MATEO
7, 24 – 27: «Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y
las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre
roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y
embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada
sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica,
será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia,
vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y
cayó, y fue grande su ruina.»
La clave del discípulo de Jesús, para Mateo, será edificar sobre la roca.
Esto querrá decir que el discípulo ha comprendido perfectamente sus enseñanzas
y que, no sólo eso, sino que además las pone por obra, con justicia y de un
modo radical y espiritual. Para nosotros, edificar sobre la roca va a resultar
una actitud sobre la que podremos fundamentar esa libertad con la que somos
llamados a pertenecer a la familia de Dios como hijos, o hijas. Estamos
llamados a edificar nuestra vida desde el fundamento sólido de quiénes somos y
de lo qué somos, no desde lo que otros esperan, o quieren, o intentan que
seamos, porque edificar en esa arena de las ilusiones, de las apariencias,
terminará por echar por el suelo nuestra vida, nuestra luz y la obra de Dios en
nosotros.
Ojo, que construir en la roca no quiere decir que los padres, o las madres,
tengan que estar velando para que sus hijos edifiquen sobre aquello que
conforma su propia red de seguridades, sino al contrario: para poder,
finalmente, edificar en la roca, quizás haya primero que dejar que se edifique
en la arena y que de esa experiencia de vida se alcance finalmente la roca, que
es Jesús, no las seguridades de nadie, ni el comportamiento de nadie, ni el
patrimonio, o el trabajo… aunque seguro que todo ello ayuda un poco.
Nuestra vida es un continuo construir, que a veces sucede en el terreno más
inestable y otras allí donde uno se puede fundamentar. De la experiencia de la
inestabilidad podemos aprender mucho, porque sea en la arena o sea en la roca,
vendrán vientos y tempestades que serán ineludibles porque así ocurre en la
vida. Y no pasa nada si alguien edificó en la arena, o si aún estando
fundamentados en la roca hay alguna ampliación de nuestra finca vital en la
arena, porque la vida es aprendizaje, y también es equivocarse, errar, no hacer
caso… Cuando ocurra, recuerden dónde está la roca, porque su roca les sigue
esperando y allí tienen su castillo, esperanza mía (dirá el salmista).
Como edificadores, o como arquitectos, o como constructores de cualquier
índole, sean empresarios o trabajadores, con más o menos experiencia, todos
estamos llamados a fundamentar la vida en Cristo, y no hay mejor lugar. Mateo
dirá que esta roca tiene que ver con la voluntad de Dios, que es que nuestra
vida no caiga sujeta a estas inclemencias que tienen capacidad de destruirla,
de someterla, de maniatarla. La invitación es para acudir a la roca, y desde la
roca que cada cual levante su propia casa, su edificio, su local… porque como
ciudad, en esta roca habrá de todo, y así edificios más grandes y pequeños,
casas unifamiliares, hospitales, museos… y por la luz no se preocupen, que en
esta roca no entran las eléctricas.
La roca de nuestra vida son los valores que tenemos. Si la verdad, la rectitud, la bondad son nuestros valores roca, nuestra vida será útil. Si nuestra roca es la mentira, la desconfianza, el miedo nuestra vida será poco edificable. Ahora bien si buscamos en el espiritu de Jesús el camino hacia el Padre si que tenemos una buena ROCA. Hay que hacer un camino importante y difícil peró Jesús no nos abandona. El nos sostiene, nos ayuda, no nos deja en el vacio. También necesitamos a alguien que nos oriente.Jesús es fiable, però no es fácil. Hacer el camino espiritual lleva tiempo, dedicación, comprensión y mucha fe.
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