MATEO
5, 33 – 37: También han oído que se dijo a sus antepasados:
“No faltes a tu juramento, sino cumple con tus promesas al Señor.” Pero yo les
digo: No juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni
por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la
ciudad del gran Rey. Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer que ni
uno solo de tus cabellos se vuelva blanco o negro. Cuando ustedes digan “sí”,
que sea realmente sí; y cuando digan “no”, que sea no. Cualquier cosa de más,
proviene del maligno.
Leyendo este pasaje me viene a la cabeza la película EL CLUB DE LA LUCHA,
porque de modo muy drástico y radical el protagonista lleva su SI hasta las
últimas consecuencias, a pesar de los muchos NO que surgen en su camino. La
última escena, cuando explotan las bombas, se dirige hacia un cambio global en
el que todo empezaría desde el caos. Para nosotros no debe ser así, pero como
el protagonista debemos llevar nuestro SI y nuestro No hasta el final.
Concreto, lo que nosotros declaramos SI es a favor de la VIDA y lo que decimos
NO es a la esclavitud. No necesitamos provocar un caos para que el mundo
renazca, sino que esperamos que el mundo sepa nacer del anuncio del evangelio
(quizás como Nicodemo – Juan 3).
Por supuesto, llevar el SI a la vida hasta las últimas consecuencias nos
implica en mayor grado a hacer todo lo posible para que el mundo sea un lugar
mejor, y en el que el ser humano encuentre un espacio de paz, de amor… No como
una utopía sino como una labor que puede realizarse con el compromiso de todos
los cristianos y de todo aquel (o aquella) que lo desee, porque ayudar no es
exclusivo de los cristianos, sino algo inherente a la persona en tanto
reflejamos el bien de Dios. Por tanto, el primer estadio es en el que nos
encontramos tratando de persuadir a la otra parte del mundo de sus políticas de
energía nuclear, armamento, explotación infantil, sanidad, programas de
prevención, reparto de la riqueza… algunas entre las muchas, muchísimas, que
destruyen al ser humano.
Es un estadio difícil, y lo es porque en nuestros 2000 años después de
Cristo todavía nos retiene. Pensar que el ser humano ha evolucionado es
quedarnos en el escaparate. Claro, tenemos los avances propios de cada época y
damos gracias, pero si tecnológicamente vivimos un auge que cada vez nos lleva
más lejos, humanamente nos declaramos con las mismas faltas de Caín: “y a mí
qué dónde está mi hermano?!”. Y a nuestro mundo del Norte qué lo que les pase a
nuestros hermanos del Sud?! A los ricos qué con los pobres?! A los que están
preparados qué quienes no lo están?!
Y qué es el NO de nuestro tiempo? Enseñar a las generaciones que vienen que
en la vida triunfan los tiburones, que la vida es una competición, que en la
vida hay que ser algo aun a costa de los demás, que primero yo y después yo y
después yo, que con mi cuerpo puedo hacer lo que me da la gana… Y cada cultura
tiene sus propios NO desde los que se educa a los hijos o a las hijas, a los
jóvenes, a los que van a heredar este mundo partido.
Y qué es el SI: bueno, leyendo lo que he dicho indudablemente es una lucha,
una pelea que quiere liberar al ser humano de todas esas cadenas de opresión en
las que vive y ofrecerle solamente ser libre, para que viéndose liberado sea
capaz de retomar su vida.
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