Nuestra experiencia nos dice que en la vida habrá episodios de reconciliación y otros de definitiva ruptura. Aun cuando el problema se arregla, muchas veces no se logra seguir con la convivencia o con la relación. Este pasaje nos anima a tener una actitud diferente ante la problemática del vivir.
Perdonar no implica necesariamente continuar con alguien, porque a pesar del perdón hay otros muchos factores implicados que hacen complicado seguir conviviendo. Hay ocasiones en las que haber dado o recibido el perdón no implícita salvar una relación desde el ámbito convivencial. Entra en juego nuestra herencia relacional, las veces que nos han hecho daño, los desengaños… Quién sabe, a veces simplemente a pesar de haberte pedido perdón y ser perdonado no se desea nada más.
Bajo la etiqueta de este pasaje se encierran muchos miedos nuestros, podemos incluso llegar a tapar las carencias de una comunidad, de una familia. Muchas veces se vive con una falta de perdón, debemos entenderla dentro de las posibilidades humanas. No hay un tiempo exacto para vivir el perdón, a veces llega temprano y soy capaz de pedirlo o de darlo inmediatamente, a veces llega tardío o tan siquiera llega.
Se dice que la falta de perdón nos liga, nos encadena, nos subyuga. En cambio una actitud perdonadora libera porque camina libre de rencor, de rabia, de enfado. Transito del presidio a la libertad, perdono y no soy capaz de perdonar, ando cargado y otras liviano. Hasta que pido perdón ando como escondido, cabizbajo, evito la mirada, estoy incómodo… Qué extraño esto del perdón que una actitud, una simple actitud (una de tantas), pueda ser tan decisiva, de tanto impacto. Hay que darlo, hay que darlo, lo sé… pero a veces no es fácil.
Hoy el evangelista nos invita a sumergirnos en una actitud de perdón, un perdón que se dirige hacia adentro, a lo profundo del corazón y hacia afuera, donde residen nuestras relaciones. Nos propone una vía más física en esa actitud de perdón hacia los hermanos y otra vía interior para ser capaz de perdonarme. Y de todo ello nace otra experiencia que me aproxima a la actividad misericordiosa de Dios, de la que puedo participar acogiendo el perdón. No es un llamado a comprenderla, es una posibilidad de vivirla.
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