LUCAS
12, 1 – 4: Mientras tanto, se habían reunido millares de
personas, tantas que se atropellaban unas a otras. Jesús comenzó a hablar,
dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los
fariseos, o sea, de la hipocresía. No hay nada encubierto que no llegue a
revelarse, ni nada escondido que no llegue a conocerse. Así que todo lo que
ustedes han dicho en la oscuridad se dará a conocer a plena luz, y lo que han
susurrado a puerta cerrada se proclamará desde las azoteas. »A ustedes, mis
amigos, les digo que no teman a los que matan el cuerpo pero después no pueden
hacer más.
Podríamos decir que tal y como corre el mundo hoy el evangelio hace una
llamada a cambiar la actitud respecto de estas metas, formas de hacer,
competitividad salvaje, presión… que en el mundo han encontrado un hueco como
fin del ser humano. Como si para realizarse en esta vida lo que tuvieras que
hacer sería convertirte en un tiburón, en un/una profesional agresivo, cual
lobo, atento a las flaquezas de los demás, a sus situaciones de debilidad para
aprovechar la ventura, como si estuviéramos en plena batalla. Hoy las personas
no sólo se atropellan sino que, además, viven inmersas en una falsa consecución
de su vida en plenitud. Esto es absolutamente hipócrita por parte de la
dirigencia social, que nos trata de engañar vía moda, tendencias, logros,
premios, castigos…
Pero miren, paralelamente a este ideal con el que ya desde pequeños se nos
quiere inculcar nuestro devenir por la vida ocurre que, al tiempo, vemos el
fracaso de los sistemas financieros, políticos… incluso vemos cómo aquello que
nos presentaron como nuestro patrimonio, el suelo, se ha convertido en una losa
para muchísimas familias que se han quedado sin casa, sin patrimonio, sin suelo
y sin todas aquellas pertenencias (muebles, cuadros, ropa, electrodomésticos…)
que también fueron fruto del consumo, sea en Ikea, sea en MediaMarKT, sea por
Credit Services, o por Credit Unión.
Ciertamente podemos sumar al evangelista cuando dice que no hay nada
encubierto que no haya de descubrirse, tarde más o tarde menos. Y aquí
tendríamos que aprender de una vez de la experiencia de este tiempo que, si
bien es convulso, también está ayudando a ver con claridad después de toda esa
densa niebla a la que estuvimos sometidos.
Bien, al ser descubiertas las cosas tenemos la posibilidad de rectificar,
de crear y de repensar nuestro lugar en el mundo, nuestras prioridades, la
forma en que vivimos y somos en sociedad y, midiendo las injusticias que
ocurren cada día, replantear la política, la energética, la banca y el orden
mundial (que hasta hoy siempre corre entre corruptos). Tenemos la posibilidad
de dejar de atropellarnos, de abandonar las carreras por la fama, la
popularidad, el éxito a costa de los demás. Tenemos, hoy, una grande
responsabilidad ante un mundo que ha caído y se ha sumergido en una selva en la
que los “fuertes” tratan de sobrevivir al golpe que su maquinaria ha asestado.
No teman, dice el evangelista. Y este no temer lleva implícito un mensaje
que quiere reivindicar que existe una posibilidad de cambio, de transformación,
en este mundo.
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