Mateo 12.1-8 Los discípulos recogen espigas en el día de
reposo: 1Por
aquel tiempo pasaba Jesús por los sembrados en sábado. Sus discípulos tenían
hambre, así que comenzaron a arrancar algunas espigas de trigo y
comérselas. 2Al ver esto, los fariseos le dijeron:
¡Mira! Tus discípulos están haciendo lo que está prohibido en sábado. 3Él
les contestó: ` ¿No han leído lo que hizo David en aquella ocasión en que él y
sus compañeros tuvieron hambre?´ 4Entró en la casa de Dios, y
él y sus compañeros comieron los panes consagrados a Dios, lo que no se les
permitía a ellos sino sólo a los sacerdotes. 5¿O no han
leído en la ley que los sacerdotes en el templo profanan el sábado sin incurrir
en culpa? 6Pues yo les digo que aquí está uno más
grande que el templo. 7Si ustedes supieran lo que significa:
"LO QUE PIDO DE USTEDES ESMISERICORDIA Y NO SACRIFICIOS ", no
condenarían a los que no son culpables.8Sepan que el Hijo del Hombre
es Señor del sábado.
Veamos ahora la cara B de este pasaje, o podríamos decir, una
reinterpretación del pasaje a la luz de otro agente: el rey David.
El Doctor Francesc Torralba dijo muy bien que: toda imagen genera una
expectación. Y Jesús, para discutir con estos maestros de la Ley, adopta la
figura de David, se hace David al referirse al sábado. Jesús, ahora, tiene la
misma autoridad que tuvo el rey, incluso más dirá. Y es curioso, porque desde
esta afirmación, el evangelio nos conduce hasta el punto culminante de la entrada triunfal a Jerusalén, donde el nuevo rey es aclamado por la gente, quienes lo
reciben.
No es ninguna novedad que el ser humano se mueva por referentes. Todos
tenemos alguno, a Jesús, a nuestro padre, a un futbolista, un cantante…
dependiendo de la edad, de la madurez, o del sentimiento, esta imagen puede
darnos seguridad, confianza, una opción, o un modo de hacer. Crecemos muchas
veces a imagen de aquel referente, y lo hacemos porque en nosotros a generado
una expectación. Pero, ¿Qué sucede cuando esa expectación no cumple con nuestra
pretensión?
Situémonos en estas veces cuando algo o alguien que era imagen de
referencia para nosotros nos ha decepcionado. Y puede ser por muchas causas,
desde las más problemáticas (bebida, droga, estafa, mentira…) hasta las más
funcionales: un buen profesor, por ejemplo, que luego en su vida privada es un mal
padre… Sabemos muchas, pero busquemoslas, es importante para entender este
pasaje. Tengamos presente a esa persona ideal que por uno u otro motivo
abandonó el pedestal.
Jesús, que ofrece una nueva forma de comportarse mayor que la Ley, que
vence en sus discursos a los fariseos y a los escribas, que sana enfermedades… sea
convertido en la imagen expectante de un pueblo que esperaba la venida del
Mesías. “Será éste el que había de venir?” se preguntarán, y ahora es recibido
con honores en Jerusalén, la sacro ciudad judía. Y en ella, Jesús aún mostrará
su autoridad. Pero cuando más convencido estaba el pueblo de este Cristo
mesiánico, Jesús, en Marcos 13, 1, predice la destrucción del Templo.
El Templo! Que era lo más sagrado, lo más importante, lo que les daba
identidad. Cómo Jesús va a destruirnos el Templo? Cómo este
rey, que se hizo como David, quiere ahora destruir nuestro lugar de encuentro
con Dios? Quién puede entenderlo?
Este Jesús, que quiere romper con aquello que es tan importante en mi vida
no lo quiero. Este Cristo capaz de destruir lo más sagrado que hay en mí no
puedo aceptarlo. Y a pesar de que pueda reconstruirlo mejor, y en tres días, no
consentiré que destroce este Templo.
En esta cara B, el evangelista muestra un itinerario de imágenes. Por un
lado nos presenta una imagen real, bonita, poderosa, que nos gusta: Jesús –
David; pero por otro lado nos enseña otra imagen que va en contra de nosotros,
de lo que Dios nos dio hace tiempo, que es la imagen de Dios – Templo, ahora Jesús - Templo.
Una imagen merece la gloria, la otra, conduce al calvario. En clave judía
era muy difícil aceptar esa imagen de Jesús – Templo, pero resulta curioso que
en todo este proceso de la cruz, Pilato nos coloque esta ironía, y en un
cartel, Roma irónicamente aceptó a Jesús, como la imagen de
Rey: Jesús – David, clavada por la otra imagen, Jesús - Templo.
Podemos, nosotros llegar a ver cómo estos judíos, cegados, decepcionados, llegaron
a crucificar al que era imagen de su Rey David? Y cuando en nosotros esa imagen
también genera decepción?
Nuestra vida entra por los ojos, lo que me agrada, lo que no me agrada, lo que
me apetece o lo que me daña; y yo puedo
o no aceptar esa imagen. Y cada persona lo hace según lo que ha vivido, o
quiere vivir, o no. Pero quiero decirte algo, amigo, amiga, si en tu vida hay
un Templo, deja a Jesús que lo destruya.
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