Juan 6, 44 - 51: En aquel tiempo,
dijo Jesús a la gente: «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me
ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas:
"Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el
Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el
que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene
vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto
el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma
de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de
este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del
mundo.»
La fe y la vida cristiana no existen si no hay una atracción espiritual y
humana de Dios hacia nosotros y de nosotros hacia Dios. El punto de encuentro
de las dos direcciones colisiona en Cristo, quien acerca la voluntad y el
designio salvífico de Dios y nos comunica que su amor por nosotros es, también,
para que nosotros amemos a los demás. Con esto podríamos cerrar el quid de la
existencia cristiana, aunque nos quedaríamos muy cortos. En lo principal, en lo
realmente existencial, en lo que es fundamentalmente nuestra opción de vida
tenemos tal bandera, pero además de llevar aquella insignia, también tenemos
otras formas en las que se manifiesta esta relación Trinitaria con la
humanidad.
El evangelista nos sitúa en un entorno eucarístico. Nos recuerda a lo largo
del evangelio tres cosas importantes sobre la comida: 1) el alimento es hacer
la voluntad del Padre (capítulo 4); 2) el alimento es un compromiso de amor
(capítulo 13); y 3) el alimento es Jesús vivo, el Cristo. Por tanto, cuando
celebramos la eucaristía no sólo hacemos memorial de la Pascua sino que además
reconocemos nuestro compromiso con Dios y con el mundo al que ama.
Igualmente el evangelista nos sitúa en un contexto de escatología de
presente: lo importante no es ocuparse en la salvación a través de la actitud
en nuestra vida, sino que la salvación se lleva a cabo aquí y ahora, en este
mismo instante, por eso es importantísimo creer en Jesús y el que no cree (dirá
el evangelista) está condenado.
La perspectiva es clara: nuestro compromiso de amor, que viene en vertical
de la relación de Dios con nosotros, se transforma horizontalmente en una
dinámica de fe, esperanza y caridad que se mueve desde la actualidad hacia lo
por venir. Así, lo fundamentalmente cristiano pasa por mantener esa vida que
Cristo nos da y que recordamos en la eucaristía, haciendo memorial, tal y como
también nos dejó escrito.
La comida es un aspecto crucial para la vida, para coger fuerzas, para
relacionarnos con los demás… también es un compromiso para todas aquellas
personas que no reciben el alimento necesario y, también, una esperanza que
debemos llevar adelante en una doble perspectiva: de amor y de solidaridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario