Lucas 10, 38 - 42: En aquel tiempo,
entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta
tenía una hermana llamada Maria, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba
su palabra.
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.»
Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.»
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.»
Pero el Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.»
Resultaría paradójico que hoy nos pusiéramos a hablar de la vida activa o
de la vida contemplativa con la que tanto ilustramos este pasaje sin detenernos
a hablar de otras cosas verdaderamente importantes en el mundo actual, pues en
estos días anteriores Niza Y Turquía han vivido sendos episodios de violencia e
intento golpista que reflejan otras tantas realidades de las que nadie escapa.
Por tanto, permitidme hoy que haga otra comparación entre las dos hermanas que
trascienda lo más típico.
Estamos acostumbrados a convivir con un cristianismo de tipo María,
contemplativo, siempre a los pies de la homilía, de la misa, de la liturgia,
del Vaticano… Es un cristianismo comprometido con lo religioso, practicante en
cuanto al precepto y que vive la realidad más cruel con estupor pero desde una
cierta lejanía. Por el contrario, tenemos a otro sector más de Marta,
comprometido hasta el extremo, que viaja a los lugares en conflicto, que
recorre las calles en respuesta a la acción social y que se muestra crítico con
la realidad del mundo que nos rodea.
Hoy, entiendo perfectamente a esta Marta que reclama de su hermana ayuda.
Claro, en nuestro contexto estoy convencido que Jesús no diría que María se
queda con la mejor parte, porque una vida de absoluta contemplación termina
siendo una vida pasiva con la realidad aunque activa en lo espiritual. Marta
dice a estos y a estas, ayudadme! Ayudadme porque en el mundo cada día ocurren
circunstancias que claman al cielo, que transgreden los derechos humanos, que
afrentan contra el bien común, que cohartan la libertad, que suprimen las
necesidades básicas del ser humano. Marta diría a María, vamos! No te quedes
sólo a los pies del Cristo, no resida tu fe sólo en la vida espiritual sino que
cálzate los zapatos porque hay que ponerse en camino, hay que correr (no
caminar) porque el mundo apremia.
Marta nos indica que quedan muchas cosas que hacer, que corregir, que
denunciar y por las que luchar. María nos recuerda que en el camino también
tendremos que detenernos, que buscar la oración, que trabajar nuestra
espiritualidad y que alimentar nuestra fe.
Busquemos la parte media, porque de un lado hay que trabajar y por el otro
hay que contemplar. Pero nunca perdamos de vista la realidad que vivimos porque
tanto somos llamados a seguir al Cristo como a ser responsables de este jardín
que no es Edén pero es nuestro.
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