LUCAS
11, 37 – 41: Cuando Jesús terminó de
hablar, un fariseo lo invitó a comer con él; así que entró en la casa y se
sentó a la mesa. Pero el fariseo se sorprendió al ver que Jesús no había
cumplido con el rito de lavarse antes de comer. —Resulta que ustedes los
fariseos —les dijo el Señor—, limpian el vaso y el plato por fuera, pero por
dentro están ustedes llenos de codicia y de maldad. ¡Necios! ¿Acaso el que hizo
lo de afuera no hizo también lo de adentro? Den más bien a los pobres de lo que
está dentro, y así todo quedará limpio para ustedes.
Esto de las apariencias es algo que molestaba, o presumimos que molestaba,
al Señor, quien conociendo todo lo que ocurría en el corazón de las personas
premiaba la honestidad por encima de las posibilidades, las habilidades, las
capacidades de cada uno. Personalmente si alguna cosa me molesta y no puedo
soportar es encontrarme delante de esta realidad. Más aún cuando esta realidad
proviene de la comunidad, de la Iglesia o de los cristianos. Me puede, no
consigo entender por qué la gente (y la gente más religiosa) puede ser tan
complicada, retorcida o mal intencionada. Además, parece mentira, esta serie de
personas están tan enraizadas en la realidad de la comunidad que nunca marchan,
siempre están.
Cuando era pequeño, si algo me apartaba de los caminos de Dios era
precisamente cuando veía esta actitud. Pensaba: ¿Cómo es posible querer
aparentar amor, solidaridad, fraternidad… teniendo un corazón tan sucio, tan
laberíntico? El tiempo, tengo que decir, no me ha dado ninguna respuesta y la
paciencia, si es que tengo el don, tampoco me ha ayudado a mantenerme frío al
respecto, cuando me topo con ellos la cosa nunca acaba bien. Y no me basta con
la denuncia porque lo que no me gusta es tener que vivir con ellos, o que
precisamente esté en ellos el dar, o no, entrada, cabida y lugar a miembros o
nuevos miembros.
Sí, algunos siempre tienen una excusa a mano: es que soy así; Dios me
transforma poco a poco; no es que mienta es que se me olvidan las cosas… Otros,
en cambio, van camuflando sus intenciones: te quiero pero hago todo lo posible
por fastidiarte; cuánto me alegro pero en realidad me muero de envidia… Supongo
que todos tenemos experiencia de un modo u otro, y es que no conozco Iglesia,
comunidad o familia que se libre de ellos.
Que mala es la apariencia, porque además el proceso interior de cada una de
esas personas termina por ir destruyendo lo poco que les queda de felicidad, de
alegría, de vida. Lo que hacen no les satisface, pero no tienen el valor de
afrontar lo que les ocurre, piensan que podrán seguir alimentándose de los
demás y dentro de poco descubrirán que ni la sangre les sacia. Son como
vampiros, muertos tras una gran demostración de poder, oscuros a pesar de su
inmortalidad, y que aun teniendo cuerpo su alma no refleja nada.
De vez en cuando sólo me falta leer un pasaje como el de hoy para recordar
que tengo esa espina clavada en el zapato. Hoy, por tanto, aprovecharé para
pedir por mí, porque no hay forma de salirme de esta.
Cómo es esto del amor a
los enemigos?
Cuándo lo podré aprender?
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