La celebración de todo Misterio tiene, en la Iglesia, una llamada hacia la actualidad que, siendo la realidad de Dios, clama ante la doble necesidad de:
1) no imposibilitar la acción de Dios en las personas y,
2) la de llenar de gracia cada espacio, cada rincón, cada realidad en un mundo que se ve cada día más necesitado.
Así, si no impidieramos la acción de dios y si llenáramos el mundo de gracia ¿no sería la creación un hito maravilloso?¿no sería la vida algo que merece la pena? En este Plan cada uno de nosotros tiene su propia responsabilidad, porque en esta irrupción histórica a través de la acción individual y comunitaria, si Dios intervino en María… es que también puede intervenir en nosotros.
Así, es una tarea fundamental en este tiempo ser capaces de llevar un mensaje a los demás: “has encontrado gracia ante Dios”. Como mensajeros, evangelizadores, catequistas, comprometidos y comprometidas, sacerdotes, religiosos... la misión principal de acercamiento a la humanidad y a las realidades que nos rodean es esta de llevarles gracia, bendiciendo momentos y circunstancias. Si el mundo nos lleva a hablar mal, a leer y escuchar de crisis, de corrupciones, de tramas, de grupos de presión... el evangelio quiere llevarnos a hablar bien del ser humano, a bendecirlo. En esta gran pelea espiritual de esas dos fuerzas ancestrales que son el bien y el mal, estemos seguros que no venceremos con lo malo sino con lo bueno.
Por tanto, hay que teñir nuestra realidad de colores, de colores vivos, llamativos, transgresores, felices, dinámicos, creativos, que permitan soñar, que llamen a la esperanza... no dejarse atemorizar por la paleta de grises y de negros, por las líneas rojas, o por los azules, naranjas... o las rosas que impregnan el olor y el color político.
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