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jueves, 30 de marzo de 2017

JUAN 5, 31. EL JESUS DE JUAN

 Juan 5, 31 - 47: En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: - «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios?


La comunidad de Juan es la más espiritual de cuantas surgieron alrededor de los evangelistas. Ello la lleva a descubrir la más alta cristología. Una cristología que, como en este caso, hará referencia a una cristología de envío, como ocurrirá también en el pasaje de la Samaritana. La presencia del Espíritu llevó a esta comunidad a deducir todas las conclusiones ético-morales derivadas de la imagen de Cristo, captada desde la iluminación. Por ello, centran su respuesta a la acción salvadora de Dios en la fe y el amor.

La característica de Dios es el hecho de enviar por amor a su Hijo para comunicarle la vida. Jesús ha sido enviado por el Padre; es el revelador del Padre; cumple su voluntad... Recordar la frase: el Padre y yo somos uno. Así, Jesús tiene en cuanto a Hijo una relación de igualdad, que vive siempre con Dios, y otra relación de sumisión, en la relación de obediencia.

No es de extrañar que nos encontremos en esta disyuntiva a un evangelista que contrapone cosntantemente las figuras de Jesús y de Juan el Bautista, quizás por contraposición a la comunidad bautista o quizás, seguramente, para dejar evidencia de que el Bautista no era la luz porque la Luz verdadera, Jesucristo, es el único de los dos que Resucita. Y no con la vida de antes, como revivido, sino desde una nueva concepción vital que lo encumbra al lado del Padre, que lo ama.

El pasaje de hoy, entonces, nos abre al descubrimiento de las intenciones didácticas y cristológicas de la comunidad del evangelista, que subraya la necesidad de romper con las tendencias gnósticas, bautistas… y centrarse, así, en la verdadera Revelación de Dios en Cristo. Así, no sólo la teoría cumple, la Escritura cumple, o la profecía cumple sino que serán las obras del mismo Jesús las que revelan, de un modo inequívoco, su relación filial e identitaria con Dios mismo.

sábado, 25 de marzo de 2017

JUAN 9. CIEGO DE NACIMIENTO

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Juan 9.17: Otra vez dijeron al ciego: ¿Qué dices tú de ese que te abrió los ojos? El contestó: Que es profeta. 18 No querían creer los judíos que aquél era ciego y que había recobrado la vista,


Era una creencia popular, que enseñaban los mismos rabinos, que todo padecimiento físico o moral era castigo al pecado. Aunque varios profetas anunciaban que se anulaba el castigo por solidaridad de los padres en los hijos (Isaías_31:29.30; Ezequiel_18:2-32), sin embargo, esta creencia primera estaba completamente arraigada en el pueblo 2. Tanto que existían las dos corrientes. A esto responde esta pregunta de los “discípulos.” Más aún, la doble pregunta que le hacen, si pecó él o sus padres, era una preocupación y tema doble que se refleja en la literatura rabínica.

Pero, ante esta errónea concepción popular, Cristo descubre un gran misterio. No pecó ni él ni sus padres. Este problema del dolor, que ingresó en el mundo por el pecado de origen, tiene, sin culpa personal del sujeto, una finalidad profunda en el plan de Dios: “que sean manifestadas en él (ciego) las obras de Dios.” No solamente es para mérito del justo, como en el caso de Job, sino que aquí se muestra esta otra profunda finalidad en el plan de Dios: su gloria (Juan_11:4), al patentizarse estas intervenciones maravillosas — los milagros — , que son “signos” de la obra de la salud y de la grandeza de Cristo (Juan_5:36; Juan_10:32.37; Juan_10:14).


Descubrimos entonces que de nuestra más arraigada herencia errónea, Jesús se hace actor de un cambio para nuestro beneficio. Pues por obra de su poder va a permitirnos zanjar una cuestión de herencia perjudicial ya que nos hacía prejuzgar acerca de la maldad de otra persona.

Y si en lugar de ver el mal que suponemos pudiéramos ver el bien que no hacemos?

Y si viendo esa carencia, pudiéramos acercarnos hacia un pensamiento más positivo?

Supongo que veríamos, indudablemente, que lo que primero genera es un beneficio personal. Por tanto, no es para enseñanza de nosotros, que donde hay oscuridad Jesús ve luz? Y no deberíamos nosotros saber que beneficio (luz) es sensiblemente mejor que perjuicio (oscuridad)?

Entonces la luz del Cristo sería nuestra forma de ver la vida y de enfrentarla. Solidarizándonos con la naturaleza, asociándonos con nuestro alrededor. Viviendo este nuevo y precioso vínculo del amor. Evitando el juicio, procurando por la necesidad.


Jesús dijo: Yo he venido al mundo para un juicio, para que los que no ven, vean, y los que ven, se vuelvan ciegos. 40 Oyeron esto algunos fariseos que estaban con El, y le dijeron: Conque ¿nosotros somos también ciegos? 41 Díjoles Jesús: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero ahora decís: Vemos, y vuestro pecado permanece.

El juicio para el que ha venido Jesús está claro que no es el mío. El motivo por el que nos ha dejado su Santo Espíritu, está claro que suele escapárseme a causa de mi razón. Y si algo me preocupa es de, además, reconocerme como ciertamente ignorante, porque aún si yo fuera ignorante, como dice el evangelio, no tendría pecado.

Una vez más, el pecado redunda en el orgullo del ser humano. Pero la clarividencia de este pasaje no es para castigo, ni para reprensión, sino para mostrarnos la gracia salvadora de Jesús hacia los hombres. Nuevamente, el evangelista nos pone de relieve que el invitado final de la reflexión serán los fariseos y los escribas, aquellos que son capaces de expulsar a alguien de la sinagoga, o de la Iglesia, o de la comunidad. La lección de vida que nos deja Jesús es a no excluir a nadie por ningún motivo, por ninguna razón, por ningún prejuicio. No somos llamados a separarnos, no somos llamados a la discordia.

Jesús nos abre el camino hacia la reconciliación desde el ejemplo del ciego de nacimiento. Nos lleva a tendernos una mano de recuperación. La amenaza judía es expulsar de la Sinagoga, la esperanza cristiana es volver al seno de la comunidad. Y aquí se produce esta especial relación de idas y venidas entre comunidades que se nos narra a modo de signo.

El signo, en este evangelio, es recibir a los hermanos, aceptarlos en la comunidad, hacer Iglesia, compartir el suelo, y finalmente consolar.


El ciego de nacimiento es el elemento de la discordia porque ahora ve, cuando antes no veía. Y esta aproximación a la luz crea envidia entre sus hermanos. Que seamos capaces nosotros de acoger en nuestras comunidades a cada hermano que llega a la luz de Cristo, y que a cada persona que viva en tinieblas podamos acercarle esa luz, no de excomunión, sino de amistad y familia.

LUCAS 1, 26. DE LA INFANCIA

 Lucas 1, 26-38: A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.


Sobre todo los textos de Mateo y Lucas: pre-nacimiento, nacimiento e infancia de Jesús; quizás también el prólogo de Juan aunque de modo diferente: narra el movimiento divino previo al nacimiento de Jesús. El evangelio de Marcos no contiene datos sino que empieza con la vida pública. Cada evangelio responde a una etapa distinta de formación de la cristología de la tradición cristiana primitiva:
Con Marcos estamos en una segunda etapa: Jesús es Hijo de Dios no desde la Resurrección sino desde el bautismo, al inicio de su actividad pública. Éste es mi Hijo Amado, escuchadlo. Mateo nos dice que Jesús es Hijo desde su nacimiento. En el momento de nacer los ángeles se aparecen a los pastores y cantan: en Belén os ha nacido el Mesías, el Señor. Lucas va más atrás, en el texto de la vocación de María, el ángel dice que concebirá a un niño, y que lo llamará el Hijo del Altísimo. Desde el momento de su concepción Jesús es Hijo de Dios.

Mateo y Lucas: son hijos de la etapa en la que se forman, por ello no es extraño que al evangelio de la vida pública encontrado en Marcos, ellos antepongan dos capítulos dedicados a la concepción, nacimiento e infancia de Jesús. Mateo y Lucas presentan ese hecho de manera distinta, coinciden en el objetivo: presentar la divinidad de Jesús, que es Hijo de Dios. Esto, además, es previo a narrar su vida pública. Es la clave de lectura del resto del evangelio.

No pretenden mostrarnos un álbum de Jesús niñito, sino que forman parte de un relato catequético sobre el misterio de la persona de Jesús. No quieren presentarnos la infancia sino que Jesús, desde su infancia, era Hijo de Dios. El Resucitado ya estaba presente en la infancia. No nos extrañemos que Mateo y Lucas presenten la infancia de manera distinta y no armonizable, pues se contradicen. Les preocupa la transmisión de una doctrina, de una experiencia de fe: Jesús, es el Hijo de Dios.

Lucas establece un paralelismo entre dos personajes contemporáneos: el Bautista y Jesús. Quiere significar la grandeza de Jesús sobre Juan Bautista. Se nos menciona que Juan crecía y se desarrollaba y que Jesús también, hay un paralelismo entre las dos figuras. Juan es extraordinario, pero Jesús más (Jesús es el Hijo de Dios). Hay un momento de encuentro en el vientre de las madres (Isabel y María), un salto de gozo, dos cánticos, Isabel brevemente y María ya largamente en el Magnificat, dando gracias a Dios por sus obras en la historia de la salvación.

El templo juega su papel en Lucas, Jesús a los 40 días se presenta en el Templo al Señor, y un profeta Simeón y Ana, profetisa, anuncian el destino del niño. Se salta 12 años y volvemos al Templo en el pasaje en el que Jesús se pierde. Pero es que al inicio del evangelio se nos relata a Zacarías en el Templo, y al final, los discípulos marcharán también al Tempo. Todo empieza y termina en el Templo en el evangelio de Lucas.

Quieren transmitir una teología sobre Jesús, con dos planteamientos y hechos distintos adjudicados a la infancia de Jesús.

viernes, 24 de marzo de 2017

MARCOS 12, 28. EL MAS IMPORTANTE

 MARCOS 12, 28 – 34Uno de los maestros de la ley se acercó y los oyó discutiendo. Al ver lo bien que Jesús les había contestado, le preguntó: —De todos los mandamientos, ¿cuál es el más importante? —El más importante es: “Oye, Israel. El Señor nuestro Dios es el único Señor  —contestó Jesús—. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.” El segundo es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo. “No hay otro mandamiento más importante que éstos.  —Bien dicho, Maestro —respondió el hombre—. Tienes razón al decir que Dios es uno solo y que no hay otro fuera de él. Amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más importante que todos los holocaustos y sacrificios. Al ver Jesús que había respondido con inteligencia, le dijo: —No estás lejos del reino de Dios. Y desde entonces nadie se atrevió a hacerle más preguntas.


Así como en Mateo el evangelista habla de un Jesús que viene a dar su completo sentido a la Ley, ahora en Marcos encontramos este pasaje en el que Jesús no sólo viene a dar el cumplimiento en el Amor sino que llega a identificarse con esa misma Ley, una Ley ante la cual nadie se atreverá a preguntar. Pero es precisamente al identificar a Jesús con la Ley que toda ella puede resumirse en el mandamiento del Amor.

La primera parte del mandamiento lleva la impregnación del tránsito histórico del pueblo de Israel y su monoyhavismo que se hereda en el Sinaí: Amarás a Dios sobre todas las cosas. Un precepto que no era extraño para nadie y que, aquí, el maestro de la ley asiente como buen hebreo. La novedad no aparece por el amar al prójimo, porque de esto también sabían hasta los más rigoristas de los fariseos. A lo largo de la Escritura hallamos pasajes y pasajes en los que se acoge a extranjeros, se besa los pies y se da de comer a los invitados, se proporciona agua, se socorre… Y en ningún momento se puede decir que alguno de los grupos haya quebrantado esta regla. Más allá del prójimo Jesús aúna a los pecadores, a los publicanos, a los extranjeros, a los adúlteros e incluso a los idólatras, todos ellos también son el prójimo y no pueden ser rechazados en función de lo que es puro o lo que no es, que era la gran medida del pueblo hebreo.

Esta misma medida presupone en nuestro siglo la separación Norte/Sud, Ricos/pobres, Corrientes/Impagados… y en cada momento histórico ha habido una propia segmentación del prójimo (la esclavitud, la inquisición, las dictaduras, los crímenes de guerra, la bomba atómica, la desigualdad entre hombre y mujer…). Incluso en nombre de Dios mismo hay una mayor discriminación y marginalidad, como tonterías que han dejado a personas afuera del Vaticano, como negros ejecutados por policías blancos en EEUU, la incomprensión a la teología de la liberación o como la caza de brujas y la excomunión de grandes teólogos. La historia, después de Cristo a seguido sin tener en cuenta al prójimo y ha seguido apartando a la gente, creando discordias y enemistad. Y más que fundar Amor se acaba por engendrar el odio.

No sé si es que hay un miedo a tocarse, a abrazarse, a besarse o un temor al extraño, al que habla diferente… Las barreras de la ideología, del partidismo, del deporte, de la religión y de la vida misma. Ya ni somos de una ciudad sino de un barrio, de una calle. Todo se hace pequeño y es como un frasco que no quiero abrir y que se hermetiza, casi ni entra el aire, menos el aire nuevo. Sin darnos cuenta a dejado de soplar ese viento que proviene del Espíritu y falta ese empuje a la renovación, al nuevo amor.


Amarás a tu prójimo como amas a Dios, porque este Dios que se encarna pasa por cada uno de nosotros en quienes vive su potencia, su designio, su fuerza. Dejémonos renovar por ese soplo que revitaliza, que sacude, que remueve. Estemos atentos, abramos los oídos y pendientes de esta pasión que termina en la Resurrección y que como a Lázaro nos grita: SAL! Y salgamos a conquistar la tierra en nombre del Amor, amando al prójimo como amamos a Dios.

miércoles, 22 de marzo de 2017

MATEO 5, 17. A DAR CUMPLIMIENTO

 MATEO 5, 17 – 19No piensen que he venido a anular la ley o los profetas; no he venido a anularlos sino a darles cumplimiento. Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido. Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos. Porque les digo a ustedes, que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley.


El Sermón de la montaña ha dado y todavía da mucho que hablar, que interpretar, incluso de descubrir. Es una fuente inagotable de opiniones, algunos ven en ella una especie de decreto de actitudes (una moral), y otros entienden que es una propuesta que se concreta en superar la Ley de Moisés bajo el primado del amor. Quizás sean los dos polos más clarividentes de toda una gran línea recta en la que se van colgando objeciones, interpretaciones y conductas. Claro, Cristo es el nuevo Moisés y en la montaña declara su Torah, que complementaremos con el mandamiento nuevo del evangelio de Juan. Aunque entre la misericordia, la libertad y el amor habita una Ley que Jesús no abole, aunque para esta moral de Moisés haya en Jesús momentos de provocación.

Parece que lo contrario a la reglamentación sea la libertad, o para algunos la libertad responsable. Parece, también, para otros que lo contrario a la vida moral tradicional es una vida en libertad radical. ¿Cuál es la buena propuesta?¿Quienes cumplen la justicia mayor? O finalmente ¿Quiénes viven con más fidelidad el evangelio de Jesús? Piensen que los fariseos, por ejemplo, creían que vivían conforme a la voluntad de Dios expresada en la Torah, y realmente cumplían en todo como quien quiere vivir el proyecto de Dios. También los cristianos que se establecen del lado de la libertad radical creen que viven como Cristo quiere, porque Jesús vino a liberar al ser humano. Bien, estamos en las mismas: personas que creen que viven como Dios manda.

Vivimos finalmente fieles a un modelo, bajo la estela de un paradigma. Algunos viven conforme al resucitado, otros viven según el Cristo crucificado, los hay que cumplen la ortodoxia, incluso los que han hecho una especie de Jesusología… Y todos viven cumpliendo la voluntad de Dios. ¿Y cuál es la voluntad de Dios? Porque vuelta tras vuelta los seres humanos nacemos, nos desarrollamos y finalmente morimos con creencias que cada siglo, que cada etapa vital, están siendo superados. Bueno, qué horror, no? Vivir en esta duda existencial.


Ireneo de Lyon dijo algo al respecto: Dios quiere que el hombre viva, y que viva feliz. Y esta máxima creo que es la que determina verdaderamente a alguien que vive su fe como Dios quiere. Si el hombre que vive es la gloria de Dios, para qué perdernos buscando los límites de la moral o para qué vivir en la radicalidad. Vivir es una etapa existencial única, y Dios quiere que la disfrutes, que la saborees, que la ames y que seas feliz. Por tanto, y por un día, dejemos a un lado toda búsqueda, toda doctrina, toda propuesta y toda ley, seamos felices, y siéndolo llegaremos al Reino de Dios.

domingo, 19 de marzo de 2017

JUAN 4. LA SAMARITANA

 Juan 4, 5-42: En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía.  Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber.» Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.  La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.  Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.»  La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» Jesús le contestó: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.»  La mujer le dice: «Señor, dame de esa agua así no tendré más sed ni tendré que venir aquí a sacarla.» Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve.»  La mujer le contesta: «No tengo marido».  Jesús le dice: «Tienes razón que no tienes marido; has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.» La mujer le dijo: «Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.»  Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.»  La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.»  Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo.» En aquel pueblo muchos creyeron en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.»


El pasaje de la samaritana es siempre recurrente. Aun así, no qiero hablar de los pozos de la vida ni de la sed del alma sino que querría centrarme en la adoración en espíritu y verdad. Porque, qué es? Cómo es? Qué quiere decir el evangelista cuando hace esta reflexión a su comunidad creyente? Lo digo porque a lo largo de los siglos creo que tanto espíritu, como verdad (etimológicamente) han generado, quizás, más dudas que respuestas en el seno del cristianismo. La verdad hoy es más relativa que nunca, más abierta que en otros tiempos. La espiritualidad, hoy, ha sufrido muchos cambios y, sí, podríamos incluso entenderla partida entre las prácticas de oriente y de occidente, de las que cada uno coge un pedacín.

Si dijéramos hoy que los verdaderos adoradores lo hacen desde el corazón no diríamos nada descabellado. Haríamos referencia a una adoración surgida desde la autenticidad de nuestros sentimientos, pensamientos, emociones y deseos o anhelos, incluso aspiraciones. Bien, podríamos añadir que el adorador rinde culto desde el corazón y desde sus entrañas, todo ello señal de lo más profundo del ser humano que quiere clamar al Trascendente desde su originalidad y su singularidad propia.
Las religiones tratan de encauzar ese quebranto del alma que quiere ir a más de difrentes formas. Para ello se sirven de la verdad. Pero, qué es la verdad? Porque aquí tenemos uno de los fundamentos últimos del evangelista antes de la Cruz y de la Resurrección, como una de las reflexiones más primitivas de la fe. La verdad la escribe cada uno? La verdad se revela a través de dogmas? Tenemos alguna licencia, o todo nos ha sido ya dado?

La descubierta de la fe de la samaritana pasa por la desnudez de su alma.

Nuevamente nos conduce a lo profundo de la existencia, el corazón y las entrañas, descubierta ante Jesús. Y el evangelista no va a proponerle a la samaritana ningún itinerario de piedad sino que el camino de fe de la mujer pasará inadvertido en el resto del pasaje. Sólo nos indicarán que de su testimonio surgen nuevos creyentes. Por tanto, de la historia única y particular de la experiencia de fe de cada uno de nosotros surge el testimonio personal e intransferible pero que, a la vez, posee poder de cambio. Y esa podría ser la verdad.

El Espíritu nos empuja, la verdad nos permite el testimonio. Pero los verdaderos adoradores son cada persona que decide tratar de expresar su deseo de Dios desde su yo desnudo, dede su alma, desde su pobreza. Desde esta propuesta de humildad quizás no seamos verdaderos adoradores, pero seremos creyentes de aquellos a quienes Jesús llama felices y bienaventurados, porque de un modo u otro (firmemente) verán a Dios.

sábado, 18 de marzo de 2017

LUCAS 15, 1. ACOGIDA

 LUCAS  15, 1 – 7Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos.» Entonces les dijo esta parábola. «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.” Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión.


Las parábolas de Lucas 15 nos sumergen de lleno en el corazón de Dios. Es decir, que ningún capítulo como este para saber cómo es el amor de Dios, para quien todos son importantes y para quien todos merecen la especial atención, dedicación… ¿Qué haría un Padre, o una Madre, si se perdiera su hijo, o su hija? Bien, esa es la pregunta que el evangelista nos responde en este pasaje. Pero no sólo merecen atención los que son hijos sino también aquellos que, por la razón que sea, ya no lo son, o no quieren serlo, o… los extraviados, en definitiva.

Claro, situémonos en la situación de familia de Dios y en la actualidad: vendría a ser como un Padre que de los muchos hijos e hijas que tiene, una amplia mayoría se ha perdido, o se ha rebelado o, incluso, lo ha negado. Es, por tanto, una experiencia dura la que tiene este Padre respecto de sus descendientes, ver cómo viven, como crecen, como hacen entre un abismo ( a veces muy grande) que los separa. Más, que si bien algunos podemos vivir la experiencia de su presencia y ello nos otorga cercanía y familiaridad, con otros la experiencia es del todo imposible a causa de la insensibilidad. ¿Cómo es decirle a un Padre, no existes? Es algo brutal.

La situación de Dios pero, a pesar de los muchos que han marchado, sigue siendo ejemplar y guarda en esperanza el encuentro con todos estos “desaparecidos” no como algo enteramente suyo, pues finalmente todos estaremos delante de Él, sino como una empatía hacia el sufrimiento de los extraviados, cuyo gemido logra alcanzar a Dios. Porque cuando uno niega a su Padre, o a su Madre, o cuando uno se encuentra sin ellos, la vida no es la misma. En la experiencia de la enemistad se produce una fractura dolorosa, que escuece y que a pesar de la distancia no logra olvidarse hasta que, finalmente, hay perdón. ¿Hay algo peor que la soledad?¿Que el desamor?¿Que el no ser amada?

Seamos una comunidad de acogida. Tenemos que ayudar a Dios, amados y amadas, tenemos que trabajar con el Pastor para recuperar, reencontrar y acercar a estas ovejas dispersas que, por el motivo que sea, se perdieron en el vasto camino de la vida. Y cuando los encontremos no vamos a castigarlos, a golpearlos, a echarles una bronca… porque el Padre quiere que hagamos fiesta y que celebremos el encuentro.


Por último, ¿Quién es justo? Porque el final de este pasaje nos lanza la reflexión a nosotros mismos, que también estamos en posibilidad de extraviarnos o de vivir el extravío. No piensen, ni por un momento, que su camino es infalible, pero sí estén convencidos que así como acogieron, los encontraremos y serán reacogidos y volveremos a hacer fiesta.

jueves, 16 de marzo de 2017

LUCAS 16, 19. LAZARO Y EL RICO

 Lucas 16, 19-31: En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: – «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: – “Padre Abrahán, ten piedad de mi y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. ” Pero Abrahán le dijo: – “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros.” Él dijo: – “Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”. Abrahán le dice: – “Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen”. Pero él le dijo: – “No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán.” Abrahán le dijo: – “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto.”»


La parábola del rico y Lázaro simboliza algo importante y descriptivo del pensamiento religioso de aquel tiempo. Los justos irán al cielo, tendrán vida en la misericordia de Dios, y los injustos morirán. Son dos únicas opciones que parten la justicia y la injusticia y la esperanza en la resurrección. Y aunque de la resurrección de los injustos no se termina de clarificar la cosa, lo cierto es que parece que para ellos no haya posibilidad de redención. Quienes están con Abraham, y con Dios, no pueden pasar a la otra banda y viceversa, los que están en el fuego tampoco pueden atravesar esa distancia que los separa de quienes fueron justificados.

Nosotros hemos heredado, en parte, esta concepción de cielo/infierno. Equivocada o no, vive en los planteamientos vitales de millones de personas que esperan, al final de sus vidas, el juicio. El Evangelio nos dirige hacia allí, hacia el juicio, que será el momento en el que poder separar el trigo de la cizaña. Unos para muerte, otros para vida. Lo dicen los cuatro evangelistas en diferentes imágenes y, aunque el siglo actual pueda discutirlas, lo cierto es que en ese sentido no hay otro horizonte para el cristiano.

Podemos discutirlo? Claro, yo pienso de forma diferente, creo que hemos superado esta tendencia rupturista de los justos y los injustos, de los buenos y de los malos. Si Dios es misericordia y Amor, lo será para todos. Otra cosa podría ser la manifestación de ese amor, o a dónde conduce. ¿Qué pasará cuando llegue el momento? Quien sabe! ¿Podemos hablar en términos absolutos al respecto? De ninguna manera, hay que dudar siempre ante la especulación, reflexionar y, seguramente, guardar silencio. Lo que tenga que venir, vendrá igualmente y lo que tenga que ser, siempre será una aspiración en esta vida.

Claro, esto no deslegitima el hecho de tratar de ser honestos, buenos, generosos, solidarios, comprensivos… más bien dignifica al ser humano, a la persona, que es capaz de manifestarse con bondad ante la injusticia, creando puentes, solucionando conflictos, generando campos de libertad.

Las simas de hoy, lo que separa a nuestro mundo, sigue viviendo en la imagen del rico y Lázaro. ¿Lograremos nosotros cruzar la injusticia?

miércoles, 15 de marzo de 2017

MATEO 20, 27 GOBERNANTES

 MATEO 20, 25 – 28Jesús los llamó y les dijo: —Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.



Espero que algún día podamos ver alguna campaña, sea presidencial, autonómica, municipal… o para presidente de la escalera que se olvide de todos los egos de quienes conforman el núcleo duro de la propuesta, para lanzar un mensaje de servicio, de donación, de preocupación por los demás. No hay gobierno, ni uno, que lleve el compromiso con las personas por encima de otros intereses, ni los de derechas, ni los de izquierdas, ni los anti sistema, ni los comunistas, ni las políticas sociales, ni las económicas, ni las energéticas… Y toda flor que llega a la presidencia se marchita, o vende la tierra que la sustenta. Pueden llamarlo democracia si les gusta, pero de todas que es la salvaguarda de la política. ¿Derecho a voto?¿a quién?¿para qué?

Los hay que dicen que quieren acabar con la silla para familiares, amigos… uno a la derecha y otro a la izquierda, pero cuando consiguen el escalón definitivo es lo primero que hacen, aquí el marido, allá la prima. Hay muchas madres de Zebedeo, muchas ganas de encontrar el mejor asiento, y poca intención de servir, ni mucho menos en rescate de todos (quizás sí de algunos).

Está claro que todo lo que tenemos tiene un señor. La moda, la economía, el consumo, la religión, la política, la guerra e incluso la pobreza. Pueden mirar en las etiquetas, pueden escuchar el mensaje, pueden leer los contratos, o pueden luchar con sus balas. Nuestro tiempo está lleno de idolatría, y aun cuando las cosas no nos son propicias, nos ajustamos al corralito; sí, podemos buscar culpables, llevar a algunos a La Haya, retener sus bienes, embargar sus sueldos, paralizar sus actos y todo sigue igual. Como muchos cauces que llevan a un río imparable, que a veces nos sume en la arrolladora cascada, que nos oprime, pero que continúa. Y por más sociólogos, teólogos, psicólogos, o pedagogos, no hay terreno salvaje y todo parece domado.

Pero cada día veo movimiento, trabajo, obras, personas y personas que cubren el servicio del evangelio, que sirven y sirven, que aman y cooperan, que son felices, indomables, salvajes, libres. Como Jesús, que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida. Esa es la declaración de libertad del hombre, el principio de libertad si quieren llamarlo, y a él debemos acudir hoy no sólo en el corazón, sino también a cualquier escala. Vivimos tiempos extraños, con apariencia de libertad, de crecimiento, de felicidad. Pero todo se rinde a su señor. Hay que despertar, sin duda, y de prisa, para que no dejemos este mundo hostil ni a nuestras hijas, ni a nuestros hijos.


Hay que invertirlo todo, y que no se enseñoreen, sino que sirvan.

lunes, 13 de marzo de 2017

LUCAS 6, 36. COMPASIVOS

 LUCAS 6, 36 – 38Sean compasivos, así como su Padre es compasivo. No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará. Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes.



Este pasaje de hoy es como el Quid pro Quo del comportamiento del cristiano en Lucas. Pero el evangelista omite en este pasaje dos aspectos fundamentales del individuo, la espontaneidad y la visceralidad, porque en nosotros está en enfadarnos, el juzgar y el no perdonar que, irremediablemente, surgen en determinados momentos de la vida y a veces no sabemos cómo. La fórmula de Lucas habla de compasión, la de Mateo (que vimos hace poco) de perfección, sean compasivos y sean perfectos como el Padre. Bien, dos grandes atributos que aun con la persona de Jesús viva en nuestro interior no siempre están presentes, incluso pierden batallas.

Estamos en el ámbito del amor al prójimo y al enemigo, de la regla de oro, y el evangelista habla como de un premio para todo aquel que actué de esta manera perfecta. Una medida llena y desbordante. Aunque debemos saber que a pesar de juzgar, de no perdonar, de condenar o de no ser compasivos, la forma en que ama Dios supera la nuestra y en su regazo, todos tienen esa misma medida, a pesar de ser como sean. Así debo entenderlo, que a pesar de vivir en un ambiente determinado tanto puedo ser yo como cualquier otro el que se comporte de manera contraria a ese espíritu compasivo del que se habla aquí, hoy, en Lucas.

¿Y es posible apartarse de la compasión y seguir siendo amado, amada, de Dios?¿Ustedes saben cómo mide el Señor la maldad? Bien, así como todos presuponemos que con estas actitudes de hoy hay premio asegurado con Dios, pretender que ese triunfo sea exclusivo nos conduce al error, ¿Acaso no tiene piedad Dios de quienes se equivocan? Eso mismo se dirige ahora a nosotros, que haciendo esa partición entre justos e injustos no hacemos sino condenar y no perdonar.

Si pudiera quitar alguna cosa de los evangelios sería toda esta normativa respecto del comportamiento humano que quiere Dios, porque no creo que Dios quiera algo del ser humano salvo su felicidad, así debe funcionar el amor de Dios, que no pide cuentas y que vierte misericordia. Fundados sobre esta verdad si es cierto que actuando así o asá la vida se hace mejor, pero debo entender que regular la vida de las personas es, muchas veces, coartar su libre movimiento. Parece que esto de ser Hijo o Hija de Dios cada vez está más complicado.

El evangelista evoca a imágenes jurídicas, otras que tienen que ver con un estatuto social, de ser libre o esclavo, otras de carácter relacional como el ser compasivo o implacable… Lucas, que no es judío escribe dentro de un ambiente influido por el helenismo y su afán por hallar la belleza, la armonía, incluso en el comportarse. Por tanto, el evangelista escribe de aquellos rasgos que hacen perfecto al hombre o a la mujer y recoge la enseñanza del sermón del monte mateana.

¿Cómo debe comportarse un seguidor de Cristo? Equivocándose, sin duda. Actuando en libertad, seguro. Deseando amar y ocasionando, no siempre, dolor. Queriendo esbozar una sonrisa y terminar llorando… Un seguidor de Cristo se comporta viviendo este don de Dios de existir, sin un quid pro quo, porque Dios no pide contraprestación ni saldar cuentas.


Las analogías tienen que ver con lo que nosotros hacemos, con lo que nosotros somos, pero en poco tienen que ver con el comportamiento de Dios. No miremos más con nuestros ojos, ni construyamos según nuestras manos la voluntad de Dios o el destino de la humanidad y permitamos romper la norma, rasgar la jurisdicción y hacer añicos cualquier mentalidad para dejar espacio a que esa medida lucana acabe por desbordar.

sábado, 11 de marzo de 2017

MATEO 5, 43 AMAR Y ORAR

 MATEO 5, 43 – 48: Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.” Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de impuestos? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué de más hacen ustedes? ¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles? Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto.


No caigamos en el error de pensar que, haciendo teología, o participando de la eucaristía, o llevando una vida ascética, espiritual, mísitica… vamos a lograr cualquier aspiración en Dios. Me explico, y aunque todo ello está muy bien y es necesario, todo lo que el ser humano se proponga en relación al Trascendente queda en términos humanos. Pues no hay certeza de la identidad y de la voluntad del Creador más allá de la experiencia religiosa, o espiritual, que iniciaron los evangelios para nosotros, los cristianos.

¿Hay que dejar de reunirse, o de orar, o de ayunar…? En absoluto. Pero no hay que imponer ninguna fórmula para lograr el acceso a Dios, el encuentro de la Verdad o, tan siquiera, la salvación.

Podemos creer, desde luego. Eso es la fe. Pero miren, leyendo este pasaje una y otra vez sólo puedo concluir diciendo que lo que hay que hacer es educar a buenas personas, a grandes personas. Hay que construir humanidad, gente con capacidad crítica, con espíritu solidario, caritativo, voluntarioso, generoso, alegre. Hay que procurar ser constructores de paz, ayudadores, servidores si quieren.

Nuestra imagen para ello es la de Cristo, como para otros será el referente cultural, ideológico o religioso que tengan. Yo tengo gran fe en este Hijo de Dios, pero (y así es), esa fe es sólo mía, instransferible y a mi modo, aunque comparta la fe de su Cuerpo. Ni la puedo imponer, ni la puedo enmarcar, ni tan siquiera proponer como única vía de salvación.

En este tiempo que se acerca escucharemos la pregunta de Pilato: Qué es la Verdad? Pienso, que el mismo evangelista se pregunta sobre la verdad aun teniendo la imagen del Cristo delante. Y hoy, recuperando esta imagen, delante de mi Señor, yo vuelvo a preguntarme: qué es la verdad? Quizás, seguramente, no la he entendido como debe de ser.

viernes, 10 de marzo de 2017

MATEO5, 20. FUENTES Y NO GRIFOS

 MATEO 5, 20 – 26: Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados: “No mates, y todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal.” Pero yo les digo que todo el que se enoje  con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Pero cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al juicio del infierno. »Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda. »Si tu adversario te va a denunciar, llega a un acuerdo con él lo más pronto posible. Hazlo mientras vayan de camino al juzgado, no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia, y te echen en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo.


La acción de Jesús era esencialmente pastoral. Por tanto, la tarea de la Iglesia, como continuadora de Cristo, tiene una tarea esencialmente pastoral. Esto exige a la Iglesia vivir en permanente fidelidad al evangelio y ello sólo es posible mediante la fuerza del Espíritu y a través de una vuelta a los orígenes de la predicación del Reino que pasa por el amor en el servicio y el trato a los marginados. En este sentido, como diría el Papa Francisco, hay que oler a vida, hay que implicarse con la humanidad, hay que sensibilizarse con el dolor y con las marginalidades que nos afloran bajo el paradigma del Cristo que es amor, imagen de un Padre amoroso que también lo es.

La idea de volver a Cristo, de volver a la evangelización, del amor a través del testimonio, de la solidaridad entre personas son temas que, hoy en día, están presentes en la conciencia de unos fieles que se sienten identificados con esta Iglesia más humana, cercana, entregada, que sirve y está en misión. El corazón de la comunidad, que se celebra en la eucaristía, parte de la vida compartida en lo cotidiano, a través del testimonio (sea Caritas, sean Radares…), por medio de la pedagogía (catequesis, grupos de lecturas bíblicas, grupos de encuentro…)… Vivimos en un tiempo en que las acciones y gestos han recobrado importancia y que, de ese modo, terminan por acercarnos a lo que debió ser la vida de Jesús tal como la narran los evangelistas.

A pesar de poder citar el secularismo, la decepción, la falta de un posicionamiento más determinado por el Vaticano II… quisiera centrarme en dos temas claves que, a mi entender, sigue dificultando la relación entre la Iglesia y el mundo.

El primero es la necesidad de que los referentes de la Iglesia tengan mayor incidencia y actualidad en la vida de la sociedad. Esta bien remitirnos a un hecho fantástico de hace 50 años, pero estaría mejor tener a mano referentes vivos del día de hoy. Por supuesto que tenemos al Papa Francisco, el testimonio de sacerdotes y religiosos, misioneros, mártires y creyentes que se desviven, pero… no ha habido, por ejemplo, apenas repercusión en los muchos creyentes que han estado ayudando a los refugiados en Idomeni; ni de los muchos que cada semana ayudan a Caritas en el sostenimiento de las familias; ni en que allí donde hay pobreza, miseria y necesidad nunca falta el trabajo de la Iglesia. Por el contrario, nuestra sociedad prefiere otros referentes socio-políticos con que nos inundan las noticias, televisión, internet… Falta redescubrir a esta Iglesia como un referente que nunca ha dejado de estar, aún siendo conservadora, anticuada u olvidada.

El segundo, a ritmo del primero, es que si la Iglesia quiere adecuarse a la vida, a las nuevas sensibilidades, a lo que el ser humano necesita, debe romper con esta percepción que me quda de que a pesar de decir que se ama, que se sirve… se hace con reservas. Me remito a las situaciones de los homosexuales, divorciados, no creyentes u otro tipo de creyentes… El amor no es exigencia, ni pasa por el decir acepto aunque no comparto. De una vez hay que dejar de ser, como dice el obispo de Evreux Jacques Gaillot, “una Iglesia que pone grifos allí donde hay fuentes”.

jueves, 9 de marzo de 2017

MATEO 7, 7 PAN A LOS HIJOS

 MATEO 7, 7 – 11»Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas.



Hoy en día, aunque siempre ha debido ser así, cualquier mensaje, catequesis o evangelización debe ir precedida del testimonio de amor que pasa del cielo a la tierra, traspasando la humanidad y que empieza en Dios y sigue en el ser humano. Y fuera de este testimonio pueden existir muchas cosas, puede haber palabra, dones, capacidad económica, organización o jerarquía, pero jamás, nunca, en ningún caso puede faltar el amor. Porque si hablamos de un Padre, o de un Padre que también es madre, que tanto ama, sus hijos e hijas deberían (ipso facto) ser continuadores de su testigo, como en una carrera de fondo siglo tras siglo, tras siglo.

Fijémonos en nuestra actualidad, miremos a aquellos casos cada vez más frecuentes de violencia de género, de abandonos, de ingresos en centros de menores por actividad delictiva, de fracaso escolar, de maltrato… Porque ¿cómo va a dirigirse a ellos la comunidad cristiana diciendo que Dios es Padre, si su realidad familiar es inexistente, o dura?... ¿Un Padre que me ama?(dirán) ¿Cómo vamos a actuar ante esta respuesta? Porque está clarísimo que en gran parte de nuestro tiempo hay una ausencia de paternidad y de maternidad, quizás porque no se ha sabido dar, quizás porque no se deseaba… Sea como fuere, si en nuestro tiempo presentamos a un Dios que es Padre (o Madre), tengamos presente que debemos no sólo fundamentarlo sino, además, convertirlo en realidad.

Y esa conversión significa nuestro testimonio, el testigo de una familia amante que desea, valora, comprende y quiere cuidar de cada nuevo miembro (y de cada uno de los que ya forman esa gran familia). Por tanto, si bien estamos en tiempo de reivindicación de la figura del Padre amoroso, también estamos ante la necesidad de que ese amor sea manifiesto en nosotros y lo estamos con más urgencia que nunca, porque la sociedad está enfermando de insensibilidad, de relativismo. Estamos siendo espectadores de un continuo peregrinaje de huérfanos y huérfanas que caminan pensando que el mundo es hostil y que para sobrevivir en él se deben al desamor, a pelear, a morder.

A lo largo de este tiempo que viene, vamos a comenzar a ver a hijos e hijas de estos que estarán sobre algún cartón sufriendo las calamidades del frío. Se sumarán a los muchos que hoy, bajo la ley del desahucio, ya viven en las calles, o en precariedad, con las vistas puestas a atender el frío como puedan, a sobrevivir.

¿Ante todos estos tenemos que hablar del Padre Amoroso? Pues tenemos mucho trabajo, porque como siempre ocurre el tiempo se nos viene encima, nos atrapa el toro y nos vamos a quedar, nuevamente, a las puertas de haber podido hacer algo más.


Podemos optar por llevar a un Dios abstracto, con un amor abstracto, que es éste que viendo la miseria decimos que no actúa, que se olvida de nosotros… Pero podemos optar por el Dios vivo, el Padre amoroso, y ello nos implica absolutamente a favor del otro, a la solidaridad, a la entrega, a la preocupación, a la ayuda (sea cual sea). Deseo que todos seamos este año testigos del amor de Dios, testigos vivos.

martes, 7 de marzo de 2017

MATEO 6, 7. LA ORACION

 MATEO 6, 7 – 15: Cuando oren, no sean como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. ... Ustedes deben orar así: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan cotidiano. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno. Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas.


La oración del Padre Nuestro se ha convertido no sólo en la estrella de las celebraciones misales sino también en la fórmula más recurrente de alguien que quiere orar a Dios desde las palabras que los evangelios ponen en boca de Jesús. No obstante, esta repetición sistemática de la fórmula oral no debe llevarnos a pensar que sea, ésta, la única vía de comunicación entre nosotros y el Trascendente, porque si alguna oración se erige cada día en el seno de la persona es la que sale del corazón y que, cada cual, expresa con su propia vida, actitudes, decisiones… El Padre Nuestro puede ayudarnos a entrar en el ámbito de la oración, pero ¿lo terminamos de recitar y ya está?

Desde luego, la fórmula de la oración no tiene nada de mágico. El rezo viene más bien a ser la voluntad de diálogo con Dios a través de Cristo por medio de la propia vida, que es el buen fruto que procuramos en coherencia a la opción de vida que elegimos. Y como vidas hay muchas, oraciones también. Ni mejores, ni peores, ni más acertadas, ni equivocadas. Cada uno solicita reunión con este Abba de la manera que le suscita el corazón, la razón, la intuición. Sería lamentable agotar esa opción de comunicación en cuatro o cinco fórmulas, por más que algunas se remonten a tiempos A.

Qué duda cabe que la parábola del publicano y el fariseo ilustra perfectamente esta encrucijada, entre el rito y la vida, entre el vacío y la opulencia. ¿Cómo mostrarse ante lo Desconocido?¿Cómo hacer para que nuestro ruego alcance el cielo?¿Hay eficacia en la oración? Sin duda podríamos seguir formulando interrogantes a este camino interior de relación entre lo divino y el ser humano pero nadie, nadie, tiene la respuesta. ¿Entonces? Pues hay que obedecer a esta asiración interior que en todos vive capaz de elevar nuestros pensamientos, sentimientos e ilusiones y esperanzas hacia aquello que es tocante al Verbo de Vida, quien sustenta nuestra vida y nuestra fe. Lanzarse a la aventura de lo desconocido y de lo manifestado, de lo tangible y lo extraordinario…

Orar es expresarnos delante de nuestra propia alma, suspirar en nuestro mismo espíritu y, quizás, de algún modo, hablar con Dios.

domingo, 5 de marzo de 2017

MATEO 4. LAS TENTACIONES

 Mateo 4, 1-11: EN aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes». Pero él le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”». Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo:  «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”». Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”». De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras». Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían.


Para situarnos en clave de tentaciones no hace falta ser ningún experto en teología. Todos tenemos, sufrimos, caemos o vivimos situaciones en que nos sentimos atraidos por una fuerza que nos impulsa hacia algo que no conviene. Quizás sea por la erótica de la prohibición o, quizás, porque está en nuestra naturaleza más íntima la convivencia entre lo que nos conviene y no nos conviene.

Sea como sea el caso es que existen estas situaciones y se dan, también, más de lo que quisiéramos muchos. Pero, ¿qué hacer cuando sucumbimos a la tentación?¿Nos mortificamos?¿Caemos en depresión porque creemos que vamos o que somos castigados? Qué terrible dilema nos llegan a plantear estas transgresiones, ¿verdad?
Bien, nuestra herencia más cercana se posiciona en un ámbito de penitencia cuando uno cae en las garras del tentador. La confesión es el método de purificación, dirán. Pero el ser humano del siglo XXI, a la par que conviviendo con esta tradición, parece que no opta por esta vía de descanso, o de descarga. No! Las sensibilidades han ido cambiando y el sentimiento de culpa que lleva a a contricción ha cambiado de rumbo, de motivo, de forma si quieren. Podríamos decir que somos una comunidad más abierta al diálogo para tratar de superar situaciones dificultosas.

En clave de amor, de perdón o de comprensión nos abrimos a la experiencia de la tentación como algo que muchas veces nos resulta insuperable. El modelo de Jesús está ahí, pero también somos conscientes que no podemos observarlo como el comportamiento perfecto en una humanidad que si es algo, es imperfecta. Bien están los ejemplos cuando pueden ayudarnos y no cuando nos suponen tareas irrealizables (o no dicen los evangelios que era una de las acusaciones a los fariseos).

La experiencia de la vida única e irrepetibe tiene de don y de fracaso porciones que van viniendo en el devenir de los años. Acertamos, nos equivocamos, tenemos éxito, sentimos el fracaso… La victoria de Cristo sobre el que tienta es para nosotros como el levantarnos después de cada caída. Una aventura de aprendizaje de la que nadie está exento.

No se mortifiquen, no decaigan, es hora de levantarse.

viernes, 3 de marzo de 2017

LUCAS 5, 27. LLAMADA

 LUCAS  5, 27 – 32Después de esto salió Jesús y se fijó en un recaudador de impuestos llamado Leví, sentado a la mesa donde cobraba. —Sígueme —le dijo Jesús. Y Leví se levantó, lo dejó todo y lo siguió. Luego Leví le ofreció a Jesús un gran banquete en su casa, y había allí un grupo numeroso de recaudadores de impuestos y otras personas que estaban comiendo con ellos. Pero los fariseos y los maestros de la ley que eran de la misma secta les reclamaban a los discípulos de Jesús: —¿Por qué comen y beben ustedes con recaudadores de impuestos y pecadores? —No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos —les contestó Jesús—. No he venido a llamar a justos sino a pecadores para que se arrepientan.



El refranero popular español nos cita aquello de: Dime con quién andas y te diré quién eres. Resulta paradójico que Jesús nos invite a compartir la mesa con los publicanos y los pecadores, gente mal vista y apartada de la sociedad, personas que en función de su vida ocupaban para los judíos los lugares entre los más despreciados. Los publicanos porque en su trato con los paganos eran considerados apóstatas y los pecadores porque transgredían en algún punto la Toráh. De ser o no ser justo, en la época de Jesús, dependía toda la vida de un judío. Publicanos y pecadores, además, no podían acceder a la sinagoga así que no podían participar del culto a Dios ni de la lectura de los salmos.

Lucas nos cita cómo Jesús traslada ese lugar cultual a una mesa alrededor de la cual se sientan los justos y los injustos. Comparten los alimentos, comparten la bebida y también la intimidad, la mesa representa en este pasaje el lugar próximo que acerca a unos con otros. En aquella sociedad debemos entender que mientras comían tocaban con sus manos una misma realidad, partiendo el pan, acercándose alimentos, dándose de beber… el hecho es que aceptados y repudiados celebraban la mesa como un lugar de reunión, reunión que además tenía la presencia de un maestro.

Cómo incomoda al mundo cuando alguien con capacidad, cultura y medios apuesta por la pobreza o atiende a los marginados, todavía hoy se discute, se desprestigia y se pretende atentar (o dificultar) todo lo que nace de una promoción libre y desinteresada sobre un groso de la población mundial que viene muy bien que sigan en esa realidad. Que alguien capaz pueda dar medios a los marginados supone el final de los privilegios de los ricos que sobre esos pobres tiene sus intereses. Nos mueven, nos gobiernan, nos dirigen y nos controlan ya sea con la política, con la justicia o con la economía y todos nos movemos en la desigualdad, sometidos al sistema.

Esa misma mesa que comparte Jesús la han compartido personas como: Carlos Múgica, Julio San Cristobal, Pere Casaldaliga, Francisco Soares, Hector Baccini, Jorge Adur, Padre Néstor García, Padre Patricio Rice, Padre José Czerepack, Padre Orlando Yorio, Padre Santiago Renevot, Padre Rafael Iacuzzi, Padre Julio Suan, Padre Bernardo Canal Feijóo, Padre Luis López Molina, Padre Jaime Weeks y Padre Francisco Jálics... personas que han dado su vida por defender la mesa de Jesús con los pobres y los marginados, que han querido comer y beber a pesar de la incomprensión, la persecución, la excomunión...

Cada día y en muchos lugares se prepara esta gran mesa de Cristo, un lugar para reunirnos y compartir nuestra intimidad, en el que somos amados y amadas, en el que beber y comer, en el que hablar y ser escuchados, en el que justos e injustos se abrazan para olvidar el clasismo, desapareciendo primer y tercer mundo. Somos invitados a besar esa realidad, a desearla, a quererla.


Definitivamente seguir a Cristo también supone estos momentos en el que la vida se celebra entorno a una mesa. Que compartir el pan y compartir el vino sean para nosotros una prioridad respecto de la injusticia.

jueves, 2 de marzo de 2017

LUCAS 9, 22. ANTI AGAPE

 Lucas 9, 22 - 25: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.» Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»


Aunque bien pueda parecer lo contrario, ya que es uno de los símbolos más característicos del cristianismo, la cruz no es sino el anti agape. Todo lo contrario a la propuesta del Jesús de los evangelios y que se sucede por varios motivos, algunos incluso repetidos hasta la saciedad por la comunidad humana. Hoy, nosotros los cristianos, deberíamos ser más consecuentes con nuetros simbolismos y nuestras convicciones para poder decir, bien alto, que basta ya de poner más cruces, más peso, más dolor, más castigo sobre la humanidad, sobre la ecología... Basta ya de generar nuevos problemas, nuevos conflictos, nuevas guerras. Es tiempo de procurar propuestas, vías de diálogo, encuentros fraternos... de acercarnos más a la existencia, de abrazar a los corazones y de compartir este espacio vital que, por un tiempo, se nos concede.

Nadie va a ser más Cristo por más mortificación. ¿Acaso podemos pensar que Jesús, que Dios, quiere vernos clavados en el madero? No es quizás aquel episodio algo no querido, aunque aceptado?

Fíjense cómo repetimos la historia pues, si las autoridades del tiempo de Jesús que podían hacer algo optaron por no hacerlo, hoy las nuestras también siguen eligiendo callar, ceder, conceder espacio a la violencia. Y más pues, si aquellos discípulos de Jesús se dispersaron en el momento de la cruz, hoy vivimos también como cristianos de reserva. Estamos callados, atemorizados, petrificados... casi fuera de escena. Y más pues, si en el camino al Calvario Jesús cae tres veces, hoy hacemos caer hasta reventar el mundo en que vivimos, tan desigual, tan explotado.

La cruz de cada día la cargamos por lo que somos, por lo que no hacemos, por lo que callamos, por serviles y por sujeciones. Y no nos pesa? Tan fuertes de espaldas somos?

Este camino cuaresmal quiero abandonar los viejos paradigmas de la humillación para convertir el camino en un hálito de esperanza. Pues si Dios quiere algo, debe estar más cercano a la felicidad que al temor, al amor que a la opresión, al servir que al proteger.

miércoles, 1 de marzo de 2017

MATEO 6, 7 ORACION

 Mateo 6, 7 - 15: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»


El tema de la oración es, muchas veces, fuente de controversia entre creyentes e incluso entre no creyentes, entre cristianos, budistas, católicos, evangélicos... Unos dicen orar, otros rezar, otros meditar, algunos hablar, contactar... Los hay que recitan una y otra vez una oración, otros que de esa repetición hacen un manthra, incluso los hay que repiten y repiten una fórmula creyendo que en su número se esconde el perdón. ¿Y alguno tiene razón?¿Es que existe una única forma de dirigirse a la divinidad, de converger en ella?

En la comunidad de mateo existía el temor de perder esa identidad cristiana para volver en pos del modelo de la Sinagoga. Por ello, vemos constantemente, hay una comparativa con los fariseos y hay una frecuente pelea entre lo que es correcto, y que hace Jesús, y lo que no lo es, que hacen estos grupos judaizantes. Además, por la época de redacción del evangelio sabemos que el fariseísmo se había convertido en una radicalización del judaísmo antiguo y, como poder latente, en una influencia a veces irremediable para las comunidades emergentes que, perdiendo el fervor escatológico, sucumbían ante aquel poderío.

El evangelista nos deja un modelo de oración, que no es la única manera para orar, aunque sí una de las más utilizadas (por lo menos en la liturgia). Aunque más que en la forma, diría que el sentido de la oración reside en el fondo, que es la actitud de perdón, que en definitiva es regresar al primado del Amor. Por tanto, oramos, rezamos, cuando verdaderamente amamos.

¿Hay que pedir?¿Hay que suplicar? Quizás es que hemos hecho de la oración una forma particular de piedad, o de religiosidad, o de método. Hoy en día hay un choque generacional entre las diversas formas de hacerlo, y ciertamente no sería nada bueno dejar a nadie sin esa particular manera de dirigirse a Dios. Si alguna es mejor, si alguna está mal, si alguno no lo hace como debiera, o si es un mero automatismo... eso, en definitiva, es para cada uno y nadie puede juzgar si aquella oración llega al cielo o se queda en tierra.


Cuando oro, cuando rezo el Padrenuestro y llego a esta parte que dice: perdona nuestras ofensas... pienso en ésto mismo, en que muchas de mis ofensas tienen que ver con que creo tener la razón, tener la forma, conocer el método, pero nada... nada, vuelvo a quedarme desnudo ante Dios y me sale una súplica, una petición de perdón, de vuelta en mí para alegrarme de que, independientemente de quien, de cómo... me hallo entre muchas personas que de algún modo, como yo, sólo quieren hablar con el Padre.