Juan 15, 26 –16,4a: En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el
Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de
mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os he hablado de esto, para que no tambaleéis. Os excomulgarán de la sinagoga;
más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da
culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he
hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo
había dicho.»
Hay quienes han querido ver en este pasaje del evangelio de Juan una
predicción de todas estas muertes que ha habido en nombre de Dios a manos de la
Iglesia. De hecho, para ser justos, no es que sólo la Iglesia haya ido
equivocada en muchos aspectos sino que en la mayoría de religiones, de opciones
políticas, de estados hemos encontrado ese mismo destino de muerte a lo largo
de los siglos, mucho antes de que el evangelista pusiera esta sentencia en
labios de Jesús.
Pero no es este el sentido con que quería tratar el texto, sino en la
importancia del testimonio y no, precisamente, sólo del testimonio cristiano.
Me explico, porque a nivel humano cada vez considero más necesario que los unos
sustenten a los otros y que los otros también consuelen a los unos. Quizás le
podamos llamar solidaridad universal, o caridad personal, o llamémoslo amor que
me compromete con los demás. Cada cual puede elegir, pero lo más importante es
que cada uno debe escoger y comprometerse. ¿Cómo podemos vivir en plenitud ante
el dolor de la amiga, del amigo, de la hermana o del hermano?¿Cómo podemos
caminar sin llevar en nuestros brazos a los enfermos, necesitados, abatidos…?¿Cómo
pretendemos mirar hacia adelante sin recoger, enseñar y hacer todo lo posible
por la felicidad de los pequeños, de los jóvenes?
Desde el principio, dice, todos estáis conmigo. Desde el principio la
humanidad lleva siendo testigo del Amor de Dios, que se dona, que se recibe, que
se experimenta, que se conoce. Desde el principio tenemos una sentencia no de
castigo sino de perdón. Desde el principio todo lo creado fue hermoso, es
bello. Desde el principio… esto no nos es desconocido.
El principio actor de Dios, del Cristo o del Espíritu creo firmemente que
se mueve reflejándose en muchísimas personas, en muchísimas, y en ese
testimonio veo una cadena humana e histórica que hace iguales a todas las
mujeres y hombres desde el primer milenio hasta la actualidad. Hay un reflejo,
unos mismos ojos en la alegría y en el dolor. La vida, desde el principio, nos
hace un mismo llamado.
Que seamos personas conscientes de la necesidad de ir al otro, de ayudarlo,
de acompañarlo, de comprenderlo. Que seamos personas que puedan hacer crecer a
otras personas. Que seamos, como Dios quiere que seamos, siendo testigos del
mismo Amor.
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