MATEO
2, 13 – 18: Después que ellos se
retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
«Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí
hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» El se
levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo
allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por
medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo. Entonces Herodes, al ver que
había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a
todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el
tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del
profeta Jeremías: Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es
Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen.
Hoy recordamos un pasaje bastante oscuro del evangelio, que tiene su eco a
diario (y su repercusión) a pesar de tener ya más de 21 siglos de entendimiento
para cesar de una vez tanta violencia, tanto sufrimiento. En este último año
vemos como mueren inmigrantes que escapan de los conflictos de sus países en
las costas de Grecia; vemos la penuria de la guerra de Ukraina, hoy ya caída
casi en el olvido; observamos la escalada de violencia en nombre del Islam;
asistimos al empobrecimiento de la ciudadanía, al espectáculo de los desahucios…;
Somos espectadores del ataque de los drones, de los bombardeos en la noche de
Oriente… Y podríamos citar y citar situaciones en las que repetimos aquella
matanza de inocentes, pero con los inocentes de hoy.
¿Dónde está el límite? ¿Cuándo será que reaccionaremos los seres humanos
contra los dirigentes, contra el terrorismo, o contra los intereses de estos
lobbies…? A qué tenemos que esperar si es evidente que cada día hay más
desigualdad, menor crecimiento, peor educación, insuficiente sanidad, menos
recursos y casi una promesa de extinción de las pensiones? Los que no son ya
inocentes del siglo XXI que sepan que son los próximos, porque a este ritmo hay
que ser conscientes de que todos, de un modo u otro, vamos a ser como inocentes
a quienes la espada del poder cortará en algún momento.
Alguien dijo que los relatos del evangelio los tenemos para nuestro
crecimiento, y para aprender a no repetir lo que sucede, a no llevar a nadie
otra vez a una cruz, a no volver a tirar piedras a nadie con juicios livianos,
a no herir al hermano… El evangelio es una llamada al amor, y al amar a todos y
a todas, y a través del amor un camino hacia Dios, quien anhela que lleguemos a
Él. ¿Y no basta?
Que terminen estos episodios de hambre, de codicia, de destrucción, de soberbia,
de separación, y que se unan las personas de todo el mundo que buscan la paz,
la solidaridad, la igualdad, la fraternidad… Este año ya termina, y no estamos
a tiempo de frenar la maquinaria del poder, pero en cinco días atravesamos el
2016. Que el que se ha llamado año de la misericordia se convierta en el tiempo
de lograr la misericordia, y en un año que se renueve una y otra vez, y otra
vez, y otra vez… pues ya no más inocentes que sufren sino más vivos que se
aman.
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