Juan 16, 20 - 23a: En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis
vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero
vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz,
siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño,
ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.
También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará
vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis
nada.»
Es para pararse a pensar en todo lo que el ser humano puede llegar a
soportar, aguantar, sufrir… Hay veces que cuando parece que la cosa no puede
ser peor asistimos a una especie de renacer de la persona que, como un Ave
Fénix, resurge a la vida. Es como aquello que nos decían en educación física
cuando corríamos quince minutos y decíamos que no podíamos más, pero el
profesor nos decía que sí, que siguiéramos. Está claro que es muy difícil
establecer el límite de la mujer o del hombre porque cuando parece que todo
está perdido, no! Aún podemos con más.
El ejemplo de la mujer que da a luz es el paradigma perfecto de lo que
suponen estas situaciones, que parece que quieran acabar con nosotros pero que
finalmente sirven de experiencia para una vida que se reencuentra, que resurge,
que vuelve a brillar. Aunque la llama parece que se va apagando, no podemos
olvidar que mientras haya brasa el fuego siempre tiene opción a volver. Qué
bello pues que de la experiencia del dolor podamos dar paso a la satisfacción
más plena, a la alegría, a la felicidad. Lo que deberían ser dos principios
contrarios vemos que no están tan separados como la razón, o la psique, parece
indicar.
Hoy hablaba del dolor con dos chicas en una facultad de Barcelona, y me
preguntaban si había algo positivo de todo mi proceso de enfermedad. Claro, por
supuesto, la misma enfermedad, el dolor que ha provocado, es capaz de generar
un espacio de esperanza, de cambio, de felicidad, de progreso… Es un camino
difícil, la psicología de cada uno juega un papel a veces desmoralizador,
opresivo, pero conforme asumimos esa invasión de nuestro espacio de bienestar
es posible ver luz, y cuando uno es capaz de ver como se abre el día aquello
que era oscuridad, tristeza, quebranto, puede convertirse en un espacio de luz
radiante.
Algo así quiso decirnos el evangelista cuando con la perspectiva de la
resurrección miraba cómo vivieron los discípulos los momentos posteriores a la
muerte de Jesús. Qué dolor, todos ellos disipados, cada uno de regreso a sus
antiguas vidas, pero tampoco… algo ocurre, todos corren al encuentro de todos,
hay apariciones que recuperan el corazón de algunos, paseos que reavivan la fe
de otros, una brasa con pan y con peces que provoca el gozo entre los
discípulos…
Hay también una lección para nosotros, la de atender que siempre existe una
posibilidad a la felicidad, aun en medio de los muchos dolores.
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