Mateo 25:14-29 (RVR1960): 14 Porque
el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos
y les entregó sus bienes.15 A
uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno
conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. 16 Y
el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros
cinco talentos. 17 Asimismo el que había
recibido dos, ganó también otros dos. 18 Pero
el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su
señor. 19 Después de mucho
tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con
ellos. 20 Y llegando el que
había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor,
cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre
ellos.21 Y su señor le dijo: bien,
buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en
el gozo de tu señor. 22 Llegando también el
que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí
tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos.23 Su
señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho
te pondré; entra en el gozo de tu señor. 24 Pero
llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que
eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; 25 por
lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que
es tuyo. 26 Respondiendo su
señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y
que recojo donde no esparcí. 27 Por
tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera
recibido lo que es mío con los intereses. 28 Quitadle,
pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. 29 Porque
al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene
le será quitado.
Esta curiosa parábola de los talentos lleva en su interior dos apuntes
destacables más allá de la teología o interpretaciones que todos conocemos. La
parábola de los talentos es, sin duda, una de las más recurrentes cuando
alguien quiere hablar sobre cómo, y como no, hay que afrontar la dedicación al
Reino de Dios. Y como no vamos a trabajar en esa línea, será mejor que
olvidemos los talentos y vayamos directamente a la actitud de éste último
inversor, que entierra el talento.
Deberíamos fijarnos, de entrada, en una cosa: el inversor no trata el
talento de cualquier manera, en el evangelio de Lucas, se nos dice que este
siervo envolvió el talento en un pañuelo, signo de extrema delicadeza sobre lo
que le habían dado, y sin la connotación negativa que podemos deducir de
enterrarlo, observamos que en esta persona existe una clara conciencia de que
lo que acaban de darle tiene valor, pero como no sabe qué hacer, decide
guardarlo en seguro.
Voy a poner el texto en situación, porque cuando los evangelistas escriben
este texto, las gentes esperaban ya la venida del Reino de Dios porque Jesús ya
se hallaba cerca de Jerusalén. Pero el precedente más directo lo encontramos en
el encuentro entre Jesús y Zaqueo y lo que en casa del publicano acontece, más
que en el precedente de Mateo, que nos coloca del texto después de la parábola
de las 10 muchachas. Lucas y Mateo buscan lo mismo, pero la actitud principal
la constituye Zaqueo, quien siendo amado por Jesús, muestra honradez,
generosidad y alegría. Invirtió los talentos que, en su casa, Jesús le otorgó.
No me imagino a Jesús llamando a nadie: siervo malo y negligente. Porque
esta actitud se constituye contraria a la línea que el maestro ha venido
marcando a lo largo de su itinerario público. Pero sí que esta regañina le
permite al evangelista enfatizar sobre algo que debía ser importante para su
comunidad. Lo que Jesús da, no es para un uso individual. Lo que Jesús otorga a
cada uno, debe ser para beneficio de la comunidad.
Pero los evangelistas a veces se muestran viscerales en sus posiciones, y
se desvían por completo de la verdadera actitud de Jesús. Si Jesús hubiera seguido
con esta parábola, seguramente empezaría ayudando a este siervo cómo y por qué
hay que amar, y se lo explicaría de una forma absolutamente sencilla y
amistosa. No como una recriminación, porque en esta tesitura nos encontramos todos
en los momentos en que no sabemos qué hacer, o cómo hacer, o en los que nos
podemos preguntar cuál es nuestro lugar en el mundo.
Pues bien, este siervo que guarda el talento, está esperando la ayuda
idónea que le permita cambiar de actitud, y pasar de la teoría a la práctica.
De ser amado, a amar. Y este es el verdadero trabajo de las personas que están
a su alrededor. No la de increparle, castigarle o arrojarlo a la Gehena de
fuego. El llanto y el crujir de dientes no pega con la vida y obra de Jesús, y
si no concuerda con esa experiencia, debemos deducir que tampoco con la perspectiva
del Padre.
En cambio, sí concuerda con la perspectiva de Mateo, que nos muestra a este
siervo negligente conocedor de un Señor que siega donde no sembró, y recoge
donde no esparció. Mateo nos presenta al Dios castigo, o al Dios de la retribución,
o por qué no… al Dios de los patriarcas. Pero no nos representa al Dios de
Jesús. Por tanto, y no voy a ser yo quien lo haga, pienso en voz alta cuando
digo que los evangelios, si bien inspirados por Dios, hay que saber llevarlos
hacia la correcta dirección, y empezar a dejar atrás estos antiguos vestigios
de un Señor poderoso que nos aguarda con el gran mazo en el juicio final.
Y vuelvo a la parábola. Jesús hubiera cogido ese talento, lo hubiera
desenterrado, y se lo hubiera vuelto a dar. Y ahora ven conmigo, camina junto a
mí, y verás, y entonces tú mismo serás capaz de invertirlo.
Y termino, porque si a este siervo se le debe explicar, o mostrar qué hacer
con el talento. No podemos olvidar a ese siervo al que se le dieron talentos y
los perdió. Y no pasa nada, Jesús no va a castigarte porque perdiste los
talentos que Él te dio. Gástalos, ama! Y si aún amando no has conseguido el
resultado que esperabas, y te has sentido decepcionado, y has visto cómo a
pesar de tu tesón, de tu trabajo, de tu entrega y de tu amor incondicional no
has sido correspondido, o crees que tu labor ha caído en saco roto. Jesús,
estate seguro, volverá para levantarte, y para volverte a dar los talentos. Gástalos.
Y en esta misma actitud, nos dirigimos al siervo, que era malo, para decirle lo
mismo: gástalos!
La vida es un campo de entrega, un camino de amar. Y nos encontraremos en
situaciones de todo tipo, momentos de inversión productiva, de felicidad y de
objetivos cumplidos, y momentos de duda, de esconderse, o de ensimismamiento. El
exterior, el interior, la vida extrovertida, y la otra introvertida. El
aliento, y el desazón. Ama! Ama! Ama! Y no te rindas, y que nadie te pueda
llamar mal siervo, o negligente. Si alguna vez guardas el talento en el
pañuelo, recuerda a Jesús, que no viene a castigarte, sino a quererte. Ama!,
ama! Y gástalos, no te preocupes, si gastas amando.
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