LUCAS
6, 36 – 38: Sean compasivos, así como su Padre es compasivo.
No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen,
y se les perdonará. Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida
llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a
otros, se les medirá a ustedes.
Este pasaje de hoy es como el Quid pro Quo del comportamiento del cristiano
en Lucas. Pero el evangelista omite en este pasaje dos aspectos fundamentales
del individuo, la espontaneidad y la visceralidad, porque en nosotros está en
enfadarnos, el juzgar y el no perdonar que, irremediablemente, surgen en
determinados momentos de la vida y a veces no sabemos cómo. La fórmula de Lucas
habla de compasión, la de Mateo (que vimos hace poco) de perfección, sean
compasivos y sean perfectos como el Padre. Bien, dos grandes atributos que aun
con la persona de Jesús viva en nuestro interior no siempre están presentes,
incluso pierden batallas.
Estamos en el ámbito del amor al prójimo y al enemigo, de la regla de oro,
y el evangelista habla como de un premio para todo aquel que actué de esta
manera perfecta. Una medida llena y desbordante. Aunque debemos saber que a
pesar de juzgar, de no perdonar, de condenar o de no ser compasivos, la forma
en que ama Dios supera la nuestra y en su regazo, todos tienen esa misma
medida, a pesar de ser como sean.
Así debo entenderlo, que a pesar de vivir en
un ambiente determinado tanto puedo ser yo como cualquier otro el que se
comporte de manera contraria a ese espíritu compasivo del que se habla aquí,
hoy, en Lucas.
¿Y es posible apartarse de la compasión y seguir siendo amado, amada, de
Dios?¿Ustedes saben cómo mide el Señor la maldad? Bien, así como todos
presuponemos que con estas actitudes de hoy hay premio asegurado con Dios,
pretender que ese triunfo sea exclusivo nos conduce al error, ¿Acaso no tiene
piedad Dios de quienes se equivocan? Eso mismo se dirige ahora a nosotros, que
haciendo esa partición entre justos e injustos no hacemos sino condenar y no
perdonar.
Si pudiera quitar alguna cosa de los evangelios sería toda esta normativa
respecto del comportamiento humano que quiere Dios, porque no creo que Dios
quiera algo del ser humano salvo su felicidad, así debe funcionar el amor de
Dios, que no pide cuentas y que vierte misericordia. Fundados sobre esta verdad
si es cierto que actuando así o asá la vida se hace mejor, pero debo entender
que regular la vida de las personas es, muchas veces, coartar su libre
movimiento. Parece que esto de ser Hijo o Hija de Dios cada vez está más
complicado.
¿Cómo debe comportarse un seguidor de Cristo? Equivocándose, sin duda.
Actuando en libertad, seguro. Deseando amar y ocasionando, no siempre, dolor.
Queriendo esbozar una sonrisa y terminar llorando… Un seguidor de Cristo se
comporta viviendo este don de Dios de existir, sin un quid pro quo, porque Dios
no pide contraprestación ni saldar cuentas.
Las analogías tienen que ver con lo que nosotros hacemos, con lo que
nosotros somos, pero en poco tienen que ver con el comportamiento de Dios. No
miremos más con nuestros ojos, ni construyamos según nuestras manos la voluntad
de Dios o el destino de la humanidad y permitamos romper la norma, rasgar la
jurisdicción y hacer añicos cualquier mentalidad para dejar espacio a que esa
medida lucana acabe por desbordar.
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