MATEO
20, 9 - 14: Se presentaron los obreros que habían sido
contratados cerca de las cinco de la tarde, y cada uno recibió la paga de un
día. Por eso cuando llegaron los que fueron contratados primero, esperaban que
recibirían más. Pero cada uno de ellos recibió también la paga de un día. Al
recibirla, comenzaron a murmurar contra el propietario. “Estos que fueron los últimos en ser
contratados trabajaron una sola hora —dijeron—, y usted los ha tratado como a
nosotros que hemos soportado el peso del trabajo y el calor del día.” Pero él
le contestó a uno de ellos: “Amigo, no estoy cometiendo ninguna injusticia
contigo. ¿Acaso no aceptaste trabajar por esa paga? Tómala y vete. Quiero darle
al último obrero contratado lo mismo que te di a ti.
Leyendo este pasaje no puedo dejar de mirar hacia el mundo para ver, primero,
la desigualdad entre los sueldos Norte / Sud y, segundo, que hay poco capital
que valore en términos de solidaridad la riqueza que se produce. Tanto la una
como la otra están mal y el mundo necesita un vuelco social que, ahora, hemos
visto agravado por la situación de estos últimos años en los que proliferan los
contratos y sueldos basura que hacen malvivir a la mayoría de la gente,
perdiendo posición, riqueza e imposibilitando que las familias puedan hacer
frente al gasto, incluso al más básico. Una situación que, si bien no escapa a
nadie, afecta a quienes afecta. Esto es, que mientras se rescata a los grandes
capitales con dinero público y se ahonda en el fondo de las pensiones, por
ejemplo, con igual desfachatez se deja al ciudadano al amparo de su propia
suerte, sea sin casa, sin energía…
El tema del salario, hoy, sigue vulnerando derechos fundamentales de la
persona. Los intereses del capital y de la política, de la banca y de las
energéticas de siempre también. Mientras se encarece la vida para la mayoría,
asistimos a un circo mediático propuesto por personas que lejos de dirigir
hacia el bien común marchan hacia el suyo propio. Y sí, a pesar de que existe
una creciente preocupación por los mínimos del ser humano, lo cierto es que aquí
y ahora aunque acuerdes un salario puede que no te lo respeten.
Claro, esto nos afecta a todos. A los primeros obreros porque son todos
estos que, de un modo u otro, ya han cumplido con su vida laboral
(pensionistas, jubilados…) y que después de una vida dedicada a producir ahora
ven cómo peligra su denario. Igualmente pasa con los más jóvenes, casi sin
opciones, viajando para encontrar un hueco, con menos becas, con peores
condiciones laborales, con jornadas insuficientes. A ellos el denario a veces
ni les llega. Pues, ante las muchas situaciones de desigualdad las personas
buscamos a ese Señor bueno.
El evangelio muestra hoy un camino hacia una moral económica que debe ocuparnos
en la actualidad. Todos merecen el mismo pago, todos merecen los mismos
derechos porque todos trabajan en la misma viña. Pero para instaurar este
orden, necesario, hay que hacer también una opción por una capacidad política
limpia, sin corrupción, preocupada por los ciudadanos que, al final, son
quienes legitiman a estos que siguen dando vueltas y quien sabe si nos lleven a
terceras elecciones, o cuartas, o … De momento se acerca septiembre y con este
mes la problemática de la educación, cada vez más cara y más precaria.
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