Lucas 20, 27 - 38: En aquel tiempo,
se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le
preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su
hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a
su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin
hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron
sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de
cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.» Jesús les contestó: «En esta
vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida
futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no
pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la
resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el
episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de
Isaac, Dios de Jacob." No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para
él todos están vivos.»
Cuando nos
preocupamos por las cosas que poco importan en la vida terminamos por
olvidarnos de humanizarla, que en definitiva es el reclamo del pasaje de hoy.
Miren, en la situación actual del mundo sólo vemos cortinas de humo: que si un
gobierno que sí pero no, que si un intento de atentado (que tampoco) en un
meeting del Trump, que si los papeles de Panamá... Escándalos y situaciones que
sólo quieren llamar la atención de la gente para que no piensen en lo realmente
importante.
Esta mañana
repasaba las palabras del Papa Francisco de ayer, sobre la vergüenza que le
provoca que sea tan fácil rescatar a un banco y tan difícil mostrar ayuda
humanitaria a quienes la necesitan. Europa ha querido anteponer el bienestar de
los bancos al bienestar de las personas, han primado el mantener las comisiones
por encima de la vivienda, la comida, el salario digno... Y deben haberlo hecho
muy bien porque a penas algunas voces que rápidamente caen en el olvido
salieron en contra de esa situación vergonzosa. Menosmal que ayer el Pontífice
recuperó lo que es importante de la Iglesia: la lucha contra la inhumanidad.
En la Iglesia, en
general, hoy estamos demasiado preocupados en cuestiones que, aunque también
importantes, desgastan los recursos de quienes desean conseguir derechos y
facilitan la vida de los que preferen conservar y retener. Hay luchas que nos
conciernen, sí, pero no son lo más importante. ¿Acaso hay que dar prioridad a
que los sacerdotes se casen por encima del derecho al trabajo digno?... Como
estas otras tantas situaciones que todos y todas conocemos.
Vamos a recuperar
el pulso a la vida, vamos a reimplicarnos por el ser humano, vamos a alzar la
voz contra el capitalismo y el poder porque ahí está la labor profética de la
Iglesia. Vamos a buscar la libertad de la persona, el derecho de los pueblos,
el bien común. Luego, sin dejarlo de banda, ocupémonos también de las otras “luchas”.
Dios es un Dios de vivos, no es un Dios de marionetas.
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