Mateo (11,28-30): En aquel tiempo,
exclamó Jesús: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os
aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi
carga ligera.»
Llevo ya cerca de tres semanas aguantando dolores cada
vez más complicados en la espalda. Me faltan las fuerzas, se me duermen las
piernas, me cuestra concentrarme, mal duermo, la medicación me lleva a vomitar,
y el dolor en sí no decae. Estoy intentando, otra vez, todo lo que se puede
hacer con la medicina. Atrás ahora quedan aquellos quince días de
hospitalización de este pasado septiembre, pero no tan atrás verdad? Apenas en
tres meses ha cambiado mucho mi situación, y aunque quisisera decir otra cosa,
lamentablemente no sería sincero.
Llevar una enfermedad no es nada fácil, acompañar a un
enfermo tampoco lo es, sufrir, saber sufrir o ser sufrido son cosas muy
diferentes, y tienen tantos matices como personas conozcas en estas
situaciones. Los hay que afrontan la enfermedad con una entereza
extraordinaria, otros que, pobres, lo tienen que hacer a lágrimas. Mejor o peor
son términos que no existen. Nadie, en estos casos, absolutamente nadie, puede
ser mejor o peor.
El sufrimiento, el dolor, las yagas, el desencanto, el
mal nos afectan a todos por igual, y piénsalo, porque en uno u otro momento de
tu vida, las fuerzas caen, el cuerpo se debilita,y el corazón se quebró. ¿Pasaron
años, minutos, escasos momentos?
Todo lo que toca el corazón, el alma, o incluso el
físico nos recuerda dos cosas fundamentales: la primera es que sentimos, que
vivimos, que las relaciones nos afectan, nos importan. Que somos capaces de
amar y de odiar, de abrazar y rechazar.
La segunda es que acabamos, que tenemos fecha de
caducidad, que nos agotamos y que finalmente morimos.
Vivir nos acerca a morir, Amar nos aproxima a fallar,
Reir nos invita a llorar, Ser... a no ser.
Venid a mi todos los seres humanos, nos dice Jesús. Sea
cual sea vuestra condición, situación, estado, fe, circunstancia. Porque no me
importa. No quiero sólo a los límpios, ricos, hermosos, sabios cuya vida
florece, sino también a los enfermos, cojos, pobres, cansados, deprimidos,
lloricones... Os quiero a todos dirá. A todos! Porque esta experiencia de la
vida, tenemos que compartirla con y sin enfermedades, con más o ojalá menos
desigualdades, con mejor o con esta peor situación económica. Pero venid,
porque las puertas de mi casa están abiertas a todos, todos los días, y no
cierro.
Y os aliviaré. Y enseñaré a los hombres y mujeres del
mundo la necesidad de aliviaros, la vocación de serviros, de amaros, de comprenderos...
Porque de cada situación de este complicado mundo, quiero hacer una escuela de
vida.
Ven y vive conmigo dice Jesús. Y viviendo como yo vivo
aprenderás a sostener tu vida por Amor. Porque no importa la circunstancia que
lleva tu vida, si el timón de esa vida, lo comandas tú.
Que en este camino de Navidad, hoy tengamos un momento
para decir, símplemente, SI. Si quiero venir Señor Jesús.
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