LUCAS 1, 34 – 38: —¿Cómo podrá suceder esto —le preguntó María al ángel—,
puesto que soy virgen? —El Espíritu
Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Así
que al santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios. También tu parienta
Elisabet va a tener un hijo en su vejez; de hecho, la que decían que era
estéril ya está en el sexto mes de embarazo. Porque para Dios no hay nada
imposible. —Aquí tienes a la sierva del Señor —contestó María—. Que él haga
conmigo como me has dicho. Con esto, el ángel la dejó.
Hay una correlación entre dos mujeres en las que Dios obra a pesar de su
infertilidad, Sara y Elisabet, y esta otra mujer que va a acoger el milagro de
la encarnación. En este misterio hay una renovación en esta concepción de crear
o de dar a luz al Verbo divino. Si en el principio Dios creó con la Palabra,
ahora no podía sino crear con ese mismo Verbo la salvación de los hombres.
Para Dios no hay nada imposible, aunque nadie tiene la certeza de su
actuación. ¿Cómo opera Dios? Pues quién sabe, no tengo duda de que Dios opera a
través de muchas cosas: de sus hijos, de sus hijas, a través de la creación… y
aunque su obra es visible, lo imposible que dice este ángel a veces se me queda
como en un deseo y ya. Entonces pienso cómo respondo yo ante esta condición
impredecible de la vida y dónde queda Dios en medio de tanto sufrimiento,
cuando la frondosidad de la vida se va secando y finalmente se estruja. Como
Job, no salgo de mi estupor y la experiencia del don de la vida, que se da en
el albor de la muerte, se me da, pero también se me arranca.
El sufrimiento es indecible, no hay ningún saber de Dios que nos lleve al
consuelo o al saber de Dios, quizás no haya sentido. Y para Dios no hay nada
imposible y es en este misterio cuando más presente se hace el Señor, porque la
irrupción de Dios en el hombre también sucede dentro de nuestros egiptos. Y en
aquella tierra de esclavitud y mortandad hubo por mucho tiempo sufrimiento
hasta la liberación del éxodo, pero no por ello puedo decir que para que vengan
bienes primero debe haber males. La vida es un feliz y extraño acontecimiento.
En esta oración somos como María, y es que cuando me dicen que Para Dios no
hay nada imposible, sé que Él hará conmigo como diga. Aquí, pues, está tu
siervo.
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