LUCAS
1, 26 – 31: Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una
ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre
llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y
entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se
conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El
ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas
a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre
Jesús.
Hoy celebramos la Inmaculada concepción, que ha sido (y es) todavía fuente
de discusiones interminables, como muchas otras que giran en torno a la figura
de María. Así, esta María Inmaculada, que lo fue en orden al nacimiento del
Hijo de Dios, ve cómo los años y las religiosidades han recubierto su estampa
con una mariología repleta de resbalones (o privilegios), situando a la Virgen,
o por encima de la Iglesia, o como otra mediadora del orden de Cristo. Es
bueno, pues, que hoy nosotros toquemos con los pies el suelo para devolverle a
María lo que SI le es realmente propio, que es ser madre, tipo de Iglesia y
signo de unión. Por tanto, que todo sirva para acercarnos a Cristo, como
camino, o como cooperación, o como ayuda para alcanzar a aquel que es capaz de
salvar y que es único mediador.
Pero sí, María tiene un papel fundamental en la historia de la salvación,
porque es a través de ella que Dios acerca la salvación a la humanidad. Teológicamente
KARL RAHNER dirá al respecto de la
Inmaculada que siempre está conectado con el tema del pecado original. Por ello
habla de la preparación de María, antes de la fundación del mundo, por la que
es radicalmente redimida y liberada de pecado. El Misterio de la Inmaculada,
por gracia de Jesús, rompería la ley de sucesión del pecado naciendo dentro del
ámbito de la gracia. Y precisamente por gracia de Jesús, pudo ella tener una
entrega total y un amor como nunca antes.
Cuando decimos que María es concebida sin pecado, para Rahner, decimos por
gracia de Jesús es la primera persona en la historia humana que puede quebrar
el pecado original y que lo interrumpe porque Dios quiso revelarse ya desde la
concepción de María como nuevo Padre, Creador, que vela amorosamente por María,
desplegando en ella un nuevo comienzo de existencia (así, María rompe con su
humildad y obediencia la desconfianza que Eva trajo al mundo a causa del pecado).
Al producirse en su concepción María lo expresa toda su vida. María es la
primera persona de la historia que asume plenamente el camino de Jesucristo y
se introduce como humana en el Misterio Trinitario y se realiza de manera
definitiva.
La Iglesia ha definido por intuición creyente un dato importante: la
eliminación del pecado cuando la presencia de Cristo se multiplica. En este
trasfondo se afirma que todo quien esté radicalmente con Cristo también lleva
una vida libre de pecado.
Vitalmente, la experiencia de la Inmaculada diremos que es propia de María,
y después asimilada en cada creyente que vive la adhesión existencial a Cristo,
por cuya sangre somos limpios. Pero todos somos conscientes que no siempre
andamos limpios, sin mancha, y que nuestra naturaleza recorre a veces los
lugares más oscuros imaginables, llevándonos cautivos (como a Pablo) a lo malo.
Por tanto, que nadie se sienta superado, o intimidado por una necesidad
permanecer libre de mancha en su vida, pues quizás sea peor (o tan malo) como
vivir presos del pecado mismo. Nosotros fallamos, nos equivocamos y en
ocasiones nos dejamos ir por instintos, deseos... y por más que queramos, que
luchemos, que procuremos, que nos esforcemos, vamos una y otra, y otra vez.
Por tanto, a esta Inmaculada de hoy, podemos dirigirnos con esperanza y
confianza para poner a sus pies nuestra humana naturaleza, para que ella tenga
a bien acercarnos maternalmente a Cristo, quien por amor (como el Padre) nos
acoge. En ella tenemos una cooperadora, una ayudadora y una madre.
Y así como no podemos obviar lo que somos, tampoco debemos otorgar
privilegios a María, pues la desvirtuaríamos, convirtiéndola en mentira. No es
por perfección, ni por privilegios, ni por títulos, ni por falta de pecado sino
por gracia (y gratis). Feliz fiesta a tod@s.
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