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martes, 30 de enero de 2018

MARCOS 5, 21 HEMORRAGIA

 Marcos 5, 21 – 35: Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.» Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.»Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?» Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”» Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.» Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» Jairo era un principal del Sanedrín, los jefes de la Sinagoga. Doy de entrada este dato porque hoy quisiera centrarme en esta aproximación que hace uno de los poderosos al mensaje de Jesús o a la fe en Jesús. En Juan, de redacción mucho más tardía, encontraremos también el caso de Nicodemo y el de Lázaro, del que ya muchas fuentes llegan a afirmar que también fue uno de estos importantes que resucitaron a la fe de Cristo; parece que cuando el evangelio se dirige a los pobres, a los del poder poco les interesa si llega más o llega menos, si tiene más seguidores o no… Si el evangelio es una opción por los pobres a los ricos y poderosos tanto les da porque sus intereses están en otro lado. Al poder no le preocupan los pobres, al que reina sólo le ocupa reinar: “tu hija ha muerto ¿a qué molestar al maestro?”.


En la fecha de redacción de los evangelios sinópticos, anteriores al de Juan, se contaba que entre los redactores existía un miedo, creciente, a las consecuencias que lo que se escribía pudiera tener en el seno del Sanedrín. Nos encontramos en el ambiente de una comunidad judeocristiana que convive con un judaísmo que no reconocía a Jesús, incluso lo mató. Para superar este miedo a las consecuencias del mensaje de Jesús en el poder sinagogal deberemos avanzar hacia final de siglo y adentrarnos en la redacción joánica, capítulo 11: La resurrección de Lázaro, el momento en que el Sanedrín decide matar a Jesús.

¿Qué ocurre entre este pasaje y el relato de Juan? Que Jesús toca al poder y el poder se tambalea, porque acercarse a la fe de Jesús es aproximarse a los pobres, tocarlos, implicarse y procurarles aquellos medios que la sociedad gobernadora les dificultaba, controlando por medio de la religión y la hambruna lo que ahora ésta escapada de Jairo o Lázaro puede dejar de provocar. Mientras Jesús ha estado trabajando con los pobres todo iba bien pero ahora que los ricos quieren implicarse en la propuesta del evangelio al Sanedrín le entra el miedo y la simpatía por Jesús desaparece, a partir de ahí buscarán cualquier momento para entregarlo (para matarlo).

Esto ocurre en nuestros días en la mayoría de las dictaduras, aunque también ocurre bajo el escaparate de la democracia y es que a pesar de los siglos, de los cambios, de los avances y de la cultura, el poder cuando se siente acorralado también “mata” al que molesta. Mata, hace callar, miente, desacredita… Utiliza periódicos, televisión, congresos y se vuelca a formar una opinión pública huérfana de decisión. Tocar al poder, hoy en día, también cuesta caro y nos movemos en terrenos que a poco que se remueven hacen subir ese olor a podrido, a dinero sucio, a sangre.


viernes, 26 de enero de 2018

MARCOS 4, 35. SOÑAR ENTRE OLAS

 Marcos 4, 35 - 41: Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla.» Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!» El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»


Una vez, hace dos años ya, me dijeron que hay ocasiones en las que a Jesús hay que dejarlo dormir. Y hay que dejarlo dormir porque, de alguna manera, Dios ha puesto su confianza también en el ser humano. Es decir, que Jesús no viene a ser como una carta de misterio que podemos sacar cada vez que vienen las situaciones a nuestra vida, sino que Dios nos concede autonomía para que también sepamos solucionarlas nosotros mismos. Claro que Jesús prometió su presencia permanente, claro que tenemos la presencia de la gracia y claro que vivimos entre la actuación del Espíritu Santo, pero también tenemos que tener muy interiorizado que en la vida, también nosotros, debemos saber dar silencio.

Fíjense en cómo está el mundo, las cosas que ocurren, sus conflictos, sus tensiones, la falta de diálogo, o la exclusión, el clasismo, la xenofobia... ¿Acaso vamos a despertar a Jesús para que reprenda el mal en el mundo cuando también es algo que nos atañe a todos? Por supuesto que no. Cuando alguien dice que por qué Dios permite el hambre, la enfermedad, el dolor... podemos responderle con el trasfondo de este pasaje, que está en el ser humano la capacidad para reprender la tormenta, el viento huracanado, el hambre, las desigualdades... Quizás Dios venga a ser como ese Padre que espera a que sus hijos e hijas hagan lo debido, tomen las riendas de su vida, sus responsabilidades... Quizás haya un llanto amargo en el cielo, o quizás sea que el hombre y la mujer se han conformado, se han deshumanizado.

Por tanto, ¿no será que debemos, primeramente, despertar a la persona?

Despertemos! Cada uno despierte del sueño que lo atrapa, de ese sueño en el que lo más fácil es pedirle cuentas a Dios y estar aquí sin darle ayuda. ¿Acaso no necesita el Padre la ayuda de sus hijos y de sus hijas? Despierten, prosigan la lucha en favor de la humanidad, peleen la buena batalla contra la precariedad, la violencia, el dolor. Persigan la fe, pero persíganla con decisión, no como esperando que la gracia lo solucione todo, porque aquí no existe la magia y si alguna pócima, algún conjuro, algún encantamiento ayúdense para quebrarlo, porque quizás sí es que estamos hechizados, y ese hechizo nos haga dormir, incluso plácidamente.

¿Quiénes son estos que reprenden al mar y a las olas? Esta es nuestra premisa, la dirección de la comunidad, el deseo incluso de Dios. Pues son los hijos e hijas, los hermanos y hermanas de Jesús, aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra.

jueves, 25 de enero de 2018

MARCOS 4, 15. SERAN SALVADOS

 Marcos 16, 15-18: En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben...


Es tiempo, creo, de mirar la misión evangélica de los cristianos de un modo diferente a la que nos presenta hoy el Evangelio. Que hay que llevar adelante la instauración del Reino de Dios en cuanto Amor, Reconciliación, Paz y Solidaridad, estoy de acuerdo. Que tengamos que seguir hablando de salvación y de condenación me parece, cuanto menos, digno de revisión. Y aunque posiblemente esta discusión nos lleve a salir del Testamento, no veo infidelidad a la Palabra sino más bien una hermenéutica necesaria en este inicio de siglo.

¿Podemos atestiguar que el que se bautice será salvo? Podemos si nos referimos al canon, al catecismo y a los sacramentos. Pero ante toda la dogmática me plantean dos cuestiones: ¿qué seguridad tenemos de que tenga que ser así, de que no haya otros accesos? Y dos: ¿la salvación pende de un acto, de una ceremonia, de unos signos, o del amor incondicional de Dios?

En sentido estricto, cuando mantenemos que la salvación “proviene de” parece que alargamos, que hacemos perdurar, aquel axioma “extra ecclesia nulla salus”. Un referente histórico de la Iglesia que no marca tiempos antiguos sino que se prolonga hasta la actualidad. Una actualidad que sigue hablando en términos de clericalismo en una Madre que, de nuevo, huele a antigua, en su peor sentido.

No me gusta  ver personas que son sometidas en sus creencias o en sus esperanzas mediante la práctica en situaciones que suponen o habilitan para la salvación.
¿Dónde queda el Misterio? Tampoco me gusta que aún se defienda que es por la Iglesia el don salvífico, porque por ninguna Iglesia. Ni que se haga un uso instrumental de Cristo. Ni soporto ver como la Eucaristía queda reservada para una elite que excluye, excluye y excluye. ¿Son estos los signos de la salvación?

Qué es la salvación sino el sacramento del encuentro entre Dios y el ser humano.

miércoles, 24 de enero de 2018

MARCOS 4. ALCANZAR LO BELLO

 MARCOS 4, 11 – 13«A ustedes se les ha revelado el secreto del reino de Dios —les contestó—; pero a los de afuera todo les llega por medio de parábolas, para que »“por mucho que vean, no perciban; y por mucho que oigan, no entiendan; no sea que se conviertan y sean perdonados. »¿No entienden esta parábola? — continuó Jesús—. ¿Cómo podrán, entonces, entender las demás?



El apóstol Pablo escribió en su carta a los romanos sobre la evidencia de la presencia y la obra de Dios en la creación. Miren la naturaleza, la salida y puesta del sol, las abejas, los campos florecidos con miles de almendros en primavera… en todo se percibe a Dios, se huele podríamos decir, se contempla. Observando la maravilla de la creación, sus colores, sus sabores, sus olores, somos testigos de cómo se dibuja ante nuestros ojos la vida, cómo se desarrolla, incluso cómo algo muere para que surja otro. Espectadores de lujo de un escenario enorme que es impulsado por Dios; bien, no todos piensan así y algunos suponen una energía o procesos determinados en este impulso. Sea como fuere coincidimos todos en que hay algo que mueve la naturaleza porque no podemos permanecer pasivos a este devenir de transformaciones.

No todos, aun así, nos damos cuenta. Hay personas que caminan sin ver lo que hay a su alrededor, nada les interpela y viven centrados en su autogestión, ensimismados, cerrados a los estímulos. Hay otras personas que viven desde la enfermedad, capados por la medicación, adormecidos y sin poder gozar de la maravilla que sucede ante sus cansados ojos. También hay personas cuyo rencor y resentimiento les hace ver lo contrario, no pueden contemplar la creación porque ante ella se muestran violentos, todo les molesta, todo les enfada, nada está a su gusto. Las hay mezquinas, malintencionadas, para ellas el mundo no es un lugar extraordinario sino un escenario del que aprovechan elementos para hacer el mal, incluso las hay que la destruyen y así tenemos, por ejemplo, la deforestación… extirpando el pulmón de la Tierra. Podría seguir y seguir y seguir…

Todos estos son aquellos que por mucho que ven no perciben. ¿Podríamos llamarlos insensibles? Quizás sí, quizás errados, quizás sólo desorientados… El hecho es que existen, que viven y la vida no les aporta absolutamente nada que merezca un cambio de orientación. Mi experiencia personal es que de esta situación de enemistad con la vida se desprende una necesidad interior, como si pidieras auxilio en una voz tan baja que nadie te escucha, pero estás diciendo: socorro!! Deseas salir de donde estás pero no eres capaz de romper ese círculo vicioso que se llama comportamiento y que te lleva una y otra vez, te conduce, te inhabilita, pero tú deseas pararlo. Es este el gran misterio que el apóstol Pablo también en romanos dijo: queriendo hacer el bien no lo hago, hago el mal. Es el gran misterio y una enorme paradoja frente a la creación que quiere destruirla.

Es punible todo aquello que constituye delito, sí. Es motivo de ofensa todo aquello que supone un atentado contra la persona, también. Pero todo es susceptible de perdón y de amor. Aquellos a los que se les ha revelado el Reino pueden ofrecer una actitud de cariño, generosidad, entrega y atención a aquellos cuyos ojos no logran ver maravillas. Es una propuesta, pero intenten adoptar estas actitudes en su entorno más cercano, más íntimo. Abrir los ojos de los míos porque hoy quiero compartir esta puesta de sol junto a ti, y también mañana y al otro y al otro…

Ayuden a contemplar la belleza que nos rodea, la belleza natural y también la belleza del ser humano. No lo hagan pretendiendo que se crea en Dios, simplemente háganlo como gesto de Amor porque en el amor, en la sonrisa, en el afecto, en la ayuda, en la contemplación… se halla Dios. Liberar no es sujetar a una creencia, liberar es devolver la dignidad al ser humano.

martes, 23 de enero de 2018

MARCOS 3, 31. MADRE Y HERMANOS

 Marcos 3, 31-35: En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.» Les contestó: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?» Y, paseando la mirada por el corro, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.»


De las declaraciones de ayer del Papa, en las que pedía perdón respecto de su petición de pruebas en el tema de los abusos, nos viene al dedillo preguntar ¿quiénes son nuestra madre, hermanas, hermanos? Porque lejos de la intención del evangelista, hoy en muchas realidades la respuesta es obvia: mi madre es esa que esconde, rehúye, o niega, lo que hacen sus hijas y sus hijos. Y mis hermanas y hermanos todos aquellos que hacen corporación, que callan ante lo injusto, que otorgan o aceptan la comisión de delitos… Visto este Evangelio de hoy, más que hablar de la familia mesiánica hay que hablar de la Cosa Nostra.

Si voy un poco más atrás en el tiempo, en declaraciones de hace una o dos semanas) también del Papa), leo que se pide a los sacerdotes y demás que no se refugien en el clericalismo, que no actúen como funcionarios. Pero lo cierto es que estamos viviendo una oleada de clericalismo alarmante, sin ir más lejos en la ciudad de Barcelona. Sacerdotes que quieren reconocimiento, que dicen ser más porque tienen la potestad del altar… Grupos cada vez más prolíferos que entremezclan política y religión, que se mueven desde el tradicionalismo y que, además, favorecen la divinización del presbítero. Cómo van a hacer caso a las palabras de Francisco éstos que viven, entre la plebe, como pequeños dioses?

Y aunque podríamos seguir, y seguir, y seguir, ahora habrá que preguntarle, también a Francisco, quiénes son su Madre, sus hermanas y sus hermanos? Porque si se los pone a mirar, habrá que volver a pedir perdón, y mucho perdón.

lunes, 22 de enero de 2018

MARCOS 3, 13. COMPAÑEROS DE CAMINO

 Marcos 3, 13 - 19: En aquel tiempo, Jesús, mientras subía a la montaña, fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él. A doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios. Así constituyó el grupo de los Doce: Simón, a quien dio el sobrenombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, a quienes dio el sobrenombre de Boanerges –Los Truenos–, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Celotes y Judas Iscariote, que lo entregó.


Cuando se constituye un grupo, como este entre Jesús y los doce, se comienzan a entretejer relaciones, sentimientos, amistades y, sobretodo, amor. Así lo vivieron estos elegidos y así también lo vivimos nosotros cuando en la vida vamos conociendo a los que son compañeros de viaje, amigos y amigas que nos acompañan, nos escuchan, nos aman y comparten con nosotros esta bella experiencia de la existencia. Por tanto, este llamado de aquellos que hacemos nuestros compañeros tiene que ver con el deseo, no sólo de compartir la vida, sino de mostrar nuestra intimidad, nuestro corazón.

Después cada uno de estos amigos y amigas tendrá su caràcter, aquello que lo hace más propio, tendremos a personas que serán hijas del trueno y a otros que, también, jugarán este papel tan odiado de Judas pues, como en la diversidad de la vida, dentro de nuestros círculos habrá con quienes se tejerá una amistad duradera y profunda y con quienes nos cruzaremos episodios de ruptura, o malos entendidos. Aún con ellos, como nos enseña Jesús, y sabiendo que ocurrirá nuestro cometido es seguir amándolos, sí! Incondicionalmente.

Claro, alguien dirá que el amor (por cuanto es propio de cada uno) puede darse y quitarse, que hay veces en que dejar de amar está justificado, que si fíjate qué me han hecho, cómo me han tratado… Pero lo más propio del amor es que nunca deja de ser (como dirá el apóstol Pablo). Nunca se agota, siempre es fiel. Si creemos que no, busquemos en nuestro corazón la profundidad de la relación que me unía con éste o ésta que he roto, porque si siento dolor (y lo siento) es porque la vida nos liga al amor, y no al odio.

No podemos gustar a todos, no podemos hacer, pensar o actuar como a otros les gustaría, el mundo es un lugar de diversidad, de encuentro entre lo diferente, y ahí está lo extraordinario de todo y que, de nuevo, nos lleva a Dios: el mundo es un espacio de gratuidad y de acogida en el que, nos encontremos o no, todos somos compañeros, todas somos compañeras.

Cristo nos llama hoy a reconocer a la persona que tenemos al lado, a la que nos cruzamos por la calle, a la que se sienta en la otra mesa en la cafetería o a la que corre calle abajo para coger el autobús. Y nos invita a llamarla, a elegirla, a conocerla y a sumarla entre nuestros compañeros. Quizás no como uno de estos doce más íntimos, pero sí en cuanto hermano o hermana amada.

Que sepamos, en la vida, tejer grupo, familia, amistad.

domingo, 21 de enero de 2018

MARCOS 1, 14. LLAMADOS A LAS REDES

 Marcos 1, 14 - 20: Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.» Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él


En el evangelio de Marcos, la figura del discípulo tiene un papel fundamental y, junto a Jesús, cosntituye el núcleo más importante del mensaje de la Buena Noticia. No sólo necesitamos el mensaje de Jesús, sus milagros, sus gestos, su sacrificio... sino que también a todas esas mujeres y hombres que constituyen el grupo de seguidores del Cristo, los Hijos e Hias de Dios que descubren cómo en su vida, existe una vocación a este llamado de ser pescadores de personas. ¿Y qué conlleva este llamado? Pues además de lo que se puede decir, conlleva también un componente de apertura, de aceptación y una actitud generosa que no juzga al hermano o a la hermana que se halla como un pez, inmersos en el mar de la vida.

Claro, uno no puede embarcarse en esta aventura como pescador si cuando consiga llenar sus redes, después, se dispone a seleccionar lo que sirve de lo que no sirve, el que puede ser salvo del que no, aquel que tiene mejor disposición y el que no, el justo del injusto, echando nuevamente al mar al divorciado, al homosexual, a la lesbiana, al rigorista o al liberal... cosa que lamentablemetne, en muchos lugares, se viene haciendo y así logramos que los peces, cuando ven llegar las barcas y echar las redes, salgan corriendo, se escapen del lugar y esquiven los esfuerzos de los pescadores.

Después podemos preguntarnos dónde van nuestros esfuerzos, la dedicación... o dónde cae el mensaje, el consejo, la invitación... pues cuando llegamos a puerto, llegamos con las manos vacías y cada vez más cansados (y con menos recursos). Fíjense cómo están muchas parroquias, fíjense en las catequesis, o en los grupos de confirmación, o símplemente en quienes eligen a Cristo como modelo de vida. Y aún así, ¿Cómo es posible que sigamos eligiendo, seleccionando o midiendo la pesca? Parece que gran parte de la sociedad ha quedado destripada y devuelta al mar, como si tanto diera.

Creo en los esfuerzos que se hacen desde las sedes, desde algunas instituciones, desde grupos de personas conscientes de la necesidad de apertura, de acogida, de solidaridad, de celebración que hay en el mundo. Creo que, juntos, podremos volver a darle sentido a la importancia que para Marcos tiene el papel del discípulo, que es el de acoger, vivir, ayudar, educar, acompañar, escuchar, reír, consolar, compartir... con los demás, con estos peces que no importa qué son, quién son, cómo son.

Ver la realidad desde los ojos de Dios, dejarnos interpelar por la Palabra de hoy, recuperar para el mundo una visión más evangélica, viendo en el otro, en la otra, la obra del Padre, también amada, también querido.

sábado, 20 de enero de 2018

MARCOS 3, 20. FUERA DE ÉL

 MaRCOS 3, 20 – 21Luego entró en una casa, y de nuevo se aglomeró tanta gente que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. Cuando se enteraron sus parientes, salieron a hacerse cargo de él, porque decían: «Está fuera de sí.»


Lo que se decía de Jesús, en este pasaje, es literalmente: que “está fuera de sí” (εζεστη). Este verbo usado aquí significa en otros pasajes de Mc el estar fuera de sí por admiración, sorpresa o entusiasmo ante algo. Por eso, de esta palabra no se sigue que lo tuviesen por “loco,” como vierte la Vulgata: “in furorem versus.” Unido este versículo sin duda íntimamente al anterior, se ve el valor de esta palabra en su propio contexto. La actividad apostólica de Cristo y su celo por enseñar a las gentes, que se agolpaban ante El, y por hacerles favores, no les dejaba ni tiempo para “comer.” Se diría, al modo humano, que era un exceso de apostolado; pero ésta era su misión (Cfr Marcos 3, 20 – 21.Biblia comentada Profesores de Salamanca).

Unos treinta años de vida oculta, sin saber si acaso estudio con rabinos, y de repente comienza su obra de predicación y de milagros, no dejaba de ser sorprendente, más aún para sus parientes, desconocedores del misterio de su divinidad. No era profeta en su patria, “ni en su casa”. Por eso podían haber venido a buscarle, por piedad familiar, para llevarle con ellos.

Muchos, muchas veces, hemos vivido o viviremos momentos en los que sólo hallaremos falta de comprensión entre las personas más cercanas. Aquellos que más próximos están a nosotros no siempre están preparados para entender lo que hacemos, lo que hemos hecho o lo que haremos. Incluso a pesar de conocernos, de haber convivido tantos años, parecerá también como si nosotros mismos hubiéramos estado 30 años ocultos, porque no esperan lo que ocurre, no pueden encajarlo y les duele.

Un giro inesperado, un día malo, una decisión determinada (cambio de carrera, de trabajo, de piso, iniciar un negocio, una nueva relación…) muchas veces influye en nuestro círculo cercano de un modo extraño, a ellos no les cuadra o no les gusta o, simplemente, los desencaja. Se han formado una idea de cómo eres en base a una expectativa que ellos mismos se han creado y cuando esa imagen cae, es como si no te conocieran.

Lamentablemente yo no puedo educar a nadie para que me acepte tal como soy, para que me ceda un espacio virgen en su mente para conocerme y dejarme crecer, eso es libertad. Pero se carece de ese ofrecimiento de libertad en el 80% de los casos y tienes, de entrada, una etiqueta según sus recuerdos, sus experiencias, sus necesidades o sus expectativas. Vienes a cubrir un espacio que le pertenece a otro, a otra, sin remedio alguno. Estás, por tanto, supeditado a que llegue el día malo y esa relación empiece a tambalearse y hasta quizás romperse. No por ti, sino por la incomprensión de aquellos.

Qué nos queda cuando eso pase… Seguramente nos afecte y lleve tristeza a nuestro corazón, incluso que pasemos un mal rato o lloremos. El evangelista nos diría que, como Jesús, aprendamos a tender una mano contra la tristeza o el resentimiento y cedamos espacio para que esa persona encuentre el hueco para nosotros o, incluso, que permitamos la distancia o el rechazo, que seamos pacientes y perdonemos a aquel que no nos sabe encajar. Si yo soy consciente, a pesar de ver lo que ocurre, tengo que dejarle espacio para que reaccione sin condicionarlo, respetando esa libertad que a mí me cuesta la etiqueta. Debo ser valiente, incluso para tomar yo la decisión y no importa lo que pase o lo que ocurra porque debemos contar que la incomprensión forma parte del ser humano, de ti y de mi, de todos.

No es sencillo, pero nos va a ayudar en todas nuestras decisiones. Si quieres algo hazlo, deja atrás cualquier condicionamiento, el qué dirán, el qué harán, el cómo les sentará… al final cada uno responderá como buenamente pueda y si no te conocían, ya es hora de que te conozcan.

jueves, 18 de enero de 2018

MARCOS 3, 7. SECRETO MESIANICO

 Marcos 3, 7 - 12: En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió una muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una lancha, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.  Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando: «Tú eres el Hijo de Dios.» Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.



El evangelista nos va a dar dos pistas de lo que está ocurriendo con Jesús en esta primera etapa de su vida pública en Galilea. Si bien los ángeles, satanás y los demonios reconocen a Jesús como Hijo de Dios, la actitud del Cristo es hacerlos callar. Esto es, que el conocimiento de su filiación divina está velado del conocimiento humano y ésta verdadera identidad va a tener que ser revelada ya en la resurrección, cuando verdaderamente los discípulos podrán mirar atrás en el tiempo para reconocer al Mesías, a nuestro Mesías si más no. Toda la obra es una preparación para mostrarnos la identidad de este siervo, que se humilla y que se hace en todo obediente al Padre para finalmente mostrarnos que aquel Jesús, que no encontró hueco en su propia tierra, es el Hijo de Dios.

Nuestro camino de fe, hoy, quizás nos permite comprender con más facilidad esta idea del Siervo que chocaba con la mentalidad y la esperanza político – libertadora de aquellos judíos. Pero nos reclama hacer un itinerario de acogida y de asunción de la divinidad y de la humanidad, que no van por separados sino que se unen misteriosamente en la experiencia de Jesús y en la nuestra, luego. Por tanto, deseamos comprender a este Siervo porque, de un modo u otro, también lo somos nosotros mismos, siervos.

Si el evangelio nos hubiera presentado al Hijo de Dios como Hijo de Dios, probablemente habría dejado muy de lado este misterio de la encarnación, de la humanidad y la forma en la que Dios quiso encontrarla. Y nosotros no profesaríamos esta fe preciosa que habla del Amor de los unos con los otros y quizás estaríamos practicando más un ascetismo, sumidos en un limbo extático o contemplativo.

Hacer callar tiene una importancia crucial, la humanidad de la divinidad queda absolutamente asumida en la encarnación. El Hijo de Dios, igual al Padre en su divinidad, es un verdadero hombre como nosotros, con una voluntad y libertad plenamente humanas como las nuestras, capaz de obedecer, de aprender, de adorar… De esta manera, ni el Hombre es disminuido por Dios, ni el Hombre debe rebajar a Dios y negar su absoluta trascendencia para afirmarse a sí mismo. Este hacer callar sirve para dar fuerza al misterio del encuentro, porque no es sólo que Jesús sea Hijo de Dios, sino que también es Hijo del Hombre.

A Dios nunca nadie lo ha visto, ni nadie lo conoce. A Dios lo vemos y oímos en Jesús, y hoy en los sacramentos de la Iglesia. La vida cristiana, pues, consiste en revivir la historia de Jesús y su relación humana con el Padre, de forma que, compartiendo con Él su adoración al Padre, su obediencia, su entrega, alcancemos la plenitud de nuestra vida que es la unidad y comunión plena con Dios.

El Dios que el hombre busca y nunca puede alcanzar se nos ha dado totalmente en la humanidad histórica de Jesús, en su vida, en sus gestos, en sus palabras...

miércoles, 17 de enero de 2018

MARCOS 3. PROHIBIDO EN SABADO

 Marcos 3, 1 – 5En otra ocasión entró en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Algunos que buscaban un motivo para acusar a Jesús no le quitaban la vista de encima para ver si sanaba al enfermo en sábado. Entonces Jesús le dijo al hombre de la mano paralizada: —Ponte de pie frente a todos. Luego dijo a los otros: —¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o matar? Pero ellos permanecieron calados. Jesús se les quedó mirando, enojado y entristecido por la dureza de su corazón, y le dijo al hombre: —Extiende la mano. La extendió, y la mano le quedó restablecida.


El evangelio de Jesús podría ser perfectamente el evangelio de las manos extendidas o el evangelio que nos enseña a extender la mano, incluso el evangelio que nos llama a extender la mano. Si recordáis ya vimos hace pocos días su significado y esa doble vertiente que en vertical estrecha los lazos de vida entre Dios y sus hijos e hijas. Hoy, si permitís, podríamos hablar de permanecer callados.

El evangelio es no sólo una bella historia de salvación, o una hermosa propuesta ética a favor de la vida… Es una obra que nos interpela y esta es una gran novedad para el lector, que se siente movido por las palabras del evangelista a ver qué ocurre con su actitud, con mi actitud, ante la vida. La vida, que es el gran regalo de Dios al ser humano se propone como un bien fundamental que hay que proteger ante cualquier circunstancia. Aunque esa convicción siempre ha variado en función de cada uno. Así, en las primeras comunidades fue una actitud de fe determinante ante la masacre de la que fueron víctima o así, también, lo es para los muchos mártires que a fecha de hoy, véase este anterior agosto, siguen muriendo por causa del evangelio, por causa de Cristo o podríamos decir, perfectamente, por causa de la vida y de la vida del ser humano.

Una actitud verdaderamente diferente a esta otra de callarse. En este pasaje callar es la imposibilidad de responder a la vida. El fracaso más absoluto del ser humano que calla ante el homicidio. ¿Es mejor callar o salvar una vida? Es la gran pregunta que nos lanza hoy el evangelista, porque hoy sigue retumbando esta cuestión con la misma fuerza que entonces y es que este mundo sigue mostrándonos que el ser humano prefiere callar, en su mayoría. Quizás sólo en determinados momentos, puntualmente, el grito a favor de la vida se escuche como respuesta a un atentado terrorista. Y no está mal, prefiero un mundo movido en un acto determinado que la indiferencia más absoluta, porque ello quiere decir que el ser humano todavía puede ser interpelado, aunque necesite de la barbarie para salir a la calle y para protestar.

El ser humano lleva años y años luchando a favor de la libertad. La libertad del ser humano debe ser conquistada una y otra vez, año a año. Siempre interpelados por la vida misma y paradójicamente siempre, al final, vencidos por el callarnos. ¿Puede ser que no aprendamos?, ¿Qué tanto nos cueste?,¿Qué consecuencias tiene mi silencio?

Siempre hay un momento en el que debo callar, llevar las cosas hacia mi intimidad y meditarlas (ponerlas en oración). Pero después no tendría sentido si no fuera para trasladar mi intimidad a la vida práctica, social, relacional y finalmente a Amar. No perdamos jamás el derecho a reclamar justicia, a proclamar la Vida, a expresar Amor. Uno debería declararse insolvente ante la injusticia y no tener miedo a las multas, a las torpezas del poder que temeroso intenta impedir la libertad del ser humano. Siéntete interpelado por Jesús, interpelado por la vida… ojalá no callemos, ojalá seamos una comunidad que desee hacerse oir.

lunes, 15 de enero de 2018

MARCOS 2, 18. VINO NUEVO

 Marcos 2, 18 - 22: En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?» Jesús les contestó: «¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán. Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos.»


Jesús marcaba un tiempo diferente entre sus contemporáneos cuando explicaba la forma de comportarse estando todavía Él presente y, después, en su ausencia, en el tiempo en que sí ayunarían sus amigos. Pero este tiempo que marca territorio de conductas derivó para nosotros en otro tiempo más gracioso en el cual si bien podemos ayunar, debemos hacerlo con una especial alegría, porque todo temor, toda duda... ha quedado resuelta en la experiencia de la resurrección. Por tanto, estaría bien que hoy nos hiciéramos nosotros esa misma pregunta que le hicieron a Jesús: ¿acaso podemos ayunar nosotros, amigos del novio, sabiendo que Jesús está con nosotros?

Hay actitudes, formas de espiritualidad, actividades religiosas que tienen un peso grande en la vida del creyente. No siempre son formas que puedan definir la acción de Dios, sino que muchas veces son tan sólo tipos de ascesis que requieren del ser humano un grande esfuerzo para alcanzar algo que, definitivamente, es gratis y se derrama a todos. Hay trabajos, opiniones, oficios, liturgias, sermones... que rayan estrepitosamente en el pasado, en otra época. Parece como si viviéramos un tiempo en que la Iglesia se ha dividido en odres viejos y en odres nuevos, con el riesgo que supone para ambas posturas la posibilidad de rotura, de escisión, o de perderse.

 Los hay que viven bajo el paradigma de la cruz, bajo la tensión del pecado, bajo la idea del esfuerzo y del sufrimiento; en cambio hay otros que viven desde la esperanza de la resurrección, con gozo, con la esperanza de que las situaciones difíciles son para superación; algunos viven con voluntad de cerrazón, como en comunidades herméticas; otros lo hacen en la sociedad, conviviendo con las mujeres y hombres con quienes comparten suelo, camino, vivencias, miedos y victorias. Hay, por tanto, un segmento de odres viejos y otro de odres nuevos, como hay liberales y rigoristas, progresistas e inmobilistas, pastores y curia.

¿Y quién va a saber poner el remiendo?¿Quién se aventurará a poner el vino nuevo en odres viejos?¿Quién aceptará cargar con la rotura?

A vino nuevo, odres nuevos nos dice el evangelista. Quizás este vino haya que ir echándolo poco a poco, con cuidado para no quebrar o perderlo, pero hay que hacerlo, es necesario empezar a llenar los odres de vino nuevo, de sensibilidades nuevas, de gente nueva, de amor nuevo, de misiones nuevas... Y finalmente, podamos decir aquello de que el vino nuevo ha salido como el mejor añejo.

domingo, 14 de enero de 2018

JUAN 1, 35. CATEQUESIS EUCARISTICA

 Juan 1, 35 – 42:  Al día siguiente Juan estaba de nuevo allí, con dos de sus discípulos.  Al ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo: —¡Aquí tienen al Cordero de Dios! Cuando los dos discípulos le oyeron decir esto, siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: —¿Qué buscan? —Rabí, ¿dónde te hospedas? (Rabí significa: Maestro.) —Vengan a ver —les contestó Jesús. Ellos fueron, pues, y vieron dónde se hospedaba, y aquel mismo día se quedaron con él. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que, al oír a Juan, habían seguido a Jesús. Andrés encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: —Hemos encontrado al Mesías (es decir, el Cristo). Luego lo llevó a Jesús, quien mirándolo fijamente, le dijo: —Tú eres Simón, hijo de Juan. Serás llamado Cefas (es decir, Pedro).


En términos rabínicos, seguir a uno quiere decir ir a su escuela, de ahí que se dirigieran a Jesús como Rabí, que significa maestro, aunque no necesariamente implicaba el hecho de tener una formación religiosa sino el mero hecho de tener discípulos. En este pasaje, Andrés y otro dicípulo, del que no sabemos el nombre, transitan de una escuela a otra, de la doctrina del Bautista a la Jesús. No sabemos mucho de qué paso entre estos dos discípulos y Jesús mas que la invitación del Cristo y el hecho que les hospedó. En cualquier caso, estos encuentros con Jesús son ciértamente importantes para el evangelista.

Hoy pensaba en la importancia que siguen teniendo estos encuentros con Jesús y en cómo se acercan, porque la realidad de la sociedad de entonces, religiosa, no tiene que ver con la verdad de ahora, secular. Aunque si bien hemos ido, por lo general, cogiendo distancia con la religión sigue habiendo muchas comunidades que trabajan a favor del Cristo.

Imagino que algo pasó aquel día entre Jesús y los dos discípulos de Juan: la novedad, elprimer encuentro, la sorpresa, la emoción, la mesa compartida y finalmente ya estás en casa. Perfectamente podría ser la primera catequesis eucarística, pues a fin de cuentas compartieron el evangelio y partieron el pan. Lo más natural entre los cristianos que nos reunimos en torno a Jesús, ¿verdad? Algo que permanece inmutable a pesar de los siglos y que muestra a Cristo como experiencia de vida.

Pero este primer encuentro conlleva algo más, y es el conocimiento íntimo de las personas, cuando Jesús se dirige al hermano de Andrés y le dice: Y tú, eres Simon, hijo de Juan. Es la misma experiencia que tengo hoy cuando me siento con los miembros de mi comunidad y puedo decirles: Y tú eres. Porque hemos pasado a formar parte de una misma comunidad de Amor que nos permite intimidad pero que también nos da identidad, la misma que nos dio Jesús cuando nos llamó a cada uno. Una identidad, que veremos más adelante, luego permitirá que se abran los cielos y se escuche la voz del Padre diciéndonos: tú eres Hijo amado, en ti me complazco.

Doy gracias por poder pertenecer a una comunidad de personas que se aman y son capaces de transmitir ese amor con los niños, niñas y jóvenes y adultos que forman parte de muchas generaciones de personas amadas a las que se invita a conocer a Jesús y escuchar esa misma voz del cielo. 

sábado, 13 de enero de 2018

MARCOS 2, 13. LOS QUE NECESITAN MEDICINA

 MARCOS 2, 13 - 17: En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él, y les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Se levantó y lo siguió. Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus discípulos. Algunos escribas fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, les dijeron a los discípulos: «¡De modo que come con publicanos y pecadores!» Jesús lo oyó y les dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»


Del texto de Marcos podemos extraer una consecuencia directa cuando Jesús llama a los discípulos, que lo siguieron inmediatamente, que dejaron lo que estaban haciendo. Este es el caso de Leví, quién además prefigura a todo un segmento de población que no contaba con la simpatía del pueblo judío al considerarlo amigos del Imperio y que, además, cuando les era posible practicaban una cierta usura. Con Mateo podemos ver cómo el mensaje del Reino se abre hacia aquellos que, de un modo u otro, parece que no se lo merecerían. En tiempo de Jesús sólo los justos contaban con el favor de Dios, sólo los que cumplían la Ley (y por tanto la voluntad de Dios) podían establecer una relación cordial con Dios. Jesús, que rompe tantas barreras, ahora destruye una que marcaba la relación entre el creyente y el Padre, acercando a Dios a todo el mundo, sea mejor o peor, bueno o malo, justo o injusto.

Sabiendo esto, y para cualquier persona que quiera ser discípula de Cristo, lo más importante que deberíamos traer al corazón y que es lo que más nos cuesta, sería llevar el evangelio a aquellas personas que no son de nuestro agrado, que nos caen mal, que nos han hecho alguna jugada, que piensan diferente, o que simplemente no nos dan ninguna confianza. ¿Complicado, verdad? A mi, por lo menos, me supondría realizar un profundo y dificilísimo RESET personal y ontológico. No se si estoy preparado para acercar el evangelio a mi enemigo, y tampoco se si en el caso de poder hacerlo sólo sería por obligación, no de corazón, transmitiéndole una Buena Noticia sin alma, sin fundamento, sin Cristo (en definitiva).

Soy consciente que cada día dejo pasar una oportunidad única de participar de la gracia y de la bondad de Jesucristo que quiere alcanzar a todo ser humano, y que mi falta de confianza en su Palabra se traduce en esta concepción que aún tengo de los que son buenos o malos, los amigos y los enemigos. Y verdaderamente quisiera vencer este clasismo, atravesar la hondura de la condición humana para hacerme más próximo a la experiencia de la acogida cristiana, pero quizás sea que me lleva tiempo, todavía me hallo en medio de conflictos que me acercan a unos y me separan de otros.

Mi mesa está preparada, cada día está puesta para compartir el pan y el vino, y con quienes me siento a comer vivimos en una felicidad y en un gozo tan grandes, porque nos sentimos salvados. Pero hay una oscuridad que reina en mi mesa, de la que me doy cuenta, a la que temo acercarme, quizás por dolor, quizás por precaución, pero no está bien y debo vencer ese miedo. ¿Qué de mi salvación si no soy capaz de acercarla a los que rechazo?¿Quién yo para negarles a Cristo?

jueves, 11 de enero de 2018

MARCOS 1, 40. SIN MAS CARGAS

 Marcos 1, 40 - 45: En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.» Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.» Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.


Tengamos presente algo que es verdaderamente importante, que Jesús, que Dios, quiere limpiar al ser humano, a toda persona, sea quien sea, haya hecho lo que haya hecho o padezca la enfermedad que padezca. Así, mientras nosotros seguimos separándonos, arrinconando a personas por su condición, o porque no nos caen bien, o porque nos molestan, o porque piensan diferente..., debería resonar en nuestro corazón un deseo de, dándonos cuenta de lo que hacemos, alzar la voz y pedirle también a Jesús que nos limpie, que nos limpie de prejuicios, de primeras impresiones, de malos entendidos, de toxicidades... Hoy, por tanto, recuperamos esa màxima del cristianismo que nos dice que Dios se ha acercado en Jesús para que nosotros, hoy, seamos también personas de proximidad.

Por supuesto, es algo que debemos hacer en vida y sin esperar más, porque cierto es que en este mundo no hay mayor separación que la provoca el propio ser humano. Quizás el ejemplo más cercano sea la caída del muro de Berlín, que en su día representó también la caída de los muros humanos de la incomprensión, del conflicto, de los diferentes pensamientos que se aunan en la población, porque hay libertad.

Jesús también quebró muchos muros, como el alemán, pues nuestros separatismos resultan atemporales y aunque cada generación los vive en un determinado marco, finalmente no hacemos sino repetir ese mismo patrón que en Palestina, hace más de 2000 años apartaba a los leprosos de los pueblos y los confinaba a vivir separados y con una especie de campanilla que debían agitar para que se supiera que estaban enfermos. ¿Y hoy? ¿A cuántas personas seguimos hoy obligando a declarar su enfermedad?¿A cuántos ponemos un cascabel, o damos un timbre, para que sepamos lo que son?

Nos queremos fijar tanto en lo que son los demás que nos olvidamos de que todos, todas, somos Amados, Amadas, de Dios. ¿No seremos demasiado necios que no nos damos cuenta?¿Qué podrá decirnos Dios, después de una vida, cuando nos muestre cómo apartábamos a las personas, cómo les impedíamos llegar al Padre? Ni por más piedad, ni por más misas, ni por más caridad, ni por más sacrificios... misericordia! Es todo lo que nos pedía Jesús: misericordia! Porque así como lo hizo Él nos enseña a nosotros, que no seamos causa de ninguna otra cruz, que no carguemos al ser humano con otro madero sino que más bien ayudemos a llevar la carga, la enfermedad, la circunstancia y que acerquemos a Cristo, como puentes entre vidas que habían quedado aisladas.

martes, 9 de enero de 2018

MARCOS 1, 21. EL ESPIRITU INMUNDO

 Marcos 1, 21 - 28: En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.» Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.» El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.» Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.



Estando en este primero de Marcos, venimos de una etapa en que la voz de Dios había quedado velada, escondida, silenciosa hasta el momento de la encarnación, cuando haciéndose Dios hombre esta Palabra adopta un rostro y vuelve a ser audible, reconocible para nosotros. No nos sorprenda por ello la exclamación de aquellos contemporáneos que escuchan asombrados la calidad y la autoridad de las palabras de Jesús, de sus enseñanzas, pues estamos regresando a un marco en el que aquella Palabra de Dios que había quedado arrebatada, regresa a los oidos ya no como un recuerdo, como algo que incluso se iba diluyendo sino como un punzón en el corazón, allí donde resuena verdaderamente la vida.

Una Palabra que es capaz de atemorizar a los demonios de la vida, las opresiones que nos acompañan, que nos someten, que nos paralizan. Es el eco de Dios por excelencia, pues es la única Palabra que tiene capacidad por ella misma de ser reconocida por encima, sobre otras resonancias, otras voces que desean tener potestad en el ser humano. Jesús viene con autoridad, Jesús es suficiente para cambiar una vida, para transformar un corazón. Esta autoridad nos reclama darnos cuenta de ¿quiénes somos?, de ¿cómo estamos?

El pasaje de hoy nos muestra a un grupo de personas que asisten atónitas a esta declaración de poder de la Palabra, a su autoridad, y decubriéndola ya no tienen necesidad de acudir a las referencias, a lo que se dice, a las interpretaciones de los Maestros de la Ley. Esta Palabra tiene suficiente autoridad para llegar a lo profundo de mi ser, a lo más hondo de mi vida para hablarle directamente de Dios y para que el Padre entre en diálogo conmigo. Y saber quién soy, y qué hago: que soy Hijo y, además, soy amado.

Hay palabras que nos vienen de muchos lugares, de prensa, de radio, de internet, de televisión. Palabra de promesas, palabra de opresión, palabra de conflicto... Y todas ellas vienen constantemente para tratar de interpelarnos, para intentar convencernos, para posicionarnos... Pero sólo hay una Palabra que es capaz de hablar a nuestro corazón con verdad y autoridad, con generosidad y amor, fraternalmente, como un Padre a una hija, o a un hijo.

Escuchemos a Dios antes de escuchar al mundo, hagámonos prontos a su voz antes de a la voz del mundo. Y que siendo sensibles a la voz del Padre descubramos cómo ve Él el mundo, deseando participar nosotros de esa visión de Amor.