MATEO
5, 43 – 48: Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y
odia a tu enemigo.” Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes
los persiguen, para que sean hijos de su
Padre que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y
que llueva sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los
aman, ¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de
impuestos? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué de más hacen ustedes?
¿Acaso no hacen esto hasta los gentiles? Por tanto, sean perfectos, así como su
Padre celestial es perfecto.
El odio, como el amor, son posiciones naturales del ser humano con su
entorno: vierto toda mi delicadeza en aquello que amo y también mi antipatía en
lo que me molesta. Claro, el odio es algo que se puede ir trabajando a lo largo
de la vida para transformarlo o empequeñecerlo, así una persona que odia mucho
puede, finalmente, llegar a odiar menos. Está claro que hay muchos factores que
pueden jugar como factor importante en el decrecimiento del odio: la
experiencia del dolor, la capacidad de comprensión, la empatía, o simplemente
una visión más global del ser humano que es frágil e imperfecto. Hay muchas
formas de luchar contra el odio, más que las que tenemos para luchar contra el
amor, porque a pesar de las guerras, de las desigualdades y de la bronca del
día a día, solemos tender al amor.
Vivimos experiencias muy cercanas, ya sea en la China o en Canadá existen
momentos en los que el ser humano se iguala, y sea alto o gordo, delgado o
bajito, somos igual de vulnerables. La fragilidad, entonces, es un vehículo
para poder entender qué provoca el odio (y también la falta de comprensión, el
desprecio…). Pueden verlo cuando una pareja discute: te odio!, que es muy
recurrente, y nadie necesita que le expliquemos lo que ocurre a continuación.
Este te odio puede surgir por acumulación de pequeños momentos que terminan por
estallar, o también provocado por un desengaño, una traición…y muchos motivos
tenemos los seres humanos para odiarnos.
Pero el fin del odio es tristeza, soledad, frustración, derrota… el odio no
sirve para nada.
¿Y qué tenemos para superar el odio? Sí, el amor, aunque este amor no
siempre tenga que suponer una vida en pareja, o mantener una relación, o seguir
en un grupo de amigos… Amar no es tener las mismas ideas y tampoco es un
sentimiento. Este amor nos permite proseguir con nuestras vidas desde el
respeto, la tolerancia, la ayuda mutua, el compromiso, y también continuar por
el camino de la existencia sin estar incómodos o furiosos.
Hay un gran reto por delante por pacificar el mundo, a los seres humanos, a
las instituciones, multinacionales, bancos, petroleras, capitales.. y es el
reto que debe asumir la humanidad YA para salir al encuentro de Siria, de
Ukrania, de Mexico, de Colombia, de Irlanda, de España, Grecia… y para salir al
encuentro del otro si es que queremos vivir en paz. Merece la pena celebrar la
vida, y para poder brindar debemos tener amigos, la invitación de hoy es a
extender ese mapa de las relaciones y abrir aquellas vías que nos cuestan más,
que nos dan pereza y descubrir lo que había en la jaula, quizás salga un león o
un tierno pajarillo.
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