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viernes, 29 de septiembre de 2017

JUAN 1, 47 UN BUEN LIO

 Juan 1, 47 – 51: Aquí tienen a un verdadero israelita,  en quien no hay falsedad. --¿De dónde me conoces?  --le preguntó Natanael.  --Antes que Felipe te llamara,  cuando aún estabas bajo la higuera,  ya te había visto. --Rabí,  ¡tú eres el Hijo de Dios!  ¡Tú eres el Rey de Israel!  --declaró Natanael. --¿Lo crees porque te dije que te vi cuando estabas debajo de la higuera?  ¡Vas a ver aun cosas más grandes que éstas!  Y añadió: Ciertamente les aseguro que ustedes verán abrirse el cielo,  y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.


Si hablamos de creer en cosas grandes qué duda cabe que nos llevamos la palma. Ciertamente hay cosas descabelladas dentro de la fe cristiana. Acontecimientos, dogmas o esperas que parecen más de locos que de cuerdos, sin entrar en mayor detalle. En este caso, escondida queda la espera mesiánica de tiempos de Jesús en que el pueblo esperaba aquel libertador político y social que sacara el yugo de los creyentes al que, desde mucho tiempo atrás, los tenía oprimidos.

En el Evangelio de Juan se mezcla lo mesiánico, lo apocalíptico y lo escatológico entre tradiciones que alcanzamos a vislumbrar en la redacción del cuarto evangelio.
Natanael espera al Mesías, como Felipe, cuando identifica al Rey de Israel. De otro lado, la imagen que nos deja el evangelista en boca de Jesús parece tener otro carácter más apocalíptico, ángeles que suben y bajan, signo de una nueva Teofanía. Pero también, finalmente, el texto encierra una imagen escatológica, que es la instauración del Reino de Dios, la plenificación de los tiempos.

Todo un poco complicado, no? Si a ello le sumamos el influjo helenista con que la interpretación se fue conformando más allá del mundo semita podría pasar, por qué no, que nos estallara la cabeza. Porque… qué y cómo creer? Qué esperar? En qué poner nuestra esperanza?

jueves, 28 de septiembre de 2017

LUCAS 9, 7. PROCURABA VERLE

 Lucas 9, 7 – 9: Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y buscaba verle.



Hay relatos que se van repitiendo sistemáticamente en los Evangelios y que nos repiten una misma historia, una intuición similar o un acontecimiento extraordinario para la comunidad creyente, en este caso la lucana. Y de cierto hay algo de paralelo entre el relato de las apariciones de Jesús y este convencimiento del tetrarca que supone a un Juan resucitado tras decapitarlo. No es que haya un paralelismo a este nivel entre Juan y Jesús sino que aquello que es común a los dos no puede, jamás, verse ni decapitado, ni encerrado en un sepulcro. Tal es la sorpresa de Herodes, su asombro, que procuraba verle.

El Evangelista nos sitúa en medio de un tiempo en que se juntan la creencia en la resurrección de los muertos, los relatos de apariciones y el mesianismo. Por tanto, de estas tradiciones se aprovecha para ponernos un poco en contexto de un tiempo histórico inusitado. La historia del pueblo es ahora historia de salvación y es un tiempo espiritual, como luego remarcará en los Hechos, para todos los pueblos.

Lucas nos dibuja diferentes escenas que significan la distancia entre Jesús y el Bautista. Una diferencia que se hace abismal con la muerte de Juan. Sólo Cristo resucita y por ello más grande es Jesús que el Bautista. Por tanto es importante tener en cuenta este pasaje porque, de cierto, algo mayor que Juan está aconteciendo a pesar del estupor del tetrarca.

Hay que buscar verle, hay que procurar saber de Él, hay que investigar, indagar, descubrir… y hay que hallar. Pues algo nuevo está aconteciendo.

martes, 26 de septiembre de 2017

LUCAS 8, 19. LOSPARIENTES DE JESUS

 Lucas 8, 19 – 21:  Se presentaron donde él su madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta él a causa de la gente. Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte.» Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen.»


La reflexión bíblica autoriza a afirmar la consanguinidad en la hermandad? A pesar de tocar hoy el texto lucano, llevaremos nuestra mirada al Evangelio de Marcos.

En el evangelio de Marcos, fundamentalmente. Según él, cuando regresa Jesús a Nazaret dice que enseñaba y todos se maravillaban, por la razón que se preguntaban ¿de dónde podía venir toda esa sabiduría? Siendo conocida la familia de Jesús, una familia normal. Parece que también eran conocidos sus hermanos. ¿Estos hermanos eran también hijos de María como Jesús? ¿o guardaba con ellos un parentesco más lejano? Los autores protestantes los consideran hermanos de sangre, de la misma madre, de los mismos padres. Los católicos los considera, en cambio, parientes lejanos. El núcleo de la reflexión es: ¿continuó María siendo Virgen después del parto? No lo aceptan los protestantes, por tanto la reflexión gira en torno a la “siempre virgen”. El catolicismo parece asentarse, hoy, en una cierta simpatía con los protestantes.

Jesús hablaba arameo, aunque leía en hebreo por causa de prohibición. En arameo y en hebreo no existe el término primo o prima y se utiliza hermano o hermana. Los judíos usaban el término para llamar a otros parientes, además de a los hijos e hijas. Es decir, que en la mentalidad hebrea la consanguinidad va mucho más allá de la hermandad, y hermano se aplica también a los no sanguíneos en sentido amplio.

En griego “koiné”, invariablemente, para designar hermano y hermana usa “ADELFOS” (griego: hermano). Por lo tanto, todos los lugares en que se emplean términos hebreos o semitas, la versión de los LXX (hecha en el siglo II en Alejandría) traduce por ADELFOS, que puede identificar desde hermanos hasta tíos… todo. Los evangelistas no son griegos sino hebreos, en su mente está el hebreo y un hebreo no piensa como un griego sino como un hebreo.

Los evangelistas hablan de estos parientes refiriéndose a Jesús como un loco, pretenden poner en solfa los intereses ocultos de esos parientes, entre los que no se encuentra su madre (recordar a Mateo, que la considera parte de la familia mesiánica). El sintagma hermanos del Señor intenta describir un sentido honorífico en relación a la primitiva comunidad de Jerusalén. Este estatus de honor de algunos de ellos es muy alto en la comunidad de Jerusalén, pues algunos dirigirán a esa comunidad. Por ello, podemos encontrar que ADELFOS nombra a ese núcleo fuerte para primarlos, para marcar su importancia dentro de la comunidad.

En la Biblia no hay razón teológica, ni gramatical, que se oponga al hecho de que los llamados hermanos de Jesús fuesen en realidad primos o cualquier otro tipo de parientes.

viernes, 22 de septiembre de 2017

MATEO 9, 9. SIGAMOSLE

 MATEO 9, 9 – 13: Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. «Sígueme», le dijo. Mateo se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y comieron con él y sus discípulos. Cuando los fariseos vieron esto, les preguntaron a sus discípulos: —¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores? Al oír esto, Jesús les contestó: —No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. Pero vayan y aprendan lo que significa: “Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios.” Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores.


Que los evangelistas remarquen que Jesús vino a por los pecadores nos da a todos una cierta tranquilidad que, a pesar de los por menores de la vida, tenemos abogado. Si mas no tenemos un acceso a lo inaccesible, que es la santidad, de tal modo que nos permite vislumbrar la vida como una comunidad que camina en esperanza. Claro, una comunidad entre muchas comunidades que nos acompañan en este camino que realiza la humanidad desde hace siglos hacia el encuentro con el Trascendente.

Todo se consuma en Cristo y todo se encamina hacia Él. Sin saber de qué manera o cómo va a realizarse lo cierto es que sólo tenemos la certeza de que el tiempo se cristifica y que, gracias a esta acción crística, nuestra vida se perfecciona en Él. Este camino de gloria es el que permite que un Mateo, o cualquiera de nosotros, se levante de su mesa de recaudador y siga al maestro de Nazaret. Un seguimiento a la cristificación más que un seguimiento a la perfección. Quizás, entre ellas, un camino de misericordia.

¿Se pide algo más?
 Básicamente no, desde luego. La fe nos viene dada; el transformarnos de gloria en gloria es cuestión que se nos escapa; la contingencia y la finitud quedan muy lejanas como para poder hacer algo; lo que ocurra después de la muerte no depende de nosotros, ni tan siquiera lo conocemos; cómo adorar, cómo perdonar y pedir perdón, cómo acceder al Padre… Pues vaya… como para pedirnos algo más.

Así pues, si hoy oímos su voz, sigámosle, tan sólo eso.

martes, 19 de septiembre de 2017

LUCAS 7, 11. VOLVER A LA VIDA

 LUCAS 7, 11 – 15Poco después Jesús, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud, se dirigió a un pueblo llamado Naín. Cuando ya se acercaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto, hijo único de madre viuda. La acompañaba un grupo grande de la población. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: —No llores. Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: —Joven, ¡te ordeno que te levantes! El muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.


Incorporar a los muertos forma parte de las acciones carismáticas de Jesús, aunque en sentido figurado, o como imagen, podríamos decir que forma parte del  plus que nosotros podemos ofrecer al mundo como cristianos. Efectivamente, debemos fijarnos en la realidad que nos rodea, en nuestro entorno, para ver que lamentablemente existen muchas situaciones de mortandad, aquí o allí, y mucha gente llorando alrededor. Siendo conscientes de que estas situaciones existen, entendiendo la muerte como una etapa en la que el ser humano está seco, preocupado, triste, decepcionado… nosotros deberíamos ser capaces de llevar nuestra actividad al corazón (o al espíritu) de ese “muerto” para alcanzarlo a la vida, para llevarlo a Cristo.

No podemos conformarnos a ver estos episodios de muerte de la humanidad, que muchas veces vive sometida al entorno, al poder, a la religión, a las modas… No podemos admitir que el ser humano viva por debajo de su dignidad, como pidiendo limosna por vivir, como oprimido por los lobys, o por otras personas, circunstancias… Que el hombre, o la mujer, viva en plenitud debería ser la meta, el icono de este siglo XXI, porque después de tantos siglos ya viene a ser hora de consolidar la felicidad como derecho universal inalienable a la condición de ser viviente. ¿Qué puedes decirle a un niño pequeño? Pues que tiene derecho a ser feliz, por encima de cualquier otra cosa, y para ello seguramente vamos a tener que acercarnos a la madre (a los padres, a la sociedad en conjunto) para calmarla de su llanto y de su pena y decirle: no llores.

Que vivimos en un país de tradición cristiana? Que la tradición eclesial ocupa todavía un lugar de relevancia?Que si somos cristianos? Pues levanten, resuciten, hagan todo lo posible por preservar la felicidad del ser humano, todo lo posible para que los gobiernos hagan una opción por la vida, por la humanidad, por la dignidad, por el amor. Para resucitar primero algo, o alguien, debe morir; pues para resucitar al poder, a los lobys, a los gobiernos, la justicia… ya saben, primero deben morir.

lunes, 18 de septiembre de 2017

LUCAS 7. LA FE DEL CENTURION

 Lucas 7, 1 – 10  Cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. Estos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: «Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga.» Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.» Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: «Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande.» Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.


Me sorprende del pasaje de hoy leer esta distancia que existe entre Jesús y el centurión. Hay como una imposibilidad de comunicación entre los dos que me asombra. Primero el centurión envía a los ancianos para que clamen a Jesús y cuando Jesús se acerca envía a unos amigos para decirle que no es digno de salir a su encuentro. El centurión no parece dudar del poder sanador del Nazareno pero, desde luego, no es capaz de tener una relación personal con Él. Es más, parece confundirlo con una especie de gurú. Diría, entonces, que este centurión confía sólo en la salvación práctica de Dios a través de Jesús y, por tanto, me sorprende la forma en que se ensalza la fe del oficial, que parece más bien de un ámbito taumatúrgico.

Pienso, desde esta reflexión, que si bien el estímulo escatológico de la comunidad lucana iba desapareciendo, pudiera ser esta exaltación de fe una necesidad de la propia comunidad que, perdiendo la tensión en la espera de la venida del Cristo, tenga que aguantar su fe desde aspectos meramente prácticos o tangibles. La fe, que habría ido resituándose a lo largo del primer siglo, no es ya cuestión de lo por venir o de los increíble sino de lo cercano y cierto. Una fe identificada en las obras más que una fe mesiánica. Una fe más de profetas que del Hijo de Dios.

Sorprende esta posibilidad en un Evangelio que identifica a este Jesús con el Salvador, con el Mesías. Un Lucas que lleva su genealogía hasta Adán y hasta Dios pareciera tener otra concepción del Cristo que no encaja con el pasaje de hoy. Misterios del evangelista, sin duda!

domingo, 17 de septiembre de 2017

MATEO 18, 21. DEUDAS

 MATEO 18, 23 – 35: Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al comenzar a hacerlo, se le presentó uno que le debía miles y miles de monedas de oro. Como él no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos, y todo lo que tenía, para así saldar la deuda. El siervo se postró delante de él. “Tenga paciencia conmigo —le rogó—, y se lo pagaré todo.” El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad. »Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata Lo agarró por el cuello y comenzó a estrangularlo. “¡Págame lo que me debes!”, le exigió. Su compañero se postró delante de él. “Ten paciencia conmigo —le rogó—, y te lo pagaré.” Pero él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido. Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! —le increpó—. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” Y enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía. »Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano.


De un modo u otro todos estamos en deuda con alguien. Podría decir también que todos, como humanos, también estamos en deuda con la Tierra, con la historia y, como no, con quienes vienen detrás nuestro. Curiosamente, esto del perdón de corazón parece que nos pasa un poco de largo y, quizás, sólo quede reservado a algunos ingenuos que siguen dándose a los demás con gratuidad y honestidad. En un mundo deudor como el nuestro el perdón se ha convertido en una rareza.

Vemos como en la sociedad las instituciones, estamentos, administraciones, empresas, bancos… no dejan lugar para el perdón de las deudas. Vemos cómo se ahoga a las personas, como se las desahucia, cómo se las empobrece y cómo no se hace nada al respecto a pesar, no obstante, de que en cierta medida nosotros sí hemos tenido que perdonar sus excesos recuperándolas con dinero público. Un dinero que nunca se devolverá.

Vemos por igual cómo se sigue vendiendo armas, cómo se embarga el futuro de países más pobres, cómo llega una mísera parte de ayuda humanitaria o cómo se especula con la naturaleza y el ecosistema. En muchos de estos casos no habrá opción al perdón porque el daño hecho es irreparable.

A la pregunta, qué hacer? No le sigue una respuesta coherente. No puede seguirle porque el mundo está hecho según los intereses de unos pocos. No hay opción porque el entramado legal es costoso y cansino. Pero tampoco puede hacerse porque, a pesar de la mayoría religiosa de la población, no hay voluntad ni de perdón, ni de cambio.
Ya no se trata de entender cómo vaya a tratarnos el Padre celestial, sino cómo queremos tratar nosotros esta realidad que nos aleja del perdón, de la misericordia y del amor.

viernes, 15 de septiembre de 2017

JUAN 19, 25. AL CUIDADO

 Juan 19, 25 – 27: Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.


Pienso en las veces que partimos, que marchamos de algún lugar. El pasaje de hoy nos evoca de alguna manera a la parábola del buen samaritano, en el momento que deja al herido a cargo del mesero y le dice: cuídamele. Qué duda cabe que si en el itinerario cristiano tan importante es el seguimiento, como el amor, como la tensión y la vigilancia, también ocupe un lugar de privilegio en el decálogo del discípulo la acogida. Y la acogida como gratuidad.

Entiendo que muchas veces es fácil olvidarse de ella. Quizás seamos conscientes en el momento de una llegada, cuando alguien nos visita o, por ejemplo, cuando acogemos a un viajante, a un necesitado, a un familiar… Pero me da por pensar que no somos tan conscientes en las despedidas, cuando unos u otros marchan.

Tanto el buen samaritano como Jesús se van, pero a los dos les preocupa la posición de aquel al que dejan en ese determinado lugar. Marchar, en definitiva, siempre implica desamparar a quienes han vivido con nosotros, o a quienes hemos llevado a un lugar, a una comunidad… Por tanto no cabe sino preguntarnos, ¿qué va a ser de ellos con nuestra marcha? Y, por consiguiente, adoptar esa misma actitud de Jesús para pedir que como Él ha vivido con el discípulo lo haga ahora su madre. O como el samaritano, que como él ha cuidado del caminante lo hagan, también, en su ausencia.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

LUCAS 6, 20. EN TENSION

 LUCAS 6, 20 – 24: Él entonces dirigió la mirada a sus discípulos y dijo: «Dichosos ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece. Dichosos ustedes que ahora pasan hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes que ahora lloran, porque luego habrán de reír. Dichosos ustedes cuando los odien, cuando los discriminen, los insulten y los desprestigien por causa del Hijo del hombre. »Alégrense en aquel día y salten de gozo, pues miren que les espera una gran recompensa en el cielo. Dense cuenta de que los antepasados de esta gente trataron así a los profetas. »Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo!


Siendo, como somos, una comunidad en progreso y en esperanza corremos el riesgo de terminar relativizando estos pasajes que nos hablan de recompensas. Es algo que nos persigue, como cuando hablamos de la parusía. Hablamos de dicha, de gozo y de tesoros cuando nunca hemos de olvidar el sufrimiento y el llanto de las personas con quienes debemos ser solidarios, pues el ser humano parte de su contingencia y su fragilidad hacia la escatología y no al revés. Y aunque la Gracia suponga las arras de nuestra salvación, no debemos olvidarnos de la realidad, ni del hecho historiográfico del ser humano. Existimos y vivimos, no nos elevamos.

Claro, hay siempre algo de dicha cuando uno está en ejercicio de Cristo, cuando uno saborea lo que supone ser un discípulo del Reino, cuando podemos abandonarnos en Dios. A pesar de los problemas y de las situaciones tenemos un con qué para afrontar la desdicha, la enfermedad, la pobreza… Pero esta dicha nuestra no es extrapolable sin más a otras zonas y realidades y, si no, traten de establecerse en este pasaje ahora en las zonas devastadas por el huracán Irma, por ejemplo.

En nuestra societas de bienestar podemos responder con dicha y desde Dios, incluso cuando se producen actos tan atroces como los atentados de Barcelona y Cambrils, por citar los más recientes. La sociedad es capaz de responder de muchas maneras. Pero esta misma situación ya no es la misma cuando azota la necesidad, el hambre, la enfermedad…

Por la causa del Cristo ciertamente es posible sufrir más o menos, o alegrarse también menos o más dependiendo del lugar en que uno esté. Las necesidades predeterminan nuestra fe. Y aunque la gracia nos cubre a todos, hay lugares en los que es complicado hablar de dicha y bienaventuranza, por simple respeto.

El pasaje de hoy me lleva a no relativizar mi cristianismo, a no ser de los que ya esperan como si el mundo no contara. Me lleva a querer implicarme en la vida y en la historia de la humanidad, aquí y ahora.

sábado, 9 de septiembre de 2017

MATEO 1, 16. ENTRE DIOS Y EL HOMBRE

 Mateo 1,18-24: El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".» Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.


De este pasaje del evangelio de Mateo quisiera empezar por destacar algo que es fundamental, el diálogo entre el ángel y José. Y lo hago porque el evangelista, con muy inteligentemente, nos propone una verdad radical: el Hijo de Dios viene al mundo, pero viene al mundo también porque el ser humano quiere que venga.

El la época del relato, José podría haber denunciado perfectamente a Maria por la extraña forma en la que había quedado embarazada. Y aunque muchos son los que hablan de la nobleza y amor de José por María, el mensaje del evangelio trasciende aquí lo puramente sentimental y se alza hacia lo necesariamente trascendental. Que el Hijo de Dios venga es un deseo del ser humano. Ergo, hasta para este mismo caso, hasta para la encarnación, Dios cuenta con la voluntad del ser humano.

Qué importante poder entender este respeto con que el Señor trata a los seres humanos. Quizás recuerdo de los primeros días en el Edén, quizás porque somos creación suya, puede ser por tanto Amor que nos tiene, ¿Quién sabe? Este texto, que aveces pasa escondido en las cualidades, supuestas, de José abre el consentimiento a la propuesta de salvación de Dios para el hombre.

Por tanto, hoy en día, este pasaje viene a decirnos que aceptar a Jesús siempre va a ser, en parte, decisión nuestra. Dios nos propone el camino, nos muestra su salvación, indica... pero no obliga. Aunque tampoco cierra nunca esa puerta hacia Cristo, y así hombre o mujer pueden en cualquier momento dar un paso positivo para que el regalo de Jesús nazca en sus corazones.

María nos mostró la fe ciega y la felicidad de ser portadora de Aquel que viene a salvar. Ahora José posibilita la transición hacia el ser humano, y Jesús pasa a llamarse Enmanuel, Dios con nosotros, porque José también es parte de la puerta de entrada de Jesús a la humanidad y Jesús viene para estar con nosotros, para vivir con nosotros, para sufrir por nosotros y para mostrarnos, enseñarnos, posibilitarnos... No habría Enmanuel sin el silencio de José, y no habría Jesús sin su fe.

¿Quién sabe si Dios, que todo lo puede, habría podido hacerlo de otra manera? Seguramente. Pero Mateo nos dice que Dios, cuando hace algo, quiere contar con el ser humano.

Por tanto, siéntete privilegiado, o privilegiada. Dios quiere contar contigo, con tu opinión, quiere escucharte, desea que entables conversación con Él, que intimes. Él va a ayudarte a descubrir el mundo, te enseñará a amar, a caminar, a vivir... pero los pasos con los que un Padre coge primero a su bebé para sostenerlo, pasan luego a una mano, y finalmente el pequeño camina ya por su propio pié.

Pero el pequeño, siempre puede pedirle al Padre, o a la Madre, que le de la mano, porque dar la mano nos aporta seguridad, y jamás, JAMÁS! Dios negará esa mano al ser humano. Porque Jesús, que viene de Dios, ahora nace con el consentimiento del hombre.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

LUCAS 4, 38. MANDANGAS

 LUCAS 4, 38 – 43: Cuando Jesús salió de la sinagoga, se fue a casa de Simón, cuya suegra estaba enferma con una fiebre muy alta. Le pidieron a Jesús que la ayudara, así que se inclinó sobre ella y reprendió a la fiebre, la cual se le quitó. Ella se levantó en seguida y se puso a servirles. Al ponerse el sol, la gente le llevó a Jesús todos los que padecían de diversas enfermedades; él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó. Además, de muchas personas salían demonios que gritaban: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» Pero él los reprendía y no los dejaba hablar porque sabían que él era el Cristo. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar solitario. La gente andaba buscándolo, y cuando llegaron a donde él estaba, procuraban detenerlo para que no se fuera. Pero él les dijo: «Es preciso que anuncie también a los demás pueblos las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado.»


Voy a ser partidista. Y lo voy a ser hoy porque, sencillamente, la Iglesia está tan politizada que puestos a dar opiniones uno ya no puede ser imparcial ni objetivo. Bien, objetivos no lo somos nunca siendo sinceros. Lo cierto es que, visto lo visto, cada vez menos creyentes se atreven a llevar a ningún enfermo a los pies de Cristo. Esto lo vemos cada vez más en las pastorales de la sanidad a pesar del gran trabajo de los camilos, por ejemplo, y otras personas que realizan la pastoral con amor y dedicación por los demás. En números, pero, cada vez menos personas estiman necesitar ese apoyo espiritual específico o recibir el sacramento de la unción. En situaciones, cada vez hay más problemas con las voluntades y con las familias que se oponen a este encuentro religioso. En vida, o se trata de un lugar específicamente cristiano o el servicio en si casi no se tiene en cuenta. Esta, por lo menos, es mi constatación.

En el plano parroquial, algo parecido. Si en la parroquia hay un buen ministro, que sea pastor afable, cordial, cercano, acogedor… quizás alguno todavía traiga a otro. Si en ese mismo ámbito local encontramos a un pastor de oficinas, áspero y con actitud de poder… olvídenlo. Son las dos opciones que nos encontramos en la Iglesia local, atracción y rechazo en un tanto por ciento desigual que afecta no sólo a la comunidad o a las personas sino, y es grave, a Cristo mismo, señal de devoción para unos y de decadencia para otros.

Hace ya mucho que no veo poner las manos sobre nadie. Lo he visto y es precioso, pero se dan tan pocos casos que no puedo salir de mi estupor. Bien, lo verán en bautismos y en confirmaciones incluso en alguna unción… pero es tan escaso, o el fin es tan mediocre que no hablamos de lo mismo. El gesto espiritual y de fraternidad, de amor, entre el Señor y los suyos apenas es ya como un recuerdo de infancia del que recordamos su olor, cierto, pero como desvaneciéndose ante tanta politización.
Luego, además, nos vienen con que no pueden decir, o votar que si una cosa u otra… que si corresponde a los laicos, que si mandangas de todo tipo… Y a quién engañan?

lunes, 4 de septiembre de 2017

LUCAS 4, 16. EL AÑO AGRADABLE

 Lucas 4, 16-19: “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.”


El discurso programático que nos presenta Lucas recoge el deseo profético del Antiguo Testamento vertido, ahora en Jesús de Nazaret. Será común ver cómo los evangelistas van a ir tejiendo alrededor del nazareno todo tipo de afirmaciones que recogieron los profetas y, que para el evangelista, van a tener su cumplimiento en Jesús. Tampoco es que toda esta composición tenga que asustarnos. El autor sólo presenta la clara intención de hacer que en el Cristo repercuta la profecía antigua. Es una mirada intencional y subjetiva. Es la percepción de una comunidad  desde el acontecimiento pascual.

Nuestra percepción actual también va encaminada a reinterpretar el pasaje del evangelio. Lo que se dio en cumplimiento a Cristo no pierde vigencia, pero podemos aplicarlo a su Iglesia, o a la comunidad cristiana, ciertamente. Cada vez que en la comunidad se hace presente el discurso programático se actualiza esta doble visión de la voluntad de Dios que es, curiosamente, una oda a la vida, a la igualdad, a la libertad y a la dignidad de la persona. Los pobres, los cautivos, los quebrantados, los oprimidos y los ciegos, dibujan perfectamente el mundo de hoy. Así, cuando vivimos por ellos, cuando vivimos con ellos, se hace presente el Espíritu del Señor que se posa en nosotros.

Ahora bien si nos olvidamos de la pobreza que se vive en nuestras calles, de la ceguera que provoca la deseducación, la opresión que conlleva a la violencia, la cautividad que provocan nuestras “democracias”, o el quebranto del corazón de los que no son iguales, ¿quiénes somos?¿qué representamos?¿dónde hay Espíritu?¿Quién podrá predicar el año agradable del Señor?



domingo, 3 de septiembre de 2017

MATEO 16, 24. DESTINO A LA CRUZ

 MATEO 16, 24 – 28: Luego dijo Jesús a sus discípulos: —Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará. ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? ¿O qué se puede dar a cambio de la vida? Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada persona según lo que haya hecho. Les aseguro que algunos de los aquí presentes no sufrirán la muerte sin antes haber visto al Hijo del hombre llegar en su reino.


De todos los evangelios, el de Juan es el que mejor deja impreso el destino de muerte del discípulo de Jesús en la parábola del buen pastor. Mateo, en este caso, propone la cruz como destino de gloria. No es que los autores utilicen una imagen, o compongan una metáfora, no. Los autores nos indican que compartir destino con Cristo es unirse a su muerte, morir en definitiva.

Durante muchos siglos, incluso a día de hoy, el cristianismo (o algún sector del cristianismo) sigue haciendo incapie en el sufrimiento y la cruz como señales del buen discípulo. Dicen que el cristiano debe sentirse incómodo, debe saber que lo van a afrentar, ha de soportar la prueba, el dolor y el mal, incluso ha de dar su vida.
Claro, todo ello desde el amor que parece que le da un tono como más carismático a su discurso. Honestamente, creo, que hoy en día hay que rectificar de este error. Y lo digo sabiendo que siguen habiendo muchas muertes, muchos mártires, que han entregado y entregan su vida por una buena causa, en favor del amor, a causa del prójimo… Me quito el sombrero.

Con todo, sigo, ¿es necesario seguir buscando mártires?¿la evangelización debe ir por delante de la propia vida? Me asaltan preguntas cada vez que leo una nueva noticia de mortandad sea en África, en Siria, o en cualquier lugar del mundo. ¿Buscar la muerte realmente es de Dios? ¿Es lo que espera Cristo de la cristiandad del hoy?

Cada cual podrá optar por lo que quiera hacer de su vida, desde luego, pero me espanta que se llegue a formar a alguien para dar su vida en un siglo que no tiene esa necesidad. Me asusta que se pueda buscar mártires con el conocimiento que tenemos del mundo. ¿No hay más formas de ayudar y más eficaces que morir?

sábado, 2 de septiembre de 2017

MATEO 25, 14. EN UN PAÑUELO

  MATEO 25, 14 - 19: El reino de los cielos será también como un hombre que, al emprender un viaje, llamó a sus siervos y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco mil monedas de oro, a otro dos mil y a otro sólo mil, a cada uno según su capacidad. Luego se fue de viaje. El que había recibido las cinco mil fue en seguida y negoció con ellas y ganó otras cinco mil. Así mismo, el que recibió dos mil ganó otras dos mil. Pero el que había recibido mil fue, cavó un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo volvió el señor de aquellos siervos y arregló cuentas con ellos.


El evangelio de hoy parece que nos hable de tres casos de personas, como en la parábola del sembrador plantea también otras tres situaciones. Creo, pero, que en este caso no hay tres personas, ni tres situaciones, sino dos opciones que se pueden dar, y se dan, en la misma persona. Si el Reino está en nosotros, si Cristo viven nosotros, habrá que analizar esta comparación de un modo más personal, íntimo, pues todos tenemos talentos y todos, por lo menos alguna vez, lo escondemos en un pañuelo.

Pablo escribirá al hilo cuando hable de los dones espirituales, aunque también cuando exponga sus hayes. Una vez más lo bueno y lo malo, lo que hago o dejo de hacer, repercute en el impacto del Reino ad intra y, también, ad extra. Todos sabemos invertir en nuestras cualidades. Todos somos solventes en aquello que se nos da bien. Cada cual, por supuesto, sabe sacarle partido a sus dones. Invertir en lo mejor de cada persona siempre deja un rendimiento propio y para los demás. No obstante cuando nos hallamos ante las carencias somos, casi, de los que quisieran esconderlas en un hoyo. Y como somos delicados y no queremos que se descubran las guardamos en un pañuelo.Pero, ¿esas carencias no pueden ser virtudes también?

El Evangelio nos diría que no las escondiéramos, porque el Reino es de los pobres, de los que lloran, de los que son como niños, de los humildes... Y de los que se equivocan, de los que sienten temor... Así, la clave estaría en la reinversión. La llave estaría en gastar. Si doy lo mejor de mí y, a veces incluso, saco lo peor de mí, qué temor a intentar ofrecer ese único talento? Nom será mejor ejercitarlo hasta aprender? Gastarlo hasta que produzca otro? Ofrecerlo hasta hacerlo tesoro?

viernes, 1 de septiembre de 2017

MATEO 24, 42. VIGILANTES

 MATEO 24, 42 - 50: »Por lo tanto, manténganse despiertos, porque no saben qué día vendrá su Señor. Pero entiendan esto: Si un dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, se mantendría despierto para no dejarlo forzar la entrada. Por eso también ustedes deben estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen. »¿Quién es el siervo fiel y prudente a quien su señor ha dejado encargado de los sirvientes para darles la comida a su debido tiempo? Dichoso el siervo cuando su señor, al regresar, lo encuentra cumpliendo con su deber. Les aseguro que lo pondrá a cargo de todos sus bienes. Pero ¿qué tal si ese siervo malo se pone a pensar: “Mi señor se está demorando”, y luego comienza a golpear a sus compañeros, y a comer y beber con los borrachos? El día en que el siervo menos lo espere y a la hora menos pensada el señor volverá.


Si supiéramos lo que va a pasar todos permaneceríamos despiertos, atentos, vigilantes… no cabe la menor duda. Pero el hecho es que ni conocemos el futuro ni, muchas veces, somos capaces de mantener la misma tensión puesto que toda espera tiende a relativizarse cuanto mayor es el tiempo que pasa. Ocurrió con la ansiada venida de Cristo para los primeros cristianos, ocurre en nuestro tiempo con otras tantas cosas. Ocurre cuando acusamos a Dios del mal en el mundo; ocurre con todas estas sectas que esperan a Cristo; ocurre con los mensajes apocalípticos; ocurre, en definitiva, también cuando se produce un atentado o cuando, esperando, ponemos nuestras esperanzas en la recuperación económica, por ejemplo.

Cuando algo que se demora en el tiempo ocurre, generalmente, nos encuentra despistados. Podemos, sí, mantener la tensión del día a día pero esto es como hacer ejercicio, que hay días en que estamos verdaderamente agotados y no rendimos, pues no siempre es posible enfrentar la tabla con las mismas fuerzas o con las mismas energías. Por tanto, que nadie se asuste si llegado el momento se encuentra despistado, o cansado, o durmiendo…

Ser un siervo fiel tiene que ver con muchas otras cosas, aunque para el evangelista sea un trazo ineludible del buen discípulo. Ser fiel es dedicar tiempo a los demás, ayudar a los necesitados, cuidar de los enfermos, educar… Ser fiel tiene que ver con la compasión, con el amor, con el compromiso… Ser fiel lleva rasgos de bondad, de solidaridad, de compañerismo… Ser fiel, en definitiva, tiene que ver con la vida y no con un momento, por más importante que sea.