LUCAS
13, 14 – 17: Indignado porque Jesús había
sanado en sábado, el jefe de la sinagoga intervino, dirigiéndose a la gente:
—Hay seis días en que se puede trabajar, así que vengan esos días para ser
sanados, y no el sábado. —¡Hipócritas! —le contestó el Señor—. ¿Acaso no desata
cada uno de ustedes su buey o su burro en sábado, y lo saca del establo para
llevarlo a tomar agua? Sin embargo, a esta mujer, que es hija de Abraham, y a
quien Satanás tenía atada durante dieciocho largos años, ¿no se le debía quitar
esta cadena en sábado? Cuando razonó así, quedaron humillados todos sus
adversarios, pero la gente estaba encantada de tantas maravillas que él hacía.
Todos en nuestra vida tenemos un sábado, un algo irrenunciable, que está
por encima de todo pero que sólo responde al egoísmo. El evangelista nos sitúa
en esta particular tesitura cuando no somos capaces de anteponer la
misericordia a nuestra rutina, a nuestro descanso, a nuestra comodidad o a lo
que nos apetece. Quién no ha pensado: ¿con la de días que hay y precisamente
tiene que ser hoy?¿Con la de gente que hay y me tiene que tocar a mi?¿Es que no
puede hacerlo otro? Bueno, son ese tipo de cosas que nos vienen a la cabeza,
muchas veces, cuando hay que arremangarse la camisa para servir. Y sí, por
supuesto, a todos nos gusta servir y hacer cosas por los demás pero…
honestamente… ¿Quién no ha tenido uno de esos días?
No sabemos qué les molestó más a estos judíos, si el hecho que Jesús
hiciera un milagro, una curación, en sábado o si, por el contrario, lo que les
molestaba era por la implicación que tenía el hacer de Jesús, quien no paraba
de interpelar a aquellos piadosos. Lo mire por donde lo mire es una bofetada,
que además no caduca en el tiempo sino que tiene capacidad de llegar a nuestros
días, a nuestra vida, para decirnos que nunca se debe dejar de hacer bien, de
servir, de amar y de tener misericordia porque la vida no se para, la paramos
nosotros.
El evangelio nos dice que le gente se quedaba maravillada de aquellos
signos, pero Jesús llama a los suyos a hacer algo más que quedarse
boquiabiertos. Estas maravillas que yo hago, podría decirnos, también las
puedes, las debes, hacer tú. Porque cada uno de nosotros puede implicarse en su
realidad de tal manera que también es capaz de repetir, en la medida de sus
posibilidades, estas señales del Reino que suceden cada vez que un ser humano
hace compasión de otro ser humano. Y ya no sólo me asombro de Jesús sino que también
me asombro de tus obras, y me maravillo, pero no me quedo como pasmado sino que
me sirve de aliento para continuar haciendo lo mismo, colaborando con la
humanidad.
El poder tiene esa capacidad de decirle a la necesidad cuando tiene que
venir: así lo vemos en cuestión de sanidad, con aquellas interminables listas
de espera que tienen a la persona sufriendo dolor innecesariamente; o lo vemos
cuando uno tiene algún problema con la hacienda o la Seguridad Social, un
impago de autónomos, un IVA… O cuando hay que hacer un trámite en gobierno, en
la policía… venga otro día, te dicen. ¿Otro día? Acaso el que es médico no
usará todos los trapicheos a su alcance cuando hay que operar a un familiar, a
una hija, a un amigo? O el agente judicial no mantendrá su cuenta a salvo de
embargo porque han de ingresarle la nómina? O no se facilitarán los trámites? Los
formularios?...
El poder está como está, pero estas cosas hay que cambiarlas, porque
mientras no lo hagamos seguirán existiendo demasiados sábados en la vida, que
dificultarán a los enfermos, a los necesitados, a nuestras familias… ¿y qué es
más importante?
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