¿Qué otro mensaje puede haber para quienes confiamos en Cristo que éste de: no temáis? Aunque, claro, si nosotros podemos poner esta confianza tan grande en el Cristo también es a causa de la sitaución, más o menos cómoda, que vivimos en una parte del mundo. A nosotros, pues, nos corresponde coger el punto de responsabilidad que el hecho de no temer lleva incluido. Bien, nosotros no tememos, ahora hay que procurar que el otro rebaño, más grande, tampoco tema. Y para ello hay que revestirse de humildad y de solidaridad, de entrega y de trabajo para poder cubrir y erradicar la política del miedo y del terror que imperan en muchos, en muchos, lugares del mundo.
Vemos, así, las situaciones de Siria, de África, de Dominicana, de México… más lejanas. Aunque también vemos las de Niza, Bélgica o Alemania, Barcelona… más cercanas. Allí, aquí, tenemos la responsabilidad de procurar que el mensaje de no temor cobre una verdadera significación. Allí, aquí, es donde cada día la fe sufre un remolino de situaciones que pueden hacerla quebrar en cualquier momento. Aquí, allí, hay una necesidad de luz porque entre sus fronteras sólo se abre una niebla de oscuridad, de incertidumbre y de temor.
Velar, pues, cobra un sentido de imperiosa actualidad. Velar, hoy, tiene que ver con poner todo el empeño en salvaguardar los rebaños, las personas, su integridad, su vida, su libertad. Velar, así, tiene un sentido de responsabilidad política mundial. Velar tiene que ver con mejorar los planes de actuación, las políticas de ayudas, la contaminación, el miedo al terrorismo, la explotación… Velar es cuidarnos.
Velar, también, es llevar nuestras lámparas a los lugares que necesitan luz, claridad. Porque una luz, aún la más tenue, consigue transmitir este deseo nuestro de acompañar a quienes más lo necesitan. Y está claro que en este tiempo la necesidad nos abruma porque no sabemos qué hacer. ¿Y eso es una excusa? Por supuesto que no, debe alentarnos a trabajar más por encontrar soluciones, motivaciones, vías…
Hoy el evangelio nos llama a cuidar, como rebaño pequeño, de aquel otro rebaño más grande. Hoy, a quienes no temen hay una llamada de transmisión de su no temor. Hoy, por tanto, hay una llamada a la acogida, porque acompañarnos no sólo es humano sino también parte del evangelio.
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