El discípulo es uno de los temas recurrentes que atraviesan los evangelios. Cómo es? Qué se espera? Qué necesita?... son preguntas a las que cada evangelista responde en función de la comunidad en la que viven. Todos los evangelistas coinciden en la fidelidad, en el seguimiento a Cristo y en la necesidad de la vigilancia. Al discípulo, en Lucas, se le entrevé una actitud nueva respecto de la espera escatológica, que está descubriendo la importancia del tiempo. El estímulo escatológico está desapareciendo y es necesario alentar la vigilancia, la tensión de la espera. Algo que estos meses, por ejemplo, cobra actualidad en muchos lugares del mundo en los que se procura que la población no pierda el interés por la política, o la economía. La espera escatológica se ha convertido en la espera político-económica y el seguimiento a Cristo, que pena, se ha tornado ya una rareza.
La preocupación de los evangelistas era la de motivar a sus comunidades, como la ocupación de los profetas era llevar al pueblo una Palabra de Dios. Ahora la preocupación de nuestra Iglesia dónde vive? Dónde está? Si cuando más necesitamos de su posicionamiento sólo sabe callar. Y salvo excepciones por el mundo, que prosiguen con su voz profética y de denuncia, la Gran Institución calla y otorga a las presiones de los poderosos un silencio de complicidad en este ataque masivo a las libertades y a los derechos fundamentales de un ser humano mermado, herido, agotado y masacrado.
Más aún, porque verdaderamente me sorprende que ante un mundo que se manifiesta, que sale a la calle en contra de una guerra, en contra del terrorismo, a favor de la paz, por una u otra opción nacional… no tenga una macro, macro manifestación de cristianos y de cristianas que pidan un cambio total y absoluto en su modelo de Iglesia y en la forma en que ésta ha perdido su capacidad como seguidora de Cristo.
Hay veces que se escucha la voz de los ultra-montanos, de los más recalcitrantes, de la banda conservadora pero… ¿qué ocurre con nosotros, con los otros?¿por qué no salir a la calle para reclamar una vivienda digna, un salario digno, un mejor cuidado por el ecosistema o un compromiso de amor hacia el mundo que nos alberga? ¿Dónde está nuestra capacidad de escándalo? ¿Dónde nuestra voluntad como comunidad? ¿Hay alguien ahí?
Podem sortir, per fidelitat, al carrer amb una proposta atraient, diferent i engrescadora. Podem dir que Jesús es viu en mig dels homes. Que nosaltres l'hem vist. A Emaús va passar. Per què ara no passa? Jesús el tenim en el sepulcre i a la creu. No està aquí. Està l'Esperit sant i aquest (els seus dons) no el sabem reconèixer, veure, sentir... Ens hem quedat en la lletra, però ens falta l'esperit...
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