Marcos 11, 27 – 33: En aquel tiempo,
Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo,
se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le
preguntaron: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante
autoridad?» Jesús les respondió: «Os voy a hacer una pregunta y, si me
contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era cosa
de Dios o de los hombres? Contestadme.» Se pusieron a deliberar: «Si
decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le habéis creído?" Pero
como digamos que es de los hombres...» (Temían a la gente, porque todo el mundo
estaba convencido de que Juan era un profeta.) Y
respondieron a Jesús: «No sabemos.» Jesús les replicó: «Pues tampoco yo
os digo con qué autoridad hago esto.»
La iniciativa humana choca, muchas veces, con la voluntad del poder. La
historia, los signos de los tiempos, la corriente social, colisiona
irremisiblemente con aquellos que se posicionan en el inmovilismo. Puede ser un
conservadurismo religioso, político, económico… Es una pelea constante en
nuestro mundo y que ha cubierto los siglos con sangre, sudor, logros y
retrocesos. Siempre es cuestión de autoridad, siempre es una lucha de poder y
en medio de todo ellos estamos las personas, que recibimos los palos, azotes y
vaivenes de sus batallas. ¿Y, finalmente, dónde queda nuestra opinión, nuestros
deseos, bienestar, dignidad…?
Veo, con espanto, como ante muchas iniciativas de grupos, de comunidades de
base, sale por parte de algunos la misma pregunta: ¿Con qué autoridad haces,
hacéis, esto? Qué freno más mezquino el que se procura al preguntar, al dudar,
al tratar de sabotear las actividades de otros y quizás sea, solamente, por
desconocimiento o por falta de comprensión, visión… A veces es por falta de fe,
a veces por ostentación del poder y otras veces porque se quiere impedir que
algo, alguien, vea la luz. Que el poder pone trabas, echa dinamita o
imposibilita a las personas es algo tan evidente que, sea espiritual o
temporal, usa incluso las trampas legales oportunas para convertir una
manifestación en una ley mordaza.
Nuestra vida no tiene premio si callamos, si participamos de la apatía, si
sólo la usamos para la queja. Nuestra vida cobra sentido cuando hacemos de
nuestro llamado una acción hacia los demás, un beneficio hacia los otros,
superando el egoísmo, venciendo al tirano, desenredando los hilos que los poderosos
han tejido para evitar el primado de la caridad, la solidaridad, el bien común,
el progreso o la integración.
Hace poco estuvimos hablando sobre las múltiples pastorales que existen y
se desarrollan, casi hay una pastoral para cada acción de la vida. Pero si esta
pastoral es ineficaz, si muere en el paternalismo o si colisiona con los
intereses de algunos ¿para qué?¿qué servicio tiene? Si surgen ante el impacto
de la realidad, no podemos sólo pretender acallarla o amortiguarla sino que en
esa colisión hay un dinamismo de lucha que demanda iniciativas, valentía… Si a
uno le entregan un cuaderno en blanco y esa persona lo guarda, ¿para qué lo
tiene? Mas bien esa persona debe escribir, y escribir lo que sienta, lo que
crea, defender su escritura y finalmente publicarla, darla a conocer, dejar que
se lea, compartirla.
No callen, no cedan, no se conviertan en los pequeños del siglo XXI. Al
contrario, caminen, avancen, prosigan.
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