MATEO
7, 1 – 5: No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a
ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a
otros, se les medirá a ustedes. ¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu
hermano en el ojo, y no le das importancia a la viga que está en el tuyo? ¿Cómo
puedes decirle a tu hermano: “Déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando ahí
tienes una viga en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo,
y entonces verás con claridad para sacar la astilla del ojo de tu hermano.
Si Mateo viviera en nuestro tiempo y repasara un día la parrilla de
programas de Tele 5, se llevaría las manos a la cabeza diciendo: no puede ser! No
puede ser! Y aunque nosotros ya estemos acostumbrados a escuchas los insultos,
las cóleras, a ver ebrios a los tertulianos… no deja de ser una fantochada que
ha calado, y mucho, en todos lados. Desde gran hermano, la isla, el hotel,
sálvame, corazón/corazón, mujeres y hombres… Aunque a mí no me gusten y no los
vea, tengo presente que son los más vistos desde hace tiempo, porque a muchas
personas les gusta ver cómo se arrancan los ojos, o se ponen a caldo, o
publican sus trapos sucios… y no es que sólo los vean sino que además se paga,
y bien pagada, la torta.
Muchos jóvenes ya no quieren parecerse a otro tipo de celebridades más
sobrias, sino que lo que se lleva es o intentar participar de estos programas,
o sumarse a la fiesta del juicio y la cogorza sea desde casa, o en el plató, o
vayan a saber. Claro, parece que Belén Esteban sea más que Jesucristo, y que su
vida y sus obras superen a las del Señor, que si la ingresan para
rehabilitación, que si le ponen los cuernos, que si le sale un grano en la cara…
ya hace tiempo que esta muchacha perdió los papeles, y bonita, te ha pasado
factura.
¿Quién quiere ver cómo alguien se estrella?¿o cómo alguien destroza a
otro?¿o cómo se utiliza a las personas, dándoles de beber, de fumar, de…? Esta
es la vida que trasciende más allá de los evangelios, el servicio a las
riquezas, el ojo por ojo, el juzgar al otro, el homicidio, espacios en los que
la persona está orbitando en una especie de lugar sin gravedad, como un objeto,
es una rueda que termina al ser humano,
que lo destroza, lo ningunea, se machaca. No hay clemencia, ni hay perdón
verdadero, nada de lo que cuentan es cierto y lo pintan de color amarillo, y
aunque es nuestra realidad del diario, y muy cercana, qué pena!
No juzgar, no hacer daño, no crear infelicidad, a veces pienso: ¿tanto
cuesta?, me alegro de vivir en mi comunidad, con mis amigos y amigas, con mi
familia, que son lugares amables, confidentes, amados, de respeto y que
promueven a la persona, la quieren, la cuidan… y pienso que tenemos mucho
trabajo que hacer, más aún del que ya se hace, porque esta otra realidad es
terrible, terrible y no la puedo dejar de juzgar. Qué gran dilema! No estamos
tan distantes de Shakespeare, o de Heidegger. El existencialista alemán nos
decía que el ser humano para no ocuparse o preocuparse se refugia en la masa, y
pierde su autenticidad (no soy yo mismo).
Vivir en lo impersonal es dejarse llevar por toda clase de caminos, y
muchos serán malos. Es lo más costoso de la libertad, que uno no sabe qué hacer
ante estas cosas.
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