Marcos 10, 46 - 52: En aquel tiempo,
al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego
Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo
limosna. Al oír que era
Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.» Muchos lo regañaban para que se
callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.»Jesús
se detuvo y dijo: «Llamadlo.» Llamaron
al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama.» Soltó el manto, dio un salto y
se acercó a Jesús.Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le contestó: «Maestro,
que pueda ver.»Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y
lo seguía por el camino.
Estos días están desocupando los campos de refugiados de Idomeni… y no
puedo dejar de pensar que toda esta realidad de los inmigrantes se parece a la
de este ciego Bartimeo. Es decir, tenemos una realidad tocante que está junto
al camino, si por camino entendemos el estado del bienestar o esta Europa que
parecía, hasta hace poco, el hogar de los Derechos Humanos, donde prevalecía la
persona humana, el bien común… Somos, hoy, testigos de esta Europa que cuando
ve a determinadas personas que desean caminar por su senda los aparta y los
sitúa junto al camino, a mendigar su dignidad, su alimento, su vivienda, sus
derechos fundamentales… Nos comportamos como estos que además los regañan para
que se callen.
Diría que Europa es una realidad plural a nivel confesional, más hoy en
día, pero creo que todavía hay una mayoría cristiana, o de personas que
confiesan o de personas que practican. Bien, algunos están en posiciones de
influencia, de poder… son gobernantes, ministros… y pueden decidir sobre
aspectos a los que nosotros no llegamos. A todos ellos hay que recordarles dos
aspectos del evangelio: el primero, como a los niños, hay que dejar que esta
realidad se acerque a nosotros (como germen del Reino) y segunda, como al
ciego, ser capaces de llevar a las personas nuevamente al camino.
Claro, también podemos nosotros sumarnos a esta problemática y ser parte
del relato evangélico, porque bien podemos identificarnos con este ciego que
necesita que sus ojos le sean abiertos. ¿Y a qué tenemos que abrirnos? A la
crítica social, política y económica, a no permitir ninguna clase de vejación,
a procurar ayudar a la promoción de derechos humanos, a preservar la dignidad
de la persona humana, a la solidaridad… Yo deseo que el Señor me abra los ojos,
porque en mi comodidad, en mi Barcelona, en mi piso, desde mis posibilidades
económicas… a veces estoy ciego ante la realidad.
Algo hay que hacer con la política y con la economía, con la banca y con la
administración, con Hacienda y las grandes fortunas que, no sólo emigran, sino
que se aprovechan del sistema. Entre tanto seguimos como Bartimeo, a un lado
del camino.
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