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viernes, 28 de diciembre de 2018

MATEO 2, 13 MAQUINARIA DE PODER

 MATEO 213 – 18: Después que ellos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo. Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen.


Hoy recordamos un pasaje bastante oscuro del evangelio, que tiene su eco a diario (y su repercusión) a pesar de tener ya más de 21 siglos de entendimiento para cesar de una vez tanta violencia, tanto sufrimiento. ¿Dónde está el límite? ¿Cuándo será que reaccionaremos los seres humanos contra los dirigentes, contra el terrorismo, o contra los intereses de estos lobbies…? A qué tenemos que esperar si es evidente que cada día hay más desigualdad, menor crecimiento, peor educación, insuficiente sanidad, menos recursos y casi una promesa de extinción de las pensiones? Los que no son ya inocentes del siglo XXI que sepan que son los próximos, porque a este ritmo hay que ser conscientes de que todos, de un modo u otro, vamos a ser como inocentes a quienes la espada del poder cortará en algún momento.

Alguien dijo que los relatos del evangelio los tenemos para nuestro crecimiento, y para aprender a no repetir lo que sucede, a no llevar a nadie otra vez a una cruz, a no volver a tirar piedras a nadie con juicios livianos, a no herir al hermano… El evangelio es una llamada al amor, y al amar a todos y a todas, y a través del amor un camino hacia Dios, quien anhela que lleguemos a Él. ¿Y no basta?

Que terminen estos episodios de hambre, de codicia, de destrucción, de soberbia, de separación, y que se unan las personas de todo el mundo que buscan la paz, la solidaridad, la igualdad, la fraternidad… Este año ya termina, y no estamos a tiempo de frenar la maquinaria del poder. 

sábado, 22 de diciembre de 2018

LUCAS 1, 46. BIENAVENTURADA

 LUCAS 1, 46 – 56: Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia - como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.» María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.


El canto del Magnificat es precioso, un himno del que destaca la fe y la pobreza de una creyente que, para nosotros, también es Madre, esperanza y, para algunos, un espejo para el dinamismo cristiano (fe, esperanza y caridad). He de confesar que para mí siempre había pasado desapercibido este canto, no por su contenido, sino por lo que implica de devoción mariana (a veces tan exagerada). Pero al tiempo, y llevando el pasaje al corazón, uno no puede pasarlo por alto sin meditar, profundamente, en el sentido de estas palabras que el evangelista coloca en boca de María y que, hoy, son para mí un motivo de aliento en la búsqueda de esta singular kénosis que, como Cristo, también nos pertoca a los cristianos,

Todo lo que es bello tiene un encuentro ineludible con este misterio de la kénosis, y es allí donde pobreza y gloria se completan de un modo como nunca, jamás, se ha visto y es que a partir de lo precioso podemos llegar a la pobreza más extrema para, finalmente, y ya en manos de Dios recuperar el esplendor. Bueno, esto es lo bonito del cristianismo, que la gloria y la pobreza van muchas veces de la mano, tanto que de un modo singular son quienes mejor dibujan la historia del ser humano, quien finalmente logrará en el amor de Dios la plenificación perfecta.

María recorre toda la historia del Antiguo Israel, haciéndose de algún modo la continuadora de la historia profética del pueblo. Así como Abraham se sitúa en el principio de la Antigua Alianza, ahora será esta mujer palestina quien se sitúa al principio de la Nueva, y así como por medio de una mujer, Eva, vino al mundo la desconfianza por el pecado, por esta otra mujer, María, llega la fe y la esperanza.

Hoy más que en palabras uno puede aprender a sumergirse en la lectura, en la reflexión… para verse formando parte de esta humanidad inaugurada por la Nueva Alianza, que viene en forma de ayuda, en forma de socorro, o a través de la misericordia, diciéndonos aquello de que siempre, en todo caso, y a pesar de las caídas y las dificultades, es posible volverse a levantar, y seguir caminando.

jueves, 20 de diciembre de 2018

LUCAS 1, 39. EL SALUDO DE MARIA

  Lucas 1, 39-45: En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!


De las muchas lectures que podemos darle al evangelio de hoy quiero quedarme con aquella que habla de ir a visitar al otro, por la parte que le toca a María, o la de salir al encuentro del otro, por la parte de Isabel. Dos polos que nos hablan de una relación de amistad –amor que lleva a un ser humano a peregrinar hacia otro y, en el otro polo, a un ser humano que acoge al que viene. Y es cierto, es una doble relación qeu no siempre es fàcil y que también escasea en el mundo actual. Los inmigrantes ilegales, por ejemplo, o los col·lectives desfavorecidos, también, podrían bien figurar en este grueso de persones que aunque peregrinan hacia el otro, no son acogidos (ni por asomo). ¿Cómo pues van a ser bienaventurados, o felices?¿Cómo van a ser benditos?

Tratar de llevar a estas situaciones el Evangelio debería ser la principal preocupación de los cristianos y de sus instituciones. Mientras no hagamos más presión, mientras no ofrezcamos alternativas o soluciones… podemos ser como el personaje de María, pero no podremos ser (para nada) Isabel. Y sin acogida, ¿Cómo ser esta barca que decimos ayuda a la humanidad? ¿Dónde queda el salto de gozo?

Ciertamente, mientras la situación no cambia, ademas ocurre que nos perdemos otra parte del pasaje. Si con esa actitud ya cerramos la puerta de la acogida, cita el texto, también cerramos la puerta a la llenura del Espíritu. Bien, aunque es cierto que somos una comunidad muy individualista últimamente y en la que parece agradarnos ya esto de celebrar en familia. Quizás nos conformamos también no con la llenura sino con las minucias del Espíritu, ante el que cerramos puertas y ventanas, aduanas, fronteras y todo lo que hay a nuestra disposición.

¿Dónde cabe la acción del Espíritu cuando el ser humano no le permite actuar? ¿Qué hablamos de acoger cuando no hay actitud ni voluntad de acogida? ¿Somos templo de Dios o de elites? ¿Y la Iglesia, es acaso Madre?¿o más bien Estructura?

miércoles, 19 de diciembre de 2018

LUCAS 1, 26. BELEN

  Lucas 1, 26-38: A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.


Sobre todo los textos de Mateo y Lucas: pre-nacimiento, nacimiento e infancia de Jesús; quizás también el prólogo de Juan aunque de modo diferente: narra el movimiento divino previo al nacimiento de Jesús. El evangelio de Marcos no contiene datos sino que empieza con la vida pública. Cada evangelio responde a una etapa distinta de formación de la cristología de la tradición cristiana primitivaprimitiva:

Con Marcos estamos en una segunda etapa: Jesús es Hijo de Dios no desde la Resurrección sino desde el bautismo, al inicio de su actividad pública. Éste es mi Hijo Amado, escuchadlo. Mateo nos dice que Jesús es Hijo desde su nacimiento. En el momento de nacer los ángeles se aparecen a los pastores y cantan: en Belén os ha nacido el Mesías, el Señor. Lucas va más atrás, en el texto de la vocación de María, el ángel dice que concebirá a un niño, y que lo llamará el Hijo del Altísimo. Desde el momento de su concepción Jesús es Hijo de Dios.

Mateo y Lucas: son hijos de la etapa en la que se forman, por ello no es extraño que al evangelio de la vida pública encontrado en Marcos, ellos antepongan dos capítulos dedicados a la concepción, nacimiento e infancia de Jesús. Mateo y Lucas presentan ese hecho de manera distinta, coinciden en el objetivo: presentar la divinidad de Jesús, que es Hijo de Dios. Esto, además, es previo a narrar su vida pública. Es la clave de lectura del resto del evangelio.

No pretenden mostrarnos un álbum de Jesús niñito, sino que forman parte de un relato catequético sobre el misterio de la persona de Jesús. No quieren presentarnos la infancia sino que Jesús, desde su infancia, era Hijo de Dios. El Resucitado ya estaba presente en la infancia. No nos extrañemos que Mateo y Lucas presenten la infancia de manera distinta y no armonizable, pues se contradicen. Les preocupa la transmisión de una doctrina, de una experiencia de fe: Jesús, es el Hijo de Dios.

Lucas establece un paralelismo entre dos personajes contemporáneos: el Bautista y Jesús. Quiere significar la grandeza de Jesús sobre Juan Bautista. Se nos menciona que Juan crecía y se desarrollaba y que Jesús también, hay un paralelismo entre las dos figuras. Juan es extraordinario, pero Jesús más (Jesús es el Hijo de Dios). Hay un momento de encuentro en el vientre de las madres (Isabel y María), un salto de gozo, dos cánticos, Isabel brevemente y María ya largamente en el Magnificat, dando gracias a Dios por sus obras en la historia de la salvación.

El templo juega su papel en Lucas, Jesús a los 40 días se presenta en el Templo al Señor, y un profeta Simeón y Ana, profetisa, anuncian el destino del niño. Se salta 12 años y volvemos al Templo en el pasaje en el que Jesús se pierde. Pero es que al inicio del evangelio se nos relata a Zacarías en el Templo, y al final, los discípulos marcharán también al Tempo. Todo empieza y termina en el Templo en el evangelio de Lucas. Quieren transmitir una teología sobre Jesús, con dos planteamientos y hechos distintos adjudicados a la infancia de Jesús.

lunes, 17 de diciembre de 2018

LUCAS 10. COSECHA ABUNDANTE

  LUCAS 10, 1- 9Después de esto, el Señor escogió a otros setenta y dos para enviarlos de dos en dos delante de él a todo pueblo y lugar adonde él pensaba ir. «Es abundante la cosecha —les dijo—, pero son pocos los obreros. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que mande obreros a su campo. ¡Vayan ustedes! Miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven monedero ni bolsa ni sandalias; ni se detengan a saludar a nadie por el camino. »Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz a esta casa.” Si hay allí alguien digno de paz, gozará de ella; y si no, la bendición no se cumplirá. Quédense en esa casa, y coman y beban de lo que ellos tengan, porque el trabajador tiene derecho a su sueldo. No anden de casa en casa. »Cuando entren en un pueblo y los reciban, coman lo que les sirvan. Sanen a los enfermos que encuentren allí y díganles: “El reino de Dios ya está cerca de ustedes.”



El pasaje se enmarca en un tiempo y una cultura muy determinada, el evangelista usa recursos y ejemplos del momento en que ocurrieron los acontecimientos y a nosotros, hoy, muchas de estas situaciones que se escriben en los evangelios nos resultan distantes, lejanas, incluso incomprensibles. Nos separa la historia aunque nos une la fe y del Cristo histórico al Cristo interior se suceden los siglos y las interpretaciones, las unas enriqueciendo a las otras. Todo ello en el seno de una comunidad distinta según el territorio en que se viva esa experiencia de Jesús. El evangelio de Lucas, como los demás, recoge en escritura una tradición oral que fue transmitiéndose de unos a otros hasta llegar al editor del relato, que una vez compila todos los datos, escribe toda esta relación de acontecimientos que vienen a resumir una idea determinada en Jesús, constituido como Reino de Dios y como esperanza a los seres humanos.

La idea figurativa de Jesús, aun siendo la misma, se presenta en muchas formas de entendimiento según el autor o los autores. Existe el reflejo de Marcos, de Juan, de Mateo, de Pablo, de Lucas y de los diversos autores de los textos, que han querido transmitir una experiencia de fe definitiva como testimonio de la voluntad salvífica de un Dios que, en esencia, se revela para amar, perdonar y para liberar. Los ejemplos que se usan o las situaciones que se representan, en ocasiones, no llevan a expresar el 100% de un momento histórico cierto, más bien conducen a un reclamo existencial con el que quieren participar cada uno de ellos a sus respectivas comunidades o conjunto de comunidades. De ese modo, en los evangelios, se sucede la historia y la intención conjuntamente. La intención del autor humano se une a la intención del autor divino y ambas son inseparables.

Así nos encontramos con un pasaje como el de hoy, un relato que podríamos espiritualizar de muchos modos: poneos en camino, rogad al dueño de la mies que mande obreros a la mies, como corderos en medio de lobos, está cerca de vosotros el Reino de Dios… Aunque también podríamos no hacerlo y leer este pasaje como la transición de un momento a otro dentro del suceso de Jesús y sus discípulos. Es decir que, como cada día, podemos llevar esta palabra, o no, a nuestro corazón y dedicarnos a meditar cómo está bajo la perspectiva de un texto del evangelio.

Sea como fuere, sirva o no para mirar nuestro interior, que sea palabra no quiere decir que sea cierto. El texto es susceptible de muchas cosas, entre ellas de ser construido por el autor definitivo, no por Jesús. Pero la obra espiritual, lo que el texto transmite y cómo lo acojo en mi corazón sí que es susceptible de verdad y me conduce a ella. Es entonces cuando trabaja en mi la obra regeneradora de Dios en Cristo y cuando la experiencia de Jesús se hace vívida, independientemente de los trances históricos.

Hoy atiendo que el evangelio no siempre permite una experiencia piadosa a mis situaciones, no siempre trasciende hacia lo espiritual porque también depende de mi percepción, de mi estimulación y de cómo acojo, o no, la palabra. Sea como fuere no hay que perder la intención del texto, que por un lado es humana aunque por el otro sea divina.

domingo, 16 de diciembre de 2018

MATEO 1, 18. SAGRADA FAMILIA

 MATEO 1, 18 – 24La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: «Dios con nosotros.» 


El episodio de Belén nos deja muchas imágenes, entre ellas dos que son muy humanas: en primer lugar hay un nacimiento y, en segundo lugar, Jesús es ahora un niño pequeño, que necesita del calor de sus padres y de su sustento. Acostumbrados que estamos a hablar de este Jesús grande, que obra milagros, que enseña y predica, que hace milagros y que tiene la fuerza suficiente como para cargar con la cruz, estamos ahora ante un pequeñuelo que, como todos a su edad, tiene una total y absoluta dependencia de sus padres. Este mismo niño, de alguna manera, también depende cada navidad de nosotros, pues como padres y madres que somos, acogemos la Buena Noticia en el corazón para que cada año nazca en nosotros ese mismo milagro de Belén.

Como ocurrió en el nacimiento, y con María y con José, de este nacimiento no hay gran eco, no llega a ser conocido por muchos, pero entre ellos hay gran gozo. Igualmente, los principales testigos de cuanto ocurre en nuestro corazón somos primeramente nosotros, a veces no llega a saberlo mucha gente, pero para nosotros es motivo de alegría. Gozo que después repercutirá hacia afuera, en el entorno, con los nuestros, pero que en el momento de nacer es también como un pequeño pesebre, entre Dios y nosotros.

La navidad es un misterio, y en el nacimiento de Jesús hay un misterio de fragilidad. ¿Han sujetado a un recién nacido alguna vez?, es tan frágil, tan pequeño… Pues como este recién nacido así Dios viene a la vida, a nuestra vida, para decirnos que quiere que nosotros lo cuidemos también (pues no sólo será Dios quien cuide de nosotros). Habrá que darle amor, habrá que darle de comer, habrá que ayudarlo a crecer porque quiere estar con nosotros, quiere vivir en nosotros y quiere que aprendamos a buscar esa relación de Amor que forja todo nacimiento.

Y no se preocupen, que en ningún caso Dios va a pedirnos que seamos unos padres o unas madres perfectas, sino sólo que tengamos esta capacidad de acogida al recién nacido, como de sujetarlo entre nuestros brazos, amándolo, cuidando de Él.

Deseen pues esta paternidad, o esta maternidad, deseen coger a la criatura, cuidarla, alimentarla, abrazarla… es algo muy especial que nos concede Dios a sus criaturas, poder acoger al Creador y al Salvador en un tiempo que no sólo dependemos de Él, sino Él también de nosotros.

MATEO 1. JESUS

 MATEO 1, 1 - 8Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naassón, Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David. David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abiá, Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías…



La genealogía de Jesús nos quiere conducir en los evangelios de Mateo y Lucas a dos orígenes diferentes, pero importantes para cada comunidad. La mateana nos conduce a David, el Rey, mientras que la lucana nos lleva directamente a Dios, el Padre. Son recursos teológicos, elaborados para destacar algún aspecto determinado de sus evangelios. Y así como la genealogía quiere también dejarnos un origen, un punto de inicio, un rastro de descendencia… ¿nos hemos parado a pensar cuál es la nuestra como cristianos? Claro, no por consanguinidad sino por fe, y veríamos qué variopinta es esa línea que nos comunica con el inicio y también seríamos espectadores de una sucesión que traspasa los límites de nuestra propia sangre, abriéndonos a la universalidad y a la diversidad de amigos, hermanas, amadas y amados que han colaborado a forjar este árbol de la fe que finalmente conduce a Dios, por Cristo.

Yo recuerdo amuchas personas importantísimas que elaboran esta genealogía, y podría decir que, aunque no teológicamente, sí responde a criterios de amor, porque gracias a todos ellos y a todas ellas, de un modo u otro, recibí una oportunidad para la fe. Diré, también, que como los grandes nombres de los evangelios, ellos y ellas son los nombres en mayúscula del mío propio, pues todos trajeron esa Buena Noticia, que también es el Evangelio. Por tanto, vivo como heredero de la fe de muchos que ha ido interpelando a mi vida, reescribiéndola día a día con letras de gracia, con frases de amor.

Quisiera ser muy breve hoy, pues sólo quiero lanzar esta posibilidad para que todos reflexionemos hoy, o traigamos a nuestra memoria (y a nuestro corazón) a quienes, de un modo u otro, forman parte de nuestra línea más especial, que es la que nos comunica en Dios a personas de toda índole, edad, pensamiento, posición, raza…

Nuestra historia es universal, y puestos a reflexionar es una historia de unión, porque a través de muchos somos también hijos de Dios, nacidos en Cristo, a quien llegamos por una amistad, por una palabra, por un familiar…o hasta por un desconocido, que también lo hallamos allí, entre los nombres de nuestra genealogía.

sábado, 15 de diciembre de 2018

LUCAS 3. QUÉ HAREMOS?

 LUCAS  3, 1 – 6En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:  Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas;  todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos.  Y todos verán la salvación de Dios.


Mucho podríamos decir, o se ha dicho ya sobre el pasaje de este que grita en el desierto. Para nosotros, hoy, y viendo cómo estamos en este mundo del siglo XXI hay una lectura interesante, porque no dudo (ni por un momento) que en muchos casos estamos atravesando una situación de verdadero desierto. Desierto en cuanto a alternativas, trabajo, terrorismo, energía, derechos fundamentales… un desierto que se prolonga en el tiempo para muchas personas y que, en estos últimos días, se ha incrementado a causa de los conflictos armados y la problemática de las fronteras. Claro, desiertos también porque de algunos de esos conflictos ya nos hemos olvidado por completo.

Pero para cada desierto hay una promesa que llega a nuestro corazón en forma de alguien que grita, que avisa, que alienta, que transmite. Una voz en medio de un desierto no pasa desapercibida, es como un bálsamo que llega a lo más recóndito de nuestro ser cuando éste se ha apagado, o vive desanimado, o pasa por un período de sequedad. También en la sociedad, porque en mitad de este desierto de las mismas cosas, del conformismo, de las desigualdades, de guerras… una voz que clama es valentía, sorpresa, anuncio, agitación, acción. Algo irrumpe entre el silencio y la arena, una voz, un clamor, un deseo para que la cosa cambie, para que llegue un momento de reflexión, para que alguna cosa empiece a cambiar…

El Bautista simboliza en este desierto la voz de la disconformidad a lo que el mundo le plantea, a la vez que la verdadera alternativa para que un cambio sea posible (un cambio real en el corazón del ser humano). Y cada año, por estas fechas, se nos hace un llamado, o se nos recuerda que en medio de cualquier desierto tenemos la oportunidad de escuchar esa misma voz, la voz del profeta que viene con una Palabra con capacidad de transformación. ¿Y no es lo que el mundo necesita?¿No es lo que necesitamos todos? Cuando la vida no es una continua transformación, cuando nuestra vida no es un cambio, cuando nos estancamos o cuando pensamos que estamos bien, atravesamos un desierto, hemos dejado de escuchar la voz.

Hoy tenemos una nueva oportunidad para volver en sí, para darnos cuenta de que aquello que parecía un ruido distante, como algo inteligible, en realidad es la voz de un profeta, que nos avisa, que nos busca, que nos quiere decir algo y que, además, nos habla en nuestros desiertos. Hay una posibilidad para el cambio, hay una necesidad para el cambio, hay un deber para ese cambio y hay que hacerlo, hay que transformar el corazón, la vida, nuestras relaciones y las del mundo… hay un llamado a la conversión.

Todo desierto puede convertirse en vida, aunque para ello debemos estar atentos, porque aun cuando parece que no pudiera escucharse nada, atención! Que un grita en el desierto.

viernes, 14 de diciembre de 2018

MATEO 17, 10. HIJO DEL HOMBRE

 Mateo 17, 9 - 10  Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.» Sus discípulos le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?» Respondió él: «Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos.» Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista.


A lo largo del año muchas veces nos encontramos haciendo oración por multitud de motivos. Me gustaría lanzar uno más que, lejos de pretender quedarse ahí en el bulto piadoso, querría que resonara con fuerza en nuestro corazón: es la oración por la vocación fundamental del ser humano a ser feliz. Además a serlo independientemente de su condición religiosa, social o sexual, por ejemplo, pues siendo el ser humano una expresión tan plural, aprendamos a verlo desde su composición integral, sin dejar que ni los fantasmas, ni los condicionantes, ni la fama, ni la miseria, ni el qué dirán sean factores que nos limiten esta visión.

Sólo, sólo de este modo vamos a ser partícipes de la más grande transfiguración del ser humano, que ya no necesita de un Tabor, ni de vestiduras blancas, ni de la presencia de grandes profetas… sino que precisa un corazón dispuesto a convertirse al deseo de Dios, que la persona viva.

Ya que entramos en un tiempo de adviento, que es en definitiva un tiempo de acogida, tengamos presente aquella que más cuesta, que más dificultades encuentra y que menos en cuenta tenemos en la mayoría de veces, que se refiere al ser humano.

Tengo por presente que la graciosa acogida de Dios no es como la nuestra, tampoco como la de la Iglesia. Su acogida amorosa no distingue, ni hace prescindir, ni contiene nada más que amor. Dios dignifica, no deshumaniza. Dios ama, no condicona. Dios, que abrazó a la humanidad en Cristo, es quien nos muestra el camino en este adviento del siglo XXI.

Que podamos adoptar esta intuición del Trascendente y verterla hacia los límites de la sociedad, de la autoridad, de la economía, de la enfermedad….

jueves, 13 de diciembre de 2018

MATEO 11, 16. ESTA GENERACION

 MATEO 11, 16 – 19: «¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: “Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado.” Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Demonio tiene.” Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores.” Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras.»


Parece mentira como a los cristianos se nos ha dejado de tildar de muchas cosas, ahora atravesamos un momento histórico en el que pasamos con más pena que gloria, a pesar de que hay algún reflote. Ser cristiano hoy es como beberse un café, terminados en cuestión de minutos. Sonamos a antiguo, como si estuviéramos llenos de polvo; a moralistas, como contrarios a la ciencia y a la cultura; a obcecados, porque no podemos responder a las necesidades del ser humano... Caramba!! ¿Y por qué no hacemos para que vuelvan a llamarnos Comilones y bebedores?

Me explico. Hoy ser cristiano necesita tanto una pizca de transgresión como un mucho de novedad. Son, paradojicamente, características bien presentes en las Escrituras. Lo fue Ezequiel, Jesús y, también, los discípulos. Cómo no lo somos nosotros ahora? Es más el entramado económico y político que lo fue el Imperio Romano? No corren tiempos más favorables? Más avances, cultura, acceso a Dios? Nos preocupa el laicismo? Demos gracias que vive este tiempo que no está sino para despertarnos, sacudirnos y atizarnos ahí, donde más duele.

Hoy tanto se toca flauta como se nos plantean endechas, sólo basta mirarla actualidad. Cuál es nuestra respuesta? Nuestro baile? Nuestro llanto?

Cómo me gustaría vernos denunciados, perseguidos, atribulados... Qué gran navidad sería encontrarnos en campaña, haciéndonos escuchar, movi

miércoles, 12 de diciembre de 2018

MATEO 11, 11. MAYORES Y PEQUEÑOS

  MATEO 11, 11 – 15«En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga.


No hace falta mirar mucho más allá para darnos cuenta de que todavía, hoy, se sigue haciendo violencia contra el Reino de los cielos, si entendemos el Reino como algo que ya está sucediendo en la Tierra y que mucho tiene que ver con el ser humano y con su libertad, su dignidad, su bienestar… Si es tan fácil vulnerar la vida, cuánto más lo será hacerlo contra este Reino, que no todos llegan a ver (o a comprender). ¿No es fácil hacer violencia contra la música, contra el amor, contra la poesía? Tan fácil como hacer violencia al Reino de Dios, que sólo vemos a través de los ojos de la fe, o a través de los ojos del corazón. Y no es sólo por cuestión de estética sino porque los poderes y sus influencias miran con otros ojos, con una mirada más turbia, menos amable, distante y que desprecia.

Nuestro cometido es el de luchar para que el Reino sea una realidad instaurada en nuestro mundo, en nuestro tiempo, entre nosotros. Jesús nos dice que el Reino ya ha venido tratándose de instaurar por mucho tiempo, ahí tenemos el testimonio de los profetas, pero que siempre ha encontrado focos de rechazo, situaciones que se han hecho finalmente con la esperanza y que lo han quebrantado. Pero no sólo a los profetas, sino que el Reino que instaura Jesús también topa con señales de incomprensión y, finalmente, con la aparente derrota de su actividad evangélica. Y es que nadie dijo que acercar a la humanidad la propuesta de Dios sea cosa fácil, porque aun promoviendo libertad o amor, el mundo también genera violencia, y la violencia forma parte de nuestras vidas, como una fuente más de la que también bebemos.

¿Podemos luchar violencia con violencia? No, desde luego. Con la violencia sólo hemos conseguido apartar a la sociedad de Dios, pues muchos son los que viven apartados de la Iglesia han sido también violentados. Cuántos colectivos viven apartados de la eucaristía, de la comunión, de la comunidad porque sus vidas no son conforme a lo que se nos dice, ¿no es eso violencia?¿Así queremos acercar el Reino?¿Qué clase de Reino vivimos, o instauramos… el Reino de los hombres, o el Reino de Dios?

Me sorprende ver cómo este Cristo que fundamenta la paz entre pueblos, entre realidades celestes y terrestres, entre Dios y el ser humano, pueda ser motivo de violencia (de unos y de otros). ¿No nos estamos equivocando?¿No es tiempo de volver al Jesús de la paz?

Hay que empezar a construir puentes, quizás a tirar aquellos que ya tratamos de utilizar porque no sirven, porque se caen a pedazos. Tendamos entonces nuevas formas de conexión entre estos dos mundos que viven alejados por este mar de conflictos que nos azotan, forjemos puentes de comunión, de comprensión, de entendimiento, de colaboración, de aceptación, de acercamiento, de celebración.

No quiero seguir celebrando la vida sin todos estos hermanos y hermanas a los que se fuerza a vivir alejados, por el motivo que sea (o porque aborten, o porque estén divorciados, o por su opción sexual…). No quiero pensar que tengo puesta la fe en un Cristo dividido, o de un Cristo normativo, o de un Cristo obsoleto, inhumano… No quiero que mi fe sea estéril. Quiero vivir agradeciendo a cada persona su unicidad, su autenticidad, su vida, su particular y glorioso reflejo de Dios, y no quiero perderme ninguno, quiero poder ver todos los colores, y a Cristo en el fondo de ellos, feliz, alegre, sonriendo.

martes, 11 de diciembre de 2018

MATEO 11, 28. VENGAN A MI



  MATEO 11, 28 - 30: »Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.»


La clave de lectura mateana en este pasaje nos evoca al precepto del descanso sabático incluido, anteriormente, en la ley mosaica. De hecho, Mateo hace continuas referencias a la Ley de Moisés y sus preceptos para mostrar al lector que Jesús es el Legislador definitivo. Uno capaz de superar la ley del Antiguo Testamento en el sentido de su autoridad y con sumo respeto hacia la ley del pueblo dada por Dios. En este pasaje, si el Dios de la creación descansó de su obra y la vió buena, Jesús ofrece ese mismo descanso a quienes devienen discípulos de su nueva Torá.

Aquel que es bueno según las Escrituras sólo puede ser Dios, como bien recuerda Jesús al joven rico cuando le llama “maestro bueno”. Aquel que es humilde, o manso, o pobre… trae el inmediato recuerdo de las bienaventuranzas del Sermón de la montaña del mismo Evangelio. Hay, en este pequeño pasaje, una cristología profundísima que el autor va a ir desglosando a lo largo de su obra.

En cierto modo, este breve pasaje, tiene algo que ver con la situación descrita en el relato de los primeros padres, Adán y Eva, quienes con la expulsión del paraíso fueron privados del descanso, de la paz y de la armonía de lo creado. Jesús, en cierto modo, parece que devuelve, o quiere devolver, a la creación aquel estado primero en que todo era armonía. Algo que también los profetas del Antiguo Pacto evocarán en sus cánticos del Mesías esperado, aquel que traerá la luz a Israel.

Podríamos verter actualidad, pero hoy me pareció más interesante dar una clave de lectura para estas tres líneas que, como vemos, desprenden una profunda y onda teología. Un texto con el pasar algunas horas de meditación y estudio.

viernes, 7 de diciembre de 2018

MATEO 9, 27. SI, SEÑOR

 MATEO 9, 27 – 31Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?» Dícenle: «Sí, Señor.» Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe.» Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!» Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca. 


Caminamos ya imparables hacia las fechas que anuncian el nacimiento, sea o no sea, de Jesús, pero vamos a hacerlo como lo hicieron los evangelistas, de lo primero a lo postrero, o desde la Pasión y Resurrección hasta el nacimiento. Y vamos a hacerlo así porque la lectura que realizaremos en estos próximos días debe encuadrarse en una opción de vida, y de vida nueva, como la de estos ciegos que recobran la vista, que no es un sentido cualquiera. Es decir, que comprendiendo que los evangelios quieren mostrarnos al Resucitado, al Cristo, podremos entender mejor por qué aparecen estos ciegos necesitados de vista, de una mirada diferente que será desde los ojos de la fe.

La consecuencia de la resurrección será la misma consecuencia para estos personajes, sentirán una imperiosa necesidad de proclamar lo que ha pasado, que hay una fe nueva que no puede verse a través de los ojos del mundo sino que necesita de una obra sobrenatural para comenzar a comprender la realidad un poco más acorde con la mirada de Dios, que es una mirada de compasión hacia una humanidad en muchos casos ciega. Por ello, al grito de ten piedad de estos ciegos, podemos unir la actitud de aquel publicano que se golpeaba en el pecho, o de aquel centurión que dice: no soy digno que entres en mi casa. 

Pero la intención de Dios, de Jesús, ya es entrar en nuestra morada, en nuestra habitación interior. Ya saben que no somos dignos, que no vemos bien, y que al día muchas veces terminamos golpeándonos el pecho… La obra de Dios es que Cristo viene a hacer piedad con nosotros, no porque lo merezcamos sino por amor, y por ese mismo amor nos quiere enseñar una mejor forma de estar, de vivir, de relacionarnos con el mundo, la naturaleza y las personas. ¿Acaso puedo decirte yo indigno cuando tan siquiera lo soy yo?¿O puedo negarte la gracia cuando para mí ha sido un regalo?

Querría alzarme y gritar a las instituciones: tened piedad de nosotros. A la Iglesia, por cuanto deja fuera de la comunión a muchas personas, a muchos corazones; al gobierno, en tanto vive enclavado en el factor económico y no en el social; a los servicios, en tanto tantas personas han dejado de recibirlos (sanidad, agua, luz, gas…); a las potencias, en cuanto su mediación no sirve de nada; a los bancos, a quienes poco importa nada. ¿No hay piedad para nosotros en este mundo?¿Acaso la piedad sólo puede venir de arriba?
La piedad es un elemento que se vende caro en el día a día, pero que se sigue regalando desde el cielo. Necesitamos entender las Escrituras desde la resurrección, porque para este mundo necesitamos una mirada nueva.

Quizás mañana vaya a ventanilla y le diga al cajero: ten piedad; o me presente en Enher y también les diga: tengan piedad. Quizás me tomen por un loco, quizás me desprecien, quizás todavía se rían… Sin piedad en navidad volvemos a ser como José y María, que no encuentran su lugar en la posada y tienen que terminar acogidos entre las bestias.

Cada día hay un belén en algún lugar de nuestro mundo, de nuestra ciudad… porque las instituciones, los gobiernos, la banca, nos dice que no hay lugar en su posada.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

LUCAS 10, 25. ESCRITONEN LA LEY

 Lucas 10, 25 - 37: En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»  Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»  Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»  Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»


Viendo la actualidad diría que faltan samaritanas y samaritanos. Corrijo, bien es cierto que el mundo está lleno de samaritanos que corren al auxilio de las personas, que se preocupan por el prójimo, que tienen cuidado del mundo y de los seres humanos, que gastan su tiempo, su sueldo, sus fuerzas por amor y gracias, de verdad, que existen porque hacen que el mundo en el que vivimos sea, día a día, un poco mejor. Pero también es cierto que faltan muchas, muchos, samaritanas y samaritanos para que esta vida de solidaridad continúe y no se agote en aquellos que ya hacen su servicio a los demás. Es necesario promover esta actitud, es urgente educar a las personas para el auxilio, es primordial que cualquier sociedad tenga mecanismos de ayuda social, económica, ecológica… Debemos rendirnos ante la evidencia: hay que volver a la misericordia.

Soy muy crítico con la política de nuestro tiempo porque es la que nos toca vivir, es un poder deshumanizado, que valora por encima de las personas a los grandes intereses, que utiliza el poder para pasar de largo de las muchas problemáticas que hay en la sociedad. Hoy niegan la opción a sacar adelante la ley de pobreza energética, hoy se prima a las energéticas, se cobra la luz o el agua a precio de oro, existen hospitales públicos sin los medios para paliar el calor del verano, se salva a los bancos y a los equipos de fútbol… judicialmente se favorece a la monarquía, no se persigue el gran fraude, se permite la fuga de capital, se esconden las cajas B… tan siquiera conocen qué vale un café a pie de calle y nos quieren decir que conocen las dificultades con que vive el ciudadano, mentira! Nuestra política, a elegir, puede ser el sacerdote, el levita o incluso los bandidos, que también hay muchos.

Entonces, qué nos queda a los que procuramos algo mejor para nuestro pequeño mundo. El Papa Francisco dijo que se necesitaba a una Iglesia que fuera un hospital de campaña, pero también necesitamos a una sociedad que quiera ser posada, o posadero. Está bien que se quiera implicar a la Iglesia en la reconstrucción de la humanidad, pero también hay que edificar lugares de paz entre ciudadanos, abrir casas, acoger a personas, situar espacios de bondad en medio del mundo del consumo… El que pueda ofrecer una habitación, que la ofrezca, el que pueda abrir una posada, que la abra… y el que no tenga medios ni para una, ni para otra, que abra su corazón, que también es un precioso lugar que permite vendar heridas, curar y pacificar las situaciones.

sábado, 1 de diciembre de 2018

LUCAS 21, 34. ORAD EN TODO TIEMPO

 LUCAS 21, 34 – 36: «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.»


He leído estos días un artículo de Xabier Pikaza, “causas y consecuencias del clericalismo”, en el que hace mención al sacerdocio laical como la forma de servicio de Cristo en contraposición con el orden ministerial que, dice, parece más propio de instituciones cultuales del pasado que justificaron, quizás necesariamente, un momento histórico.

El Pueblo de Dios lo formamos todos los creyentes que, con el bautismo, pasamos a formar parte del Cuerpo de Cristo. Esta perspectiva, que nos pone a todos en camino de un sacerdocio mesiánico como comunidad, aboga por invertir el orden de jerarquías tradicional y debería bastar para impulsar la acción de todos los creyentes a favor de la evangelización. Como dijiste en clase, para que viéndonos puedan llegar a desear conocer al Cristo.

Estamos en un tiempo en el que las iglesias deben sentirse comunidad humana y en la que es de rigor quebrantar cualquier tipo de clericalismo que haga pensar en que unos están por encima de otros, o que unos tienen mayor presencia que otros.

La idea de volver a Cristo, de volver a la evangelización, del amor a través del testimonio, de la solidaridad entre personas son temas que, hoy en día, están presentes en la conciencia de unos fieles que se sienten identificados con esta Iglesia más humana, cercana, entregada, que sirve y está en misión. El corazón de la comunidad, que se celebra en la eucaristía, parte de la vida compartida en lo cotidiano, a través del testimonio (sea Caritas, sean Radares…), por medio de la pedagogía (catequesis, grupos de lecturas bíblicas, grupos de encuentro…)… Vivimos en un tiempo en que las acciones y gestos han recobrado importancia y que, de ese modo, terminan por acercarnos a lo que debió ser la vida de Jesús tal como la narran los evangelistas.

Nuestra posibilidad más inmediata parte de la creatividad con la que funcionemos como Iglesia y como comunidad creyente. Quizás mirando, atónitos, como el mundo ha vuelto a cogernos la delantera. Sólo hace falta ver como el marketing se sirve de valores para captar consumo. ¿No podría haber hecho esto mismo la Iglesia? Si en definitiva los valores que se proponen son los nuestros. Qué digo los nuestros!? Si incluso podríamos ofrecerlos mejor bajo la premisa del amor.

A este respecto no puedo dejar de pensar en Lucas_16:8, cuando se nos dice aquello de que “El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz”.

Aprendamos pues de las herramientas que tenemos, de la presencia gratuita del Espíritu que ya está en todas las situaciones de la vida, las veamos o no. Deseemos proclamar, amar, servir, dedicarnos, incluso desgastarnos hasta perder los talentos porque Dios nos los volverá a dar si por amor los perdimos. Que podamos decirle al mundo: se ha acabado tu tranquilidad.

viernes, 30 de noviembre de 2018

MATEO 4, 18. VENID CONMIGO

 MATEO 4, 18 - 23Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.» Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron. Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.



Lo más precioso de la vida, aquello que puede darle pleno valor, es sentirse llamado a… Claro, en nuestro caso diremos que es el llamado de Cristo el que nos abre las puertas de la fe, y de la vida cristiana, pero en todos los ámbitos y religiones existe también un llamado, que es universal, porque en definitiva, aunque con distinto nombre, aquello que nos llama viene a ser la misma cosa. Quizás alguien se siente llamado por la vida, otra se siente llamada a ayudar, otro siente el llamado del amor y aún alguna siente un llamado a la maternidad… Que seamos llamados nos indica que alguien (o algo) nos llama, y esta es una prueba innegable de la trascendencia, que existe, que sentimos, que nos acompaña, que nos conoce y que quiere sernos cercana.

Cada cual puede poner un nombre, una creencia, una espiritualidad, un camino… pero todos convergemos en el llamado a… que es como el sentido de nuestra vida, la respuesta a la pregunta ¿Para qué estamos aquí?

Bien, que lindo para nosotros entender que desde siempre somos llamados a la libertad y al amor. Somos llamados como estos discípulos a favor de la humanidad, para liberarla de este mar de problemas por el que muchas veces se tiene que navegar y que es inexcusable, y que nos somete. Ser pescadores de hombres es un llamado a afrontar estas dificultades con nuestros semejantes para, de algún modo, traerlos a la orilla, a tierra firme, darles descanso y comida (que sería libertad) y la oportunidad de que siendo libres puedan elegir qué quieren hacer, cómo quieren vivir… Y ese es el llamado universal que hace Dios, que aquello que Él creo en libertad recupere su estado auténtico.

Pescar hombres no significa necesariamente llevar a las personas a Dios, aunque también. A las personas sólo hay que liberarlas. Si después deciden que se quedan con Dios, con Cristo, con nosotros, será fantástico, pero si deciden que no, que nuestra propuesta no les interesa que también sean libres para decirlo, porque Dios no quiere obligar a nadie a seguirlo, a ser cristiano, sino que desea ver al ser humano viviendo en libertad, feliz, porque en esa felicidad también hay expresión del Padre.

Dejemos que cada cual elija, pero procuremos que todo el mundo tenga esa capacidad de elegir libremente, sin sometimientos, sin presiones, sin lazos, sin prisiones. De la oscuridad a la luz admirable hay un camino muy intenso de transformación, pero jamás de obligatoriedad. Podemos llevar a las personas a descubrir esa luz, pero no podemos sujetarlas para que la acepten como nosotros la entendemos.

Vencer al mal que oprime es la prioridad, y después veremos y aceptaremos, porque nuestro llamado no es a una etiqueta sino a la vida.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

LUCAS 21, 12. LA VIDA DE UNA PERSONA

  LUCAS 12, 15 – 21Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes. Entonces les contó esta parábola: —El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. Así que se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha.” Por fin dijo: “Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida.” Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?” »Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios.


El evangelista nos enseña hoy sobre la importancia que tiene compartir las cosas, mas si entre estas cosas están: la vida o la fe, porque ni la vida, ni la fe, tienen un carácter de egoísmo sino que, partiendo del Padre, son entregadas para la humanidad y en beneficio de la humanidad. El aspecto relacional que identifica a toda persona puede ilustrarnos más perfectamente en cómo para que algo pueda llegar a ser “pleno”, o completado, debe no sólo forjarse en nuestro interior sino que, además, luego debe proyectarse hacia afuera. Así, cualquier signo de transformación, de crecimiento, de bondad… sólo se hace visible a través de las obras, que son los signos externos de la obra de Dios en nosotros.

¿Qué ocurriría si hoy reclamaran nuestra alma? La intención del evangelista va ahora mucho más allá de prevenirnos sobre la avaricia o el egoísmo, pues nos llama a atender hacia los fundamentos de nuestra vida. ¿Vivimos según al evangelio?¿Procuramos nuestro amor al prójimo?¿Somos como los que sirven? O quizás por el contrario hemos dejado de atender a las premisas del evangelio que, poco a poco, cayó en el olvido. La historia de hoy nos habla de un hombre como cualquiera de nosotros, que se alegra de su trabajo, del puesto que ha conseguido, de la casa que tiene, de haber pagado la hipoteca… Nos habla de un hombre arraigado a todo lo mundano, y que además sólo le servirá para sus años de vida. Pero… ¿y si enferma?¿y si muere? ¿Qué ocurrirá con su alma?

Podemos confiar nuestra vida a Dios, sabiendo que su misericordia y su gracia nos cubrirán en el día postrero, aunque el evangelista quiere llamarnos a prestar atención a esta vida nuestra de más allá, la que está tocante al cielo, la que nos abre a Dios. Somos mucho más que un simple cuerpo formado de tejidos orgánicos, músculos, huesos… y es que, en algún momento, el Creador infundió sobre nosotros su aliento de vida y fuimos. Y este ser de Dios también tiene que llevarnos a su cuidado, sea por oración, sea por amor, sea por la celebración. Claro que nos preocupan las cosas de la Tierra, del día a día, pero también nos preocupan las cosas del cielo y las cosas de Dios, por ello además de trabajar para ganarnos el sueldo, también trabajamos (aunque de otra manera) por amor a Dios. Por un lado tenemos que ganar dinero, por el otro también tenemos que ganar almas, que liberar almas, que procurar llevar o acercar el Reino. Así como hay un trabajo físico, también hay otro espiritual.

Podríamos acabar diciendo, que también somos responsables (en cierta medida) y ayudadores de Dios para que su voluntad, su Salvación, continúe llegando a cada persona, a cada ser humano. Si rehuimos de nuestra responsabilidad ¿no rehuirá luego Dios de nosotros? Bueno, yo entiendo que no, que tanta misericordia finalmente nos cubrirá, pero según nuestra lógica debería ser, por tanto: ¿Qué ocurriría hoy si reclamaran mi alma?

viernes, 23 de noviembre de 2018

LUCAS 20, 27. MISTERIO

 Lucas 20,27 - 40: En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer». Jesús les dijo: «En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».


Bíblicamente diría que Dios se interesa por los seres humanos para que lo conozcan a Él, por medio de Jesucristo, y conociéndolo tengan vida y vida abundante. Podríamos decir que Dios tiene el deseo de liberar al ser humano y de otorgarle una vida mucho más plena. Como diría Ireneo de Lyon: la voluntad de Dios es que el hombre viva y viva feliz (el hombre que vive es la gloria de Dios).
Es un interés gratuito y amoroso, como podríamos ver en la parábola de la oveja perdida. Es el deseo de una nueva humanidad, solidaria y fraterna. Dios se interesa por las personas porque para ellas es su Reino.

A pesar de que nosotros buscamos a Dios, y eso es innegable, lo cierto es que es Dios no sólo quien nos busca, sino quien nos encuentra. Los seres humanos somos buscadores, los hombres de fe también se dice que lo son, pero sin hallazgo no hay búsqueda que valga, así que es por Dios que podemos buscarlo y por Él que somos hallados.

La Escritura dice que Dios está continuamente dándose a conocer. Ese conocimiento viene a nosotros por medio de la fe, que desarrolla nuestros sentidos para descubrir a Dios en tantas realidades. La fe, esa vida por Cristo, permite el conocimiento y también el reconocimiento, pues será por medio del testimonio de fe de cada uno que puede hacer presente a Dios, acercarlo, mostrarlo ya sea en esperanza, paciencia, solidaridad, amor…
Hay otros medios de conocimiento, como la Escritura, la oración…

Dios es un misterio, es algo inabarcable para nosotros. Es imposible conocerlo en toda su altura, hondura, diámetro o anchura (como diría el apóstol Pablo). Es un misterio porque nos sorprende, porque trasciende y porque encierra todos nuestros interrogantes (el mal, la muerte…).

Hemos visto anteriormente que Dios está en todo y en todos. Hay autores como San Juan de la Cruz que invitan a la experiencia en la ausencia de Dios, otros que también llaman a esa experiencia como H.Bonhoeffer desde los campos de concentración.
Cuando Dios está presente parece que todo funciona, que hay alegría, que estamos a tope, que las cosas vienen rodadas y que nos es fácil la comunión y la comunicación.

En cambio, parece que cuando todo (o algo) falla es porque Dios está ausente: nos cuesta encontrar las palabras, parece que no hay sintonía y hasta podría pensar que es que Dios no quiere hacer su obra en el acompañante (claro, pensaría que en mí sí…error). Pero pienso que Dios en muchas ocasiones va a hacernos experimentar esa ausencia, porque no tenemos un Dios titiritero, que nos dirige, sino que Dios es gentil y respetuoso con nuestra libertad, libertad que necesita esa ausencia de Dios para seguir caminando.

La presencia se desea porque se siente, la ausencia también se siente, pero está más sola, más en un desierto. Si Dios está presente es un escenario estupendo para seguir trabajando y si Dios está ausente es una oportunidad para descubrirlo, o para que nos descubra.

Mi experiencia de fe viene de la ausencia de Dios en mi vida, y cada vez que lo he sentido ausente ha habido crecimiento. Claro, Dios siempre está presente, siempre, porque siempre es. Pero Dios también puede estar ausente, ausente en ti, dejándote espacio, dándote lugar.