Lucas 9, 22 - 25: En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser
desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y
resucitar al tercer día.» Y,
dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo,
cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su
vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le
sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»
Aunque el evangelista nos muestra la necesidad, o la
tarea, de coger la cruz de cada día, es cierto que no nos dice cuál es. Sí,
podemos deducir que hace referencia alos problemas del diario, a las
situaciones que afrontamos en el trabajo, con la familia, entre amigos...
incluso podemos ir más allá y pensar en las enfermedades, en el acompañamiento,
en el dolor... Piensen, pero lo único cierto es que no encontraremos ciertamente
a qué cruz se refiere Lucas.
Marcos, en cambio, nos presenta un modelo de cruz que
es un escándalo, es el peor de los destinos y ser como Jesús, coger su cruz,
significa de un modo absolutamente certero disponerse a morir como Él. Claro,
también podemos buscarle ese otro significado más cercano a nuestra realidad,
pero la raíz de la significación de esta tarea del discípulo es para compartir
con Jesús ese mismo destino de muerte.
Ahora, la vida cristiana no debería ser sólo una vida
de cruz porque somos un pueblo en esperanza. Quizás históricamente, seguro,
arrastramos una imagen algo crucificada. La vida, el pecado, el sufrimiento, la
condición de pecador, las privaciones... mucha de la costumbre cristiana gira
en torno a una cruz, a un sufrir, y recuerden (por favor, que seguimos sin
saber a qué cruz se refiere Lucas). Pero había un interés en que esta imagen
fuera así y de este modo la hemos mantenido durante mucho tiempo. Incluso cuando
hubo algun rastro de primavera vino rápidamente el invierno.
Obviamente no todo tiene que ser una sonrisa, porque en
la vida encontramos tanto lo bueno como lo malo, pero estoy convencido que la
vida cristiana no debe ser sólo una vida de cruz, o de coger la cruz. Habrá
muchas personas que jamás, jamás, tendrán porque coger una cruz tal y como
nosotros la entendemos, ¿vamos a ser nosotros quienes se la coloquen? Por
favor, ni lo quiero yo, ni lo quiere Dios. ¿Cómo va a querer Dios cargar,
subyugar, al ser humano? Entonces, ¿qué cruz?
Ayer se hizo el gesto simbólico de la ceniza, que no
sea para nosotros un motivo de cruz sino un motivo que nos haga reflexionar en
todo un proceso que conduce a la resurrección y, después, a la esperanza.
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