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domingo, 30 de julio de 2017

MATEO 13, 44. UNA PERLA

 MATEO 13, 44 – 46: El reino de los cielos es como un tesoro escondido en un campo. Cuando un hombre lo descubrió, lo volvió a esconder, y lleno de alegría fue y vendió todo lo que tenía y compró ese campo. También se parece el reino de los cielos a un comerciante que andaba buscando perlas finas. Cuando encontró una de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.


En cuanto a ejemplos del Reino, tenemos lo que tenemos. Analogía tras analogía tratamos de vislumbrar algo de ese Reino de Dios del que se habla como un tesoro, una perla, o un grano de mostaza, por ejemplo. Con todo, y a pesar de la imaginación, sólo logramos tener alguna intuición de cómo será. En la sociedad del siglo I el evangelista nos expone ejemplos dentro del campo agrícola, en la sociedad del siglo XXI todavía estamos trabajando en ello. Quizás, pero, en el salto de los siglos ambas comunidades coinciden en lo elemental, que el Reino de los cielos ya se ha acercado y vive con nosotros.

El Reino debe ser algo muy especial, es posible. No obstante, quizás hemos puesto en ello muchas ilusiones cuando de poder ser, de ser algo, sólo podemos confiar. No es posible dirigirse al Cielo ciegamente, como asegurando su presencia. ¿Qué será?¿Que nos depara esa última estancia?¿Será la última?

Nosotros tenemos la certeza de que una vida con Dios, en Cristo, es una vida de plenitud. Que el Reino de Dios se vive en el amor, en la libertad. Que la acción del Dios inmanente es para nosotros, por la fe, un motor capaz de impulsarnos en el día a día con el agradable esbozo de una sonrisa de felicidad. Aunque no podemos llegar a ello sin que toda esa confianza no pase por el filtro de la razón, del entendimiento, de la reflexión. Es decir, que ni puedo subordinarme al acto de creer como verdad absoluta; ni puedo dejarme inducir, convencer, o subyugar por la Doctrina ni por la Tradición. La bandera de la fe es infundable, no hay otro lugar donde clavarla que en cada persona, según su vivencia.

Si es una perla, si es un tesoro… cada uno sabe, pues el valor que le damos al Reino, aquello que vale Dios reside tanto en su gratuidad y en su donación como en la adopción y aceptación, o no, por nuestra parte.

sábado, 29 de julio de 2017

JUAN 11, 19. BETANIA

 JUAN 11, 17 – 27Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios, y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano. Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa. Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.» Le dice Jesús: «Tu hermano resucitará.» Le respondió Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día.» Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» Le dice ella: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo.»



El texto de Lázaro se enmarca en el interés de acabar con la vida de Jesús, éste es el último signo, la última señal previa a la cruz, aquí se toma la decisión de matar a Jesús. Resulta paradójico, entonces, encontrar en este pasaje que un himno a la amistad, y al amor, se convierta en el clamor de los poderosos por acabar con el Nazareno. Quizás, aquel Lázaro era alguien importante para la comunidad (no sólo de Betania) y podría ser un poderoso que se convirtió a Jesús. Como suele ocurrir, cuando se realizan signos entre los pobres no pasa nada de nada, pero cuando se tocan las estructuras de poder, o a los que ya tienen capacidad de decisión, o a los que son importantes, influyentes… la cosa cambia, y entra el miedo. Hay que matar a este Jesús.

Miren, en nuestra vida ocurre que muchas, muchas veces estos amigos y amigas amadas vienen a nosotros con el poder de la resurrección porque con su vida, con su simpatía, con su abrazo, con su forma de escucharnos, con su complicidad… nos rescatan de la misma muerte (entendiendo muerte como aquellas cosas que entristecen el alma, por ejemplo). En algún momento todos podemos ser Lázaro y todos podemos ser Jesús, porque mientras estemos en este mundo vamos a vivir multitud de circunstancias y situaciones que nos llevarán a identificarnos con el que murió o con el que resucita. Pero qué bueno será que siempre tengamos alrededor a estas personas con el poder de arrancarnos de la muerte, de la tristeza, de la angustia, y que calmen nuestro llanto y vuelvan a darnos vida.

Betania no siempre es casa de paz sino que, como hoy, puede convertirse también en casa de dolor, porque el dolor es enteramente humano y no podemos pasar por la vida desatendiéndolo, o relativizándolo, porque existe y escuece. Y a veces, cuando ya no sabemos qué más podemos hacer, terminamos por colocar una losa, una pesada losa.

Jesús lo primero que dice es que quiten esa losa! La comunidad debe aprender a dejar de ser una losa, que también es otra gran faena. Porque a pesar de las buenas intenciones, debemos aprender a no ser una carga para el sufrimiento de los demás. Porque consolar no significa oprimir la ya pesada carga de una muerte, o del llanto que provoca. Yo no tengo ningún martillo para romperla, y a veces aunque lo tuviera pues no tengo fuerzas, hay que ser un poco más sensible con la situación de los demás y no aumentar su dolor.


Dios tiene la última palabra en la historia de la humanidad. Allá donde aparece un sepulcro Dios es capaz de sacar vida y de involucrar al ser humano a ser partícipes de ese trabajo de liberación. Hay una corresponsabilidad. Dios no puede forzar pero puede interpelar, algunos lo escuchan y otros no. 

viernes, 28 de julio de 2017

MATEO 13, 18. SOYS MUY MALOS

 MATEO 13, 18 – 22: Escuchen lo que significa la parábola del sembrador: Cuando alguien oye la palabra acerca del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que se sembró en su corazón. Ésta es la semilla sembrada junto al camino. El que recibió la semilla que cayó en terreno pedregoso es el que oye la palabra e inmediatamente la recibe con alegría; pero como no tiene raíz, dura poco tiempo. Cuando surgen problemas o persecución a causa de la palabra, en seguida se aparta de ella. El que recibió la semilla que cayó entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de esta vida y el engaño de las riquezas la ahogan, de modo que ésta no llega a dar fruto.


La parábola del sembrador tiene múltiples lecturas. A nadie hay que explicarle la parábola puesto que, primero, ya la explica el propio evangelista y, segundo, cada año cae por lo menos tres veces. Puestos a darle otra vuelta de tuerca, hay una semilla que también se esparce y que el sembrador echa directamente entre los espinos y los cardos. No por el engaño de las riquezas y las preocupaciones de este mundo sino por el engaño que desde la fe profesada se le trata de inculcar. Hablo, por ejemplo, de la encrucijada en la que se encuentra el cristiano ante el tema del pecado. ¿Hay algo que ahogue más al cristiano que el problema de la culpa, de su gran culpa? Ciertamente puede ser un tema espinoso y lo planteo desde el más profundo respeto, pero hay que lanzar ya un aviso a navegantes: no nos hagan tan miserables.

La semilla de pecado, como semilla moral, nos sitúa cercanos al tema del bien y del mal. Limita a la persona en ese terrible dualidad de lo bueno y lo malo. Pero no en lo intrínseco de la acción que va a realizar y de lo que se masca en su conciencia, sino en la naturaleza misma del ser humano, manchado, camino de la injusticia. Somos desacralizados, desnaturalizados y, para más inri, marcados bajo el estigma del pecado. Más que felices y bienaventurados estamos hechos unos miserables.
La semilla del pecado se ha esparcido y se sigue esparciendo como necesaria ante una comunidad que, en la celebración, ya empieza reconociendo su gran culpa. Golpes en el pecho que se fraguan desde la creencia que hemos ofendido a Dios y al prójimo.

Al prójimo seguramente lo habremos podido ofender, claro que sí. Aunque para ello tenemos la opción de pedir perdón. Algo bastante simple que de darse y recibirse hace una dinámica humanizadora.

Con lo de Dios hay un problema más de fondo, teológico, sobre el que nos remitimos desde relatos mitológicos, tejidos para tratar de explicar a aquellas sociedades antiguas una dinámica de mal y de dolor ante el Dios egoísmo, o el Dios vanidad, que vive en nuestro interior. Para ello se evoca al relato del Génesis y a la Torre de Babel, que constituyen dos relatos de pecado original. Así, también, se separa lo sagrado de lo profano y se explica la relación del ser humano con el Trascendente en términos de transgresión/castigo, expiación/gracia. Pero todo esto nos llevaría a muchas líneas y quisiera ir terminando.

Dejen de esparcir esta semilla de pecado; dejen de hacer de la persona un ser miserable. Cada golpe en el pecho es distancia con ese mismo Dios que dicen es Padre de Misericordias. Cada yo pecador, cada nueva culpa, cada nueva atricción, no habla tanto de la necesidad de remitirse a la cruz, a Cristo, sino de la voluntad estructural de una institución a la que le va de perilla que las personas sigan sintiéndose culpables. Es como si desde hiciera ya muchos siglos constantemente nos subieran en las faldas y nos golpearan con una madera: malos! Soys muy malos!

jueves, 27 de julio de 2017

MATEO 13, 10. EN PARABOLAS

 Mateo 13, 10 – 16: Y acercándose los discípulos le dijeron: «¿Por qué les hablas en parábolas?» El les respondió: «Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane. «¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!


Efectivamente, el Evangelio, los Evangelios, traen a nosotros una serie de relatos catequéticos sobre Jesús. Que mejor forma que las parábolas para que los autores de los evangelios traten de describir aspectos del Misterio como el Reino, el amor de Dios, el juicio venidero o la Resurrección del Señor, por ejemplo. La Biblia es rica en recursos literarios y en géneros de diversa índole, desde el mito al discurso, pasando por las parábolas (en este caso) o la poesía. Hay que saber, por tanto, qué leemos en cada momento para no caer ni en el radicalismo, ni en la inocencia (creyendo todo lo que nos plantea el texto). De Dios han llegado y siguen llegando a nosotros intuiciones de lo que es. De Cristo, en mayor o menor medida, también.

Este pasaje de hoy se repite a lo largo del Evangelio. Dichosos son los ojos de éstos que entienden, como después recordará el Nazareno en el pasaje con Tomás en su Resurrección, o con aquella otra mujer que le dirá lo de felices los pechos que te dieron de mamar. Es la incursión profética por excelencia, repetida a lo largo de la historia del pueblo y que, para Mateo, hace presente este Moisés definitivo que es Jesús.

Las parábolas suponen para nosotros un cierto ejercicio intelectual, por un lado, y otro de fe. El Reino de Dios  es algo en lo que creemos y también algo en qué pensar. De un modo u otros necesitamos, como seres humanos, racionalizar en cierta medida las diferentes abstracciones que suponen los elementos celestes y la misma relación con Dios. La fe, si bien personal e incalificable, ha de poder masticarse por cada individuo para, después, poder ser verbalizada. Algo parecido a lo que recoge el prólogo de Juan: la Palabra estaba con Dios / el Verbo se hace carne.

miércoles, 26 de julio de 2017

MATEO 20, 29. CIEGOS DE JERICO

 Mateo 20, 29 – 34: Cuando salían de Jericó, le siguió una gran muchedumbre. En esto, dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al enterarse que Jesús pasaba, se pusieron a gritar: «¡Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David!» La gente les increpó para que se callaran, pero ellos gritaron más fuerte: «¡Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David!» Entonces Jesús se detuvo, los llamó y dijo: «¿Qué queréis que os haga?» Dícenle: «¡Señor, que se abran nuestros ojos!» Movido a compasión Jesús tocó sus ojos, y al instante recobraron la vista; y le siguieron.


El grito de los ciegos camino de Jericó retumba hoy, en los oídos de los cristianos, cuando cada vez que pasamos por el mundo escuchamos cómo la necesidad humana nos interpela. Una necesidad que nos debe mover a compasión, a pesar de que en el mundo cada vez sea un poco más difícil mantenerse sensible, abierto, favorable a estos gritos que estamos escuchando. DE hecho, estamos ante la imperiosa necesidad de responder a la pregunta: ¿Qué queréis que os haga? Con una respuesta que depende de todos pero sobre la que hay que poner ya fecha de resolución. La respuesta puede ir desde lo más local hacia lo más global, o desde lo más universal a lo más particular. Si finalmente entramos en tiempos de resolución ciertamente tanto da el orden de las respuestas, aunque claro está que habrá que actuar con premura.

A compasión ya estamos movidos, lo hemos estado siempre. El pensamiento del ser humano ya ha razonado, pensado y repensado al respecto. El camino lo conocemos. El problema de la respuesta no es tanto del ciudadano de a pie sino de las estructuras (civiles, sociales, económicas o de poder, por ejemplo). Así, mientras ayer diversas ONG claman ante la problemática del Mediterráneo los gobiernos de países como España o Italia, entre otros, prefieren hacerlos callar. Pocas veces los gobiernos se pronuncian taxativamente, prefieren hacerlo con un silencio administrativo. Con todo y en definitiva, sea como sea el silencio, siguen sin hacer nada.

¿Podemos imaginar el pasaje de hoy escuchando gritar a los ciegos y con un Jesús que mirándolos, dice algo a los apóstoles, saluda, y marcha en silencio?¿Podemos imaginarnos luego a los discípulos lanzando piedras de advertimiento para que no se acerquen los ciegos, o los leprosos, o los niños?¿O podemos también imaginar a la entrada de Betania un centro como el de Idomeni? Entonces, qué nos mueve a hacerlo en nuestro tiempo, con nuestros semejantes? Siendo movidos a compasión terminamos dejando a cada cual a su suerte?

La paradoja la tenemos en casos de flagrante denuncia. Si la banca pide, y se les pregunta ¿qué queréis que os haga?, hay una respuesta rápida: os rescatamos. Si a Florentino le da una pataleta y le dicen, ¿qué quieres que te hagamos?, pues se le indemniza. Si deciden imputar, no sé, por ejemplo a una infanta, también se le pregunta ¿qué quieres que hagamos?, se la perdona, pobrecita. Y casos, y casos, y más casos.

Los demás, como son ciegos…

martes, 25 de julio de 2017

MATO 20, 20. SENTARSE EN EL TRONO

 Mateo 20, 20 – 28: Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. El le dijo: «¿Qué quieres?» Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino.» Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?» Dícenle: «Sí, podemos.» Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre. Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»



Mateo no sitúa, a lo largo del evangelio, en una tesitura cercana a la del evangelista Juan: ser discípulo de Cristo tiene mucho que ver con compartir su destino de muerte. De hecho así lo recoge Juan en el pasaje del buen pastor, como Mateo hace hoy referencia en el hecho de un servicio en rescate, dando la vida. Y lejos de hacer del seguimiento algo bucólico ciertamente debemos tener presente el misterio de la muerte, que es una etapa misteriosa a lo largo del itinerario cristiano. Así, de algún modo como decía Pablo, sepultados con el Maestro revivimos hacia un servicio santo a todas las mujeres y a todos los hombres, como esclavos suyos.

Lucía Caram acertó hace pocos días con sus declaraciones sobre la política española y su cristianismo estéril, pobre y farisaico. Podríamos extenderlo también a la Alemania de Merkel o a los USA de Trump… células políticas que cubren bajo el espectro del ser cristiano políticas inhumanas y que favorecen la desigualdad, la pobreza, el odio o el maltrato del medio ambiente, entre otras. Servidores del dinero, del petróleo; seducidos por el poder; amigos de la banca; generosos con las primas y los chanchullos; que bloquean a la persona y a su libertad y a su dignidad; fascistas amparados por sus democracias. Éstos no beben sólo de la copa sino que se quedan con todo el vino. Gente que no entiende de partir el pan, ni de cuidar de los pobres. Viven de la exégesis de la moneda y del culto a la soberbia. Implacables.

Algo debe ocurrir cuando diciéndome cristiano, llamándome servidor, no me dejo transformar a la ternura del Cristo de los evangelios. Algo pasa cuando profesando la fe, no vivo en la radicalidad del amor y el servicio. No puedo existir como Hijo, cuando no soy guardián de mi hermana, de mi hermano, cuando no cuido del pobre, de los niños… No puede haber profecía sin justicia social. Esto no es del Reino, esto no es de Cristo.

Quizás sea tiempo ya de reclamar servidores, de pedir pastores buenos, de buscar entre quienes no generan terror. Quizás es tiempo de salir de nosotros, de nuestro bienestar, y reclamar, pedir, exigir un mundo mejor, posible, y empezar a masticar, dejar de tragar.

domingo, 23 de julio de 2017

MATEO 13, 24. POCO TRIGO

 Mateo 13, 24 – 30: Otra parábola les propuso, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: “Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?” El les contestó: “Algún enemigo ha hecho esto.” Dícenle los siervos: “¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?” Díceles: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.”»



Pienso que hoy uno de los principales problemas de la Buena Noticia cristiana reside en el cómo llevarla, cómo presentarla, cómo exponerla, explicarla, narrarla… Y para ello voy a prefigurar que, a partir del texto, es en la misma transmisión de la fe que vive el trigo y la cizaña. Y vive porque la misma experiencia del Evangelio se hace a veces intolerante, intransigente, antigua… o por el contrario, demasiado novedosa, liberadora, sincrética… Para los de cada polo, opuestos entre sí, a pesar de compartir la misma fe viven como si hubiera cizaña. El problema, también, es que ninguno de ellos tiene previsto dejarla crecer. Así, entre campos echados a perder el sembrador vuelve a salir a sembrar.

Está claro que el tiempo de la siega, cuando llega (y si llega), es escaso. Lo vemos ya no en la llamada secularización o en el laicismo sino en el seno de nuestras comunidades que, a fin de cuentas, a pesar de los tiempos son quienes viven la fe. Hay distancia, recelo, preocupación… Se ponen trabas en las ruedas, palos en los caminos y se tacha a unos de tal y a otros de cual. Así, desde luego, no vamos bien.

El trabajo es arduo, más si tenemos en cuenta la dificultad en el diálogo, pero algo tenemos que hacer. Es decir, que al trabajo ecuménico (que es encomiable), al trabajo social (con la bandera de caritas, por ejemplo) y al mensaje del Evangelio de amor a Dios y al prójimo, hay que añadir urgentemente la necesaria cohesión, cooperación y estima entre los diferentes grupos de cristianos que viven su fe, casi, individualmente o sólo desde la celebración. Tengo por seguro que por más que alguien celebre y celebre, sea en misa, sea en un culto, sea donde sea, y no tenga amor por los suyos, de nada sirve, en anda edifica.

Por tanto, aprovechemos para empezar a arrancar cizaña porque trigo, lo que es trigo, hay bien poco.

viernes, 21 de julio de 2017

MATEO 12, 1. ASFIXIADOS

 MATEO 12, 1 – 6: Por aquel tiempo pasaba Jesús por los sembrados en sábado. Sus discípulos tenían hambre, así que comenzaron a arrancar algunas espigas de trigo y comérselas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: —¡Mira! Tus discípulos están haciendo lo que está prohibido en sábado. Él les contestó: —¿No han leído lo que hizo David en aquella ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios, y él y sus compañeros comieron los panes consagrados a Dios, lo que no se les permitía a ellos sino sólo a los sacerdotes. ¿O no han leído en la ley que los sacerdotes en el templo profanan el sábado sin incurrir en culpa? Pues yo les digo que aquí está uno más grande que el templo.


La dinámica del sábado bíblico nos introduce en el campo de lo sagrado. No obstante, también nos conduce hacia la encrucijada entre lo que se puede y no se puede hacer. El ámbito legal de la institución sabática dictaba para el redactor del evangelio, más que una controversia, una posibilidad de plenitud. Todo aquello que podía acontecer al amparo del Templo pasará ahora a un ámbito diferencial para la comunidad cristiana pues más grande que lo sagrado, es Cristo.

Si nosotros siguiéramos esta lógica mateana tendríamos que saber remover los cimientos de nuestra situación vital para establecer que grande, lo más grande, es Cristo. Tendríamos que revisar nuestros fundamentos antropológicos, morales, políticos, económicos, religiosos y legales, por ejemplo, para determinar al nuevo Legislador, y su Ley, que están por encima del entramado institucional, o sagrado actual. Y si nos acogiéramos a ese único precepto tendríamos, también, que cambiar nuestro orden de preferencia para devolverle al ser humano no ya su dignidad o su libertad, sino su lugar en una creación armónica en la que imperen aquellos grandes preceptos de la justicia social de los profetas, o la preocupación por los pobres de las primeras comunidades.

Deberíamos, sigo, reconducir todos los cargos públicos, o de dirección, o de gobierno, o de Iglesia, para que volvieran a tener un peso social específico. Es decir, que deberíamos terminar con todo lo poderoso para devolverle a la gente dirigentes que actúen en favor, en beneficio y en servicio de la sociedad. Pues si sólo reconocemos un Señor, y es además un Señor servidor, habrá que procurar que estos “otros señores” sigan el ejemplo de servicio y dedicación del más grande, que ama hasta el fin y se entrega por los demás.

Todo lo que no sea caminar hacia esta meta es fraudulento. ¿Justificable? Pues llevamos ya muchos siglos de historia tratando de hacerlo pero, vamos a decir la verdad, desde la base del fracaso. ¿Que se ha avanzado? Por supuesto, pero también se ha retrocedido y más en este siglo XXI en todos los niveles. Y, claro, que no nos valga aquello que es el sistema menos malo porque, de facto, el sistema no es el que sufre sino las personas. Por tanto, seamos osados para arrancar espigas los sábados, para comer de los lugares santos y para buscar alternativas a este formato autoritario que nos inunda, comprime y asfixia.

jueves, 20 de julio de 2017

MATEO 11, 28. EL SABADO

 MATEO 11, 28 - 30: »Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.»


La clave de lectura mateana en este pasaje nos evoca al precepto del descanso sabático incluido, anteriormente, en la ley mosaica. De hecho, Mateo hace continuas referencias a la Ley de Moisés y sus preceptos para mostrar al lector que Jesús es el Legislador definitivo. Uno capaz de superar la ley del Antiguo Testamento en el sentido de su autoridad y con sumo respeto hacia la ley del pueblo dada por Dios. En este pasaje, si el Dios de la creación descansó de su obra y la vió buena, Jesús ofrece ese mismo descanso a quienes devienen discípulos de su nueva Torá.

Aquel que es bueno según las Escrituras sólo puede ser Dios, como bien recuerda Jesús al joven rico cuando le llama “maestro bueno”. Aquel que es humilde, o manso, o pobre… trae el inmediato recuerdo de las bienaventuranzas del Sermón de la montaña del mismo Evangelio. Hay, en este pequeño pasaje, una cristología profundísima que el autor va a ir desglosando a lo largo de su obra.

En cierto modo, este breve pasaje, tiene algo que ver con la situación descrita en el relato de los primeros padres, Adán y Eva, quienes con la expulsión del paraíso fueron privados del descanso, de la paz y de la armonía de lo creado. Jesús, en cierto modo, parece que devuelve, o quiere devolver, a la creación aquel estado primero en que todo era armonía. Algo que también los profetas del Antiguo Pacto evocarán en sus cánticos del Mesías esperado, aquel que traerá la luz a Israel.

Podríamos verter actualidad, pero hoy me pareció más interesante dar una clave de lectura para estas tres líneas que, como vemos, desprenden una profunda y onda teología. Un texto con el pasar algunas horas de meditación y estudio.

miércoles, 19 de julio de 2017

MATEO 11, 20. UN JUICIO SEVERO

 Mateo 11, 20 – 24: Entonces se puso a maldecir a las ciudades en las que se habían realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que en sayal y ceniza se habrían convertido. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, aún subsistiría el día de hoy. Por eso os digo que el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma que para ti.»


La dinámica mateana del evangelio nos recuerda hoy aquellos oráculos de condenación de los profetas a que nos acostumbró el Antiguo Testamento. Jesús, el Moisés definitivo en el evangelio de Mateo, también es profeta e Hijo. Un profeta capaz para determinar el juicio de Dios sobre los pueblos que, en este caso, huyen de los signos y de la justicia anunciada del Reino de los cielos. Pero, tras las palabras del evangelista, hoy podríamos intuir un paralelismo hacia la historia de la comunidad cristiana que, en su estrato institucional, es también la Iglesia.

Sinceramente creo que está en lo propio del ser humano mostrarse, muchas veces, desobediente. Es como aquella niña, o aquel niño, que no escucha a sus padres, que no hace caso de lo que le dicen, que no atiende al consejo. Y una y otra vez le repiten y le repiten casi hasta la saciedad, tratando de que cambie su conducta, sus amistades, o su día a día. Y creo que todos hemos pasado por esta experiencia sea desde un lado u otro, siendo hijas, hijos, o madres, padres. ¿Alguien no?

Lo mismo ocurre con la Iglesia que, lejos de ejercer su papel esponsal con Cristo, parece sumida en un carácter aniñado que la ha llevado a reconocerse en el papel del Inquisidor, a veces, del conservadurismo, otras tantas, o de la negativa (anatema sit). Y por más evidente que fuera, por más veces que la sociedad haya mostrado el camino, o por otras tantas que la tecnología, la ciencia, el progreso… hayan abierto camino, esa gran institución eclesial se ha mostrado sorda, intransigente o falta de diálogo.

Para el primer ejemplo muchas veces uno necesita estrellarse ante las situaciones de la vida y, después, rectificar. Para el segundo ejemplo creo que la historia ya la ha llevado a juicio. Y ha sido un juicio riguroso y severo que hoy vemos ante la falta de fieles en los lugares de culto y la progresiva determinación de mujeres y hombres a desvincularse de sus obispos y de su doctrina más anquilosada.

Con todo, dada la sentencia, siempre hay como en el caso de los niños, o los mayores que se estrellan ocasión para rectificar. No pidiendo los mismos perdones. Cambiando. Transformándose, siendo ejemplo de conversión.

martes, 18 de julio de 2017

MATEO 10, 37. UN VASO DE AGUA

 Mateo 10, 37 – 42: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. «Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. «Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa.»


Hay cosas bien sencillas que, para el evangelista, llevan a lograr la recompensa en Cristo. Gestos sencillos como dar un vaso de agua, como dar de comer, como vestir al pobre, visitar al enfermo, al preso, cuidar de la viuda, o del anciano, ser como niños… actos que están en nuestra mano hacer, o no. En definitiva, actuaciones que nos son posibles y desde las que acercamos aquello que llamamos Reino de Dios. Actos de misericordia, ciertamente. Amor, también. Incluso aquella justicia a la que se refiere Mateo en su Evangelio y que se recoge en los profetas del Antiguo Testamento. Si hacemos estas cosas, verdaderamente acercamos el Reino y tocamos aquello que llamamos, también, la voluntad de Dios.

Hoy, no obstante, vivimos muchas situaciones en las que estos simples gestos no tienen cabida. ¿Increíble?, no… cierto. Tenemos la clamorosa actualidad de Venezuela, por ejemplo, que no entiendo cómo no tiene ya alguna propuesta de solución a nivel global. Tenemos, más cerca, el problema político de las democracias europeas, más totalitarias que democráticas y que no están, por lo que parece, ni para dar de comer al hambriento, ni para cuidar de los niños, ni de las viudas, ni de la justicia social…

Un poco más lejos tenemos el drama de los refugiados que se soluciona pagando a Turquía. Por no hablar de los otros grandes dramas, como el africano, el sirio… que nos recuerdan a diario los límites de la crueldad humana…

Bien, y ante todo esto, ¿cómo ayudamos?¿cómo respondemos?¿cómo acercamos el vaso de agua? ¿O es que quizás sentir que hemos perdido la recompensa nos hace bajar las manos?

lunes, 17 de julio de 2017

MATEO 10, 36. A ESPADA

 MATEO 10, 34 - 35: No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz sino espada. Porque he venido a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra.


Recoger hoy este pasaje tiene, para nosotros, una cierta clave de crítica respecto de nuestra cristiandad. Somos una sociedad piadosa, en cambio somos también una sociedad que no sabe cómo plantear batalla. Vivimos una espiritualidad, seguimos un itinerario de fe y no somos capaces de plantar al poder, de hacer frente común ante las injusticias. Quizás, como cita el profeta, la imagen de las ovejas al matadero sea nuestra impronta en el mundo del siglo XXI. Cristianos sin espada, piedad sin lucha, devoción sin implicación. ¿Y no nos cansa?

Vivimos en una Tierra movida por intereses de todo tipo y en la que algunos deciden por los demás. Eso es evidente. Vivimos en un planeta en que aquellos que nos representan han viciado esa representación y se están aprovechando de un sistema obsoleto y poco funcional, que sigue favoreciendo a las elites. Vivimos, además, en un clima engañoso que parece querer un cambio pero que en realidad sólo perpetúa el poder. ¿El evangelio de los pobres? Mas bien el Dios Aeconomicus, como decía González Faus.

Pienso, que lo que nos pertoca es movilizarnos no ante el ayuntamiento, ni ante el parlamento, que también. Sino como cristianos ante la catedral, ante el obispado, o en la Plaza de San Pedro. No para escuchar homilías, no para más beatificaciones, no para cantar salmos al Señor… sino para reclamar una implicación total y absoluta por el Evangelio de Jesús.

Claro, habrá quien nos diga que al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios. En absoluto! O nos implicamos de lleno en la vida social, política y económica de este mundo nuestro o ya podemos irnos olvidando de nuestras opciones en la lucha.

Más, esta pelea no es cuestión de las bases. Esta lucha necesita la implicación de aquellos (porque hay pocas aquellas) que copan lugares destacados y que tienen posibilidad de cambio efectivo. Muévanse, ayuden, colaboren, dejen de mirarse el ombligo y de engrosar sus cargos, cuentas y patrimonio. De facto no es que necesitemos capitanes, pero la verdad es que no nos irían tan mal.

domingo, 16 de julio de 2017

MATEO 10, 13. SEMILLAS

 MATEO 13, 1 – 9: Ese mismo día salió Jesús de la casa y se sentó junto al lago. Era tal la multitud que se reunió para verlo que él tuvo que subir a una barca donde se sentó mientras toda la gente estaba de pie en la orilla. Y les dijo en parábolas muchas cosas como éstas: Un sembrador salió a sembrar. Mientras iba esparciendo la semilla, una parte cayó junto al camino, y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, sin mucha tierra. Esa semilla brotó pronto porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el sol, las plantas se marchitaron y, por no tener raíz, se secaron. Otra parte de la semilla cayó entre espinos que, al crecer, la ahogaron. Pero las otras semillas cayeron en buen terreno, en el que se dio una cosecha que rindió treinta, sesenta y hasta cien veces más de lo que se había sembrado. El que tenga oídos, que oiga.»


¿Estamos faltos de tierra fértil?¿Acaso no hay lugar para encontrar buena tierra? Me surgen hoy estas dos preguntas viendo no ya la escasa respuesta de la comunidad humana ante los diversos dramas que nos azotan, sino la de la sociedad más cercana en la que, muchas veces, parece que no cale ningún acto de buena voluntad. Desestructuración, abandono, crisis, adicciones, fracaso… son algunas de las palabras que se han situado en la descripción de nuestro mundo más cercano.

Evidentemente que hay buena tierra. Ciertamente, aunque poca, hay grupos de personas en las que ha calado el deseo de ayudar, colaborar y ser solidarios. Viva! Pero con ello no basta porque, también es cierto, provoca cansancio. Si la ola de voluntarios, por ejemplo, no crece es evidente que los que ahora están trabajando, y mucho, van a flaquear en algún momento. Así las cosas, necesitamos descubrir más buena tierra. Y para ello, como cita la parábola, habrá que apartar, limpiar el camino de piedras, sacar los cardos que ahogan, cuidar la semilla plantada y estar atentos al crecimiento, porque los que han de venir deben ser cuidados como oro.

El fin, obviamente, no será producir el cien por cien. Que cada uno produzca lo que pueda, no creo que a Dios le importe si un diez, un sesenta o un tres por ciento si lo que damos es todo lo que podemos dar. Más aún, incluso si dándolo todo lo perdemos y nos quedamos sin nada no importa, pues dimos lo que teníamos. La buena tierra está también al amparo del clima, de las inclemencias, de la polución… así que aunque los resultados importan, hay que lanzarse a amar con todo, aún perdiéndolo.
El sembrador siempre sale a sembrar, ¿y nosotros?

sábado, 15 de julio de 2017

MATEO 10. MANTENERSE FIRMES

 MATEO 10, 16 – 22Los envío como ovejas en medio de lobos. Por tanto, sean astutos como serpientes y sencillos como palomas. »Tengan cuidado con la gente; los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. Por mi causa los llevarán ante gobernadores y reyes para dar testimonio a ellos y a los gentiles. Pero cuando los arresten, no se preocupen por lo que van a decir o cómo van a decirlo. En ese momento se les dará lo que han de decir, porque no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por medio de ustedes. »El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo. Los hijos se rebelarán contra sus padres y harán que los maten. Por causa de mi nombre todo el mundo los odiará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo.


Resulta inevitable tener que hablar de todas las veces en los que aunque la cristiandad habló, no lo hizo el Espíritu. La historia de la humanidad ha sobrevivido a la palabra del ser humano, aunque ha costado sangre, derrotas, calamidades… que incluso ahora mismo siguen siendo motivo de disculpa. Que malo es mandar cuando el poder se utiliza para maniatar la cultura, la música, la palabra… Siempre hemos estado al arbitrio de los poderes fácticos, sean políticos, económicos o religiosos y los años que corren se añaden al dominio de esos pocos que dicen qué creer, qué comprar, cómo gastar, o qué leer y qué escuchar, incluso a quién amar.

Hablar con entendimiento o poseer don de palabra no lleva impreso en ninguna manera en sello del Espíritu. Hay grandes oradores, sabias, letradas, licenciados, representantes y dirigentes, los que para nuestro tiempo copan los lugares de los profetas, evangelistas, apóstoles… porque hemos pasado de seguir a Dios para alistarnos en las filas del poder humano. Algunos se gustan mandando, a otros les gusta que les manden; la sociedad sigue partida, y esta partición se esconde aún bajo algo llamado intención para que quienes hablen tengan el poder de convencer con toda clase de artimañas (televisión, radio, mítines…), porque seguimos sin leer, sin escuchar música, sin poesía, sin cultura.

Nos asombramos ante un gran signo: fijaos, aquel ha hecho, aquella ha dicho; nos conformamos con lo que nos han dado, con el plato que nos toca, estamos llamados a proseguir el orden del mundo, aunque no el orden de Dios. Seguimos a la iglesia, a los pastores, a los pontífices, a los telepredicadores, a los magos… muchos de ellos/ellas tampoco hablan por el Espíritu.

¿Y cómo atender, pues, cómo saber quién habla, quién domina, quién señorea?

Todo lo que pasa por el amor conduce a Cristo, y por esa conducción hay esfuerzo, dedicación, entrega, gratuidad, libertad, coherencia, consentimiento, hermandad, cariño, aliento y diferencias; así pasa que todo lo que el Espíritu dice también por el filtro del amor. El paso siguiente es que por el filtro del amor también pasa la humanidad, y aquí nos desviamos (o nos quieren desviar).


Estamos llamados a redirigir el camino, el oído, la mirada y devolvernos al filtro del amor. Si la política, las escuelas, la información, la economía, las religiones, la filosofía, la mecánica… pasa por el amor escucharemos, al fin, algo del Espíritu. 

viernes, 14 de julio de 2017

MATEO 10, 16. ENTRE VIDA Y MUERTE

 MATEO 10, 16 – 22: Los envío como ovejas en medio de lobos. Por tanto, sean astutos como serpientes y sencillos como palomas. »Tengan cuidado con la gente; los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. Por mi causa los llevarán ante gobernadores y reyes para dar testimonio a ellos y a los gentiles. Pero cuando los arresten, no se preocupen por lo que van a decir o cómo van a decirlo. En ese momento se les dará lo que han de decir, porque no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por medio de ustedes. »El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo. Los hijos se rebelarán contra sus padres y harán que los maten. Por causa de mi nombre todo el mundo los odiará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo.


Si leyéramos este pasaje al amparo de la radicalidad del anuncio cristiano en diversos momentos de la historia tendríamos, sin duda, que hacer referencia a los mártires, por un lado, y a los abusos para instaurar la fe, por el otro. La historia ha teñido de sangre en uno u otro sentido desde tiempos inmemoriales que, hoy, recoge este pasaje. Tratar de reconocer el evangelio de Jesús en estas condiciones me parece cuanto menos un desacierto porque, a fuerza de vidas, ¿podemos estar seguros que esa fuera la voluntad de Dios?¿que a causa de su amor vengan muertes?

No creo en la defensa vehemente del Evangelio como tampoco en la imposición del mismo. Todo ello huele a intransigencia. Es como si recogiéramos aquella máxima educativa que decía que la letra con sangre entra. Pues de ninguna manera, porque no podemos ni programar evangelistas para que perseveren hasta el final a fuerza de sus vidas ni, tampoco, podemos ir a otras culturas a instaurar a golpe de espada la bondad de Dios ni el Reino de su Hijo.

No cabe duda que vamos a seguir viendo, leyendo, escuchando ejemplos de personas que mueren en una u otra situación. Hay situaciones de guerra en las que defender la fe es una opción integral y no las juzgo, porque comprendo que en determinadas situaciones uno tiene que ser fiel a quien es. Pero no podemos generar mártires en situaciones en las que podría evitarse.

Está claro también que hay situaciones de denuncia social, política… que conllevan un peligro para la vida de las personas que defienden a los más desfavorecidos. Todos, ellas y ellos, merecen un reconocimiento. Pero más allá de su lucha merecen todo el apoyo de una institución que los mira desde la barrera con timidez y, a veces, menosprecio (qué deben estar haciendo estos locos).

Miremos de transformar a estos agentes de martirio en agentes de paz; tratemos de no hacernos de la vía impositiva en otras culturas; busquemos la convivencia agradecida y gratuita y respetuosa con el mundo, la naturaleza, las religiones… No ensalcen la muerte sino el Evangelio de la vida.

jueves, 13 de julio de 2017

MATEO 10, 7. JUICIO

 MATEO 10, 7 – 15: Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los que tienen lepra, expulsen a los demonios. Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente. No lleven oro ni plata ni cobre en el cinturón, ni bolsa para el camino, ni dos mudas de ropa, ni sandalias, ni bastón; porque el trabajador merece que se le dé su sustento. »En cualquier pueblo o aldea donde entren, busquen a alguien que merezca recibirlos, y quédense en su casa hasta que se vayan de ese lugar. Al entrar, digan: “Paz a esta casa.”Si el hogar se lo merece, que la paz de ustedes reine en él; y si no, que la paz se vaya con ustedes. Si alguno no los recibe bien ni escucha sus palabras, al salir de esa casa o de ese pueblo, sacúdanse el polvo de los pies. Les aseguro que en el día del juicio el castigo para Sodoma y Gomorra será más tolerable que para ese pueblo.


Así como recibimos de gracia, damos de gracia. Esta es una de las máximas del Evangelio de Jesús aunque no la única. Como en otros pasajes del Evangelio, la letra nos encamina hacia un juicio venidero que no sabemos cómo ni cuándo será. Lo cierto es que bíblicamente el juicio está ahí, a pesar de que los cristianos, muchas veces, damos una plenitud de confianza a la bondad de Dios, como creyendo más en la bondad que en el juicio y, ciertamente, nadie conoce lo que vendrá, pues me atrevería a decir que casi nadie, y me incluyo, conoce lo que es. Los autores nos alientan a no perder jamás de vista el juicio, a permanecer atentos, a ser vigilantes… Será que algo tiene que venir? Será que habrá juicio? O acaso hemos superado los límites de la concepción judeo-cristiana de los primeros siglos? Si no hay juicio, quizás tampoco reino.

Hay, en todo esto, siempre una puerta abierta a la interpretación y otra a la intuición. Con el Evangelio en la mano tengo unos ciertos límites que debo considerar y tener en cuenta. Si ahora miro mi relación personal y la experiencia de aquello que llamamos Dios, la cosa puede cambiar. Los hay que hablan del juicio permanente de Dios en el silencio, como referencia a la Cruz y a la maldad en el mundo. Otros esperan que el juicio tenga que ver con las obras y ponen el acento en las virtudes, en la caridad, en la piedad o en la devoción. Tenemos incluso otros que, aunque los menos, se erigen a juzgar desde el púlpito toda clase de calamidades como si estuviéramos en una especie de cautelares.

La gracia y el castigo van cogiditas de la mano. La vieja dinámica de premio/castigo nos asola. Pero, en el fondo pienso, qué interés puede tener Dios en un juicio? Es interés de Dios o es interés nuestro?

viernes, 7 de julio de 2017

MATEO 9, 9. SEÑALADOS

 Mateo 9, 9 - 13: En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»


Hoy se sientan, o nos sentamos, en el mostrador personas de diversa índole. Lo que antes podían ser publicanos como Leví ahora lo pueden ser todas aquellas personas que han contraído deuda, sea con bancos, sea con hacienda, sea con la Seguridad social, o con la luz... El poder siempre señala y lo hace porque tiene esta especial posición que nosotros mismos les hemos dado. Siempre señalan, siempre acusan, nos dejan sin casa, sin energía y además de llevarnos a los juzgados nos dejan una estela de deuda acumulada que termina aogándonos. Sin duda que Jesús, hoy, comería con todos nosotros, señalados por estas instancias al servicio de otros dioses, que dan culto al dinero y que siguen haciendo sacrificios humanos.

Me preocupa la indefensión que siente la ciudadanía ante los sacrificios que les solicitan las sentencias, los apremios, los intereses de demora y la preocupación de verse fuera de sus viviendas, por ejemplo. Estrés, nervios, noches en vela, discusiones... nos dirigen hacia una convivencia difícil, nos conducen hacia la pérdida de la razón, nos agotan con trámites y además quieren meternos el miedo en el cuerpo, porque parece que fuera de ellos no hay nada más.

Claro, qué ocurre si no puedo pagar la luz, me quedo a oscuras, se me estropean los alimentos... O si no puedo pagar la hipoteca, me dejan en la calle con lo puesto, echado fuera por agentes judiciales o por la policía... O si contraigo una deuda, me imposibilitan el crédito... Nos señalan, nos abandonan, nos asfixian.

Que Jesús se siente con nosotros me deja una doble estampa. Una de esperanza, porque siempre podemos contar con Él, que nunca nos deja, que permanece a nuestro lado. Otra de desconsuelo, porque mientras la corrupción se aviva asistimos como invitados de piedra al dominio de las elites, a la destrucción de empleo, a los recortes educativos o de sanidad... ¿Y quién se sienta con nosotros a comer?


Gracias a Dios que hoy encontramos a muchos profesionales entregados a causas humanas, que buscan y desean el bien para la persona, que tratan de reactivarla a la vida, que quieren recuperarla. Es una mesa muy grande, sin duda, por ello necesitamos más y más amigos y amigas que también quieran comer con nosotros, para que los que señalan, al final, sólo puedan dirigirse el dedo a ellos mismos.

jueves, 6 de julio de 2017

MATEO 9. LEVANTATE Y ANDA

 MATEO 9, 1 – 8: Subió Jesús a una barca, cruzó al otro lado y llegó a su propio pueblo. Unos hombres le llevaron un paralítico, acostado en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico: —¡Ánimo, hijo; tus pecados quedan perdonados! Algunos de los maestros de la ley murmuraron entre ellos: «¡Este hombre blasfema!» Como Jesús conocía sus pensamientos, les dijo: —¿Por qué dan lugar a tan malos pensamientos? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Y el hombre se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud se llenó de temor, y glorificó a Dios por haber dado tal autoridad a los mortales.


¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Ciertamente dependerá de lo que entendamos por pecado, pues según sea nuestra religiosidad, o nuestra tradición, o nuestra capacidad de entendimiento… siempre será más fácil decir: levántate y anda.

Con el tema del pecado corremos el riesgo, pienso, de hacer al ser humano muy miserable. Viendo cómo nos ha ido en la historia, además, diría que no sólo ha sido sino que todavía es así. El pecado, como tal, empobrece a la mujer y al hombre, los somete, los deja maniatados al amparo de la ley – religión. Cómo puede ser que tengamos que pedir perdón por casi todo? Que sentirnos mal por muchas de las acciones que nos son inherentes? Que hayamos hecho del seguir a Cristo una losa de piedad y culpa? Verdaderamente sigue siendo más fácil, aunque no más practicado, volver a decir: levántate y anda.

Claro, que Dios, que Cristo, perdone los pecados nos sitúa a nosotros en el campo del Misterio, nuevamente. Entender que Dios da autoridad a los mortales para perdonar pecados es una aberración. En todo caso, como seres humanos, tenemos la posibilidad de perdonar y de ser perdonados por los demás. Pero, quién puede garantizar (en caso de que sea así) que Dios nos ha perdonado? Es la cruz la garantía suficiente? Porque si la cruz es la garante de nuestra seguridad qué sentido tiene, como decía la canción, y volver, volver, volver… en este caso a confesar. En todo esto, me temo, hay puntos de demasiada oscuridad.

Qué es más fácil, no. Qué podemos decir: Humanidad, levántate y anda. Mujer, levántate y anda. Hombre, levántate y anda.

miércoles, 5 de julio de 2017

MATEO 8, 28. LOS GADARENOS

 MATEO 8, 28 – 34Cuando Jesús llegó al otro lado, a la región de los gadarenos, dos endemoniados le salieron al encuentro de entre los sepulcros. Eran tan violentos que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. De pronto le gritaron: —¿Por qué te entrometes, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes del tiempo señalado? A cierta distancia de ellos estaba paciendo una gran manada de cerdos. Los demonios le rogaron a Jesús: —Si nos expulsas, mándanos a la manada de cerdos. —Vayan —les dijo. Así que salieron de los hombres y entraron en los cerdos, y toda la manada se precipitó al lago por el despeñadero y murió en el agua. Los que cuidaban los cerdos salieron corriendo al pueblo y dieron aviso de todo, incluso de lo que les había sucedido a los endemoniados. Entonces todos los del pueblo fueron al encuentro de Jesús. Y cuando lo vieron, le suplicaron que se alejara de esa región.



Qué extraño es este pasaje que el pueblo reacciona pidiendo a Jesús que se marche después de sanar a los endemoniados. Podríamos decir que Jesús les devolvió la dignidad si tuviéramos en cuenta la ley de purificación que tenía a los cerdos por animales impuros y también a quienes los cuidaban, que entraban en contacto. A veces, quienes están en desventaja, quienes viven oprimidos, algunos de los que ahora llamamos excluidos, no quieren salir de cómo están, es más, rechazan cualquier tipo de ayuda que sea para sacarlos de ese tipo de vida. También, en los casos en que el enfermo reporta algún tipo de beneficio a sus parientes, a su pareja, o a sí mismo mediante las pagas que recibe por su condición de X hay un rechazo sistemático a cualquier tipo de ayuda que sea para devolverle la cordura, la salud, la vida.

Estos endemoniados de hoy quizás daban algún beneficio al pueblo, podríamos intuirlo por la reacción del pueblo, pero no lo sabemos. Podemos extrapolar esa situación a lo que vivimos hoy y proponer ese paralelismo. Cuántas personas conocemos que incluso provocan los síntomas para que el psiquiatra le prescriba más medicación, más sedanes, más morfina, más diazepam… y todo ello para no perder la paga que mes a mes es el sustento o de algunos, o de él mismo, así ya sea para comer o para gastárselo en droga hay muchos condicionantes para no desear que nadie recupere al endemoniado de la actualidad.

Hay muchos intereses para no querer que Jesús ayude, hay muchas potencias que no desean que el ser humano viva, lamentablemente a veces es peor recuperar a alguien que dejarlo en su estado mental, y todo ello porque de un modo u otro la persona es rentable, al fin y al cabo es como sobornar a la vida. Que se marche, no sea que nos quedemos sin la ayuda de la asistente social, sin la mensualidad…


Por supuesto, no todo el mundo ama lo que Jesús ofrece. Cristo nos llama a la vida, pero también acepta que nosotros elijamos la muerte, es el eterno dilema espiritual que incluso en las situaciones más opuestas a la vida Dios debe respetar. A mí me cuesta, trato de luchar, además creo que lo hago por el bien de la persona y finalmente veo como se rechaza la ayuda, como no quieren que se les socorra, cómo me cuesta! Pero ahora tengo que añadir a mi vida el dejar hacer de Dios con nosotros, tengo que agarrarme a la libertad humana y tengo que aceptar que después de hacer el bien, alguien me diga que por favor me vaya, me largue de allí.

martes, 4 de julio de 2017

MATEO 8, 24. OLAS Y TEMPESTADES

 MATEO 8, 23 – 27: Luego subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca. Pero Jesús estaba dormido. Los discípulos fueron a despertarlo. —¡Señor —gritaron—, sálvanos, que nos vamos a ahogar! —Hombres de poca fe —les contestó—, ¿por qué tienen tanto miedo? Entonces se levantó y reprendió a los vientos y a las olas, y todo quedó completamente tranquilo. Los discípulos no salían de su asombro, y decían: «¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y las olas le obedecen?»


Hay quien dice que a través del silencio o de la meditación interior uno puede llegar a hacerse de una pasta especial, de una manera que le permite ver los problemas y las situaciones como si fuera un espectador de la vida y, de ese modo, solucionar así los vientos y las olas que sobrevienen en nuestro recorrido vital. Y ciertamente, más allá del control de la mente y del propio cuerpo, ser espectadores del gran escenario que es nuestra vida logra darnos una perspectiva diferencial, más objetiva y menos visceral, al modo que logramos reprender los vientos y las olas que nos hacen tambalear. En cierto modo, podemos interpretar así este pasaje de hoy.

Claro, y aunque fuera posible, es un poco mezquino que ante los problemas del día a día estemos todo el rato con el ruego al cielo, sin poner de nuestra parte. Atemorizados por cualquier situación. Se imaginan: Señor! Señor! Señor! No quiero ni imaginar… pobre Señor.

La fe implica algo más que la confianza. En el Antiguo Testamento son muchas las referencias a esforzarnos, como a Josué, por ejemplo. Pero en el Nuevo Testamento la opción de Jesús, que está dormido en la barca, nos sitúa en ese ámbito que permite alcanzar la meditación y la contemplación, como aquella María que también se halla a los pies del maestro mientras Marta se afana por las tantas cosas que hacer en su vida.

La opción es como un viaje, como una aventura para descubrir el ser, como un camino al interior de la persona. Descubriremos cosas que no nos gustan, tendremos que ser pacientes y perseverar en los ejercicios. No es fácil el silencio, no es fácil la quietud. Pero ejemplos tenemos y funcionar, funciona.

lunes, 3 de julio de 2017

JUAN 20, 24. DE TOMAS A NOSOTROS

 JUAN 20, 24 – 31: Tomás, al que apodaban el Gemelo, y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús. Así que los otros discípulos le dijeron: —¡Hemos visto al Señor! —Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré —repuso Tomás. Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. —¡La paz sea con ustedes! Luego le dijo a Tomás: —Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe. ¡Señor mío y Dios mío! exclamó Tomás. —Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen.  Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida.


¿Quién no ha tenido, o tiene, interrogantes respecto de Jesús, Dios, la resurrección, la fe… u otras tantas cuestiones en su caminar cristiano? Como en la primera comunidad, como en la vida cristiana emergente, así como en esta etapa que nos corresponde a nosotros caminar, las preguntas que envuelven estas cuestiones primitivas no dejan de asombrarnos, de sobrecogernos, de interpelarnos e, incluso, de empujarnos. San Agustín, como Santo Tomás,  ya dijeron aquello que Dios está en lo incomprensible. Si lo comprendes, dijo Agustín, no es Dios. Y a pesar de ello, de repetirlo una y otra vez, todavía seguimos tratando de asemejarlo todo al capítulo de Tomás en el Nuevo Testamento, o al de Job en el Antiguo.

Hoy decimos que las manos y los dedos de aquel Tomás podemos ponerlos, nosotros, en la vida de nuestras hermanas y hermanos. Puede ser la clave hermenéutica del momento. Por el contrario, ello no nos lleva a la experiencia de la resurrección sino al encuentro con el otro, con la humanidad del otro. Por tanto, podría decir que la resurrección del Cristo me lleva a mí, ser humano, a tocar la realidad del otro. Quizás todo sea demasiado cárnico pero, entiendan, qué otra experiencia tangible me puede quedar?

La resurrección del Cristo es primera, única, inigualable e irrepetible. También es incomprensible, inefable, inalcanzable. Quizás, por ser, sería imaginable o transmisible. Creer, pues, no es un ejercicio de ortodoxia o de dogmática. En todo caso es una experiencia que nos trasciende hacia lo desconocido que intuimos. Algo en lo que confiamos. Pues lo más cercano de Dios que tenemos nosotros somos nosotros mismos.

La experiencia de Tomás nos adentra hoy en el campo de la duda. No de una duda mala que pueda llevarme a perder la fe, sino la de una que quiere respuestas, como buscadores, como de aquellos que quieren comprender y eso nos abre a la vida, que es descubrir, aprender, transmitir, respetar…

sábado, 1 de julio de 2017

MATEO 10, 26. COMO PAJARILLOS

 Mateo 10, 26 – 31: «No les tengáis miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados. «Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos.


La reciente premio princesa de Asturias, Karen Armstrong, habla de la peligrosidad a la que nos lleva el Dios personal. Ciertamente, porque a lo largo de la historia la concepción de Dios ha cambiado de tal manera que parece que, en cada época, deba contemplar las aspiraciones o necesidades del ser humano. Es decir que si antaño vivimos en el Dios Todopoderoso, hoy lo hacemos en clave de Amor. Si ayer Dios era temible y grande, hoy es cercano y tierno… No obstante, creo firmemente en el Evangelio cuando dice no temáis. A Dios no hay que temerlo. No debemos vivir atemorizados ante la presencia total, tampoco hay que acudir a Él dudosos, amedrentados, cohibidos… Entiendo que este no temáis tiene que ver con no sentirnos esclavos de Dios, como si se esperara algo de nosotros porque, ¿Qué expectativa puede tener Dios de nosotros?¿Qué puede necesitar Dios de nosotros?¿No es más bien al revés?

Claro, sería fantástico poder meternos un día, sólo un momento, en la piel de un pajarillo para comprender su dinamismo. Quizás nos horrorizaríamos. Quizás no, volaríamos por aquí, comeríamos de allí, sin sembrar ni segar… como cita el evangelio. Aunque conformado a mi humanidad, si adopto la enseñanza del pasaje sólo debo confiar, aunque también esto de confiar deja mucho margen de interpretación. Como todo. Y cuando el ser humano interpreta, sinceramente, vuelve a crear y a recrear espacios de presidio, de moral y de obediencia. ¿Acaso no somos capaces de volar como estos pájaros, de crecer como las flores del campo?

El mismo texto nos lleva al encuentro con esta tesitura. En el mismo pasaje hay un cántico a la libertad y a la confianza pero con avisos. Cuidado! Que la Gehena de fuego no está tan lejana. Atención! que para Dios no hay nada encubierto. Avisos para navegantes.

Me da la impresión, hablando de animalitos, que esto tiene un cierto parecido con las correas estas extensibles que ponemos a nuestras mascotas para que se sientan más libres aunque sigan atadas. Y esto, ¿de dónde viene?¿De Dios o de los hombres?