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martes, 27 de febrero de 2018

LUCAS 6, 36. SIN CONDICIONES

 LUCAS 6, 36 – 38Sean compasivos, así como su Padre es compasivo. No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará. Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes.



Este pasaje de hoy es como el Quid pro Quo del comportamiento del cristiano en Lucas. Pero el evangelista omite en este pasaje dos aspectos fundamentales del individuo, la espontaneidad y la visceralidad, porque en nosotros está en enfadarnos, el juzgar y el no perdonar que, irremediablemente, surgen en determinados momentos de la vida y a veces no sabemos cómo. La fórmula de Lucas habla de compasión, la de Mateo (que vimos hace poco) de perfección, sean compasivos y sean perfectos como el Padre. Bien, dos grandes atributos que aun con la persona de Jesús viva en nuestro interior no siempre están presentes, incluso pierden batallas.

Estamos en el ámbito del amor al prójimo y al enemigo, de la regla de oro, y el evangelista habla como de un premio para todo aquel que actué de esta manera perfecta. Una medida llena y desbordante. Aunque debemos saber que a pesar de juzgar, de no perdonar, de condenar o de no ser compasivos, la forma en que ama Dios supera la nuestra y en su regazo, todos tienen esa misma medida, a pesar de ser como sean. Así debo entenderlo, que a pesar de vivir en un ambiente determinado tanto puedo ser yo como cualquier otro el que se comporte de manera contraria a ese espíritu compasivo del que se habla aquí, hoy, en Lucas.

¿Y es posible apartarse de la compasión y seguir siendo amado, amada, de Dios?¿Ustedes saben cómo mide el Señor la maldad? Bien, así como todos presuponemos que con estas actitudes de hoy hay premio asegurado con Dios, pretender que ese triunfo sea exclusivo nos conduce al error, ¿Acaso no tiene piedad Dios de quienes se equivocan? Eso mismo se dirige ahora a nosotros, que haciendo esa partición entre justos e injustos no hacemos sino condenar y no perdonar.

Si pudiera quitar alguna cosa de los evangelios sería toda esta normativa respecto del comportamiento humano que quiere Dios, porque no creo que Dios quiera algo del ser humano salvo su felicidad, así debe funcionar el amor de Dios, que no pide cuentas y que vierte misericordia. Fundados sobre esta verdad si es cierto que actuando así o asá la vida se hace mejor, pero debo entender que regular la vida de las personas es, muchas veces, coartar su libre movimiento. Parece que esto de ser Hijo o Hija de Dios cada vez está más complicado.

El evangelista evoca a imágenes jurídicas, otras que tienen que ver con un estatuto social, de ser libre o esclavo, otras de carácter relacional como el ser compasivo o implacable… Lucas, que no es judío escribe dentro de un ambiente influido por el helenismo y su afán por hallar la belleza, la armonía, incluso en el comportarse. Por tanto, el evangelista escribe de aquellos rasgos que hacen perfecto al hombre o a la mujer y recoge la enseñanza del sermón del monte mateana.

¿Cómo debe comportarse un seguidor de Cristo? Equivocándose, sin duda. Actuando en libertad, seguro. Deseando amar y ocasionando, no siempre, dolor. Queriendo esbozar una sonrisa y terminar llorando… Un seguidor de Cristo se comporta viviendo este don de Dios de existir, sin un quid pro quo, porque Dios no pide contraprestación ni saldar cuentas.

sábado, 24 de febrero de 2018

MATEO 5, 43. DESAMOR A IZQUIERDA Y DERECHA

 Mateo 5, 43 - 48: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»


A quién no le resuena el pasaje de hoy cuando vivimos en un tiempo de sentencias injustas, sobreproteccion de instituciones obsoletas, corrupción, vulneración de derechos O… podríamos seguir y llenar toda mi reflexión sobre acontecimientos, palabras, acciones y situaciones que claman al desamor, que aprovechan cada resquicio de nuestro tiempo para sembrar, como una bandera pirata, la imagen de la calavera.

Veo con estupor como en los tiempos de hoy el diálogo que más une es el más xenófobo, el más derechista. Sea en la política, sea en la religión, sea en la economía… el desamor nos lleva a posiciones ultraconservadoras, antiguas, intransigentes, racistas… Y todo parece tener una excusa válida bajo el imperio de la negación, de la prohibición, de la deportación, de las grandes murallas, límites y fronteras que se olvidan de aunar pueblos y quieren separar, romper, como salvaguardándose de la humanidad, sea por miedo (aunque más por interés).

Vivimos un tiempo que necesita oración, oración como un ejercicio profundo de deseo de abrazar la vida, a los demás, a los iguales y a los diferentes, a quienes comparten nuestras ideas y a quienes no… Me parece pasmoso ver a cuatro personas que pretenden gobernar y que no sólo no logran ponerse de acuerdo, defendiendo cada cual su ego más que los intereses de un país, sino porque después de tanta parafernalia, finalmente, pactarán los inmovilistas, volverán a enfrentarse las izquierdas y, mientras tanto, las personas seguirán importándoles un cuerno.

Todo ello es desamor, cuando los intereses están por encima de las personas, cuando se premian las corporaciones, la explotación, la precariedad laboral, el paro, la corrupción, o cuando se somete al poder judicial, se recorta la sanidad y se deja de banda la educación, a pesar de que hoy aún muchos jóvenes tengan que enfrentarse a la selectividad, creyendo poder labrar su futuro.

Quizás algún día logre ver una nueva sensibilidad hacia el ser humano más que hacia los poderes, hacia el encuentro más que hacia la distancia… quizás algún día deje de ser una utopía, quizás algún día venzamos al desamor.

viernes, 23 de febrero de 2018

MATEO 5, 20. PERDONAR

 MATEO 5, 20 – 26: Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados: “No mates, y todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal.” Pero yo les digo que todo el que se enoje  con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Pero cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al juicio del infierno. »Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda. »Si tu adversario te va a denunciar, llega a un acuerdo con él lo más pronto posible. Hazlo mientras vayan de camino al juzgado, no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia, y te echen en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo.



Nuestra experiencia nos dice que en la vida habrá episodios de reconciliación y otros de definitiva ruptura. Aun cuando el problema se arregla, muchas veces no se logra seguir con la convivencia o con la relación. Este pasaje nos anima a tener una actitud diferente ante la problemática del vivir.

Perdonar no implica necesariamente continuar con alguien, porque a pesar del perdón hay otros muchos factores implicados que hacen complicado seguir conviviendo. Hay ocasiones en las que haber dado o recibido el perdón no implícita salvar una relación desde el ámbito convivencial. Entra en juego nuestra herencia relacional, las veces que nos han hecho daño, los desengaños… Quién sabe, a veces simplemente a pesar de haberte pedido perdón y ser perdonado no se desea nada más.

Bajo la etiqueta de este pasaje se encierran muchos miedos nuestros, podemos incluso llegar a tapar las carencias de una comunidad, de una familia. Muchas veces se vive con una falta de perdón, debemos entenderla dentro de las posibilidades humanas. No hay un tiempo exacto para vivir el perdón, a veces llega temprano y soy capaz de pedirlo o de darlo inmediatamente, a veces llega tardío o tan siquiera llega.

Se dice que la falta de perdón nos liga, nos encadena, nos subyuga. En cambio una actitud perdonadora libera porque camina libre de rencor, de rabia, de enfado. Transito del presidio a la libertad, perdono y no soy capaz de perdonar, ando cargado y otras liviano. Hasta que pido perdón ando como escondido, cabizbajo, evito la mirada, estoy incómodo… Qué extraño esto del perdón que una actitud, una simple actitud (una de tantas), pueda ser tan decisiva, de tanto impacto. Hay que darlo, hay que darlo, lo sé… pero a veces no es fácil.

Hoy el evangelista nos invita a sumergirnos en una actitud de perdón, un perdón que se dirige hacia adentro, a lo profundo del corazón y hacia afuera, donde residen nuestras relaciones. Nos propone una vía más física en esa actitud de perdón hacia los hermanos y otra vía interior para ser capaz de perdonarme. Y de todo ello nace otra experiencia que me aproxima a la actividad misericordiosa de Dios, de la que puedo participar acogiendo el perdón. No es un llamado a comprenderla, es una posibilidad de vivirla.

martes, 20 de febrero de 2018

LUCAS 11, 29. ALGO MAS GRANDE

 LUCAS 11, 29 – 32Como crecía la multitud, Jesús se puso a decirles: «Ésta es una generación malvada. Pide una señal milagrosa, pero no se le dará más señal que la de Jonás. Así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, también lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Sur se levantará en el día del juicio y condenará a esta gente; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí tienen ustedes a uno más grande que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el día del juicio y condenarán a esta generación; porque ellos se arrepintieron al escuchar la predicación de Jonás, y aquí tienen ustedes a uno más grande que Jonás.


El autor recurre, en este pasaje, a la literatura profética para escenificar la poca estima que los fariseos y demás tenían por Jesús, a quien solicitaban una señal. Es de suponer que si Jesús hubiera dado una señal ellos pedirían otra y otra y otra, sucesivamente. ¿Cuántas veces, ocurre, que para creer en alguien se pide una señal? ¿Verdad? En el amor, sin ir más lejos, cuántas relaciones se suceden cada día bajo la perspectiva de la señal: si dices que me quieres tienes que…, si tanto me amas tendrás que…, no puedo saber que me quieres si no… Y se piden pruebas y más pruebas, un bucle que nunca se sacia.

Tenemos el día de San Valentín, los ramos de rosas, los perfumes, las corbatas, la pluma estilográfica, el maletín, ropa… señales que pretenden demostrar el amor de uno con el otro, o de una con aquel. Tienes que llamarme, que abrazarme, que sacarme, que escucharme, que acercarte… más señales a petición para seguir demostrando amor. Tienes que cambiar esto, que ser así, que ganar más dinero, que estar por tu familia, que prescindir de los amigos/as, que regresar pronto a casa… todavía más señales. Señales y señales y señales… y nunca acabamos porque no son suficientes. Ninguna lo es.

No sé si llamarlo egoísmo, el caso es que al final el ser humano somete al ser humano, lo vemos en lo personal, en lo social, en lo laboral, en lo político, en lo religioso… Se establece una relación de dominio, de deseo y de expectativa. Lo que yo espero, lo que yo quiero, lo que yo necesito… y nunca es suficiente, lo que me contenta por un tiempo tiene fecha de caducidad y cuando llega ese día, se despierta nuevamente el apetito: ÑAM, ÑAM, ÑAM! Somos insaciables, libres y esclavos.

No conozco comportamiento más animal que este desenfreno de relaciones que esperan algo del otro. Existe una persona que demanda, que reclama, que quiere y otra persona que va a la deriva sin poder cubrir lo que de él, o ella, se espera y acaba ahogado/a. Después de una vida de señales aquella relación se rompe y sólo queda el llorar ¿y qué hubo? Quizás hubo estima, cariño, proximidad, complicidad… pero no hubo amor, en tanto una parte tuvo que dejar de ser ella y perdió su identidad, su originalidad.

¿Quiénes somos para hacer sufrir al otro/otra?¿Quiénes somos para reclamar señales? Si Dios nos ama tal y como somos, si Dios no pide señal a nadie, si Dios no coacciona y nos hace originales, si Dios promueve nuestra libertad ¿Por qué existen estas relaciones de dependencia, de interés?

No hay otra señal que yo mismo, no hay otra señal que lo que tu eres. Si es que yo quiero amarte, que lo sea incondicionalmente, por lo que cada uno es, sin pretender ningún cambio, sin pedirte que hagas, que compres, que consigas, que transformes porque no tengo ningún derecho a hacerlo. Incluso si querer lo mejor de ti puede resultar una señal no lo quiero, se lo que eres, vive como eres, ámame como eres.

domingo, 18 de febrero de 2018

MATEO 6, 7. NUESTRO ABBA

 Mateo 6, 7 - 15: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»


La oración del Padre Nuestro se ha convertido en un símbolo inequívoco de la confesión cristiana, de cualquiera de las muchas confesiones que se denominan cristianas. Es una oración universal, genuina y que sirve para tender un lazo a favor de la comunión, el diálogo y la práctica de la oración. Y aún cuando no en todas las iglesias cristianas forme parte del culto, sí guarda un lugar de especial relación en el corazón de los creyentes que, en algún momento, elevamos esta plegaria al Padre de Cristo, quizás como el mismo Jesús lo hiciera en su tiempo.

El tema de la oración guarda en mi vida un especial significado desde el momento en que escuché a un “padre espiritual” y hermano mío, predicar sobre el sentido, significado, motivo y capacidad de esta práctica como fuente de vida, como motor de acción y como solicitud de nuestra relación con Dios. Ese fue el momento en que tomé conciencia de la necesidad de oración en mi vida, porque a pesar de la frecuencia, de las formas, del modo… la oración sigue siendo, como pocas, un camino seguro de encuentro con la trascendencia.

Así, sea que oremos más o que oremos menos, no descuidemos nunca el objetivo de este diálogo espiritual que tiene la capacidad de acercarnos a Dios, a Cristo. No dejemos nunca de buscar un momento, o varios, al día para agradecer, para suplicar, para pedir ayuda o perdón, para encomendar nuestra vida al Padre, para motivar nuestra mutua relación y para acercarnos también al resto de cristianos con quienes compartimos esta praxis.

Hoy seré breve, más que nunca, porque en lugar de palabras, de reflexiones, de paradojas o de críticas, hoy es tiempo de oración, es momento de detenerse y unirnos a esta plegaria de Jesús, tal y como nos enseñó.

sábado, 17 de febrero de 2018

MARCOS 1, 12. CREER

 Marcos 1, 12-15: En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»


Estamos en el tiempo de la especial dedicación del corazón para tratar de recogernos y vivir una etapa de interiorización desde la que cobrar nuevas fuerzas en nuestra misión. Hoy inspiramos la vida para, en unos días, exhalarla desde lo más fondo de nuestro ser, devolviendo esta vida que nos es dada como don precioso. Es el tiempo de meditar acerca de muchas cosas, pero sobretodo de aquellas en que nosotros mismos propiciamos la cruz. Cuando no amamos, cuando no ayudamos, cuando no construimos Reino en definitiva. Por ello podemos volver a disponernos de tal manera que transformando el corazón lleguemos a ser personas de resurrección.

Porque de nada sirve atravesar el desierto, hacer ayuno... si mi vida no habla el lenguaje de Dios. En Juan arrestados un mensaje de penitencia y de cambio externo, de actitud. Y con Jesús inauguramos otro ámbito en el que vamos a ser transformados en fiesta para compartir con los demás la Buena Noticia.

Que nadie se apene, se entristezca, llore o lamente, porque todo esto será por un momento, solamente. Mas bien preparemonos para amar, festejar, ayudar y trabajar para un mundo que necesita pasión de resurrección.

viernes, 16 de febrero de 2018

MATEO 9, 14. INVITADOS A LA BODA

 Mateo 9, 14 - 15: En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: «Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunaran.»



Hay una imagen que tiene asoación directa con el cristiano y tiene que ver con esta actitud de ayuno, de pena, de tristeza, de sufrimiento... que cada cual lo llame como mejor le parezca y que ahora, en cuaresma, cobrará vida nueva en muchos lugares con sus procesiones y sus tradiciones, tan cercanas a veces al castigo y a las privaciones. Que Mateo nos presente a estos fariseos no es arbitrario, y quizás tan siquiera fueran fariseos. Creo que el evangelista nos está situando en aquello que ocurre en el seno de su comunidad que, habiendo perdido la esperanza escatológica, estaba volviendo al modelo de la sinagoga.

Tenemos detrás de nosotros una larga y curiosa historia que ha escrito capítulos desafortunadísimos en tanto a la concepción del mundo, del pecado, del ser humano y de Dios mismo. Episodios en los que se ha olvidado la esencia del evangelio y toda aquella libertad, toda aquella celebración y toda aquella vida que triumfaba sobre la muerte quedó relegada porque algunos pensaron en ¿por qué no ayunaban como los fariseos?

¿Y por qué lo hacemos?¿Qué se esconde bajo la careta de la pasión, de la cruz, no de Cristo sino cristiana? Quizás podamos intuir mucho temor a que se nos relacione, de nuevo, con aquel que fue tildado de comilón y de bebedor pero en quien había, hay, vida. Quizás porque da cierta inseguridad convertirse en una comunidad de puertas abiertas, donde prime la libertad y en la que cada miembro se mueva, piense y haga según es, según su propia autenticidad. Quizás exista una sobre atención hacia los modelos que se nos trata de inculcar, queriendo que todos seamos como aquel, o como el otro. Quizás cada uno pueda aportar otra posibilidad.

Mi tutor me explicó una vez una meditación que hizo en la parroquia, sentado en el banco, solo y a los pies del Cristo crucificado. Allí, en aquella habitación de recogimiento, tratando de elevar alguna oración le vino un pensamiento, un entendimiento que traspasó su corazón, quizás hubiera llorado de impotencia: “por qué te tienen ahí crucificado, si lo que tu quieres es abrazarme?!”.

La belleza del cristianismo no pasa ni por el castigo, ni por la prohibición, ni por la regla, ni tan siquiera por lo que es correcto. Lo precioso de Cristo pasa por el abrazo, por el encuentro, por la acogida, por el descubrirnos un día así, clavados en nuestro propio madero, pero vueltos en sí para arrancar nuestras carnes de la cruz y salir al abrazo del hermano, de la hermana, de la naturaleza, de la vida.

Que tengamos esa fuerza, ese grito más insolente que no se conforma con permanecer clavados sino que quiere, desea, trata de llegar a la Pascua.

martes, 13 de febrero de 2018

MATEO 6. CAMINOS DE CENIZA

 MATEO 6, 1 – 6 / 16 – 18Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el cielo no les dará ninguna recompensa. Por eso, cuando des a los necesitados, no lo anuncies al son de trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente les rinda homenaje. Les aseguro que ellos ya han recibido toda su recompensa. Más bien, cuando des a los necesitados, que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará. Cuando oren, no sean como los hipócritas, porque a ellos les encanta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que ya han obtenido toda su recompensa.
… Cuando ayunen, no pongan cara triste como hacen los hipócritas, que demudan sus rostros para mostrar que están ayunando. Les aseguro que éstos ya han obtenido toda su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sea evidente ante los demás que estás ayunando, sino sólo ante tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.


Nos acercamos a uno de esos momentos especiales del año en que con el gesto de la ceniza se escenifica una voluntad de conversión para iniciar uno de los caminos que nos llevan a la Pascua. Año tras año, repetidamente, la gente es movida a una actitud más de recogimiento, de penitencia o de interiorización en la que la Palabra de Dios se acoge con la voluntad de que meditándola cambie, transforme, nuestra vida. Es el deseo de acompañar ese itinerario de Cristo y que terminará con la resurrección del Señor.

Si hoy sólo me dirigiera a la comunidad cristiana pediría, hoy, que los mismos gestos que significan el ayuno, la oración, la limosna… en nosotros, sean también presentes, y visibles, tanto a nivel eclesial como a nivel social por aquellos que son ministros, presidentes, pastores, obispos, parlamentarios… que siendo parte del poder no muestran, para nada, su cristiandad. Mientras escucho con estupor las pagas de la familia real, de los diputados o de los ex presidentes, y demás, que fichan por las hidroeléctricas pienso en qué bueno sería tener un ejemplo vivo dentro de esa maraña del poder.

¿Es compatible la oración y el ayuno con la actitud de ellos? Probablemente sí, pues nadie queda excluido en su relación con Dios, aunque en ningún modo cumplen su voluntad cuando viven enriqueciéndose o participando de la corrupción en cualquiera de sus formas, desde Urdangarín a Monedero, porque nadie puede servir a Dios y al dinero. Así, mientras Dios llama a la limosna el dinero llama a robar, mientras Dios quiere compartir el dinero no quiere repartir. Y en esta relación de actitudes hay una separación entre la voluntad de Dios y la voluntad de ellos. El testimonio que recoge la sociedad está sucio, dañado y no es confiable. Por un lado hoy habrá cobertura de ceniza, de piedad, de cambio y por el otro cobertura de color, de quinientos, de dos cientos y de cien.

Debajo de todo este clima de borrachera, algunos nos preparamos para examinar el corazón, en qué nos hemos equivocado, a quién hemos fallado, qué necesito cambiar… y todo ello seguido a obras de misericordia que nos recuerda la obra de Cristo (dar de comer al hambriento, sanar al enfermo, dar vista a los ciegos…) que desea devolverle al ser humano su dignidad. En el horizonte un deseo de mejorar y de participar del don de Dios.

Pienso que hoy los papeles entre ministros y celebrantes se tendrían que invertir y deberían celebrar los fieles y recibir los ministros. Este año, a las obras de misericordia  de estas personas, que son santos de Dios, debería seguir la misma actitud primero de la Iglesia y, segundo, del poder. En este periodo de cambio parece coincidir el calendario electoral y con él la posibilidad en nosotros de votar una u otra propuesta. Pero OJO! Que mientras unos se dirigen a la vida con actitud penitencial, otros se dirigen a la vida con ánimo electoral, que vergüenza que los recursos de unos sean para las personas y los de los otros para un altar, una tarima y un discurso vanal.

Tanto da cómo se llamen, si de izquierdas o derechas, si de centro, monárquicos o republicanos, independentistas o no, con mayor o menor cartera social, si para el trabajador o para el empresario, con unos u otros lo cierto es que si algo cambia será el tamaño de su bolsillo, a nosotros nos queda el corazón. Pero gran pena que vivan embrujados de poder, borrachos de fama, cazados por ley porque no van a poder vivir esta proximidad con Jesús, la proximidad de la pobreza, del suelo, del Amor.

domingo, 11 de febrero de 2018

MARCOS 8, 14. OJO CON LA LEVADURA

 MARCOS  8, 14 – 21A los discípulos se les había olvidado llevar comida, y sólo tenían un pan en la barca. Tengan cuidado —les advirtió Jesús—; ¡ojo con la levadura de los fariseos y con la de Herodes! Ellos comentaban entre sí: «Lo dice porque no tenemos pan.» Al darse cuenta de esto, Jesús les dijo: —¿Por qué están hablando de que no tienen pan? ¿Todavía no ven ni entienden? ¿Tienen la mente embotada? ¿Es que tienen ojos, pero no ven, y oídos, pero no oyen? ¿Acaso no recuerdan? Cuando partí los cinco panes para los cinco mil, ¿cuántas canastas llenas de pedazos recogieron? —Doce —respondieron. —Y cuando partí los siete panes para los cuatro mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogieron? —Siete. Entonces concluyó: —¿Y todavía no entienden?



Tenemos muy a mal hablar de los fariseos para referirnos a aquellas actitudes del corazón que son más tenebrosas. En este pasaje, sería lícito llevar los ojos a la levadura de los fariseos y de Herodes para lanzar un mensaje cualquiera, pero la verdad es que nos estaríamos equivocando y no seríamos justos con la historia. Entre los fariseos había grupos más radicales y grupos más liberales, expresión de la gran pluralidad de entre los miembros pertenecientes a esa denominación. Hoy, por ejemplo, podemos presuponer que aquellos miembros del “Camino”, que significa conducta, podían pertenecer a un grupo dentro del fariseísmo. Más allá de toda suposición, podemos leer que los fariseos no condenaron a muerte a Jesús, sino que fueron los sacerdotes y el gobernador romano.

Los fariseos no pretenden separar a las gentes del Cristo, aunque ojo! Los fariseos no aceptaban el mesianismo de Jesús y de esa banda venían algunas disputas, las otras provenían del afán fariseo de que el grupo de Jesús viviera más conforme a la Toráh y de ahí las discusiones referentes al sabbath. Era como enfrentar aquello que se espera del buen judío con aquello que Dios no espera sino desea de nosotros en Jesús. Sea como fuere, en ningún modo debo distorsionar las relaciones entre unos y otros. Jesús compartirá la cena con algunos de ellos y compartir la cena es participar de las cofradías farisaicas y de las discusiones de la Toráh.

Estamos ante el mismo episodio de estos discípulos y hoy somos nosotros quienes desde la barca escuchamos las palabras de Jesús que nos alerta sobre esta misma levadura. Levadura que ha fermentado desde el Concilio Vaticano II y que ha acabado de ahogar las preciosas intenciones de regreso al evangelio para vivir más conforme a las palabras de Jesús. Nuestra levadura responde a esta Europa cerrada a cal y canto y de corte conservador que ha frenado la alegría del evangelio, ha enfriado las expectativas y la ilusión. Sin que estuviera en nuestra mano, los gestores de lo religioso, como aquellos rabinos, han pretendido dictar el movimiento del vivir.

Ocurre aquí un paralelismo o una misma levadura, quizás porque en el fondo no somos más que una evolución del partido fariseo, quizás porque la religión se encuentra como entonces obsoleta. Pero a nuestro  favor tenemos el agente cristológico en la obra del Espíritu, quien promueve el movimiento de la gracia en nuestro corazón para no vivir conforme a la ley sino conforme al Amor, un amor que nunca envejece y que nunca caduca.

¿Todavía no entienden? Les decía Jesús que es la vida conforme al amor la que da sentido a sus vidas, la que obra milagros, la que es capaz de partirse. El amor nunca pasa, jamás está obsoleto, esa es la meta: fundarse en el Amor.


sábado, 10 de febrero de 2018

MARCOS 8, 11. SIGNO DEL CIELO


 Marcos 8, 11-13: En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo.  Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación.» Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.


La fe en la resurrección parte de aquí, que el hombre está destinado a la resurrección a fin de que participe, con la totalidad, de su realidad compleja, en la vida eterna de Dios. Por tanto, necesariamente, se nos abren algunas cuestiones que vamos a ir abordando en aras de esta esperanza.
El Nuevo Testamento proclama, no la inmortalidad del alma, sino la resurrección de los muertos como el gran futuro del hombre después de la muerte. La antropología semita sirvió de material de representación para comunicar a los fieles la novedad de la resurrección del Señor: si Cristo resucitó, entonces nosotros también hemos de resucitar.
Para el Nuevo Testamento vivir en el espíritu es vivir una existencia humana nueva sobre el horizonte de las posibilidades reveladas por la resurrección del Señor. Pues por la resurrección del Señor es el espíritu. Jesús resucitado vive una existencia humana, y por ello también corporal, totalmente determinada y llena de Dios y en total comunión con la realidad.
La vida cristiana es un estar – con – Cristo. Sin embargo, esta vida nueva con Cristo en Dios permanece escondida y sólo será visible en la parusía.
El cristiano a causa de su esperanza, sabe que no hay nada de trágico en el mundo porque cree que nada escapa a Dios. La verdad no está solamente en aquello que es, sino sobre todo en aquello que todavía no es, pero será. La verdad del hombre no está en el hombre como se encuentra hoy, sino en el hombre como será mañana y como ya anticipadamente, fue manifestado en Jesús resucitado.
Leonardo Boff afirma que donde se tiene fe y amor hay esperanza. No una esperanza muerta, o una simple expectativa, sino más bien una esperanza viva y fiel en la resurrección, que no es otra cosa que la total y exhaustiva realización de las posibilidades latentes en el hombre, y que se hacen patentes de acuerdo a su dinamismo de posibilidades de unión íntima con Dios, comunión cósmica con todos los seres. Lo cual supondría la superación de todas las ataduras y alienaciones que marcan toda nuestra existencia terrena en el proceso de gestación, evolución y perfeccionamiento en el amor.

jueves, 8 de febrero de 2018

MARCOS 7, 24. UNA MUJER EXTRANJERA

 MARCOS 7, 24 – 30: Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quería que nadie lo supiera, pero no pudo pasar inadvertido. De hecho, muy pronto se enteró de su llegada una mujer que tenía una niña poseída por un espíritu maligno, así que fue y se arrojó a sus pies. Esta mujer era extranjera, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara al demonio que tenía su hija. —Deja que primero se sacien los hijos —replicó Jesús—, porque no está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros. —Sí, Señor —respondió la mujer—, pero hasta los perros comen debajo de la mesa las migajas que dejan los hijos. Jesús le dijo: —Por haberme respondido así, puedes irte tranquila; el demonio ha salido de tu hija. Cuando ella llegó a su casa, encontró a la niña acostada en la cama. El demonio ya había salido de ella.



Es curioso que en los sinópticos, a pesar de la gran profesión de Pedro,  la profesión de fe de los pueblos paganos venga a través de una mujer y que la profesión de los poderosos lo haga a través de aquel centurión. En el evangelio de Juan, en cambio, la profesión de fe correrá a cargo de Marta y María… dos mujeres. El papel de la mujer en el corpus del evangelio tiene un papel fundamental para la comunidad joánica, pero también se deja a entrever en este pasaje que narran los sinópticos y aunque hoy en día el “olor a macho” se va diluyendo en el evangelio, queda mucho perfume aún por derramar sobre la importancia del papel de la mujer en la obra de Dios y en el evangelio de Jesús.

Un dato importante, las mujeres que siguen a Jesús no sólo se encargan de mantener al grupo alimentado sino que además aportan parte del sustento económico que necesitarían, sin duda, para proseguir estos largos viajes alrededor del Mar de Galilea. De entre ellas, otro dato curioso es que eran mujeres con cierto poder adquisitivo y, por tanto, con acceso a la cultura y con una determinada posición social. Que ellas quieran seguir a Jesús nos habla de la autonomía que estas mujeres tenían con sus maridos a diferencia de la corriente de sumisión a la que casi siempre se suele referir respecto del papel de la mujer.

Mujeres cultas, que aportan, que sirven y que también son discípulas. Llamadas y amadas que con firmeza han estado no sólo siguiendo al maestro, sino a sus pies cuando lo crucificaron, motivo por el que podemos ver la gran cercanía entre Jesús y ellas que incluso en aquellas horas estuvieron sirviéndolo. Y este es el ejemplo, que incluso en todo este tiempo de silencio forzado, ellas (mujeres) han seguido comiendo de las migajas que caían de la mesa de una historia que ha tardado en reconocerlas.

De unos cuantos años hacía ahora la situación ha dado un vuelco casi total que ha permitido ir cediéndoles el protagonismo, aquella parte que les fue quitada a causa de la cultura, el dominio… Y hoy en día tenemos muchas teólogas que han aperturado el mundo hacia una nueva sensibilidad en la percepción de ese Dios que es Padre y Madre, dándole al sentido del Amor una plenitud desconocida.

Si yo me quedo dentro de esta interpretación que narra sobre la primacía del pueblo judío sobre los gentiles (o los paganos) y no soy consciente de esta mujer y no alcanzo a traerla al frente, estoy leyendo el pasaje de un evangelio que no es mío.

En la historia de la vida se nos narra que hubo un hombre y una mujer, y que la mujer fue en todo igual al hombre, y que entonces vio Dios que era bueno y dio por terminada la creación. De esta historia del Génesis extraigo la necesidad del uno para el otro, y viceversa. En la historia de la cruz se narra el destino de un hombre que antes de expirar une a un hijo con su madre y a una madre con su hijo.

miércoles, 7 de febrero de 2018

MARCOS 7, 14. JABON Y ACEITE

 MARCOS 7, 14 – 23De nuevo Jesús llamó a la multitud. —Escúchenme todos —dijo—y entiendan esto: Nada de lo que viene de afuera puede contaminar a una persona. Más bien, lo que sale de la persona es lo que la contamina. -- Después de que dejó a la gente y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron sobre la comparación que había hecho. —¿Tampoco ustedes pueden entenderlo? —les dijo—. ¿No se dan cuenta de que nada de lo que entra en una persona puede contaminarla? Porque no entra en su corazón sino en su estómago, y después va a dar a la letrina. Con esto Jesús declaraba limpios todos los alimentos. Luego añadió: —Lo que sale de la persona es lo que la contamina. Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona. 



La enseñanza se queda ahí, para el tiempo de Jesús, para la Galilea y las costumbres de su época, y para declarar limpios los alimentos. No creo en que hoy podamos aplicar este pasaje a nuestra vida ni a nuestro corazón, si bien es cierto que en nuestro interior se forjan las actitudes que, después, reflejamos en nuestra vida o en nuestra forma de hacer. Segmentar estos versículos para crear una doctrina en lo que concierne a nuestra interioridad es salirse, por completo, del mensaje original. De hecho, miserable de mi si no atiendo a los condicionantes externos que ocurren en mi vida, en la sociedad, porque a pesar de mi mejor o peor condición espiritual son estos marcos los que limitan, al final, mi actuación y mi estado.

Puedo dedicarme a la meditación, hacer una relajación muy profunda, orar de modo incesante y tan hondo que llegue a escuchar música celestial, pero sólo estoy cultivándome. De hecho puedo llegar a tener una relación individual de extraordinaria proximidad con Dios y mi corazón vivir en un estado de sosiego, calma y bondad internas. En todo lo que afecta a mi estoy bien y, por ende, en cuanto a mi entorno me extiendo en generosidad, entrega y bondad. Aunque desde mi dedicación personal hasta que regreso al reposo interior ha habido un desgaste emocional, físico y espiritual al que me somete todo este entorno que son las relaciones, el trabajo y la sociedad en la que vivo (mi tiempo actual).

Quiero decir, una relación personal de profundísima relación con Dios es buenísima. Estoy de acuerdo en que según cuide mi corazón, según trate mis afecciones, así respondo luego… y me perjudico y puedo llegar a “contaminar”. Pero más allá de atender a este sujeto emocional que soy, mi entorno es también ejecutor de ese ánimo mío. El mundo es capaz de una influencia sobre la persona que, dependiendo donde se encuentre, vive condicionada por un ambiente de violencia, de hambruna, de necesidad o de bienestar. El mundo en sí es como un gran corazón, que también necesita ser “purificado”.

Debo traspasar este ejercicio personal que siempre se propone para este pasaje y trasladar mi percepción espiritual a un ambiente más extenso, incluso más lejano. Hoy, ese aspecto individual debe marcar el ámbito comunitario en el que las personas conviven, pensando que para los demás, todo aquello que sale de la experiencia del entorno en el que estoy se hace apetecible, o no. Y desde esa percepción que se recibe encontramos rechazo o aceptación.

Mi comunidad tiene un ejercicio moral con el ser humano y no sólo moral sino práctico. A veces no puedo estar lavando los platos sistemáticamente: plató, jabón, agua y a secar. Y cojo uno repleto de aceite, por más jabón que pongo el plato sigue estando aceitoso. Entonces, aún rabioso, tengo que detenerme y ver cómo limpiarlo. Así la realidad, que no siempre es la misma, y por más limpias que tenga las manos el jabón no es siempre igual de eficiente.

lunes, 5 de febrero de 2018

MARCOS 6, 53. AGUA VIVA

 MARCOS 6, 53 – 56: Después de cruzar el lago, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron allí.  Al bajar ellos de la barca, la gente en seguida reconoció a Jesús. Lo siguieron por toda aquella región y, adonde oían que él estaba, le llevaban en camillas a los que tenían enfermedades. Y dondequiera que iba, en pueblos, ciudades o caseríos, colocaban a los enfermos en las plazas. Le suplicaban que les permitiera tocar siquiera el borde de su manto, y quienes lo tocaban quedaban sanos.



Las plazas eran, antiguamente, el lugar de reunión de cada pueblo. Hoy en día encontramos esta tradición todavía viva en algunos pueblos, sobretodo de interior, en el que tal día se celebra el mercado o tal otro se reúnen los ganaderos y almuerzan… También son un punto de reunión  para los chicos y chicas que entran o salen de clase y, si profundizamos, la plaza es el lugar tanto de lo bueno como de lo malo (los primeros tragos, el primer cigarro, las bandas…). Que alguien hablara en un plaza le otorgaba una cierta autoridad e indicaba que aquella persona gozaba de una determinada condición social. ¿Dónde sino en las plazas podían agolparse a los enfermos para que esperaran a Jesús?

La plaza es, también, el lugar en el que ocurren mis más importantes decisiones, ahí habla la razón mientras escuchan los argumentos y luego discuten. Interiorizar este ámbito geográfico determinado, la plaza, me permite dibujar el escenario de desarrollo de muchos acontecimientos. Incluso propicia un lugar de encuentro con Jesús o con el sosiego final de una jornada que empezó corriendo por las laberínticas callejuelas de esa ciudad extraña que es mi vida.

Jesús fue un hombre de Nazaret que vivió en una región bastante desértica en donde el agua jugaba un papel fundamental. Así que los asentamientos, los pueblos, debían configurarse alrededor de un pozo, o cerca de él. Jesús aprendió algo mientras crecía en el seno de aquella sociedad: aprendió a ser pozo. Jesús aprendió a no acudir de pozo en pozo mientras caminaba, hasta el punto que pasa a ofrecer agua a la samaritana delante del pozo de Jacob: del agua que yo te daré no tendrás sed jamás. Jesús aprendió a ser un pozo al que la gente podía acudir a saciar su sed porque su agua emana vida.

viernes, 2 de febrero de 2018

MARCOS 6, 30. AL DESEMBARCAR

 Marcos 6, 30 - 34: En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.  Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.» Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.


Marcos nos contrapone, a veces, la actitud de Jesús con la de sus discípulos. Mientras recordamos, por ejemplo, el pasaje en que los familiares del maestro quieren llevárselo a casa porque lo creen un loco (sin tiempo ni para comer), vemos hoy a Jesús en cambio procurando a los suyos un lugar más reposado para descansar. Estamos en medio de una actividad frenética, infatigable, exigente. Jesús ya es un personaje reconocido entre la gente. Quizás como taumaturgo, quizás como profeta, quizás como hombre de bien o quizás como maestro, las personas que se agolpaban, que lo perseguían y que lo aclamaban denotan su necesidad, su deseo de que esta nueva doctrina, esta predicación suya y esos actos que le acompañan se hagan visibles, ciertos e incluso posibles.

Jesús es un modelo de alguien que viendo la necesidad de la vida actúa como el mejor de los guías conduciendo a los suyos a un espacio de intimidad, de familia. Luego en ese espacio sucederán muchas cosas, aunque es seguro que todos necesitamos que nos acerquen a lugares de reposo. Lo necesitamos por la vida que nos agita, por las situaciones que nos pasan, por los encuentros y desencuentros, por lo bueno y lo malo... Aquí lo encontramos relatado en un pasaje, pero esto es cosa de cada día. Nosotros mismos tendríamos que saber encontrar ese tiempo más de soledad, más de reflexión, más de encuentro personal. Podemos dejarnos llevar por la velocidad del diario, pero si estamos atentos a los signos, quizás también veríamos al mismo Jesús alargando su mano, indicándonos un lugar.

Somos capaces para seguir, incluso para perseguir, atosigar, pedir, acompañar, aclamar... que seamos también capaces de llevar a lugares apartados, de reposo, de intimidad. Que seamos también capaces de respetar esos espacios, de entenderlos, de agradecerlos. Que puedan servir para medir nuestra vida, cómo estamos o cómo nos sentimos. Ya habrá tiempo para volver a la orilla, para volver al encuentro, para nuestro trabajo, relaciones interpersonales... hoy hay que alejarse un poco, quizás no mucho, pero hay que subirse a la barca con Jesús (el mar parece tranquillo)

LUCAS 2, 22. CANDELERA

 Lucas 2, 22 - 40: Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.» Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»


La profecía de Simeón nos sitúa exáctamente en el mismo momento en que a María se le comunica que: su adhesión a Cristo va a ser, de algún modo, dolorosa. No sólo porque su Hijo vaya a ser motivo de controversia, de separación entre su propio pueblo, sino porque el destino de la Madre va a quedar unido al destino del Hijo de un modo análogo. María será la compañera inseparable de Jesús, la nueva Eva de este nuevo Adán y, como nos muestra el evangelista, la primera creyente y discípula. Creyente no sólo por lo que extraemos del pasaje de la Anunciación, creyente porque como discípula acepta llevar su cruz hasta el final. Lugar desde donde el Cristo ofrece su última càtedra: aquí tienes a tu hijo.

Ciertamente es muy hermosa esta relación que sujeta a María con Jesús y a Jesús con María. Es de ellos la formación de lo que Von Balthassar llamará la comunidad de la cruz, pues en ambos se prefigura el mismo camino de despojamiento, de humildad y de confianza en Dios. Así, a la kénosis del Cristo le sigue la kénosis de la Madre y, como un misterio, en el punto álgido de la cruz el encuentro entre pobreza y gloria, que en un prime momento se arrebata a María, queda completado.

Claro, si una espada atraviesa a María, que es modelo de creyente, cómo no va a atravesarnos también a nosotros? Por supuesto, si nosotros creemos estamos también asumiendo la propia cruz que cada cual tiene en su vida y, como una espada, el dolor que repercute, que se proyecta, que nos sucede. ¿Dios quiere nuestro dolor? En absoluto, pero el dolor existe y la cruz, también. Por tanto, todos seguimos forjando esa misma comunidad que se une a la Madre y al Hijo como comunidad de creyentes, de fieles que han quedado bajo el regazo de aquella Madre universal a quien fuímos entregados como estirpe.


Y este misterio, termino, contempla para nosotros una promesa, que es fiel: que es posible superar las adversidades, las dificultades y aunque se caiga hay una posibilidad de levantarse y proseguir. Esto es, que con la fusión de aquella primera comunidad de la cruz, reside en nosotros una promesa de superación de las dificultades, pues esta Madre atravesada será capaz de pisar la cabeza de la serpiente, y así como la primera mujer, Eva, fue portadora de desconfianza, esta otra Eva, María, será la que traiga esperanza.

jueves, 1 de febrero de 2018

MARCOS 6, 7. SIN NADA


 Marcos 6, 7-13: En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. 
Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.» 
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. 


Hay algo latente en el ser humano que espera a ser descubierto. Vive en nosotros, en lo profundo del ser, un anhelo mayor que la propia vida, a la que trasciende. Es el fondo de una llamada que atraviesa el mismo universo para comunicar a nuestro yo el Tú de un Dios que se descubre en nuestra vida a modo de revelación. Un Misterio capaz de irrumpir en nuestra vida estremeciéndonos de un modo asombroso, haciendo posible una reconciliación por la que ya no sólo nos sentimos nuevos, sino recreados. Tocados por una vida que nos sustenta, nos acoge y nos conoce. La vida, podríamos decir, que nos viene dada. No la escogemos nosotros, somos escogidos por ella. Somos, pues, parte y resultado de un impulso de vida que llega desde la profundidad de ese Yo primordial al que llamamos Dios. 

La existencia, iniciada en ese impulso, deriva en la carrera para llegar a uno mismo. Llegar a uno mismo para desplegar todas nuestras potencialidades en donación y entrega, participando plenamente del todo de Dios, alcanzando un máximo de unión en un máximo de personalización, en Cristo. La vida es un amarnos para amar, nuestra vocación primordial.

Con todo, este desplegar nuestra existencia es asimétrico. El descubrimiento de la vocación fundamental para la que somos llamados es irregular. Hay todo un camino por descubrir que nos viene velado, personalmente, de tal forma que la experiencia de uno puede servir para otro pero no de forma definitiva. Así ocurre con la fe que, aunque heredada, vive en cada persona entre un descubrir y un ocultar, entre un revelar y un callar. 


Nuestra fe proviene del Misterio mismo de Dios, en quien confiamos, pero también de otro misterio fundamental, que nace del encuentro. La fe siempre tiene que descubrirse. Hay que acogerla en un espacio sorprendente dentro del corazón humano que se ve interpelado por una gracia mayor que él. Porque la fe es un don y conlleva, por ello, sentido de pobreza y agradecimiento.