LUCAS
9, 57 – 62: Iban por el camino cuando alguien le dijo: —Te
seguiré a dondequiera que vayas. —Las zorras tienen madrigueras y las aves
tienen nidos —le respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde
recostar la cabeza. A otro le dijo: —Sígueme. —Señor —le contestó—, primero
déjame ir a enterrar a mi padre. —Deja que los muertos entierren a sus propios
muertos, pero tú ve y proclama el reino de Dios —le replicó Jesús. Otro afirmó:
—Te seguiré, Señor; pero primero déjame despedirme de mi familia. Jesús le
respondió: —Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto
para el reino de Dios.
A la vista está que el evangelista pone en boca de Jesús palabras muy
duras. Hay que dejarlo todo! Nosotros, que podemos pensar, entenderemos que
para aquellas primeras comunidades, que estaban perdiendo la esencia de aquella
primera noticia, necesitaban que los suyos fueran prestos a dedicarse al
evangelio. Quizás en aquellos momentos no habría el furor de los llamados de
los discípulos, que lo dejaron todo, y por ello Lucas decide tomar cartas en el
asunto para presentarnos tal exageración: dedícate, primero, al evangelio.
Habrá veces que en nuestra lectura encontraremos pasajes complicados, pues
debemos entender las carencias de estas comunidades que, aprovechando el
mensaje de Jesús, describen lo que les está ocurriendo a ellas.
¿Y nosotros? Bueno, imaginemos… viviendo como vivimos en este mundo cada
vez más secular estará de más decir que no sólo enterrar a nuestros padres o
despedirnos de ellos, sino que primero déjanos vivir la vida, ganar dinero,
formar una familia… y finalmente, si lo vemos necesario, te seguiremos. Es una
gran parte de nuestra realidad, que hemos dejado hace años la evangelización y
que, por ejemplo, en las escuelas (en la formación) se ha desplazado a Cristo
por una ética, y a esta ética por módulos de periodismo, sociología… Como si
leyéramos una historia de Asterix, únicamente, en una pequeña región, viven
unos cuantos cristianos que siguen bautizando a sus hijos, llevándolos a
catequesis… y en esa pequeña región aún menos son los jóvenes que se confirman.
Claro, también exagero un poco! Pero es verdad, hemos desplazado nuestra
necesidad de Dios, nuestra capacidad trascendente, y cualquiera se pone ahora a
trabajar por el evangelio teniendo que pagar las letras del coche, del viaje de
novios, los libros del cole, los recibos del agua y del gas… Tendríamos que
decirle: Señor, déjame regularizar mi saldo, mis impagos, coger la baja unos
días en el trabajo, llenar la nevera para los de casa, ponerme algo cómodo y,
pronto, te seguiré.
Esas son nuestras prioridades, no hay que avergonzarse, no pasa nada. Nuestro
mundo se mide por la capacidad económica de cada uno, su solvencia, su puesto
de trabajo, cómo viste, cómo come… el evangelio ocupa uno de los últimos
lugares, seamos conscientes. Pero aparquemos todas estas urgencias de nuestro
tiempo y sentémonos para guardar unos minutos de silencio, a escuchar, ¿Qué es
lo que me está pidiendo el alma?
¿Qué es lo que justo ahora estoy
necesitando?
¿Por qué, a pesar de todo, hay vacío en mí?
¿Esto es lo que quiero?
Si te viene alguna pregunta, o si preguntándotelo necesitas las respuesta,
el texto hoy cobra significado para nosotros: dejadlo todo, todo… padres o
muertos… dejadlos, y seguid a Cristo, curad el alma, recobrad aliento y volved
a la vida. Hay que empezar a girar esos valores, esas necesidades y volver a
construir desde el evangelio hacia fuera, cuidando del corazón, cuidando del
alma.
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