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jueves, 27 de abril de 2017

JUAN 3, 31. DE ALTURAS

 Juan 3, 31 - 36: El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.



El evangelista nos sorprende, a veces, con una escatología de futuro y, otras, con una escatología de presente, como en este pasaje. Lo importante es que aquí y ahora se crea en el Hijo de Dios y creyendo en el Hijo se participe ya de la vida eterna, o de la vida del Reino, o del don de la fe. No hace falta jugárselo todo a una carta esperando el final escatológico sino que lo que marca el sino de la vida del creyente es que, a diario, su fe esté puesta en el Hijo. Creer en Jesús es sinónimo de participar en la vida de Dios y para participar de esta vida divina no tenemos que esperar sino que podemos formar parte desde ya.

Ese regusto al día a día marca también una actitud en las comunidades primitivas, pues muchas comenzaron a perder su entusiasmo ante la tardanza de aquel momento que esperaban para esta tarde a las seis. Sólo entonces surgió la reflexión de que el tiempo escatológico era futuro pero que se tenía que trabajar desde el presente: sea velando como nos dice el evangelista Mateo, sea creyendo como nos solicita Juan, sea participando de la oración y la fracción del pan como nos dice Lucas.

Seguimos siendo un pueblo en esperanza, es decir... que espera que su Señor regrese. Pero esta espera no tiene que adormecernos, o que cambiarnos el prisma, las prioridades o las ganas de trabajar en el presente, porque en el presente vive aquel Reino que ya se había acercado en Jesús y que, como corresponsables, ha quedado a nosotros. Por tanto, este pueblo que somos en esperanza debe vivir para saber prolongar, proseguir y conseguir la misma obra de Cristo, de misericordia y de caridad.

Pues, creer en Jesús es adoptar un compromiso vivo con los seres humanos y con el mundo y las situaciones que nos rodean. Unas podran hacerlo de una manera determinada, otros colaborarán con lo que puedan, pero entre todos debemos ir tejiendo este brazo visible del Reino de Dios que sigue entre nosotros. Por tanto, no sólo pensemos en creer como producto de una reflexión sino que adoptemos ese creer como motor que impulse nuestra acción social y solidaria.


Creer ya no es sentarse en el sofá esperando, muy piadosos, que vuelva Cristo y nos salve, sino que es participar de la salvación de Cristo ayudando al resto de personas a: alcanzar esa misma salvación y a  vivir en plenitud, libertad, dignidad y belleza.

martes, 25 de abril de 2017

MARCOS 16, 15. MISIONADOS

 Marcos 16, 15 - 18: En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»



La experiencia de la resurrección es algo sorprendente, tan extraordinaria que el evangelista nos tratará de explicar desde las apariciones, lo que aquello supuso de cambio en la vida de los apóstoles, y desde estos discípulos a nosotros (que hoy seguimos siendo testigos de aquella experiencia de vida). Dios, que es un Dios de vida, se erige por encima de los ídolos de muerte, de la cruz y se nos ofrece, se os quiere donar, a través de la palabra, del testimonio y de la vida de éstos, o aquello, que tienen el mandato de correr por el mundo anunciando la Buena Noticia, que Dios se ha acercado al ser humano para ofrecerle salvación.

Quizás para algunos los signos sean todavía visibles, puede ser que para otros existan otros signos nuevos. Sabemos que para unos los signos no existen y que, en cambio, hay otros que aguardan, como aletargados, a la espera de que surjan signos para este tiempo. Y sea como sea lo cierto es que todas estas cosas las podemos encontrar en la vida: testimonio de personas a las que Cristo transformó radicalmente, sanaciones... incluso si somos curiosos observamos estas “lenguas nuevas” bajo el paradigma del lenguaje del Amor.

Cuando alguien es capaz de llevar adelante estos signos, Cristo se vuelve a aparecer. Quizás no sea perceptible con los sentidos, puede que no sea un acontecimiento tangible, pero rayos que sí es otra aparición. Es otra manifestación del mandato de Dios al corazón de los hombres y de las mujeres para que trabajen para el Reino, para que promuevan la vida, para que extiendan esta Buena Noticia de misericordia, de acogida, de donación, de gratuidad... Entonces, amigos, hay que estar muy atentos para que nos se nos escapen más apariciones, para que cuando éstas sucedan seamos capaces de vivirlas con gozo, con júbilo, porque sucedió, sucedió otra vez aquello tan extraordinario.

W. Kasper dijo que lo que es verdaderamente crucial para el cristiano pasa por recuperar una nueva ingenuidad, una segunda ingenuidad, que nos permita volver a vivir la novedad del cristianismo en nuestra vida. La experiencia de la resurrección, en parte, también tiene mucho que ver con esta ingenuidad, porque pasa (innegablemente) por la acogida en nuestro corazón. Por tanto, ¿cómo cabrá en un lugar que se ha ido petrificando, endureciendo o insensibilizando? Como vimos, necesitamos volver a vivir ese episodio en el que nuestros familiares vienen con preocupación para llevarnos, pensando que estamos locos. Locos!


Cristo tiene más que ver con la “locura” que con la moralidad, con el atrevimiento que con el inmovilismo... Que nadie se deje morder por una serpiente, que nadie piense beber veneno, pero que todos deseen participar de estos signos, de esta Buena Nueva.

domingo, 23 de abril de 2017

JUAN 20, 24. CREER SIN VER

  JUAN 20, 24 – 31: Tomás, al que apodaban el Gemelo, y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús. Así que los otros discípulos le dijeron: —¡Hemos visto al Señor! —Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré —repuso Tomás. Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. —¡La paz sea con ustedes! Luego le dijo a Tomás: —Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe. ¡Señor mío y Dios mío! exclamó Tomás. —Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen.  Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida.


El evangelista viene a darnos el sentido de su obra, que lo que hay escrito es para que creamos que Jesús es el Hijo de Dios, dador de vida. Esto es lo sustancialmente importante de todo el mensaje del Evangelio de Juan, desde su prólogo hasta su epílogo. Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Y este es el mensaje que nos queda a los cristianos del XXI cuando el autor se refiere a quienes sin ver han creido, que son dichosos (felices), razón por la cual el Jesús de su evangelio viene a dar paz. Quizás, el sosiego necesario para quienes no han podido poner sus dedos, o sus manos, en las heridas y en el costado de Cristo.

Para Tomás no fue suficiente el empuje y el testimonio de sus amigos, que manifestaban el encuentro con el Señor resucitado. Es el encuentro entre el creyente y el incrédulo. La ardua tarea, muchas veces, de transmitir la fe puesto que la fe, como tal, es algo tan personal que cuesta, a veces, explicarla a quien no ha vivido tal experiencia.

El evangelista nos da una pista para esta transmisión de la fe en el mundo de hoy. Que el indrédulo pueda poner sus dedos y meter sus manos en nuestro corazón y en nuestro costado para hacerse partícipe de la alegría del Evangelio. Como permitir que otro comparta lo más profundo de nuestra experiencia cristiana, vivificante, estimulante, preciosa y nueva. Aunque para ello nuestras comunidades y nuestra vida personal debe hablar, clarísimamente, el lenguaje del Reino, porque si no corremos el riesgo de saltar, de quejarnos, o de que nos dañen, cuando esas personas pongan sus dedos y sus manos en nuestro corazón.

Si cogemos el testigo de nuestro Maestro, estamos en el mundo para traer paz, para ser testimonios de paz, para convertir el mundo en dichoso, en bienaventurado. Estamos aquí para bendecir, para hablar bien, para hacer bien. Fuera de las discusiones teologales, de las apologías de la fe, de la dogmática y del ritualismo… nuestra principal labor, en la aproximación a Cristo, vive de la paz y del amor.

Que podamos comunicar humanidad, cariño, compromiso… que podamos consolar, escuchar, ayudar, apoyar… Que este Espíritu que nos ha dejado el Señor viva, a través de nosotros, como fuente inagotable del Reino de Dios.

jueves, 20 de abril de 2017

LUCAS 24, 35. COMO UN FANTASMA

 LUCAS 24, 35 – 48: Los dos, por su parte, contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo habían reconocido a Jesús cuando partió el pan.  Todavía estaban ellos hablando acerca de esto, cuando Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo: —Paz a ustedes. Aterrorizados, creyeron que veían a un espíritu. —¿Por qué se asustan tanto? —les preguntó—. ¿Por qué les vienen dudas? Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tóquenme y vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acababan de creerlo a causa de la alegría y del asombro, les preguntó: —¿Tienen aquí algo de comer? Le dieron un pedazo de pescado asado, así que lo tomó y se lo comió delante de ellos. Luego les dijo: —Cuando todavía estaba yo con ustedes, les decía que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras.


Que los discípulos se asusten, viendo a Jesús como a un fantasma, no nos viene de nuevo. Hay momentos en que les cuesta reconocerlo. Les pasa en la travesís por el mar cuando son asolados por el temporal. Le ocurrirá a la Magdalena en el sepulcro. Les pasa a los de Emaús y así podríamos ir citando otros pasajes en que la figura del Jesús que conocían queda sostenida en una imagen fantasmagórica. Sin duda, son momentos en que para los discípulos es difícil explicar quién es este Jesús o qué representa para ellos, para su comunidad. Quizás podríamos decir que son pasajes que nos muestran la complejidad de la identidad del Cristo para estos primeros creyentes.

Nada nuevo, porque hoy podemos ver en la situación actual del mundo creyente los mismos problemas de identificación hacia el Cristo. De acuerdo, la reflexión teológica nos ha llevado hacia cotas insospechadas para esas primeras comunidades pero, seamos realistas, la identidad del Resucitado sigue siendo un Misterio.

Hoy tenemos la tendencia a identificar a Jesús en el prójimo. Vivimos la Resurrección en tanto vivimos en la comunión eclesial y humana. Celebramos la Pascua y tratamos de vislumbrar en el otro las actitudes que se suponen nos son adheridas ante el acontecimiento pascual. Hablamos más del hecho humano que de la fenomenología del Espíritu. Ciertamente, todo lo que trasciende termina siendo un poco raro, extraño, difícil de encuadrar. Tampoco es fácil identificar esa imagen de Jesús desde la fe, porque la fe también es intangible, es personalísima y no cabe en limitaciones imaginables, ni en modelos, ni en figuras, ni tan sólo en representaciones artísticas que nos la acerquen.

Cuando se nos abre, o cuando se nos abra el entendimiento viviremos una experiencia mística, espiritual y, nuevamente, personalísima. Ojalá fuera tan sencillo explicar cómo se abren los sentidos del corazón y del alma, pero vivimos en parte dentro de este Misterio mayor de lo Trascendente en el que de lo abstracto o espiritual tratamos de hacer lo concreto y humano.

miércoles, 19 de abril de 2017

LUCAS 24, 13. FUEGO EN EL CAMINO

 Lucas 24, 13 – 34: Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. El les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?» El les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.» El les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?» Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos. Y sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.


El camino de Emaús es parte del tránsito del desconcierto a la fe en el Cristo resucitado que vivieron algunos de los discípulos en diversos momentos. Quizás explique, también, el despertar de la fe dentro de la comunidad lucana. Quizás sea el nexo que utiliza el autor para, de algún modo, ligar la profecía del Antiguo Testamento y su cumplimiento en Cristo Jesús. Sea como fuere este itinerario físico y espiritual nos recuerda a nosotros que el sendero de la fe puede permanecer escondido, oscuro o puede parecer dudoso, incomprensible… pero que junto con nosotros está siempre la Palabra viva de Dios que encuentra, en su momento, la forma de iluminar el sentido de nuestras vidas. No importa cuando, no importa cómo. La Palabra viva siempre está ahí, es la promesa de Dios: que para el que cree de su interior brotarán ríos de agua viva.

Cierta es la actualidad de estos pasajes que nos conducen a vivir no sólo el gozo de la resurrección, sino también la esperanza del Espíritu Santo. La impronta de Dios en los seres humanos que se hace evidente cuando se vivifica, en nuestra alma, el fuego del Espíritu. Como desde una profundidad desconocida, algo que siempre ha estado ahí, que quizás hemos podido intuir… y que se ahce visible, palpable, experimentable como nueva vida en la que, aún de manera inefable, vivimos esa vida de Dios.
Estamos delante de un texto queinvita a la contemplación, porque desde la introspección del texto descubrimos el camino que nos conduce al alma, allí donde hay diálogo con el Trascendente. Por ello, aunque no llegue a nosotros con claridad las señales externas, tengamos la seguridad de que la vida cambia cuando Jesús parte su pan con nosotros. Es el momento en que nuestro cuerpo físico se sumerge en el cuerpo mísitico, cuando nuestras oraciones devienen diálogo vivo y cuando de nuestra desesperanza surge el gozo esperanzado.

Nadie dice que caminar sea fácil, habrá días en los que aún caminando con Jesús no podamos ver más allá de nuestros problemas, situaciones, límites… Cuando esto ocurra, tengamos a bien deternernos, para compartir el pan con nuestra alma y sentir el calor, ese fuego que vivifica.

lunes, 17 de abril de 2017

MATEO 28, 5. PASQUA

 Mateo 28, 8 - 15: En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.  De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos.» Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.


Los evangelios se escriben a la luz del Misterio de la Resurrección. Esa es la noticia clave para que haya un resurgir de la fe, una fe que se había apagado con la crucifixión, pero que ahora no sólo cobra nueva fuerza, sino que además se anuncia en todos lados, sea en las plazas, en las sinagogas, en las casas... Mateo nos presenta a unos dirigentes judíos preocupados ahora por esta extraña noticia así que, mientras unos se alegran, otros tratan de evitar lo que hasta hoy todavía no se ha podido detener: la fe en Cristo.

Nosotros vivimos hoy nuestra fe desde otro momento de la historia, muy diferente. Somos herederos de una creencia que desde aquel entonces se proclama: que Jesús ha resucitado y que gracias a esa victoria sobre la muerte se constituye Señor. Y ya que todavía nos falta para Pentecosta, podríamos vivir estos días de alegría, de buena noticia, bajo el prisma de la clandestinidad que todavía, hoy, viven en muchos países del mundo. Lugares donde las comnidades cristianas son perseguidas, castigadas, echadas de sus casas... Si reivindicamos toda clase de actos, cuanto más aquello que afecta tan directamente a nuestra comunidad.

No se trata que tenga que prevalecer una religió sobre otra sino que se busquen medios para facilitar la convivencia entre las diferentes etnias, religiones y culturas que viven desde el conflicto. Hay lugares repartidos por el mundo repletos de violencia territorial porque se pertenece a la etnia tal, a la religión cual. Eso es inaceptable, porque día tras día los países del Norte vemos con una cierta distancia que casi deshumaniza la situación de aquellos que son presa de los conflictos. La televisión y la radio nos ayudan a confraternizar, pero también son medios que nos insebilizan porque nos hacen ver los problemas desde la perspectiva.

Por eso, esta Pascua podríamos tratar de vivirla de otro modo, no ya leyendo un periódico o escuchando las noticias, sino participando de ellas, acudiendo a los lugares a los que hacen falta voluntarios, haciendo voluntariados nuevos, participando de las realidades que suceden a lo largo y ancho del mundo, siendo compasivos, compartiendo suelo, llanto, esperanzas, tristezas y alegrías, hambre, lluvia, sol...


Que resucite nuestra sensibilidad, que resucite nuestro deseo de ser parte del mundo, que resuciten, también, las oportunidades.

sábado, 15 de abril de 2017

JUAN 20. SOLLOZOS

 Juan 20, 11 - 18: En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.» Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?» Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.» Jesús le dice: «¡María!» Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!» Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro.» María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto.»



Ocurre que, a veces, hay lágrimas que vienen a nuestra vida y no nos dejan ver más allás de aquella amarga y desgarradora situación. Podemos enumerar las veces que nos peleamos, que nos enfadamos, que nos hacemos daño... pero también están las que vienen provocadas por una pérdida, por una enfermedad, por un disgusto... Si hay ocasión para reir es porque, de algún modo, también hay ocasión para llorar. Así ocurre en el evangelio de hoy, vemos a María Magdalena absorta en la llantera, sin lograr ver que a su lado el que habla es Jesús. Así ocurre, también, en la vida que el llanto no nos permite acercarnos a esa otra realidad que llama a nuestro corazón sea como alegría, como perdón, como ayuda...

Por cada cosa mala, por cada mala situación, por cada vez que rompemos a llorar existe a nuestro alrededor una posibilidad a la esperanza que se nos ofrece, sea con personas, sea con gestos, sea como sea, para tendernos una mano, o para decirnos algo que despierte en nosotros ese click con el que podemos traspasar el dolor, el llanto. Jesús apela al nombre de María, la llama. A nosotros muchas veces también es necesario que nos llamen por nuestro nombre para reaccionar. Quizás es la forma más primitiva, puede que sea algo muy familiar, o claro... logro sacudirme el llanto porque alguien que me conoce mes solicita y, porque no decirlo, porque quizás yo estoy esperando eso mismo, que alguien venga y me llame, me socorra, me abrace, me consuele...

Mis momentos más negros los he vivido en solitud y los he experimentado con un deseo arraigado de que alguien, fuera amigo o conocido tan sólo, gritara mi nombre, o lo susurrara, y así salir de ese pozo al que somos muchas veces sometidos por las circunstancias de la vida. Es así, la vida es así.

Hoy, quisiera hacer un llamado para que todos nosotros estuviéramos dispuestos a llamar al que sufre por su nombre, al que pasa hambre, al que han echado de su casa, al cubierto de deudas de usura, al inmigrante, al enfermo, al preso... a todo aquel que lo necesite. Porque en estas muchas situaciones habrá tantos que no esperan que pronto les venga una solución a sus problemas pero sí, seguro, que alguien les llame por su nombre.


Llamen, acudan, arrimen el hombro, salgan al encuentro de estos necesitados, que también somos todos, los que en un momento u otro nos encontramos como María, llorando.

viernes, 14 de abril de 2017

JUAN 18. OJOS CERRADOS

 JUAN 18, 18 – 33: Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio. Pilato mandó que se pusiera sobre la cruz un letrero en el que estuviera escrito: «Jesús de Nazaret, Rey de los judíos.» Muchos de los judíos lo leyeron, porque el sitio en que crucificaron a Jesús estaba cerca de la ciudad. El letrero estaba escrito en arameo, latín y griego. —No escribas “Rey de los judíos”—protestaron ante Pilato los jefes de los sacerdotes judíos—. Era él quien decía ser rey de los judíos. —Lo que he escrito, escrito queda —les contestó Pilato. Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron su manto y lo partieron en cuatro partes, una para cada uno de ellos. Tomaron también la túnica, la cual no tenía costura, sino que era de una sola pieza, tejida de arriba abajo. —No la dividamos —se dijeron unos a otros—. Echemos suertes para ver a quién le toca. Y así lo hicieron los soldados. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: «Se repartieron entre ellos mi manto, y sobre mi ropa echaron suertes.» Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la esposa de Cleofas, y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre: —Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: —Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento ese discípulo la recibió en su casa. Después de esto, como Jesús sabía que ya todo había terminado, y para que se cumpliera la Escritura, dijo: —Tengo sed. Había allí una vasija llena de vinagre; así que empaparon una esponja en el vinagre, la pusieron en una caña  y se la acercaron a la boca.  Al probar Jesús el vinagre, dijo: —Todo se ha cumplido. Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu. Era el día de la preparación para la Pascua. Los judíos no querían que los cuerpos permanecieran en la cruz en sábado, por ser éste un día muy solemne. Así que le pidieron a Pilato ordenar que les quebraran las piernas a los crucificados y bajaran sus cuerpos. Fueron entonces los soldados y le quebraron las piernas al primer hombre que había sido crucificado con Jesús, y luego al otro. Pero cuando se acercaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas.


Nos centramos hoy en el relato de la Pasión de Juan. Lo vamos a hacer en clave de final e inicio, porque para el evangelista y su simbología, tanto en el prólogo como en la resurrección, la luz debe llegar en las tinieblas.

El pasaje de la Pasión tiene una connotación que nos traslada al Antiguo Testamento, a las profecías de Isaías sobre el siervo de YHWH, el justo que paga por los injustos. De ahí toda la construcción sobre el doble juicio, el religioso y el civil, que va a llevar a Jesús al madero donde morirá crucificado. Pero esta llamada a lo Antiguo tiene en Pilato un aviso para navegantes: -¿Qué es la verdad? Una interrogación que nos viene en el punto culminante antes de la entrega definitiva del Cristo a su suerte, para cumplir con el destino del buen pastor. Es el momento en que el evangelista discurre acerca de la identidad de este Jesús desde el límite del Antiguo Testamento hasta el final de la carrera humana del nazareno. El momento de la incomprensión, del alejamiento, del desamor. Y este Jesús, cierra sus ojos.

El evangelista nos lleva de la oscuridad a la luz que viene al mundo y de nuevo a la oscuridad. Es necesario que vuelva esa densa negrura para contruir, de nuevo, la luz. Sería muy osado diciendo que era necesaria la muerte para que naciera la vida, pero sería algo así. El evangelista termina con las imágenes de lo Antiguo para escribir sobre lo nuevo. El domingo, o el primer día de la semana, deja atrás el sabbath; la piedra quitada del sepulcro; las vestiduras blancas… imágenes de que algo nuevo está empezando. Aquel Jesús es ahora el Cristo concluye el evangelista tras cien años de reflexión.

Hay veces que para que aflore lo nuevo hay que terminar con lo viejo. Concluir el pasado para afrontar el presente, con garantías al futuro. Hoy podríamos reflexionar sobre qué nos detiene, qué nos pesa, qué nos impide ser quienes somos… La cruz es dolor, sí… pero también tiene mucho que ver con reconciliación. Que podamos ver en este Jesús que cierra sus ojos, un gesto de misericordia en nuestro beneficio y que, sintiéndonos privilegiados, amados, podamos comprometernos así por el mundo.

miércoles, 12 de abril de 2017

MATEO 26. LA MESA

 MATEO 26, 14 – 20Uno de los doce, el que se llamaba Judas Iscariote, fue a ver a los jefes de los sacerdotes. — ¿Cuánto me dan, y yo les entrego a Jesús? —les propuso. Decidieron pagarle treinta monedas de plata. Y desde entonces Judas buscaba una oportunidad para entregarlo. El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: —¿Dónde quieres que hagamos los preparativos para que comas la Pascua? Él les respondió que fueran a la ciudad, a la casa de cierto hombre, y le dijeran: «El Maestro dice: “Mi tiempo está cerca. Voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.”» Los discípulos hicieron entonces como Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. Al anochecer, Jesús estaba sentado a la mesa con los doce.


El evangelio tiene esa curiosa capacidad de interpelarnos con nuestra realidad, en este caso el evangelista nos propone una pregunta: ¿Dónde quieres que hagamos los preparativos para que comas la Pascua?, y esta pregunta que hoy se nos hace no será para esta pascua que ya estamos viviendo sino que nos dejará  un tiempo de margen para que cada cual vaya interiorizando la pregunta y dejando que sea su corazón el que dicte el lugar al que llevar la pascua. Quizás uno tenga que llevar la pascua a su familia, a su casa, pues el entorno cercano es el que necesita beneficiarse de tener al Señor sentado en su mesa. Puede ser que otro lleve su pascua a las calles, y siente a Jesús con los necesitados o con los pobres, o puede que en esa mesa pascual se sienten personas de diferentes creencias, maneras, culturas, razas o sexos. Pero más cerca o más lejos, esta pregunta quiere hacernos conscientes de que nuestra misión sigue siendo la de buscarle al Señor un lugar idóneo para celebrar su pascua.

Cada año la pascua se abre y se celebra entre nosotros, aunque de hecho para muchos cada día es motivo de pascua. El hecho de hacer presente a Cristo en nuestro día a día es el motivo más sólido de nuestra fe, que se vive compartiendo la mesa. Pero mañana, especialmente, la cena se acoge en el recuerdo de estos días previos a la pasión que empieza poco después. Nosotros acompañamos durante estos cuatro días el itinerario de Cristo, recordando además que durante aquel tiempo Jesús recorrió en soledad lo que hoy recordamos en compañía. Por ello es importante el permanecer unidos para que nadie, jamás, se vuelva a encontrar solo ante un momento definitivo. Nos queda el ejemplo de lo que pasó para que en nuestra mano quede no dejar a nadie abandonado, por más peligroso que sea.

Por último que sea también hoy un día de ilusión para preparar la mesa, porque alrededor suyo vamos a celebrar la vida. No quiero decir que pongamos lo más caro, o lo más bonito, sino que queramos entregarnos a lo mejor de cada uno por la alegría de compartirla con los demás. Me siento a comer contigo porque te amo, porque te quiero y qué bien que podamos celebrar esta pascua y volvernos a ver, y mañana, y pasado, y al otro… porque esta es mi gran comunidad en la que encontrarnos con Cristo nos da felicidad.

martes, 11 de abril de 2017

JUAN 12, 21. SEGUN PEDRO

 JUAN 13, 21 - 30: Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: "En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará." Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: "Pregúntale de quién está hablando." El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: "Señor, ¿quién es?" Le responde Jesús: "Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar." Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice: "Lo que vas a hacer, hazlo pronto." Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle: "Compra lo que nos hace falta para la fiesta", o que diera algo a los pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.


Pedro es el elemento más humano de la escena. Y lo es por varios motivos. Pedro sigue siendo aquel hombre impetuoso y visceral que responde con rudeza, aun con franqueza cada vez que se encuentra en una situación. En su preocupación por la vida del maestro, Pedro tendrá que escuchar varias cosas en estos últimos días de vida acompañando a Jesús. Aunque al final, Jesús buscará un punto de diálogo con él para preguntarle: Pedro, me amas?

Pedro no ve más allá de los acontecimientos, de lo natural. Aun formando parte del elenco de íntimos de Jesús, no atenderá a acertar ni en la transfiguración, ni en Getsemaní, ni ahora tampoco en la cena. Todo ello terminando en la triple negación, antes del llanto amargo. La traición de Judas, su preocupación por saber quién era el traidor. Y al final tan cerca del malogrado, negando al maestro.
Aparta de mi Satanás, me eres tropiezo! Le dirá antes Jesús a Pedro.

Tantas veces vio atisbos de la grandeza de Cristo Pedro, que ahora no podía verlo lavándole los pies. Y Jesús va a enseñarle a Pedro algo de suma importancia que con el tiempo alcanzaría a comprender. Todo lo relacionado con Jesús desde entonces hasta la resurrección será un enorme misterio para Pedro. – Jamás me lavarás los pies!

Pedro ya fue negando a Jesús desde mucho antes a este momento. Su mente, o su concepción judaica  le impedían ver a Jesús como portador de un mensaje de amor, de humildad. Y sin entregarlo al Sanedrín por esas treinta piezas de plata, su corazón ya había entregado a aquel que pensó que podría ser el Mesías. Y ahora, con estos gestos, con tal incomprensión, sin saber realmente quién era Jesús, y quién era para él, se fragua un paralelo a Judas. Pedro camina muy próximo al Iscariote, y también participa de otra traición, la de la amistad, la de los principios.

Mientras Pedro busca con esmero algún tipo de señal para que Jesús le muestre al culpable, al enemigo, al traidor. Mientras su corazón se acelera hasta escuchar su propio latido, entre el sudor y el miedo, sobrecogido, indefenso y triste. La sensibilidad del apóstol pierde señal, y su oración ha desaparecido. Ahora es pasto de la incertidumbre, vive asolado por el derrotismo. Solo logra ver muerte.

Pedro asocia el lado mortal de la escena, la decepción y el alejamiento. Hay otras formas de traición que la entrega. Pedro aparta la mirada de Jesús. Pero Jesús volverá a buscarla, más adelante veremos como, tras negarlo, Jesús lo mira, y Pedro llora.

Jesús siempre perdona, jamás desfallece su amor, siempre nos tiende una mano. Hay formas muy sencillas de superar la traición, Jesús pregunta a Pedro: me amas? A pesar de todo Jesús ya había reconocido a Pedro: Tú eres Pedro le dirá. Y cuando soy reconocido por Dios, a pesar de mis errores, Dios me ama, y siempre guarda esa pregunta, un nuevo SI a Dios. ¿Me amas?

lunes, 10 de abril de 2017

JUAN 12, 1. BENDITO MALDITO

 JUAN 12, 1 – 11: Seis días antes de la Pascua llegó Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien Jesús había resucitado. Allí se dio una cena en honor de Jesús. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con él. María tomó entonces como medio litro de nardo puro, que era un perfume muy caro, y lo derramó sobre los pies de Jesús, secándoselos luego con sus cabellos. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, que era uno de sus discípulos y que más tarde lo traicionaría, objetó:  —¿Por qué no se vendió este perfume, que vale muchísimo dinero,  para dárselo a los pobres? Dijo esto, no porque se interesara por los pobres sino porque era un ladrón y, como tenía a su cargo la bolsa del dinero, acostumbraba robarse lo que echaban en ella.  —Déjala en paz —respondió Jesús—. Ella ha estado guardando este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán.


A la par, sucede, que mientras algunos quieren dar una cena en honor de Jesún otros, en cambio, acuerdan matarlo. Como en la vida, fácil es que en un momento de triumfo seamos aclamados, o aclamemos, y, en cambio, en otro cuando fallamos… se nos defenestre. Qué facil es recurrir a la palmadita en la espalda y qué sencillo estar rodeados de personas cuando entramos en la dinámica del éxito. Pero este no es el camino quenos propone el evangelista para Jesús. El Cristo va a padecer y, en esos momentos, apenas algunas personas seguirán a su lado (aún de lejos), testigos de un mundo que aparta la vista del sufrimiento del ser humano.

Venimos inmediatamente de aquella entra triunfal que nos narra Juan, cuando las gentes claman: -Bendito! La paradoja de la vida situará a este a quien bendicen en la muerte por maldición, en el madero. Quienes gritan de júbilo lo harán con desprecio. Quienes aclaman a un rey, condenarán a un blasfemo. Los que agitan las palmas, lo escupirán. Quienes ven a un salvador, lo retarán a salvarse. ¿Qué ocurre con este Amor?¿Qué le pasa a la humanidad?

Nos adentramos en el Misterio de la vida, de las relaciones humanas, del éxito y del fracaso… Este pasaje de hoy puede enseñarnos a ver la vida como esta mujer, que unge a Jesús, o como aquel fariseo, que sólo busca el reconocimiento efímero y marcado por las espectativas. Podemos ser de los que discuten todo, de los que no valoran los gestos, de quienes creen tener una mejor opción y desprecian a la hermana… cada día tenemos una oportunidad de ser, pero si somos… que sea amando.

sábado, 8 de abril de 2017

JUAN 11, 45 INTRIGAS

 JUAN 11,  47 – 57Entonces los jefes de los sacerdotes y los fariseos convocaron a una reunión del Consejo. —Qué vamos a hacer? —dijeron—. Este hombre está haciendo muchas señales milagrosas. Si lo dejamos seguir así, todos van a creer en él, y vendrán los romanos y acabarán con nuestro lugar sagrado, e incluso con nuestra nación. Uno de ellos, llamado Caifás, que ese año era el sumo sacerdote, les dijo: —¡Ustedes no saben nada en absoluto! No entienden que les conviene más que muera un solo hombre por el pueblo, y no que perezca toda la nación. Pero esto no lo dijo por su propia cuenta sino que, como era sumo sacerdote ese año, profetizó que Jesús moriría por la nación judía, y no sólo por esa nación sino también por los hijos de Dios que estaban dispersos, para congregarlos y unificarlos. Así que desde ese día convinieron en quitarle la vida.



Venimos inmediatamente después de la resurrección de Lázaro y vamos a darle a este Lázaro una connotación de clase. Dicen que Lázaro pudiera ser una persona influyente, con dinero y posición dentro quizás del Sanedrín. Resucitarlo, no entendido desde un plano físico, vendría a ser como atraérselo a sí mismo. Es decir, que la resurrección de Lázaro sería la adhesión de una casa poderosa al grupo de Cristo y cuando lo que removemos es causa de un interés mucho mayor, provoca la represalia de los sacerdotes que acuerdan matar a Jesús. ¿Qué hubiera pasado si Cristo hubiera resucitado a un pobre, a un hambriento, a un cojo? Seguramente nada, como nada ocurría cuando sanaba o expulsaba demonios.

¿Es que sanar o sacar demonios no era algo excepcional? Seguramente sí, pero lo que Jesús hacía era en todo inofensivo y alejado del poder y de sus ámbitos. Un Jesús rural que era tenido por profeta y que ejercía en las regiones más alejadas de Jerusalén un servicio social. Nosotros también sabemos perfectamente lo poco que resuena en las altas esferas aquellos temas sociales que tienen que ser atendidos por voluntarios o fundaciones privadas lejos del dinero público. Pero cuando la demanda del dinero la realiza a través de la influencia y el favor, ese mismo dinero que no hay para los menos influyentes, atraviesa la maraña de la problemática de la hacienda para pagar pronto y rápido.

En este mundo se puede acordar matar a cualquiera de muchas y diferentes maneras. Hoy vivimos un tipo de muerte cuando permanecemos callados, vivimos otra cuando pagamos los recibos del agua, de la luz o del gas, nos matan cuando pagamos el tipo del IVA y nos disparan a traición cuando con la educación de nuestros hijos e hijas hacen lo que les da la gana.

Nos están acribillando a favor del dominio del poder, de los intereses privados, de los grandes capitales y tiro tras tiro, la sociedad perece a merced de la política. ¿Y qué ocurriría si algún Jesús atrajera hacia otros intereses esa influencia y decisión? ¿Y si algún poderoso fuera resucitado por el Cristo? ¿Ocurriría como sostiene Caifás? Ciertamente, mejor que muera uno. Así Ghandi, Luter King, Jorge Gaitán, Luis Carlos GAlan, María Elisabeth Macías Castro, Yolanda Ordaz, Miguel Servet, … hombres y mujeres que han vivido de un modo u otro los mismos intereses que Jesús y que como él, han compartido la misma decisión del Sanedrín: mejor que perezca uno y no toda la nación.


Nos dirigimos hacia los días de la pasión y tendremos tiempo para experimentar todo tipo de muertes que, de alguna manera, tienden a aproximarse a esa cruz del Cristo. Pero si hoy miramos al Golgota, que el temor a esa muerte no nos haga agachar la cabeza.

viernes, 7 de abril de 2017

JUAN 10, 31 OBRAS IRREPROCHABLES

 JUAN 10, 31 – 39: Una vez más los judíos tomaron piedras para arrojárselas, pero Jesús les dijo: —Yo les he mostrado muchas obras irreprochables que proceden del Padre. ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear? —No te apedreamos por ninguna de ellas sino por blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces pasar por Dios. — ¿Y acaso —respondió Jesús—no está escrito en su ley: “Yo he dicho que ustedes son dioses”? Si Dios llamó “dioses” a aquellos para quienes vino la palabra (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿por qué acusan de blasfemia a quien el Padre apartó para sí y envió al mundo? ¿Tan sólo porque dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. Pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean a mis obras, para que sepan y entiendan que el Padre está en mí, y que yo estoy en el Padre. Nuevamente intentaron arrestarlo, pero él se les escapó de las manos.


A lo largo del Evangelio vamos encontrándonos con ciertas imágenes de Jesús a las que acompaña la incomprensión de quienes lo rodean. Sea en el Tabor, en Getsemaní, durante el juicio… hay una imagen de Jesús que el evangelista resalta no es la que la gente esperaba de Él. Pues, ante estas situaciones de rechazo Juan nos dibuja un diálogo en el que para referirse al Cristo hay que hacerlo desde sus obras, o desde sus signos (que es más propio en el cuarto evangelio). Puede ser, diría, que este Jesús se nos esté revelando como algo que ni queremos, ni esperábamos, ni nos conviene… pero las obras que acompañan su vida son inegáblemente el ejemplo en el que fijarnos para descubrir esa identidad del Reino.

El devenir de la historia que se nos narra ya nos conduce hacia el Calvario. Los signos en los que el evangelista quiere que pongamos atención no van a ser suficiente para los que, finalmente, participarán del juicio y de la Pasión y muerte de Jesús. Pero, ¿lo son para nosotros? Logramos nosotros ver un poco más allá que éstos? O ante las situaciones en las que tenemos sed, estamos ciegos, o hemos “muerto”… sucumbimos en la desesperanza?

Es interesante ver esta clave en la que se nos insiste. Porque, honestamente, uno puede tener de esas etapas en las que las cosas no se ven con la misma claridad, ni se sienten con la misma intensidad y en la que podemos alejarnos… pero ante el transcurso normal de la vida de cualquier creyente, hoy, el evangelista nos anima a dejar la duda viendo las obras del Cristo, viendo las obras de fe que se suceden en el mundo y en nuestro tiempo, también. Ellas hablan, de forma sublime, del Reino.

Tengamos este ánimo, que las obras del Cristo prosiguen como señal inmutable de la acción de Dios entre nosotros. Que si es lícito dudar, también lo es encontrar refugio en el corazón creyente. Que si pasamos por dificultades, tenemos un referente inequívoco. Que si parece que nos estamos alejando… justo al lado algo huele a Jesús.

jueves, 6 de abril de 2017

JUAN 8, 51 ANTES QUE ABRAHAM FUERA

 Juan 8, 51 - 59: En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: - «En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre». Los judíos le dijeron: - «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?». Jesús contestó: - «Si yo me glorificara a mi mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: "No lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría». Los judíos le dijeron: - «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?» Jesús les dijo: - «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy». Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.


El Evangelio está lleno de interactuaciones en las que el evangelista nos relata cómo evoluciona su propio camino de fe, o el de su comunidad. Juan va descubriendo a Jesús através de sus signos, pero en el trasfondo siempre hay un cierto desconocimiento de quién, verdaderamente, era el Maestro. Por ello, muy avispado, nos plantea ahora esta controversia con los judíos de su tiempo, que no podían reconocer a este Jesús del que se nos habla desde un plano ancestral, previo a la historia de los patriarcas. De un modo parecido, hoy seguimos redescubriendo la figura del Cristo, del que cuando parece que conocíamos algo surge un nuevo apunte, una nueva dirección, un nuevo descubrimiento o una nueva intuición que nos lleva a otro estadio, hasta ahora desconocido.

El relato nos propone algo ciertamente interesante, que ningún grupo termina de comprender ni de conocer las cosas como Dios quiere, en Cristo. Y es que ningún grupo humano desde entonces ha llegado, nunca, a la plenitud de un conocimiento tan ansiado, deseado, buscado, investigado… quien dice que posee la Verdad, miente. Quien cree haber llegado al conocimiento de Cristo, miente… Bien, quizás mentir es muy fuerte, digamos… se engaña, porque no conoce qué es la Verdad (quizás sólo un poco).

El Misterio del Trascendente, que se nos abre en estos días que vienen va a mover la física y el tiempo tal como los conocemos, tal como los vivimos. Nos sumiremos en la experiencia de la Pasión, Muerte y Resurrección del Cristo, inexplicable. ¿Es un recurso teológico?¿Es un hecho verídico?¿Es una interpretación del evangelista? Puede ser que sólo sea ironía de Dios mismo?

Como fuere, estas dudas no hacen más que acercarnos a todos respecto de un único Misterio que sigue cautivando, despertando, salvando, conmoviendo, amando e interrogante a las mujeres y hombres creyentes, que tratan de dirigirse a un Cristo y a un Dios de los que se atisbas amor, esperanza, compasión…

martes, 4 de abril de 2017

JUAN 8, 21. LA LUZ

 JUAN  8, 21 – 30De nuevo Jesús les dijo: —Yo me voy, y ustedes me buscarán, pero en su pecado morirán. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir. Comentaban, por tanto, los judíos: «¿Acaso piensa suicidarse? ¿Será por eso que dice: “Adonde yo voy, ustedes no pueden ir”?» —Ustedes son de aquí abajo —continuó Jesús—; yo soy de allá arriba. Ustedes son de este mundo; yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho que morirán en sus pecados, pues si no creen que yo soy el que afirmo ser, en sus pecados morirán. —¿Quién eres tú? —le preguntaron. —En primer lugar, ¿qué tengo que explicarles? — contestó Jesús—. Son muchas las cosas que tengo que decir y juzgar de ustedes. Pero el que me envió es veraz, y lo que le he oído decir es lo mismo que le repito al mundo. Ellos no entendieron que les hablaba de su Padre. Por eso Jesús añadió: —Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, sabrán ustedes que yo soy, y que no hago nada por mi propia cuenta, sino que hablo conforme a lo que el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada. Mientras aún hablaba, muchos creyeron en él.



Para entender este pasaje debemos retroceder algunos versículos hasta hallar la afirmación YO SOY LA LUZ DEL MUNDO, pero si aún retrocediéramos a capítulos más atrás encontraríamos en el número 6 la afirmación YO SOY EL PAN DE VIDA. Sin lugar a dudas estamos delante de las grandes confesiones que Jesús revela al mundo. Como Dios se reveló a Moisés como YO SOY ahora Juan revela al Cristo como, también, YO SOY. Por tanto, el evangelista propone una relación de igualdad entre Padre e Hijo en la que Jesús manifiesta que aquello que Dios es, también lo es Él.

Jesús es la luz, es el pan, es agua viva, es camino, es la verdad y es la vida,  Jesús es nuestra plenitud. Pero Jesús no es un acontecimiento que se quede en lo personal sino que naciendo en el corazón del ser humano, vive en la relación de amor, entrega, solidaridad y paz con los demás. Todo el ser Jesús vive en nosotros no como un hito persona sino como un instrumento de unión entre muchas posibilidades de vivir. La diversidad de los hijos e hijas de Dios que en libertad son tan iguales como únicos y sin perder esa esencia de originalidad conviven en un mismo interés de ofrecimiento.

Cuando decimos que Él ES, lo hacemos tanto por una convicción personal (o espiritual) como por un convencimiento experiencial de que ese ser luz, o agua, o pan, o camino se manifiesta de modo incontestable (o indudable) en nosotros. Desde esa certeza entendemos la presencia real de todas esas múltiples manifestaciones del Cristo. Y podemos testificar de todas ellas como el evangelista explica en el testamento.
Desde esta posición entendemos este pasaje ante los que dudan de la divinidad de Jesús porque cuando nos preguntan ¿Quién eres tú? También tenemos muchas cosas que decirles y no testificamos de nosotros sino que testificamos de Jesús por medio del cual hemos sido acercados a Dios.

Si yo testificara de mi, seguramente a los dos minutos perdería totalmente mi testimonio. Probablemente me verían enfadado, o disgustado, o me verían tratar mal a alguien, o pasar por delante de una necesidad sin pararme a darle ayuda, o… Mi testimonio como ser humano está lleno de fallos y errores, meteduras de pata y muchas limitaciones. Pero puedo testificarte de este Jesús, que es el Hijo de Dios, que me ayuda, me perdona y me ama. Y es por medio de este Cristo que mi vida quiere ser también conciliadora y deseosa de amar y ser amada.


Quizás teológicamente no pueda decirte mucho de este Jesús, que es el verbo divino y encarnado, pero puedo mostrarte su reflejo en muchas personas que viven, actúan o se mueven en el amor y en el perdón, y a una comunidad que desea acoger, y ese es el testimonio, que hay luz, agua y alimento donado a este mundo y del que somos llamados a participar.

lunes, 3 de abril de 2017

JUAN 8 LA LUZ DEL MUNDO

 Juan 8: EN aquel tiempo, Jesús habló a los fariseos, diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». Le dijeron los fariseos: «Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero». Jesús les contestó: «Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y adónde voy; en cambio, vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino yo y e! que me ha enviado, el Padre; y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me ha enviado, el Padre». Ellos le preguntaban: «Dónde está tu Padre?». Jesús contestó: «Ni me conocéis a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre». Jesús tuvo esta conversación junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.


Estamos en el preludio de todo el tema del pecado del ciego de nacimiento y, en este pasaje, tomamos conciencia de las situaciones que nos anticipan el discurso. Aquellos que creen conocer a Dios resulta que parece que no lo conocen tan bien como creen. Aquellos que prosiguen la práctica ancestral resulta, también, que tan siquiera la han comprendido. Jesús dialoga con valentía con todos estos que creen poseer la verdad y nos deja, también, a nosotros una enseñanza: que Revisemos día tras día dónde esta nuestro corazón, si veve en esta propuesta del Cristo o, por el contrario, si resta en los quehaceres de nuestra religiosidad.

Ante este situación, diré, me considero afortunado de poder vivir una fe que puede conducirme a la duda. Conozco verdaderamente a Dios? Sigo verdaderamente a Cristo? Mis convicciones son próximas al proyecto del Reino? Amo más que recelo? Confió más que me reservo? Podría seguir con una interminable lista de cuestiones que me abordan en diferentes momentos. Con todo, soy privilegiado sintiéndome cercano a este diálogo con mis creencias, con mi Jesus, porque de esta serie de dudas se fortalece la esperanza y aprendo lo que es amar sin esperar algo. Porque... Cómo es amar a Dios?

Confío que nuestra reflexión nos acerque más y más no a lo que es eterno (que también), sino a lo tocante a nuestra vida, donde encontramos el reflejo del Dios viviente en Cristo Jesús, como ese Dios entre nosotros. Que podamos hacer del mundo un reflejo del Reino que, aun desconocido, vivimos como esperanza.

domingo, 2 de abril de 2017

JUAN 11. LAZARO, MARTA Y MARIA

 Juan 11, 3-7.17.20-27.33b-45: En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.» Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.» Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.» Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa.  Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.» Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.» Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.» Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?» Le contestaron: «Señor, ven a verlo.» Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!» Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?» Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: «Quitad la losa.» Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.» Jesús le dice: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.» Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera.» El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar.»


En preludio de la Resurrección del Señor nos viene dada en la Betania de aquellos hermanos que, en muchas ocasiones, serán para Jesús una especial comunidad. El nexo entre estos dos acontecimientos vendrá marcaDo por el amor con que van a tener lugar. Lázaro revive en el amor de Jesús y sus hermanas. Jesús resucitará desde el Amor incondicional de Dios, como expresión final de esa radicalidad en el compromiso que el Maestro tendría por los suyos.

Lázaro vendría a ser como aquel creyente, aquel hermano, que por algún motivo se ha ido alejando del Cristo. Podríamos especular si por las cosas de la vida, por su posición de principal... Supongamos sólo este alejamiento como una etapa que todos, en un momento u otro, atravesamos en esta vida de seguimiento y fe. La opción cristiana se diluye en los quehaceres de la vida y ese alejamiento termina provocando un estado de muerte espiritual.

Lázaro cuenta, pero, con el amor incondicional de esta comunidad formada entre Jesús y sus hermanas, quienes lo aman y así dejan constancia. La clave del amor es la herramienta que va a recuperar a este miembro. Una clave de vida con capacidad para acercar lo alejado, para reavivar la fe, para rescatar al perdido. La comunidad, de hecho, ayudará a quitar la losa y, también, las vendas que, quizás, todavía ataban al que había muerto.

La importancia de contar con una. Comunidad de hermanos y hermanas que nos ayudan, sostienen, acompañan... es un privilegio precioso que tenemos todos los hombres y mujeres del mundo. Pero en un mundo en el que prosigue la muerte necesitamos que esta comunidad tome conciencia de esta función salvífica. La fuerza del corazón impulsa las mas grandes maravillas, tiene capacidad de sanación, cura heridas y nos capacita para vivir una especial relación desde el perdón. Que nunca perdamos esta perspectiva, pues no tengamos dudas de cuánto emociona al Señor.

sábado, 1 de abril de 2017

JUAN 7, 40. DE GOBIERNOS Y GOBERNANTES

 JUAN 7, 40 - 53Al oír sus palabras, algunos de entre la multitud decían: «Verdaderamente éste es el profeta.» Otros afirmaban: «¡Es el Cristo!» Pero otros objetaban: «¿Cómo puede el Cristo venir de Galilea? ¿Acaso no dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David, y de Belén, el pueblo de donde era David?» Por causa de Jesús la gente estaba dividida. Algunos querían arrestarlo, pero nadie le puso las manos encima. Los guardias del templo volvieron a los jefes de los sacerdotes y a los fariseos, quienes los interrogaron: —¿Se puede saber por qué no lo han traído? —¡Nunca nadie ha hablado como ese hombre! —declararon los guardias. —¿Así que también ustedes se han dejado engañar? —replicaron los fariseos—. ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes o de los fariseos? ¡No! Pero esta gente, que no sabe nada de la ley, está bajo maldición. Nicodemo, que era uno de ellos y que antes había ido a ver a Jesús, les interpeló: —¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin antes escucharlo y averiguar lo que hace? —¿No eres tú también de Galilea? —protestaron—. Investiga y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta. Entonces todos se fueron a casa.


El misterio de la autoridad con la que hablaba Jesús podríamos tratar de explicarlo de esta manera: no es que Jesús hablara más fuerte o de forma más solemne, sino que lo que distinguía el hablar de Jesús a la forma de los demás era que mientras Jesús hablaba hacía suya las Escrituras. En aquel tiempo en el que nadie hablaba con propiedad sino que se referían a la interpretación de un rabino u otro, Jesús irrumpe hablando de sí y distinguiéndose de relacionar lo que habla de cualquier interpretación. Por ello, cuando Jesús habla lo hace con autoridad y esta apropiación provoca toda esa serie de preguntas entre unos y otros porque esa doctrina no la había dado ningún rabino.

Hoy, leyendo este pasaje han venido a mi cabeza nombres como: Copérnico, Galileo, Kierkegaard, Lutero, Pascal, Aristóteles, Platón, Ellacuría, Casaldaliga, Bonhoeffer, el actual Francisco… como algunas personas que, al igual que Jesús, también han provocado en el seno de los grandes gobiernos o de los grandes dictadores todas esas preguntas que surgen cuando aparece alguien lo suficientemente valiente como para decir la verdad y vivir la fe a pesar de la gran fuerza que tiene en su contra. Su autoridad viene de su vida misma, de su actitud y de la convicción de sus ideales, nace de ese mismo Espíritu que se posó en Jesús cuando en la sinagoga de Nazaret leyó el pasaje de Isaías: para dar libertad a los cautivos, para devolver la vista a los que no ven…

Siempre que surge esta voz o cada vez que la historia vive este mismo episodio, se consigue un cambio, un hito, otra dirección. Pero de esta irrupción de algunos nos queda a nosotros también la posibilidad de apropiarnos de la autoridad, de la palabra, de la sensibilidad y de la realidad para con nuestros actos en lo cotidiano vivir esa otra alternativa. Somos voz en el barrio, en el trabajo, en la escuela… y también lo somos en oposición a la opresión, a la injusticia, al hambre o al castigo que sobre esta sociedad ejercen estas escuelas de poder.

En aquel tiempo hablaban según la escuela del rabino tal o según la escuela del rabino cual y en este tiempo, parece que vivamos lo mismo cuando decimos lo que el partido x o el partido y. La radio, televisión, prensa, internet están bañados de la doctrina de unos y de los otros que, a pesar de sus gamberradas y de dejar a personas en la calle, siguen presentándose y valiéndose de una estructura de poder. Hablan aquí y allá en un meeting con un presupuesto del que podrían comer muchos y vivir otros y ya sea con bandera de izquierdas, o de derechas, lo cierto es que ya no son la opción.


¿Qué nos quedará a nosotros si no conseguimos que en la política y en la banca lleguen a preguntarse, quienes son estos ciudadanos que hablan como si tuvieran autoridad?