El discurso programático que nos presenta Lucas recoge el deseo profético del Antiguo Testamento vertido, ahora en Jesús de Nazaret. Será común ver cómo los evangelistas van a ir tejiendo alrededor del nazareno todo tipo de afirmaciones que recogieron los profetas y, que para el evangelista, van a tener su cumplimiento en Jesús. Tampoco es que toda esta composición tenga que asustarnos. El autor sólo presenta la clara intención de hacer que en el Cristo repercuta la profecía antigua. Es una mirada intencional y subjetiva. Es la percepción de una comunidad desde el acontecimiento pascual.
Nuestra percepción actual también va encaminada a reinterpretar el pasaje del evangelio. Lo que se dio en cumplimiento a Cristo no pierde vigencia, pero podemos aplicarlo a su Iglesia, o a la comunidad cristiana, ciertamente. Cada vez que en la comunidad se hace presente el discurso programático se actualiza esta doble visión de la voluntad de Dios que es, curiosamente, una oda a la vida, a la igualdad, a la libertad y a la dignidad de la persona. Los pobres, los cautivos, los quebrantados, los oprimidos y los ciegos, dibujan perfectamente el mundo de hoy. Así, cuando vivimos por ellos, cuando vivimos con ellos, se hace presente el Espíritu del Señor que se posa en nosotros.
Ahora bien si nos olvidamos de la pobreza que se vive en nuestras calles, de la ceguera que provoca la deseducación, la opresión que conlleva a la violencia, la cautividad que provocan nuestras “democracias”, o el quebranto del corazón de los que no son iguales, ¿quiénes somos?¿qué representamos?¿dónde hay Espíritu?¿Quién podrá predicar el año agradable del Señor?
No hay comentarios:
Publicar un comentario