Levantar la cabeza prefigura la valentía para afrontar la vida, la realidad de cada uno. Da amplitud de recorrido y permite abarcar un radio de extensión mejor que cuando uno lo hace mirando al suelo. No hay que tener vergüenza, porque si en esta vida hemos fallado o tanto si las cosas no nos han salido bien nuestra opción sigue siendo levantarnos.
Lo esencial del ser humano y lo más maravilloso que tiene es precisamente esa capacidad de levantarse una y otra vez ante los sucesos de su vida, ante las adversidades y los problemas, ante la muerte y la enfermedad... Es admirable ver en la persona el deseo de vivir, de rectificar, de continuar...
Jesús, por ejemplo, se dispone a enfrentar en Jerusalén su crucifixión y aún después del episodio de Getsemaní en el que su alma se abate, Dios refuerza su espíritu para que levantándose afronte la muerte. Podría decirnos como a Nicodemo que hay que morir para vivir, pero que entre el tránsito de un estado a otro, es necesario haberse levantado.
Hoy no hay mucho más que decir, vamos a saborear este momento en que erguidos vuelve a existir una oportunidad para todos.
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