Lucas 3, 21 - 22: En un bautismo
general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó
el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: «Tú
eres mi Hijo, el amado, el predilecto.»
Para Lucas será crucial el presentarnos a Jesús como el
Hijo de Dios. Si nos fijamos en la lectura, veremos las constantes referencias
que el evangelista hace a la filiación divina del Cristo, sea a través de la
epifanía, o de los demonios, o de satán en las tentaciones... Si eres Hijo de
Dios, Tú eres mi Hijo... como también leeremos en la transfiguración, o incluso
ya a pies de la cruz. Por tanto, lo verdaderamente importante del bautismo de
Jesús podríamos situarlo en esta esfera en la que el autor quiere presentar a
un Hijo, que lo es desde su concepción, como también leemos en el evangelio de
la infancia.
Lo importante aquí
es poder ver estos condicionantes que nos indican la peculiaridad del Jesús,
quien siendo bautizado tendrá esa visión del Espíritu descendiendo en forma de
paloma. ¿Acaso dice el evangelista que lo viera alguien más que sólo Jesús? ¿O
alguien más escucha la voz del cielo? No, claro, es un pasaje absolutamente
cristocéntrico. La intención del autor es presentarnos al Siervo de YHWH, el
Hijo de Dios. Por tanto, nos hallamos delante de lo que será la clave de
lectura de todo el evangelio de Lucas.
A veces olvidamos
que el evangelio es una fuente de pedagogía más que válida, incluso para
nuestro tiempo. Siempre he creido en la importancia de la buena lectura de las
fuentes, en la necesidad de la hermenéutica, en la comprensión de los textos y
desde una correcta estructura interpretativa conseguir llevar el evangelio al
corazón (aunque yo, muchas veces, haga al revés, llevando primero el corazón al
evangelio y no al revés).
Sería precioso
hablar, hoy, de cómo nosotros mismos podemos escuchar, también, esa voz del
cielo que nos ofrece participar de la misma vida divina del Cristo en Dios. De
un momento trascendental para la vida de cualquier bautizado, cuando es
consciente que el Espíritu Santo llega a su corazón... Y podríamos hablar, pero
nos alejaríamos del evangelio. Y sería bonito, y nos llenaría de gozo, pero nos
apartaríamos de la Palabra, del mensaje, de la intención del autor... haríamos
un evangelio de bolsillo. Hoy no será el caso. La hondura y la profundidad en
los evangelios no hay que buscarlas en la iluminación sino en las fuentes, en
los textos, en el sentido hermenéutico y, después, en el corazón a través de la
experiencia, de la oración y de la vida misma.
Que en este año que
empieza podamos comprender la necesidad de huír de los fanatismos, las fábulas,
los cuentos, y las interpretaciones personalístas, egoístas, clasistas, o
retrógadas de la Palabra de Dios que, muy a nuestro pesar, todavía sigue
usándose para romper pueblos, justificar ataques, conseguir beneficios o,
lamentableente también, para evitar a las personas a llegar a la Eucaristía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario