Marcos 16, 15 - 18: En aquel tiempo,
se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el
Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se
resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos:
echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en
sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a
los enfermos, y quedarán sanos.»
La experiencia de la resurrección es algo sorprendente,
tan extraordinaria que el evangelista nos tratará de explicar desde las
apariciones, lo que aquello supuso de cambio en la vida de los apóstoles, y
desde estos discípulos a nosotros (que hoy seguimos siendo testigos de aquella
experiencia de vida). Dios, que es un Dios de vida, se erige por encima de los
ídolos de muerte, de la cruz y se nos ofrece, se os quiere donar, a través de
la palabra, del testimonio y de la vida de éstos, o aquello, que tienen el
mandato de correr por el mundo anunciando la Buena Noticia, que Dios se ha
acercado al ser humano para ofrecerle salvación.
Quizás para algunos
los signos sean todavía visibles, puede ser que para otros existan otros signos
nuevos. Sabemos que para unos los signos no existen y que, en cambio, hay otros
que aguardan, como aletargados, a la espera de que surjan signos para este
tiempo. Y sea como sea lo cierto es que todas estas cosas las podemos encontrar
en la vida: testimonio de personas a las que Cristo transformó radicalmente,
sanaciones... incluso si somos curiosos observamos estas “lenguas nuevas” bajo
el paradigma del lenguaje del Amor.
Cuando alguien es
capaz de llevar adelante estos signos, Cristo se vuelve a aparecer. Quizás no
sea perceptible con los sentidos, puede que no sea un acontecimiento tangible,
pero rayos que sí es otra aparición. Es otra manifestación del mandato de Dios
al corazón de los hombres y de las mujeres para que trabajen para el Reino,
para que promuevan la vida, para que extiendan esta Buena Noticia de
misericordia, de acogida, de donación, de gratuidad... Entonces, amigos, hay
que estar muy atentos para que nos se nos escapen más apariciones, para que
cuando éstas sucedan seamos capaces de vivirlas con gozo, con júbilo, porque
sucedió, sucedió otra vez aquello tan extraordinario.
W. Kasper dijo que
lo que es verdaderamente crucial para el cristiano pasa por recuperar una nueva
ingenuidad, una segunda ingenuidad, que nos permita volver a vivir la novedad
del cristianismo en nuestra vida. La experiencia de la resurrección, en parte,
también tiene mucho que ver con esta ingenuidad, porque pasa (innegablemente)
por la acogida en nuestro corazón. Por tanto, ¿cómo cabrá en un lugar que se ha
ido petrificando, endureciendo o insensibilizando? Como vimos, necesitamos
volver a vivir ese episodio en el que nuestros familiares vienen con
preocupación para llevarnos, pensando que estamos locos. Locos!
Cristo tiene más
que ver con la “locura” que con la moralidad, con el atrevimiento que con el
inmovilismo... Que nadie se deje morder por una serpiente, que nadie piense
beber veneno, pero que todos deseen participar de estos signos, de esta Buena
Nueva.
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