Los evangelios se escriben a la luz del Misterio de la Resurrección. Esa es la noticia clave para que haya un resurgir de la fe, una fe que se había apagado con la crucifixión, pero que ahora no sólo cobra nueva fuerza, sino que además se anuncia en todos lados, sea en las plazas, en las sinagogas, en las casas... Mateo nos presenta a unos dirigentes judíos preocupados ahora por esta extraña noticia así que, mientras unos se alegran, otros tratan de evitar lo que hasta hoy todavía no se ha podido detener: la fe en Cristo.
Nosotros vivimos hoy nuestra fe desde otro momento de la historia, muy diferente. Somos herederos de una creencia que desde aquel entonces se proclama: que Jesús ha resucitado y que gracias a esa victoria sobre la muerte se constituye Señor. Y ya que todavía nos falta para Pentecosta, podríamos vivir estos días de alegría, de buena noticia, bajo el prisma de la clandestinidad que todavía, hoy, viven en muchos países del mundo. Lugares donde las comnidades cristianas son perseguidas, castigadas, echadas de sus casas... Si reivindicamos toda clase de actos, cuanto más aquello que afecta tan directamente a nuestra comunidad.
No se trata que tenga que prevalecer una religió sobre otra sino que se busquen medios para facilitar la convivencia entre las diferentes etnias, religiones y culturas que viven desde el conflicto. Hay lugares repartidos por el mundo repletos de violencia territorial porque se pertenece a la etnia tal, a la religión cual. Eso es inaceptable, porque día tras día los países del Norte vemos con una cierta distancia que casi deshumaniza la situación de aquellos que son presa de los conflictos. La televisión y la radio nos ayudan a confraternizar, pero también son medios que nos insebilizan porque nos hacen ver los problemas desde la perspectiva.
Por eso, esta Pascua podríamos tratar de vivirla de otro modo, no ya leyendo un periódico o escuchando las noticias, sino participando de ellas, acudiendo a los lugares a los que hacen falta voluntarios, haciendo voluntariados nuevos, participando de las realidades que suceden a lo largo y ancho del mundo, siendo compasivos, compartiendo suelo, llanto, esperanzas, tristezas y alegrías, hambre, lluvia, sol...
Que resucite nuestra sensibilidad, que resucite nuestro deseo de ser parte del mundo, que resuciten, también, las oportunidades.
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