Juan 8, 1 - 11: En aquel tiempo,
Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el
templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los
escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y,
colocándola en medio, le dijeron:- «Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las
adúlteras; tú, ¿qué dices?».Le preguntaban esto para comprometerlo y
poder acusarlo.Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el
suelo.Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: -
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose
otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo
uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en
medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó:
- «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella
contestó: -
«Ninguno, Señor». Jesús dijo: - «Tampoco yo te condeno. Anda, y
en adelante no peques más»
Hablar hoy de la mujer adúltera es hacerlo desde otras realidades que
azotan nuestra conciencia y lo que podemos entender que es la vida de aquellos
que viven, o que obligamos a vivir, en la eterna pared de la acusación,
esperando a que ejecutemos la sentencia y los apedreemos. Evidentemente, hoy
hablo de la realidad que vivimos a causa de las guerras que se extienden en
Oriente y que han provocado que miles de personas, desde hace años, tenga que
dejar sus casas, sus trabajos, sus vidas, para intentar buscar un mundo mejor,
una oportunidad, o sólo algo que llevarse a la boca, o a la boca de sus hijos y
de sus hijas.
Me pregunto qué ha ocurrido en una Comunidad Europea que, tras declarar en
1948 los derechos universales del ser humano, hoy hace el papel de estos que
aún escuchando las palabras de Jesús, cogen la piedra y la lanzan sobre los
inmigrantes. ¿Cómo es posible? Incluso en el evangelio todos aquellos
acusadores quedaron interpelados por la realidad que vive en nosotros y que nos
dice: que todos, todos, todos, tenemos algo de “pecado” para no arrojar la
piedra. Y cómo que nuestra comunidad, nuestros dirigentes, esta política que se
llama democracia o aquella bandera que habla del estado del bienestar resulta
que no sólo cierra las puertas a la libre circulación de personas por la UE,
sino que además los confina, los condena y los hace aún más miserables,
acercándolos a la barbarie.
¿Qué ocurre con nosotros? ¿Qué ocurre con los derechos humanos?¿con la
dignidad de la persona?¿con nuestros hermanos y hermanas que salen de una
situación que nosotros ya vivimos hace años, cuando Europa era una gran
generadora de inmigración? ¿No fueron sus abuelos a Alemania a buscar
trabajo?¿No vinieron del Sud hacia el Norte?¿Y no es verdad que tuvieron su
oportunidad?¿su opción?¿su bienvenida?
Qué clase de conciencia debemos tener para tirarles piedras, para
ejecutarlos, para negarles aquello que debería ser innegable. Qué lamentable,
además, que todo ello se haga desde salas de reuniones, con dirigentes
encorbatados, comiendo en restaurantes caros, vistiendo de marca, con pensiones
vitalicias, con rendas insultantes, con propiedades desde el Este al Oeste y
sin escrúpulos, sin ningún puñetero escrúpulo.
Basta! Basta de esta casta político económica que nos dirige, que nos
obliga, que nos somete, que subyuga al ser humano, lo condiciona, lo reprime,
lo acaba… ¿Por qué son ustedes, y nosotros, los que en la historia tiramos
piedras? ¿Por qué nos esforzamos en seguir procurando adúlteras? Esto no, esto
no es la vida, seguro! Esto no es vivir… Suelten sus piedras, déjenlas en el
suelo, transformen su corazón y déjense dibujar por Cristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario