MATEO
11, 28 – 30: «Venid a mí todos los que
estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros
mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.»
Vengo pensando en este tiempo sobre esta parte del pasaje que dice Jesús:
mi yugo es suave, mi carga ligera. Y lo pienso porque podría parecer
contraponer aquella otra que tiene que ver con coger la cruz, con afrontar los
problemas del día a día, con más el sufrimiento, el desgaste, el esfuerzo…
Claro, uno sin el otro no tendrían sentido. Cómo imaginar a un Jesús que nos
coloca en una tesitura de “trabajos forzados”, a pan y agua, sin descanso… increíble!
Uno sólo puede tomar la cruz de cada día si antes, o si en algún momento, ha
podido descansar, o dejar sus cargas a los pies de Cristo. De Él lo aprendemos
cada vez que en Jerusalén, se escapaba a casa de Betania, a ver a Lázaro, a
Marta o a María, quienes como Él, también hacían su yugo más fácil, su carga
más ligera. ¿Y si Jesús necesitó de estos momentos cuánto menos nosotros, que
nos ensuciamos, que nos molestamos, que enfermamos…?
Por tanto, es muy necesario que nos convirtamos no en las mejores personas,
sino en personas que tengan esa capacidad de aligerar cargas, de reconciliar
realidades, de establecer puentes en la convivencia, o de ser como un bastón
del que otro puede sostenerse. Un cristiano puede vivir sin elocuencia, pero no
puede vivir sin agua viva porque las fuentes de la vida no logran saciar esta
sed de amor. Entonces, como bebedores de Dios aprendamos también a ofrecer agua
al sediento, comida al que pasa hambre y paz, estímulos de solidaridad,
momentos de calor e instantes preciosos en los que sólo una mirada es capaz de
traer serenidad.
Piensen que cada día tenemos este llamado a ser como Jesús, ligeros, porque
cada día estalla ante nosotros con un sinfín de situaciones que nos golpean
incesantemente y de las que no podemos escapar. Por tanto, sea en su comunidad,
sea en su casa, sea tomando una cerveza, más que hablar escuchen, más que
objetar sonrían, más saludarse abrácense y más que encontrarse, celebren,
porque de todas estas circunstancias todos comemos y bebemos deseando reponer
fuerzas tras otro día más, luchando, peleando, discutiendo…
Y termino: es un llamado y también un trabajo, porque en muchos momentos no
es fácil ser ligeros, ni nuestra carga es suave. Que podamos aprender a
restituir el dolor, el daño que podamos hacer, que sepamos pedir perdón y
aproximarnos al “enemigo”, que tengamos esa capacidad de reacción y
transformemos, si nuestra carga era pesada, que se haga liviana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario