Juan 15, 9 - 11: En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo;
permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor;
lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su
amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra
alegría llegue a plenitud.»
El autor habla del amor que Dios nos ha tenido como una iniciativa que
siempre sale de Él, que tiene su origen en las moradas celestiales. Así, presenta
a Dios como el origen del amor y la vida cristiana, por tanto, como reflejo de
ese amor de Dios. Esta iniciativa amorosa es para llamarnos hijos, para
acercarnos a la existencia misma del Padre. Sería lo que se conoce por derecho
de filiación, por el que una persona era llamado hijo o hija y se convertía en
heredera de los bienes de la otra persona. Dios es el Padre de Cristo y
nosotros hemos sido llamados hijos (o adoptados dirá Pablo) por puro amor, por
puro don.
El conocimiento nos hace hijos de Dios. Conocimiento entendido como un acto
relacional, como un verbo experiencial que hace referencia a la vida de
comunión con Dios. Pablo dirá que el Hijo nos ha abierto al conocimiento de
Dios, mostrándonos la vida de comunión con el Padre.
La fidelidad de Jesús a la voluntad
de Dios lo lleva a tener varios encontronazos, y finalmente y tras muchas
controversias a la cruz. Pero Jesús permanece firme y será esa coherencia suya
lo que también terminará, como otro factor decisivo, por llevarlo a la cruz. Así,
por su muerte, por su fidelidad, tiene capacidad para perdonar el pecado. Y se abre
un nuevo dinamismo de relación con Dios, la Fe como sinónimo de conocimiento,
de adhesión personal.
La validación de la fe en el contexto joánico viene siempre desde la
praxis: amar al hermano y obrar según la voluntad de Dios. Amarnos es vivir con
las mismas actitudes con que Dios existe. La entrega de la vida de Jesús es la
expresión del amor. Si obramos como
Cristo vivió, lo que me iguala a Dios es vivir entregado a los otros. Por tanto
para nosotros existe esta necesidad de vincularnos a la obra del amor, que es
Cristo mismo, porque de ese modo posibilitamos hacer visible aquello que es
invisible y proseguimos con el dinamismo de la salvación tan grande que Dios
tiene preparada para todos los que creen y confiesan, viviendo en el compromiso
y la entrega mutua,
Que sepamos traspasar nuestro egoísmo, lo que nos sujeta a lo terrenal, a
lo material y tengamos capacidad para vivirla misma vida de dios, que es desde
el amor.
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