cristiano va a presionar menos que los lobys económicos? Puede haber un interés mayor que la justicia, la solidaridad o Cristo?

Ayer leí un articulo publicado en La Vanguardia hace ya un buen tiempo en el que un ateo declarado hablaba de cómo la sociedad estaba llena de referencias religiosas y de cómo él entendía que se vivía una presión histórica y social respecto del cristianismo en el mundo occidental. Bien, no saben cómo me gustaría seguir leyendo artículos en este sentido porque ello significaría debate y diálogo con el mundo. No como ocurre hoy que estamos en un constante lamentarnos sobre cómo están las cosas, nuestras cosas mas bien.

Sin entrar en más detalles hoy les invito a dejar atrás el llanto y la auto compasión para entrar en la tesitura de esta viuda insistente. Hoy que nosotros tambien podemos sentirnos viudos respecto al mundo en el que vivimos. Hagámonos tan pesados que nuestra insistencia consiga quebrantar las estructuras de dominio para reconvertirlas en estructuras de caridad

martes, 8 de noviembre de 2016

JUAN 2, 13. EN EL TEMPLO

JUAN 2, 13 – 21Cuando se aproximaba la Pascua de los judíos, subió Jesús a Jerusalén. Y en el templo halló a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, e instalados en sus mesas a los que cambiaban dinero. Entonces, haciendo un látigo de cuerdas, echó a todos del templo, juntamente con sus ovejas y sus bueyes; regó por el suelo las monedas de los que cambiaban dinero y derribó sus mesas. A los que vendían las palomas les dijo: —¡Saquen esto de aquí! ¿Cómo se atreven a convertir la casa de mi Padre en un mercado? Sus discípulos se acordaron de que está escrito: El celo por tu casa me consumirá. Entonces los judíos reaccionaron, preguntándole: —¿Qué señal puedes mostrarnos para actuar de esta manera? —Destruyan este templo —respondió Jesús—, y lo levantaré de nuevo en tres días. —Tardaron cuarenta y seis años en construir este templo, ¿y tú vas a levantarlo en tres días? 


Más allá de que este pasaje sea un poco extraño, todos participamos de la destrucción del Templo cuando somos conscientes que nuestro fundamento vital pasa por el cuidado espiritual (la oración, la meditación, la respiración, la relajación…). Está en nosotros buscar enfrentar el mundo desde el sosiego del alma, desde la tranquilidad y la armonía. Buscamos los elementos más propicios para encontrar estabilidad emocional a las diferentes actividades con las que convivimos. Medimos, en alguna manera, la compatibilidad que existe cuando encontramos pareja. Hacemos yoga, acupuntura, trabajamos los chakras, encendemos incienso, escuchamos un cd de música relajante… Bien, tenemos sin duda una cara espiritual y otra más animal, visceral.

Alrededor del templo espiritual acampan los vendedores y cambistas, que  son esas actitudes que se alejan de darnos la paz y existen momentos ( a veces muchos) en que la visceralidad irrumpe con fuerza en la actividad de mi precioso templo amado. Cuando eso ocurre me entran las prisas, me arranca la cólera, estoy nervioso y no hay en mí nada de armonía. Han tomado el templo! Y a veces estoy días y días sumido en la vorágine del comercio del alma.

No obstante, encuentro en esos días el recuerdo de una doble promesa de paz a la que puedo acudir para reconciliarme: - destruye este templo: debo pararme a interiorizar esa actividad de destrucción de todo lo visceral, detenerme en mitad de mi propio desajuste emocional y alzar el elemento de aniquilación de ese templo tomado, que ha perdido su dirección, su motivo. Aun tengo la certeza de que en la reconquista de mi entidad la toma del templo no será tardía, tampoco su reconstrucción: en 3 días lo levantaré.

El templo espiritual, el templo interior, guarda una estrecha relación con Jesús, con Dios. Cuando mi vida se forja desde la actitud interna, orante, puedo descubrir la armonía del Espíritu en todos los acontecimientos que suceden en el día. Cuando olvido relacionarme, se encadenan un cúmulo de acontecimientos que caen uno tras otro, sin remedio. Toda nuestra vida será un continuo destruir y levantar y debo entender a no tener miedo de afrontar las veces que ocurra una cosa u otra, aquí el látigo sólo es la valentía. No importa las veces que nos equivoquemos, pero los errores no pueden paralizarnos, lo importante es que al caer pueda aprender a levantarme. Destruir y construir o caer y levantar. Todo este pasaje de hoy no tiene que ver con el enfado de Cristo sino con la necesidad de ser valientes para afrontar la vida y levantarnos cuando caemos.
  

A partir de hoy este itinerario pascual no sólo nos llevará de la muerte a la resurrección sino que nos mostrará a un Jesús que cada vez que cae se vuelve a levantar. Que pueda como Él erguirme ante los problemas de la vida, que no importa las veces que vaya al suelo sino las que me levanto.

domingo, 6 de noviembre de 2016

LUCAS 20, 27 UN DIOS DE VIVOS

Lucas 20, 27 - 38: En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»  Jesús les contestó: «En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob." No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»


Cuando nos preocupamos por las cosas que poco importan en la vida terminamos por olvidarnos de humanizarla, que en definitiva es el reclamo del pasaje de hoy. Miren, en la situación actual del mundo sólo vemos cortinas de humo: que si un gobierno que sí pero no, que si un intento de atentado (que tampoco) en un meeting del Trump, que si los papeles de Panamá... Escándalos y situaciones que sólo quieren llamar la atención de la gente para que no piensen en lo realmente importante.

Esta mañana repasaba las palabras del Papa Francisco de ayer, sobre la vergüenza que le provoca que sea tan fácil rescatar a un banco y tan difícil mostrar ayuda humanitaria a quienes la necesitan. Europa ha querido anteponer el bienestar de los bancos al bienestar de las personas, han primado el mantener las comisiones por encima de la vivienda, la comida, el salario digno... Y deben haberlo hecho muy bien porque a penas algunas voces que rápidamente caen en el olvido salieron en contra de esa situación vergonzosa. Menosmal que ayer el Pontífice recuperó lo que es importante de la Iglesia: la lucha contra la inhumanidad.

En la Iglesia, en general, hoy estamos demasiado preocupados en cuestiones que, aunque también importantes, desgastan los recursos de quienes desean conseguir derechos y facilitan la vida de los que preferen conservar y retener. Hay luchas que nos conciernen, sí, pero no son lo más importante. ¿Acaso hay que dar prioridad a que los sacerdotes se casen por encima del derecho al trabajo digno?... Como estas otras tantas situaciones que todos y todas conocemos.


Vamos a recuperar el pulso a la vida, vamos a reimplicarnos por el ser humano, vamos a alzar la voz contra el capitalismo y el poder porque ahí está la labor profética de la Iglesia. Vamos a buscar la libertad de la persona, el derecho de los pueblos, el bien común. Luego, sin dejarlo de banda, ocupémonos también de las otras “luchas”. Dios es un Dios de vivos, no es un Dios de marionetas.

viernes, 4 de noviembre de 2016

LUCAS 16, 10 EN LO POCO Y EN LO MUCHO

LUCAS 16, 10 – 13: El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho. Si, pues, no fuisteis fieles en el Dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro? «Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.»


Todos somos administradores, en una u otra forma. Todos tenemos alguna responsabilidad que recae sobre nosotros y cuando pareciera que no, tenemos la propia vida que administrar, y bien administrar porque constituye el bien más preciado (que es existir) y algo que nos viene dado, que no es por nosotros. Respecto de la existencia Jesús nos insta a permanecerle fieles, es decir a ser fieles a nuestra autenticidad, a lo que somos, a este ser propio y que nos identifica y que nos da identidad. Podríamos decir que en nosotros mora la vida y que, por tanto, tenemos el cometido de saber llevarla, de cuidarla, de amarla, de desarrollarla y de proyectarla, de entregarla y de compartirla. Esta es la primera fidelidad del ser humano como administrador de algo, la más primitiva.

La tentativa entre Dios y el dinero respecto de la vida la podemos también entrever en otras muchas realidades, aunque nos servirá a nosotros de polo respecto a la buena administración. Para el evangelista el buen administrador opta por la vida, por el amor al prójimo, por ser desprendido, por ayudar… en cambio, el pesetero hace todo lo contario, vive de la soberbia, depende de su monedero, su felicidad es efímera, es egoísta y vive bajo la opresión de ese otro dios. Dios, dirá el exégeta, nos lleva a amar, mientras que el Dinero nos conduce a robar. Sin duda estamos en el extremo de las dos administraciones pero no le falta verdad.

Ahora, respecto del administrador que cubre lo poco tengo otra opinión, porque si bien puedo estar de acuerdo con el evangelista, en la poca administración no llega a descubrirse lo que vive en el corazón de las personas. Porque mientras se es pobre, por ejemplo, o mientras no se ejerce autoridad hay tentaciones que no llegan a nuestra vida, que no se hacen presente. Sí, quizás logremos ver al mal administrador pero… demos un paso.

Si quieres descubrir un mal administrador tienes que darle a la persona la posibilidad de guardar lo mayor. Quizás por una posición de poder respecto de otros, quizás gestionando un capital mayor, quizás con una amplia cartera de clientes, quizás como párroco de una parroquia, quizás como obispo, o quizás como padre o madre en una familia… ahí descubrimos, a veces quedamos estupefactos y sorprendidos de lo que había en el corazón de aquel, o de aquella. Pero es necesario, porque en definitiva estamos buscando al buen administrador y en ese camino los habrá de todos los colores, y es necesaria la posibilidad para todo ser humano.


¿Eso nos lleva a la desconfianza? No, por supuesto, ello nos permite llegar a prestarle a la persona la ayuda que necesita, o descubrir quienes son verdaderos administradores. Si hay malos administradores habrá que enseñarles, que procurarles un aprendizaje, que seguirlos en su proceso y prepararlos para la mayordomía porque aquí no se desecha a nadie, quizás se busquen otras maneras de ayudar.

LUCAS 16, 1 ADMINISTRADOR ASTUTO

LUCAS 16, 1 – 8: Decía también a sus discípulos: «Era un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda; le llamó y le dijo: “¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando.” Se dijo a sí mismo el administrador: “¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas.” «Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?” Respondió: “Cien medidas de aceite.” El le dijo: “Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta.” Después dijo a otro: “Tú, ¿cuánto debes?” Contestó: “Cien cargas de trigo.” Dícele: “Toma tu recibo y escribe ochenta.” «El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz.


Qué bien debe sentirle a Dios que nosotros también seamos capaces de echarle una mano, de solucionar los problemas con los que nos vamos encontrando en la vida, porque en el pasaje de hoy el Señor nos pide astucia, inteligencia, curiosidad y algo de pillerío (del bueno, claro), porque desde el momento que Dios nos entrega libertad el ser humano tiene la responsabilidad de gestionarla, de cuidarla, de procurarla, de asistirla y de comunicarla. Si tenemos que ayudar a liberar personas, si nos constituyen pesadores de hombres, tengamos en cuenta que saldremos a la mar brava en muchas ocasiones, y ¿qué haremos entonces? O nos espabilamos o perecemos.

Claro, mirémonos a nosotros, uno no puede estar ayudando a otro a perpetuidad porque entre ellos se crea una especie de situación de dependencia que, algunas veces, ralla el aprovechamiento. Y no es por maldad, pero como a aquel se le solucionan los problemas casi sin necesidad de moverse pues su radio de acción se va discapacitando y, finalmente, se acomoda. Sólo tenemos que ver a muchos de los pensionistas que en su día consiguieron una paga más que justa por causas que no eran tan graves y que ahora penden de una medicación, de la bebida, y de la paga que mes tras mes no viene como una ayuda sino como una losa. Cuando impedimos al ser humano capacidad de resolución estamos amputándole la libertad, y si Dios quiere que nos espabilemos es precisamente para que la libertad que nos otorga cobre su pleno sentido, sea llena, nueva y capaz de impulsarnos hacia metas por alcanzar.

¿Quién quiere que se le corten las alas?¿Quién quiere dejar de tener ilusión? Pues es imprescindible que comencemos a solucionar nuestros problemas, sin depender de los demás y sin depender de Dios. Pero, claro! Eso no quiere decir que deje de poner mi vida a sus pies, porque mi valentía, mi osadía, mis capacidades están de un modo u otro dispuestas por él, que me las dio. Dios no quiere que nuestra relación sea dependiente, porque la dependencia termina por oprimir y nos enseña a cobrarle sentido a la vida, como Jesús en el huerto de Getsemaní cuando le dice: Señor, si puedes, que pase de mí esta copa… y luego añade, pero hágase su voluntad. Qué ejemplo, no? Pues ahí lo tienen.


El cristianismo necesita a mujeres y hombres astutos para que lleven adelante la buena noticia, para que devuelvan la esperanza… así que no se adormezcan, o despierten a los adormecidos porque hay derribar barreras, fronteras, prejuicios, poderes, situaciones… y los necesitamos despiertos.

martes, 1 de noviembre de 2016

MATEO 5, 1. BIENAVENTURANZAS



Las bienaventuranzas nos colocan siempre en esa doble dimensión que nos afecta hacia el interior y hacia el exterior. Somos bienaventurados cuando...pero también bienaventuramos cuando... Existe, pues, una cadena de circunstancias que ligan a la felicidad (la propia, la del ser humano y la del mundo). Que bonito pues que cíclicamente se nos recuerde este texto que, aunque lo conocemos de memoria, siempre nos lleva a repensar nuestra actitud en clave de evangelio. Es nuestra forma de entender que el mundo en el que vivimos puede mejorarse.

Qué ocurriría si, por ejemplo, las empresas, gobiernos, bancos o grupos de poder en lugar de regirse por sus propios intereses lo hicieran en clave de bienaventuranza? Obviamente todos viviríamos mucho mejor y el bien común, que nunca deja de proponerse, se instauraría ya no como una quimera sino como una realidad. O es que no queremos salir de las utopías de siempre?

Las bienaventuranzas nos hablan de una mejora posible por la transmisión de la felicidad. Simple, efectiva y posible dentro de los parámetros de nuestro mundo y de nuestra sociedad, fundables en cualquier país, para cualquier raza, sin tener que hacer grandes inversiones, sin agotar los recursos del planeta, sin desplazar o denigrar a nadie, a nadie!!

En este sentido los cristianos tenemos una gran responsabilidad. Es algo que tenemos que hacer ya, sin demoras. No puede pasar un día más sin bienaventurados. Quizás nos llegue esta lectura a pocos días para que termine el año de la misericordia pero que nos quede como reclamo en el horizonte de nuestro trabajo. Si hay que llegar a algún lugar es a declarar feliz al mundo y al ser humano.